Violencia machista
¿Es útil el #YesAllMen? Dilemas de la posición masculina frente a las violencias machistas

Lo que hacemos los hombres para politizar y desindividualizar nuestro compromiso no tiene mucho efecto: depende de una viralización que nunca llega y se da en términos moralizantes.

La postura de los hombres respecto a las violencias es un laberinto. Oscilamos entre distintas posiciones pero ninguna es clara (y pocas son útiles políticamente). Esto se ha podido ver perfectamente en nuestros intentos de visibilizar nuestro compromiso en el 25N y de dar respuesta a dos cuestiones importantes: a) la necesidad de poder acompañar a las mujeres reconociendo e intentando implicar a otros hombres; y b) la importancia de generar referentes. Sin embargo, personalmente creo que ninguna de las dos tareas se está llevando de manera adecuada. Permitidme estas líneas para reflexionar sobre ello.

Sobre el #YesAllMen y la moralidad que no funciona

Una de las posturas que más me ha llamado la atención es la campaña que sacaron algunos grupos de hombres a lo largo del estado desde el hashtag #YesAllMen con videos diciendo “yo también he ejercido violencia cuando…”. Este posicionamiento me resulta interesante pero, como decía más arriba, supone fácilmente un laberinto.

Reconocer públicamente las violencias ejercidas puede ser un paso tentador para muchos hombres, pero tiene sus limitaciones: normalmente se quedan en verbalizaciones descontextualizadas de hombres individualizados que reconocen algunos (generalmente los más soft) comportamientos dañinos. Son pequeñas cápsulas de posicionamiento que sólo tienen sentido si los hombres que participamos somos muchos, y por lo tanto dependen de una viralización que nunca llega.

Exigir a los hombres que reconozcan la violencia ejercida sin tener en cuenta si han tenido oportunidades para poder trabajar prejuicios y valores es un callejón sin salida

Además, creo que a estos vídeos les falta lo más importante: el antes y el después. En la intervención con perpetradores de violencia se sabe que la disonancia cognitiva, es decir, las ideas y valores que “amortiguan” el choque que supone hacer cosas malas y sentirse “buena persona”, es un obstáculo importante para que los hombres reconozcamos lo que hacemos. Exigir a los hombres que reconozcan la violencia ejercida sin tener en cuenta si han tenido oportunidades para poder trabajar prejuicios y valores es un callejón sin salida. Como resultado tenemos a un puñado de hombres blancos universitarios y activistas que podemos identificar las violencias exigiéndoles posicionamientos a otros hombres que no se sienten nada apelados.

Esos vídeos ganarían mucho si en vez de un reconocimiento descontextualizado de violencias se contase en su lugar qué he hecho para poder identificar las violencias ejercidas. Mostrar cómo he llegado a identificar daños, qué herramientas he desarrollado para entender violencias. Señalar un camino en lugar de hablar desde el otro lado del río esperando que lleguen ahí por su cuenta.

La mera constatación del daño realizado es improductivo si no se acompaña de una propuesta restaurativa o transformadora

Por otro lado, es importante reconocer no sólo cómo desarrollamos conciencia, sino también qué hacer después de reconocer. La mera constatación del daño realizado es improductivo si no se acompaña de una propuesta restaurativa o transformadora. Qué puedo hacer para acompañar y reparar en la medida de lo posible lo hecho es fundamental. De lo contario, sólo alimentamos una dinámica de autofustigamiento y culpabilización que desanima y desactiva políticamente.

Como propuesta diría que resultaría más útil mostrar ejemplos de reparación efectivos: cómo reconocer y disculparnos de manera sincera y efectiva con las víctimas, qué procesos nos sirvieron (formación, trabajo terapéutico, círculos restaurativos con mediador, etc.), cómo implicar al colectivo, etc. En esta línea, me resulta siempre interesante volver al libro ¿Y qué hacemos con los violadores? del colectivo Heura Negra y Descontrol Editorial donde abordan procesos de gestión de agresiones machistas en espacios feministas desde una mirada no punitiva.

La cuestión de los referentes

El otro caso que me gustaría comentar es el del video de Freeda que sacó con motivo del 25N. En el vídeo vemos a @Tigrillo, @masculinidadsubversiva, @_sotorene y a @alpilpiiil hablando de masculinidades, compromiso con la igualdad y claves para romper con el pacto patriarcal. En sí el vídeo está bien y adoro a la gente que sale en él. Creo que el problema aquí es de enfoque, el de Freeda.

Actualmente hemos entendido la importancia de los referentes en los debates culturales y los procesos de cambio. Y en casi todas las charlas a las que me invitan terminan preguntando por la creación de referentes. Pero el tema es peliagudo.

Nos convertimos en referentes de masculinidades alternativas para mujeres pero que poca conexión tienen con los hombres a los que supuestamente nos dirigimos

Referente deriva del verbo latino ferro, ‘llevar’ y tiene que ver con un proceso de acompañamiento, no tanto con la posición de una persona que se sitúa en la meta y te dice cómo es estar ahí. Es un coger de la mano y acompañar en un proceso mostrando los grises y los tropiezos, no tanto hablar del pasado como superado. Y ahí fracasamos muchos. El éxito de los referentes para los chavales como Ibai, Willyrex o incluso El Xokas tiene que ver con la vinculación afectiva que se establece con ellos, con las emociones que despiertan y no tanto por lo que dicen (muchas veces incluso a pesar de lo que dicen…). Sin embargo, nuestro intento de vinculación es desde una racionalidad descorporeizada, ética y poco emotiva.

La voluntad de Freeda al final pareciera que es más bien la de demostrarle al público femenino que hay hombres que se responsabilizan y así actuar de bálsamo. Como resultado nos convertimos en referentes de masculinidades alternativas para mujeres pero que poca conexión tienen con los hombres a los que supuestamente nos dirigimos.

Violencia machista
Machismo ¿Somos los hombres potenciales violadores?
¿De verdad no compartimos nada con ese bombero, ese informático, ese concejal, ese periodista que participaron en el horror de Dominque Pélicot?

La inmovilidad de la eterna constatación

Al final, tenemos un panorama complicado. Lo que hacemos los hombres para politizar y desindividualizar nuestro compromiso no tiene mucho efecto: depende de una viralización que nunca llega y se da en términos moralizantes. Por otro lado, lo que se viraliza lo hace en los circuitos feministas y no llega a los hombres fuera de estos circuitos, precisamente los que más dificultades tienen para identificar violencias ejercidas.

Necesitamos enseñar herramientas para aprender a qué hacer con ella, cómo responsabilizarnos y reparar

Los enfoques que estamos utilizando no están funcionando, hace falta algo más que apuntar por enésima vez la constatación de la violencia ejercida. Necesitamos enseñar herramientas para aprender a qué hacer con ella, cómo responsabilizarnos y reparar.

Creo que es importante la construcción de un sentir colectivo de injusticia y el reconocimiento de un padecimiento común entre mujeres, pero hay un riesgo en los ciclos del MeToo de quedarse encallados en la eterna constatación de la violencia en la que sólo se visibilizan las violencias sufridas y no tanto los mecanismos para prevenirla o transitarla.

Encallarse en esta fase puede generar sensación de indefensión (la violencia es tan masiva que se percibe imparable) o corre el riesgo de individualizar la violencia, reduciéndola al ámbito sexual/afectivo y olvidando otras modalidades más estructurales: laboral, policial, política, institucional, mediática, etcétera.

Esta esencialización desmoviliza, confunde y aleja a los hombres menos convencidos, y sumerge a los ya convencidos en un bucle de autofustigamiento improductivo

En lo que se refiere a los hombres, la fase de la constatación permanente puede alimentar la visión de la violencia como algo intrínseco de nosotros y no como consecuencia de una socialización normativa que puede alterarse. Esta esencialización desmoviliza, confunde y aleja a los hombres menos convencidos, y sumerge a los ya convencidos en un bucle de autofustigamiento improductivo o incluso en posturas troll como la de hombres que alientan a las mujeres a no confiar en los hombres y a reírse de los “aliados”.

Necesitamos salir de la fase de la mera constatación y empezar a hablar sobre qué hacemos con la violencia una vez la identificamos. Necesitamos alumbrar caminos restaurativos, creativos y comunitarios de justicia de género. Y sobre la posición de los hombres, necesitamos posiciones más pragmáticas que lleguen allá donde no estamos llegando y, a la vez, ofrecer mecanismos transformadores a los hombres que ya son conscientes de las violencias ejercidas.

El buenismo moralizante del #YesAllMen puede ser útil para el primer momento de la constatación pero es terreno poco fértil para construir una agenda a futuro.

Sobre o blog
Demoler, verbo transitivo: deshacer, derribar, arruinar... Y eso intentamos: deshacer las viejas masculinidades y poner en duda las nuevas, derribar a los hombres de siempre y arruinar los planes del patriarcado desde la reflexión sobre quiénes somos y cómo renunciamos a nuestros privilegios.
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