Literatura
Myriam Gurba, autora de ‘Mala onda’: “La violación es un tema que también concierne a la infancia”

Para la autora chicana Myriam Gurba, las vidas de las mujeres son de por sí un ‘true crime’. En ‘Mala onda’, reta a quien lee a que empatice con una sobreviviente de violación que no colabora con el sistema judicial o que no busca la validación siendo simpática o agradable.
Myriam Gurba
Myriam Gurba.
26 feb 2023 06:00

“Una mujer está siendo tocada hasta morir”. Conversamos con la autora chicana y queer Myriam Gurba sobre Mala onda, un coming of age y true crime sobre el racismo y la violencia de género publicado en España por la editorial Tránsito. Con un tono irónico y ácido, Gurba escribe sobre las agresiones sexuales en la infancia y la adolescencia y su despertar vital y artístico.

¿Cómo estás?
Me acabo de despertar (risas).

¡Buenos días!
Igualmente.

No sé si tienes alguna pregunta antes de que empecemos…
Sí, una: a veces las conversaciones en español… se me hacen difícil cuando hablo de libros. Mi español es español de casa, lo hablo con mi mamá, pero nunca lo estudié. Voy a hablar más o menos en spanglish.

No hay ningún problema, lo podemos hacer en inglés o en spanglish.
Podemos empezar en español y a ver qué pasa.

¡Genial! Podemos cambiar cuando quieras… Lo primero que te quería preguntar es sobre la dedicatoria (“Para las inquietas. Pero no las jóvenes”) y la cita de Jenni Rivera (“Lo mejor que te puedo desear es que te vaya mal”) con las que empieza Mala onda. Para mí, las dedicatorias y las citas iniciales son metadatos que indican un determinado contexto, mood o declaración de intenciones. ¿Cuál sería el tuyo?
La dedicatoria es una broma, parodia el título de una telenovela estadounidense llamada The Young and the Restless. Es un mood de chiste. Mala onda a veces parece una telenovela para las restless pero no las young. La cita es de “Inolvidable”, una canción mexicana que me encanta de la Jenni Rivera, una diva, una mujer muy fuerte, una cabrona. En esa canción, le está diciendo a un amante que ya no le queda ni amor, que “lo mejor que te puedo desear es que te vaya mal”, y como Mala onda trata de mi violación, yo no tengo nada bueno que decirle a mi violador, lo mejor que le puedo decir es que le vaya mal (risas).

Precisamente el libro se titula Mala onda, en inglés Mean, por algo. Me vienen a la cabeza otros títulos como Mala feminista, Ugly Feelings, La política cultural de las emociones… Incluso una reciente serie española llamada Autodefensa. El extracto de la contraportada dice: “Somos malas para defendernos del aburrimiento y de aquellos que quieren cortarnos los pechos. Somos malas para defender nuestros clubes e instituciones. Somos malas porque nos gusta reírnos. Ser mala onda con niños es divertido, además de ser un deber del feminismo de segunda ola”. ¿Hay que ser mala onda por autodefensa?
Voy a hablar de eso en inglés porque este tema es más difícil. (Cambia al inglés) Cuando estaba escribiendo Mala onda, estaba leyendo libros de otras mujeres que habían sobrevivido a la violencia, y detecté que estas narradoras estaban, intencionalmente o no, tratando de mostrarse como mujeres simpáticas, agradables, cercanas, formales, generosas. Si podían convencer a sus lectoras y lectores de que eran seres humanos válidos, entonces podrían recibir compasión por lo que habían sufrido. He querido escribir un libro en que la narradora es humana, no un ángel perfecto. A veces dice y hace cosas ofensivas y desagradables. ¿Puede el lector leer a esta chica y sentir compasión cuando la violencia llega? Algunos lectores, efectivamente, no pueden. Algunos critican que se sienten incómodos por el sentido del humor, las bromas, el sarcasmo o la crueldad que exhibe la protagonista con sus compañeras de clase en el instituto. O sea, que porque fui desagradable una vez en el instituto, no importa que fuera violada. Es fácil empatizar con las personas que nos gustan, a las que queremos, pero la verdadera compasión nace hacia las personas que no nos gustan o que odiamos. Es una provocación para quien lee: no tengo que ser un ser humano agradable y ejemplar para que puedas empatizar conmigo cuando lo horrible sucede. Otra crítica online decía que cómo una mujer atractiva puede mantenerse tan enfadada. O sea, que si alguien es atractivo y es violado, ¿no debería enfadarse?

¿Está bien si continúo preguntándote en español, verdad?
(Cambia al español) Sí, así es como hablo con mi mamá. Ella habla en español, y yo contesto en inglés.

Yo soy de familia china y también hablo con mis padres en chiñol.
¡Exacto!

Luego te preguntaré un poco sobre eso, pero de momento… ¿Cómo fue el proceso de hacer un cruce entre coming of age y true crime? Tu escritura es muy híbrida, además, como de collage.
(Cambia al inglés) El proceso empezó cuando decidí que quería escribir sobre la agresión sexual que sufrí en 1998, perpetrada por Tommy Martínez. Al principio no tenía la intención de que fuera un libro, pero quería experimentar con mi escritura sobre este tema. Fue muy difícil. Tenía trastorno de estrés postraumático que, a la hora de escribir, me causaba mucha ansiedad. Así que me asigné a mí misma ejercicios. Por ejemplo, en vez de relatar lo que me pasó de manera realista, contarlo desde la perspectiva de un pájaro que lo está viendo desde arriba. O desde la perspectiva de un caracol en el suelo. Esa distancia facilitó el proceso. El humor es lo que más me permitió escribir sin ansiedad.

Al final, tenía una colección de fragmentos que vi como parte de una misma historia con varios sucesos violentos, entre ellos el asesinato de la mexicana migrante Sophia Castro Torres por el mismo Tommy Martínez y mi propio abuso sexual, que sucedió cuando tenía 19. Yo veo la adolescencia aún como parte de la niñez de alguien, y si bien la violación está vista como un asunto adulto, en realidad no lo es, sino que es un asunto que concierne a cualquier edad, porque a cualquier edad puedes sufrir este tipo de violencia. Así que escribí sobre mi infancia y adolescencia, por lo que Mala onda se puede interpretar como un coming of age. Pero en mi adolescencia hubo un crimen. Una intención clara que tengo es provocar la pregunta de qué es true crime. ¿El true crime discurre siempre con elementos como las leyes, la fuerza policial o el sistema penal y judicial, o quizá las memorias de cualquier chica, mujer, feminidad son un true crime por cómo somos tratadas en este mundo?

Sufrimos violencia de género desde el nacimiento hasta la muerte porque nunca dejamos de ser mujeres, a no ser que transicionemos, y en ese caso también sufrimos violencia

Sufrimos violencia de género desde el nacimiento hasta la muerte porque nunca dejamos de ser mujeres, a no ser que transicionemos, y en ese caso también sufrimos violencia. Todas las minorías sexo-genéricas vivimos una historia de true crime, que es nuestra vida, y no obtenemos justicia en los tribunales.

También me gustaría añadir que hay personas que me han preguntado si escribir Mala onda fue terapéutico, catártico o sanador, si me siento mejor o me he deshecho del dolor, y la respuesta es que no. Hay un mito en los Estados Unidos de que escribir y externalizar experiencias traumáticas es equivalente a sanar. Aunque a veces funciona, si esa es tu única o principal forma de sostenerte, te puedes retraumatizar. Me pasó investigando sobre la muerte de Sophia. Los detalles me revelaron que el hombre que la había matado de manera tan brutal había practicado conmigo antes.

Quiero preguntarte sobre las varias razones, entre ellas la culpa, que te hicieron no testificar contra Martínez en su momento. Y aunque ya has mencionado lo difícil que fue el proceso de escribir sobre el trauma, ¿qué motivó escribir el libro en primer lugar? Me da la sensación de que a las mujeres de color solo nos hacen caso (y a veces ni eso) si nos agreden, y entonces, hay que narrar esas agresiones una y otra vez, como ahora que estás promocionando el libro en España y atendiendo entrevistas sobre ello.
Decidí no participar en el juicio contra Tommy Martínez por razones prácticas como que yo vivía lejos de donde se iba a celebrar. Además, en ese momento, mi hermana estaba enferma y me quería reservar emocionalmente para ella y no invertir mi energía en un tribunal. Tampoco quería ver a ese hombre en persona, vestido con traje y corbata, estar en la misma sala que él, respirar su mismo aire. Además, sabía que los fiscales y abogados no necesitaban mi testimonio.

Hay mucha presión para las sobrevivientes y víctimas de cooperar con el sistema de justicia. Si no lo hacemos, somos tildadas de cobardes o nos dicen que si el agresor daña a otra persona es nuestra culpa por no haber hecho lo que estaba en nuestras manos para impedirlo

En la investigación del ataque a Sophia Castro, encontraron los rastros de semen de Tommy Martínez, así que era un caso fácil de ganar. No necesitaban ni mi testimonio ni el de las cinco o seis mujeres que sabemos que atacó, aunque probablemente fueran más. Otro reto para los lectores de Mala onda también es ese, ¿puedes tener empatía por alguien que decide no participar en un juicio? Hay mucha presión para las sobrevivientes y víctimas de cooperar con el sistema de justicia. Si no lo hacemos, somos tildadas de cobardes o nos dicen que si el agresor daña a otra persona es nuestra culpa por no haber hecho lo que estaba en nuestras manos para impedirlo. Ese tipo de retórica es asquerosa. Si un violador decide seguir violando, no es responsabilidad de las víctimas anteriores pararlo, es su propia responsabilidad pararse a sí mismo. Y de nuevo… ¿puedes tener empatía por alguien que no comparte todos los detalles de su agresión sexual?

Muchos lectores quieren saltar páginas e ir directamente a la parte de los detalles más escabrosos y gráficos. Algunos lectores y críticos han dicho sentirse estafados por esa omisión, absolutamente intencional. Cuando he tenido conversaciones sobre haber sobrevivido a una agresión sexual, ninguna mujer me ha preguntado los detalles. En cambio, algunos hombres me han preguntado qué me hicieron específicamente, como si yo fuera un objeto de curiosidad.

Por último, efectivamente es difícil continuar hablando de lo que pasó hace ya tanto tiempo, pero creo que una violación te cambia: como resultado de esa violencia, ya nunca dejarás de ocupar la posición de sobreviviente o víctima. Y parte de ocupar ese estatus implica lo que estamos haciendo ahora: contar una y otra vez la historia. Mi cerebro ya lo hace por el trastorno de estrés postraumático, igual que mi tío de 77 años, que luchó en la guerra, aún tiene flashbacks de entonces. Si tengo que hablar de esto el resto de mi vida, quiero controlar cómo lo hago. Hacerlo a través del arte es mi manera de ejercer control sobre una historia que hay que explicar una y otra vez.

Cuando era pequeña, pensaba que todo el mundo tenía mis mismas experiencias, que todo el mundo vivía en una casa con padres que hablaban en idiomas diferentes y que era normal cambiar de lengua a cada rato

“No entendían que mi lengua materna era dos veces la suya”, escribes en Mala onda. Eres una persona birracial, mestiza, con ancestralidades diversas, y así lo reflejas en tu libro. ¿Me podrías contar más sobre tu fluidez identitaria e idiomática?
Soy una persona típica en California, donde hay mucha gente con herencias culturalmente diversas. Mi madre nació en Gudalajara, México, y mi papá es de mamá mexicana y papá polaco. Por mi parte mexicana, somos del estado de Jalisco, y algunos de mis ancestros fueron del pueblo nativo tepecano. También tengo antepasados españoles.

Cuando era pequeña, pensaba que todo el mundo tenía mis mismas experiencias, que todo el mundo vivía en una casa con padres que hablaban en idiomas diferentes y que era normal cambiar de lengua a cada rato. Me resultó raro descubrir que quizá los vecinos hablaban solo en una lengua, en inglés, y que esa pared metafórica impedía a cualquiera que no hablara inglés acceder a su espacio. Cuando estaba fuera de casa y hablaba en español con la gente, por ejemplo, a veces me miraban extraño y creían que no sabía hablar inglés. Pero nunca me avergoncé de haber crecido en un hogar así. Mi madre me habla en español, y yo contesto en español, inglés o spanglish. Con mi padre hablo en inglés, pero él habla en español con mi abuela. Cambiamos a cada rato, y cuando estamos en público, a veces la gente nos mira mal… racismo, simplemente. Después, me ha sido útil saber español porque durante 16 años he sido profesora de instituto y podía comunicarme con los estudiantes que acababan de llegar de México o de Centroamérica.

Por cierto, cobraste relevancia también cuando criticaste la novela American Dirt, donde una escritora blanca escribe sobre el narco y los migrantes mexicanos. ¿Sigue costando que las editoriales apuesten por que las comunidades se representen a sí mismas? ¿Notas algún cambio sustancial en la industria editorial?
Esa polémica fue hace unos tres años. Ms. Magazine me invitó a escribir una crítica del libro. No había oído hablar nunca ni de él ni de la autora. Por el título, pensé que el libro trataba de agricultura, sobre cultivar vegetales o algo así (risas.). La editorial lo publicitaba como que esta novela ponía un rostro a los sin rostro y voces a los sin voz. Me pareció tan ofensivo... Nadie le ha pedido a esta escritora que sea nuestro rostro y nuestra voz. Que se nombre a sí misma embajadora de todo esto es autocrático y peligroso. Junto a otros escritores latinos, negociamos para que incluyeran más latines y en general más personas racializadas en su editorial. Aceptaron algunas de nuestras sugerencias, han empezado a adquirir más libros escritos por latines y han contratado a un editor latino. Pero no creo que haya habido ninguna transformación o cambio sustancial en la industria editorial. Algunos cambios fueron llevados a cabo durante las protestas del Black Lives Matter, pero fueron mínimos, superficiales. La industria editorial dejará de ser racista cuando el capitalismo caiga.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Mi próximo libro publicado será una colección de ensayos de crítica cultural titulada Creep, donde escribo sobre la figura cultural del creep, que es una palabra muy informal que describe a cierto tipo de villano. Lo que expreso en el libro es que los villanos nunca trabajan solos, sino en cooperación con otros, pero los solemos ver individualizados. Además, son tan prevalentes que ni siquiera nos damos cuenta de ellos, como no darse cuenta del cielo porque lo vemos todo el día. También estoy trabajando en una adaptación de Mala onda para la televisión, y en una colección de relatos cortos cuyo nexo de unión será el humo de la marihuana. ¡Ah! (cambia al español) Y quiero trabajar en un libro de historia popular sobre Sayula, un pueblo en Jalisco donde nació el escritor Juan Rulfo y de donde viene parte de mi familia. Me gustaría explorar la Sayula de Juan Rulfo y la Sayula de mi familia.

¿Vas a venir a España a promocionar Mala onda?
Me gustaría, y espero poder ir pronto. A mis padres les gusta España, me dijeron que me llevarían, pero nunca lo han hecho (risas). Nunca he ido a Europa. Solo he estado en Estados Unidos, México y Canadá. Me encantaría visitar España y Polonia.


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