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M-30
A Almeida le gustan los topos o cómo su política de movilidad pretende enterrarnos
Ingeniero y miembro de Ecologistas en Acción
Dicen que los topos huelen en estéreo. Es decir, que sus fosas nasales son capaces de disociar olores y operar de forma distinta aunque después se conecten ambos olores en su cerebro. Pues bien, José Luis Martínez Almeida, amante de los topos, tiene además un olfato parecido a ellos en su política de movilidad: huele por separado el beneplácito de las constructoras y el de los niveles de contaminación de una ciudad que acumula récords de mala calidad del aire para luego juntarlos. Quizá, percibir este último olor, no tenga demasiado mérito.
Pero es que además, los topos, son capaces de hacer hasta 150 metros de túnel en un solo día. Y, esto, ahora sí, tiene a Almeida obnubilado. De tanto adorar a los topos, se le encendió la bombilla de la solución a los complejos problemas de movilidad de la ciudad: soterrar el tramo norte de la M-30. Aquí, cabe mencionar la prolífica trayectoria de sus antepasados soterrando tramos de esa carretera. Y es que, recordemos, su simpático (sic) compañero de partido, Alberto Ruiz Gallardón, ya nos dejó una perla parecida allá por 2007. Bueno, mejor dicho, se la dejó a las constructoras que participaron en el soterramiento y a las que se llevaron el contrato de conservación más jugoso de la historia de este país (Acciona, FCC, Dragados, Ferrovial, OHL,...seguro que os suenan). Vayamos por partes.
Las obras de soterrar la M-30 se presupuestaron en 1.700 millones, se adjudicaron por 2.500 millones y acabaron costando 3.700 millones
Año 2003: Gallardón reúne a las grandes constructoras de este país para que le diseñen un plan singular para llegar a bombo y platillo a la alcaldía de Madrid. Su mano derecha, Manuel Melis (a quien tuve de profesor en la universidad y demostró ser otro gran amante de los topos), orquestó y decidió soterrar la M-30. Un pastel jugosísimo del que cada constructora se llevaría un buen trozo. Bizcocho, nata, crema, chocolate; lo tenía todo. Y que nadie se preocupe, podían repetir. Y repitieron. Las obras se presupuestaron en 1.700 millones, se adjudicaron por 2.500 millones y acabaron costando 3.700 millones. Fíjense si había pastel.
Además, mientras las políticas de movilidad de las grandes capitales europeas se centraban en quitar coches de sus calles, reducir el espacio destinado a los mismos y mejorar la movilidad en transporte público, a pie y en bicicleta; las obras de soterramiento de la M-30 incluían un aumento de la capacidad de la vía. Es decir, más coches entrando a Madrid y, por tanto, más contaminación. Habrán podido comprobar, además, que los atascos siguen y que no solucionaron absolutamente nada. Les recomiendo leer sobre la paradoja de Braess.Pero dejémonos de matemáticas algo más complejas que, en los grandes proyectos de movilidad de Gallardón, Esperanza Aguirre y Almeida, no se necesitan; con saber restar millones (del presupuesto público) mientras las constructoras los suman: más que suficiente.
M-30
El PP infló el contrato de la M30
Correos electrónicos a los que ha tenido acceso El Salto demuestran que Juan Alfaro, actual presidente de Renfe que trabajó bajo las órdenes de Gallardón, ayudó en 2007 a que Ferrovial y ACS incrementaran de manera injustificada el precio del contrato del mantenimiento.
Año 2007: Esta obra hay que mantenerla
Después de saltarse cualquier tipo de normativa ambiental o presupuestaria y pretender engañar a Eurostat camuflando la ejecución de la infraestructura bajo una sociedad mixta con el 80% de participación pública, lo que provocó que tuviéramos que sumar de golpe otros 2.226 millones de euros a la deuda municipal, había que mantener la infraestructura.
Para la ejecución de las obras se constituyó una empresa mixta (pésima decisión) en el año 2005. Ferrovial y ACS (¿os suenan?) resultaron adjudicatarias de un contrato millonario que les hacía obtener una tasa de retorno del 7.053% mientras, además, mantendrían la vía por 12 millones de euros cada año. Sin embargo, antes de acabar las obras, el ayuntamiento entendió que eso era poco dinero (sic) y decidió tramitar un modificado de ese contrato para que la conservación ascendiera a 23 millones de euros cada año . No vaya a ser que se queden cortos.
Sumando los costes de ejecución, conservación y financiación, el soterramiento de la M-30 ha costado más de 10.000 millones de euros
En definitiva, sumando los costes de ejecución, conservación y financiación, el soterramiento de la M-30 ha costado más de 10.000 millones de euros y unos niveles de contaminación que causan miles de muertes prematuras al año.
Año 2021: Almeida decide que se soterre el nudo norte
Su pasión por los topos parece compaginarse con la pasión por la magia porque, según sus declaraciones, si los coches pasan por un túnel, se acabó el problema. Ya no hay contaminación, ni una ciudad pensada exclusivamente para el coche, ni muertes prematuras, ni un modelo de ciudad totalmente insostenible. ¡Tachán!
Permítanme ahora aparcar el tono usado hasta el anterior punto. Y es que, la situación, es realmente grave. No dudan en dilapidar dinero público en obras insostenibles e innecesarias mientras reducen el gasto social y destrozan los servicios públicos. No dudan en perpetuar un modelo de ciudad y región centrado en el sometimiento a los intereses de constructoras y empresas automovilísticas mientras ahogan a la ciudadanía con la peor calidad del aire de Europa, con calles intransitables y una ciudad que da la espalda a quienes la habitan. No dudan en ignorar las necesidades de la ciudad y seguir apostando por la movilidad en coche mientras el colapso energético y climático llama a nuestra puerta.
Y no dudan porque nuestras necesidades chocan de frente con sus intereses. Que no se nos olvide.
Y que me perdonen los topos.
M-30
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