Medio ambiente
¿Qué son los derechos de la naturaleza y por qué los necesitamos?

Creo que la estrategia de los derechos de la naturaleza es una apuesta cargada de futuro
La Manga del Mar menor 2023 - 1
En 2022 una ILP consiguió que el Mar Menor tuviese personalidad jurídica propia. Álvaro Minguito
Universidad Autónoma de Madrid
22 nov 2023 06:00

Los derechos de la naturaleza son una realidad consistente y en auge. Han pasado quince años desde que fueron proclamados en la Constitución de Ecuador (2008) y desde entonces han proliferado los pronunciamientos en los que se atribuyen derechos a entidades naturales como montañas, ríos, bosques o lagunas, y a través de normas de distinto rango: constituciones, leyes, sentencias judiciales u ordenanzas municipales. Empiezo subrayando esto, porque conviene alejar desde el principio la idea de que los derechos de la naturaleza son una noción puramente filosófica o una metáfora bonita. Si alguna vez fueron eso, hoy son mucho más que eso.

Según el listado del grupo Harmony with Nature de Naciones Unidas, habría más de 150 casos de atribución de personalidad jurídica y/o derechos a entidades naturales en el mundo. Según un estudio cuantitativo de 2022, realizado por Alex Putzer y otros investigadores, la cifra sería mucho mayor, puesto que se habrían dado ya 430 iniciativas en 39 países distintos, de las cuales 409 han logrado adquirir plena validez jurídica.

Mar Menor
Iniciativa Legislativa Popular Victoria para el Mar Menor: tendrá entidad jurídica propia gracias al impulso ciudadano
El Senado ha dado luz verde a la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) Salvar el Mar Menor: la laguna tendrá derechos propios, un paso importante para la defensa de este ecosistema ante una inacción política que se ha traducido en multitud de capítulos medioambientales dramáticos.

Cito esas dos referencias de autoridad para quienes, desde el prejuicio, solo se fían de fuentes bendecidas por la cultura occidental. Por lo demás, lo que se desprende de ambos recuentos es una mera constatación de hecho: los derechos de la naturaleza no son un fruto de imaginaciones delirantes ni una realidad marginal, sino que se extienden como una mancha de aceite por todo el globo. Hasta ahora, además, parecía ser un fenómeno propio de países del Sur, pero la ley 19/2022, “para el reconocimiento de personalidad jurídica a la laguna del Mar Menor y su cuenca”, ha venido a introducir esta técnica también en Europa.

En realidad es todo más sencillo: los derechos son herramientas jurídicas que las colectividades humanas deciden establecer en favor de la justicia

Tal vez los críticos de los derechos de la naturaleza, que suelen tener una mentalidad elitista y colonial, opinen que esto es una prueba de la indigencia intelectual de los españoles, o el fruto de un contagio bolivariano indeseable. También habrá muchos que, desconfiados ante cualquier atisbo de intervención ciudadana en el derecho, vean con malos ojos que dicha ley proceda de una iniciativa legislativa popular. Para la paz y sosiego de su eurocentrismo, les diré que en Países Bajos llevan tiempo trabajando por hacer algo similar con el Mar de Frisia. Por cierto, el partido político que con más fuerza está abanderando este discurso allí es el de los liberales, el D-66: ni rojos, ni ecologistas, ni feministas, ni poscoloniales, sino algo así como el Ciudadanos neerlandés.

Es importante insistir una y otra vez en lo anterior, porque en Occidente hay cierta tendencia a despreciar los derechos de la naturaleza como algo típico de “constituciones bolivarianas”, como un “error” o un “disparate”. Admito que uno se pueda sorprender al escuchar eso de que un río o una laguna sean titulares de derechos. Ahora bien, hay dos formas de reaccionar ante la perplejidad: o te encastillas en tus ideas preconcebidas, condenando todo aquello que no encaje en tus esquemas, o escuchas e intentas comprender.

A la vista del florecimiento de casos que acabo de señalar, creo que esta última es la posición más aconsejable. Por supuesto, es posible que los movimientos ecologistas, los colectivos sociales, las instituciones públicas —gobiernos, parlamentos, tribunales— y los juristas que han acompañado esos procesos estén equivocados. Puede que la ONU y buena parte de la academia latinoamericana estén desorientadas, y que así lo estén los centenares de miles de personas involucradas en todos los casos de atribución de derechos a entidades naturales en el mundo. Pero yo les recomendaría a los críticos que, por pura prudencia, rebajen al menos su desprecio, moderen su verbo y refinen un poco sus argumentos: lo van a necesitar.

El colapso de los grandes reptiles quedará como una menudencia, comparado con el cataclismo ecológico que hemos desatado

Acabo de escuchar una conferencia en la que un renombrado jurista llevaba a cabo una ecuación total entre las siguientes cosas: dignidad, personalidad moral, personalidad jurídica y atribución de derechos, como si lo uno llevara a lo otro sin solución de continuidad. Y todo para decir que los derechos de la naturaleza son un absurdo conceptual. Normalmente son los juristas del establishment quienes les dicen a los movimientos sociales, con un paternalismo irritante, que hay que distinguir y ser analíticos. Sin embargo, esta vez soy yo quien lo hago: conviene hilar fino.

Primero, la atribución de derechos no se apoya necesariamente en la dignidad. Hay muchas teorías que rechazan esa forma de justificar derechos. Segundo, es perfectamente posible conceder dignidad a un animal o a un ecosistema: la dignidad no es una constatación de hecho, no es algo que se posea de forma “natural”, sino un rango que se atribuye a algo o a alguien por razones éticas y sociales. Tercero, no es lo mismo conceder personalidad jurídica que conceder personalidad moral: una empresa tiene lo primero, pero carece de lo segundo. Cuarto: se pueden reconocer derechos sin que exista una personalidad moral. Pero no me extiendo más en todo esto, porque entraríamos en sofisticaciones académicas innecesarias.

En realidad es todo más sencillo: los derechos son herramientas jurídicas que las colectividades humanas deciden establecer en favor de la justicia. Surgen ante situaciones de violencia particularmente graves, como instrumentos para dar voz y poder a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad. Es evidente que tal cosa ocurre con la naturaleza.

El valor simbólico que implica trasladar a los ecosistemas un atributo que tradicionalmente ha sido reservado en exclusiva a los humanos es un síntoma de que estamos transitando a modos más ecocéntricos de concebir la realidad

Según el parecer mayoritario de la comunidad científica, estamos viviendo en la era de la sexta extinción masiva. En la historia de la humanidad ha habido muchas extinciones, pero cinco de ellas fueron brutales. La que acabó con los dinosaurios, hace 66 millones de años, propició la desaparición del 75% de las especies y ni siquiera fue la más cruenta. De acuerdo con los cálculos de la geología, estamos en el sexto de estos procesos y la tasa de extinción a la que asistimos nunca había sido tan alta. Además, la acción del ser humano es la causante: antes de que apareciésemos sobre la faz de la tierra, la tasa era de 0,1 especies extintas por millón de especies al año; en la actualidad, la tasa es mil veces superior.

Dicho de otro modo: el colapso de los grandes reptiles quedará como una menudencia, comparado con el cataclismo ecológico que hemos desatado. Me dirán ustedes que la pérdida de biodiversidad es una tragedia, pero que, al fin y al cabo, los humanos seguirán viviendo, quizá diezmados, en las ruinas de ese mundo por venir. Pues no lo sé. Y, como no lo sé, vayamos a ver qué dicen las predicciones científicas al respecto. Ahí va otro dato: el Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo definió en 2009 los nueve límites planetarios que, de traspasarse, pondrían en riesgo la habitabilidad del planeta también para los humanos. Pues bien, ese mismo centro acaba de determinar que seis de esos nueve límites han sido ya superados. Si esto no se parece a un apocalipsis, que venga dios y lo vea.

A lo que íbamos: sobran datos para concluir que los ecosistemas terrestres están experimentando el tipo de amenaza que, a lo largo de la historia, ha merecido la atribución de derechos como forma de tutela. Por supuesto, no siempre se ha recurrido al lenguaje de los derechos para hacer frente a la indefensión, y en muchas ocasiones ésta se ha combatido mediante otras herramientas igualmente eficaces. Sin embargo, en el mundo contemporáneo, desde la Revolución francesa en adelante, los derechos se han convertido en el más alto recurso ético y simbólico al que nos agarramos cuando necesitamos resistir a la opresión. Así que la pregunta es fácil: ¿es o no es la era de la sexta extinción una de esas situaciones? ¿Estamos o no estamos en un momento de injusticia socio-ecológica manifiesta? Si la respuesta es positiva, la conclusión es clara: necesitamos derechos para la naturaleza.

Pero no quiero ser injusto: hay muchos juristas conscientes de la tragedia ecosocial, que trabajan con esfuerzo por ponerle remedio y que, sin embargo, recelan del reconocimiento de derechos a la naturaleza. Lo hacen por razones técnicas y por motivos estratégicos. Lo de la técnica es muy resbaladizo. Primero, porque, casi siempre que un jurista dice emplear un argumento técnico, suele tratarse de un argumento político. Las enmiendas que se interpusieron en el trámite parlamentario que condujo a la aprobación de la ley del Mar Menor venían motivadas bajo la etiqueta de “mejora técnica”. Sin embargo, salvo unas pocas que proponían cambios de redacción, casi todas entrañaban diferencias ideológicas respecto al sistema de gobernanza que debía articularse para proteger la laguna. Así que, cuando se dice que la expresión “derechos de la naturaleza” implica un error técnico, normalmente lo que hay es una discrepancia política. Segundo, porque, si lo de la técnica se refiere a que los ríos o las montañas carecen de capacidad para representarse a sí mismos, esto no es un problema: tampoco los menores de edad ni algunas personas neurodivergentes tienen esa capacidad y, sin embargo, son titulares de derechos. Si lo de la técnica se dice porque las entidades naturales no tienen agencia moral, sigue sin haber ningún obstáculo: las empresas carecen de tal cosa y, sin embargo, se les reconoce personalidad jurídica. Eso sí, con una importante diferencia que redunda aún más a mi favor: cuando atribuimos personalidad jurídica a una empresa, lo hacemos porque resulta útil para organizar el tráfico económico, mientras que, cuando atribuimos personalidad jurídica a un ecosistema, lo hacemos para proteger vidas.

Y luego están las razones estratégicas. Según este argumento, el establecimiento de derechos a la naturaleza sería inútil. Quienes defienden este punto de vista —muchos de ellos con buena intención— suelen opinar que los derechos de la naturaleza son un recurso rimbombante y efectista, pero puramente simbólico: mucho ruido y pocas nueces. Creo que es un error pensar así. Los juristas tienden a menospreciar el efecto simbólico del derecho, porque están acostumbrados a ver lo jurídico como una maquinaria que debe ser manejada de forma experta. Eso hace que hayan desarrollado una cierta antipatía frente al lenguaje emotivo, los conceptos políticos y los hallazgos terminológicos creativos. Pero esta pulsión profesionalizante suele olvidar que el derecho, por encima de su dimensión técnica, es el vehículo en el que se plasman las aspiraciones de justicia de los pueblos.

El derecho no es de los juristas. Si los movimientos sociales y el activismo climático han asumido el estandarte de los derechos de la naturaleza, ése es un caudal político que no debemos reprimir.

Dicho de otra manera: el derecho no es de los juristas, sino del pueblo. En este sentido, si los movimientos sociales y el activismo climático han asumido el estandarte de los derechos de la naturaleza, ése es un caudal político que no debemos reprimir. El valor simbólico que implica trasladar a los ecosistemas un atributo que tradicionalmente ha sido reservado en exclusiva a los humanos es un síntoma de que estamos transitando a modos más ecocéntricos de concebir la realidad y, al mismo tiempo, un instrumento para profundizar en esa línea y remover conciencias.

La propensión habitual del jurista consiste en decir: “Que venga primero el cambio sociocultural y que después el derecho lo recoja”. ¡Como si el derecho no formara parte de la cultura! Debemos rechazar ese prurito formalista y conservador. Por supuesto que reconocer derechos a la naturaleza es una operación cultural y simbólica —entre otras cosas— pero eso es algo saludable, porque significa emplear el derecho con vocación transformadora y porque visibiliza la urgencia de proteger la naturaleza con todos los recursos a nuestro alcance.

Una última apreciación respecto a la presunta deficiencia técnica y estratégica de los derechos de la naturaleza. Cuando los revolucionarios franceses proclamaron la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, en 1789, recibieron un aluvión de críticas. Algunas de ellas vinieron de sectores reaccionarios, como la de Edmund Burke, pero otras procedieron de personas más bien “progresistas”, como Jeremy Bentham. Los ataques de Bentham, enormemente despreciativos, se centraron en la supuesta incapacidad “técnica” de los franceses, a los que acusaba de no saber derecho y de emplear un lenguaje poético e impreciso. Él era partidario del derribo del Antiguo Régimen, pero pensaba que debía hacerse de modo “científicamente riguroso”, sin caer en palabrería vana y sin concesiones a un fervor político descontrolado.

Creo que, a la vista de lo ocurrido en los dos últimos siglos, podemos afirmar que Bentham incurrió en una colosal miopía histórica. Claro que aquellos diecisiete artículos de 1789 eran vagos y efectistas, pero se convirtieron en el documento emancipatorio más importante de la Modernidad y han marcado la agenda social hasta nuestros días. Nacieron como un grito desgarrado ante la injusticia, pero desprovistos aún de garantías jurídicas y de un andamiaje administrativo que pudiera hacerlos valer. Sin embargo, todas esas cosas se fueron conquistando con los años, y nadie en su sano juicio se atrevería a censurarlos hoy por su carácter “simbólico” o por la deficiencia de su técnica. Es una lección valiosa de la que deberíamos aprender. Creo que la estrategia de los derechos de la naturaleza es una apuesta cargada de futuro. Si tú, querido lector, no lo crees así, espero que, al menos, el ejemplo de Bentham te lleve a la prudencia.

Arquivado en: Medio ambiente
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Dana
Análisis Crisis constante, dana y otros fenómenos climáticos extremos
La catástrofe climática global no solo altera el medio ambiente físico, también tiene efectos psicológicos.
Huelva
Doñana Impunidad judicial y pozos sin cerrar: los regadíos ilegales siguen amenazando Doñana
Más de 1.800 hectáreas se siguen regando de forma ilegal en el entorno del Parque Nacional ubicado en la provincia de Huelva, destinados a regar 30.000 toneladas de fresas y frutos rojos.
Ayuntamiento de Madrid
Especulación urbanística El Ayuntamiento de Madrid planea la urbanización de Huerta de Mena, el “pulmón verde” de Hortaleza
En esta finca centenaria, que antaño fue espacio de encuentro de la Generación del 27, se construirán desde edificios de oficinas hasta apartamentos turísticos y de co-living.
gabrielfdpb
22/11/2023 17:00

¡bravo!

0
0
Agus
22/11/2023 7:11

Tal vez para complementar la visión jurídica estaría bien recordar los principios de la gestión de bienes comunes por los que Elinor Ostrom recibió el "Nobel de Economía" en 2009.

1
0
Luis Lloredo
23/11/2023 15:09

Lo tengo bien presente. En el borrador de constitución chilena que fue elaborado por la Convención Constitucional, lamentablemente rechazado en el plebiscito de 2022, se ligaban los derechos de la naturaleza con los bienes comunes. Los bienes comunes como sustento de los derechos de la naturaleza. No era una regulación ideal de los bienes comunes (lista limitada de bienes comunes, falta de mecanismos de gobernanza suficientemente democrática de los mismos, definición de algunos bienes comunes como "apropiables", y otras deficiencias), pero no estaba mal. Lástima que la propuesta de Constitución fue rechazada.

0
0
#100849
23/11/2023 11:20

Muy interesante. Estudiamos este tema en una asignatura de Ciencias Ambientales.
En mi pueblo tenemos el ejemplo de la comunidad de regantes que gestiona el uso de agua para el riego desde hace varias generaciones.

0
0
Vigo
Movementos sociais Vigo organízase contra a masificación turística: ‘‘Queremos unha cidade para vivir todo o ano’’
Unha vintena de organizacións veciñais e ecoloxistas crean a Plataforma Fronte a Masificación Turística para tratar de reverter un modelo que agrava a crise de vivenda e golpeou duramente ás zonas costeiras do sur de Galiza.
Ocupación israelí
Ocupación israelí Trump elige como embajador en Israel a un sionista cristiano que defiende la anexión de Gaza
El próximo presidente de EE UU marca su posición ante el genocidio en Palestina con la elección de Mike Huckabee, un sionista cristiano evangélico que niega la ocupación y la identidad palestina.
Medio ambiente
Medio ambiente Montes comunais en Galiza: á procura de relevo xeracional e dun novo paradigma
Máis de 30 persoas participan nunha xornada interxeracional no Ecolectivo de Vigo para abordar a construcción de comunidades máis inclusivas e adoptar unha visión máis rexenerativa dos montes.
Palestina
Genocidio en Gaza Human Rights Watch acusa a Israel de cometer limpieza étnica y crímenes contra la humanidad en Gaza
El desplazamiento masivo forzado de la población civil y la destrucción generalizada de Gaza por parte de Israel son crímenes de guerra y contra la humanidad que persiguen una limpieza étnica, según un informe de Human Rights Watch.

Últimas

Palabras contra el Abismo
Palabras contra el Abismo Lee un capítulo de ‘Café Abismo’, la primera novela de Sarah Babiker
El barrio es el espacio físico y social en los que transcurre ‘Café Abismo’, la primera novela de la responsable de Migraciones y Antirracismo de El Salto, Sarah Babiker.
Consumo
Tóxicos Una investigación europea encuentra mercurio en todas las latas de atún analizadas
El 10% de las muestras, escogidas en cinco países europeos, España incluida, contenía niveles superiores a los legales, límites que desde las ONG Bloom y Foodwatch consideran “establecidos para proteger los intereses financieros de la industria”.
Castilla y León
Castilla y León Burgos se levanta contra la decisión de PP y Vox de eliminar tres convenios con ONG de ayuda a migrantes
Miles de personas han abarrotado la Plaza Mayor de en protesta por la decisión de la alcaldesa Cristina Ayala (PP) y del vicealcalde Fernando Martínez-Acitores (Vox) de romper relaciones con Accem, Cáritas, Atalaya Intercultural y Burgos acoge.
Galicia
Movimientos sociales Vigo se organiza contra la masificación turística: ‘‘Queremos una ciudad para vivir todo el año’’
Una veintena de organizaciones vecinales y ecologistas crean la Plataforma Fronte a Masificación Turística para tratar de revertir un modelo que agrava la crisis de vivienda y ha golpeado duramente a las zonas costeras del sur de Galicia.
Más noticias
México
Análisis Relámpago y tormenta, Chiapas en vilo
De Guatemala al istmo de Tehuantepec se trazan tres corredores criminales donde el control de las plazas y territorios se disputa a punta de metralleta en retenes carreteros, calles, mercados populares.
València
dana La riada de cinismo y fango en el relato de Mazón
El president de la Generalitat ha tratado de construir una historia exculpatoria de sus responsabilidades.
Comunidad de Madrid
Educación pública Denuncian un ERE encubierto en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid
CGT avisa de que se va a despedir a miles de integradores sociales, enfermeras, fisioterapeutas y demás personal laboral con unas oposiciones plagadas de reclamaciones y errores.
Estados Unidos
Análisis Por qué era fácil predecir la victoria de Trump: una mirada económica y social
La financiarización de la economía, el crecimiento de la desigualdad y el impacto asimétrico de la inflación sobre las rentas bajas, entre los motivos detrás de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos.
Racismo
Racismo Artistas renombran una parada de Metro en homenaje a Lucrecia Pérez
Se cumplen 32 años de primer asesinato racista reconocido oficialmente en el Estado español, el de Lucrecia Pérez. La acción de un colectivo de arte urbano renombra una estación de Metro en su memoria.

Recomendadas

Medio ambiente
Ecoloxismo Así gañou un pobo á expansión eólica: A Groba contra as multinacionais enerxéticas
Activistas do Instituto de Estudos Miñoráns e da asociación SOS Serra da Groba reflexionan sobre as súas recentes vitorias xudiciais fronte as empresas promotoras de parques eólicos na zona do Val Miñor (Pontevedra)
Yemayá Revista
Yemayá Revista La exportación laboral como política de estado en Filipinas
Millones de personas filipinas, en su gran mayoría mujeres, se ven forzadas a buscar su futuro en el exterior, aportando como trabajadoras migrantes sin derechos remesas fundamentales para la estabilidad económica del país.
Baleares
Islas Baleares El Govern balear aplaza el debate sobre la posibilidad de permitir nuevas construcciones en zonas inundables
La urbanización en zonas amenazadas por riesgos ambientales es el único punto del polémico Decreto de Simplificación Administrativa que el PP está dispuesto a pactar con la izquierda.