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Medio ambiente
Islas de calor, la ciudad recalentada
Los barrios de Madrid sufren diferencias de temperatura de hasta ocho grados debido a las islas de calor urbanas causadas por los materiales de la ciudad y la actividad humana.
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
El punto en el que se encuentre una persona dentro de una ciudad es determinante para la temperatura a la que está expuesta. Y no es una cuestión menor: en el caso de Madrid, la diferencia puede ser de hasta ocho grados según la zona. Es la conclusión a la que ha llegado el proyecto Modifica realizado por el Grupo de Investigación Arquitectura Bioclimática en un entorno Sostenible (ABIO) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), que ha registrado durante un año las temperaturas que se producen en 20 puntos repartidos por el municipio.
Este fenómeno, llamado islas de calor urbanas, implica un aumento de las temperaturas en el centro de las ciudades respecto a la periferia y se produce “por la acumulación de calor proveniente de la radiación solar en los materiales presentes en las distintas superficies de la ciudad, además de por el calor antropogénico: las calefacciones, el tráfico, etcétera”, explica Carmen Sánchez-Guevara, investigadora en el proyecto Modifica e integrante del grupo ABIO.
Este calor no se disipa debido a la barrera que forman las partículas que se encuentran en suspensión en el aire, así como por la ausencia de ventilación en el interior de la trama urbana. El resultado es un aumento de la temperatura en los centros urbanos que además cuenta con un aliado: la contaminación. “Si tenemos una película de micropartículas en el ambiente –sean del tipo que sean–, el calor de la radiación solar no puede salir a la atmósfera; son dos fenómenos que se retroalimentan”, señala la investigadora.
La intensidad de la isla varía en función de la época del año y la hora del día. Respecto a la estación, es el verano el momento en que es más acusada, ya que es entonces cuando se producen más situaciones anticiclónicas y la radiación solar es mayor.
En lo que se refiere al momento del día, la noche es cuando se pueden encontrar las diferencias más importantes: el grupo de investigación ha registrado hasta ocho grados de desajuste entre distintos barrios de Madrid. Los más castigados por el calor: San Diego, Embajadores y Chopera. Los más frescos: Aravaca, Los Cármenes y Horcajo.
Una mancha que crece
Los datos recabados por estos investigadores apuntan a que las islas de calor que sufre Madrid han aumentado en los últimos años. Sánchez-Guevara indica que el grupo ha comparado los datos recogidos en 2016 con los primeros estudios al respecto realizados en Madrid en los 80. “Como Madrid ha crecido como una balsa de aceite, la urbanización ha llegado a los límites de la ciudad, con lo que la isla ha aumentado”.Sin embargo, ese crecimiento no ha sido en intensidad –“el salto térmico entre periferia y centro es parecido” dentro de la isla, remarca la arquitecta–, sino en extensión, al integrarse en la ciudad zonas urbanas que antes eran núcleos separados: “Hemos detectado que ciertos núcleos que antes no estaban conectados a la ciudad y generaban su propia microisla ahora han sido absorbidos por la gran isla de Madrid”.
Se da la paradoja de que zonas construidas en los últimos años, como los diferentes PAU, podrían aumentar el efecto isla, ya que están construidos con grandes avenidas que recogen más radiación solar. Sin embargo, tal como plantea la investigadora, no se puede afirmar con los datos actuales que el tipo de urbanización de estos barrios sea la causante única de las islas de calor, ya que intervienen diferentes parámetros.
Aislamiento, verde y sombra
Las formas de lucha contra el recalentamiento de la ciudad que implican las islas de calor están claras. “Lo primero es actuar sobre el espacio urbano”, señala la arquitecta. Además de la planificación urbana en forma de calles más estrechas, la revegetación es clave, ya que, como apunta, “la vegetación es el mejor regulador térmico que podemos tener en la ciudad”. El parque del Buen Retiro es un ejemplo, ya que actúa como regulador térmico en su área, aunque en cuanto uno se aleja unos metros entraría de nuevo en el área de mayor intensidad de la isla de calor. Además, se puede actuar sobre el entorno mediante el sombreado y trabajando con superficies más claras que absorban la radiación solar, señalan desde ABIO.Por otra parte, la forma en la que construimos y reformamos los edificios es vital. Tal como apunta la experta, “los nuevos o rehabilitados en los que se coloca una capa exterior de aislamiento acumulan menos calor”. Esto es de especial importancia en las plantas más altas, ya que sufren mayor recalentamiento en verano.
Por todo ello, “las administraciones locales tienen muchísima responsabilidad en esto”, señala la investigadora. De hecho, el proyecto pone en cuestión el procedimiento actual de evaluación energética de los edificios. “Estamos minusvalorando las necesidades de refrigeración –remarca–. Si tú haces los cálculos y proyectas un edificio o su rehabilitación cuando ya de partida estás minusvalorando la necesidad de refrigeración, ese edificio no va a funcionar bien frente a las altas temperaturas”.
El muro de Madrid, aquí también
La habitual línea que separa la ciudad de Madrid en multitud de estudios y parámetros, con un noroeste rico y beneficiado y un suroeste pobre y perjudicado, también se da en esta ocasión, aunque con matices. “Una de las cosas que hemos analizado en el proyecto ha sido ver si había una relación en la distribución de la ciudad entre las temperaturas y la vulnerabilidad de la población, y la hay”, apunta Sánchez-Guevara. “En general, la gente con menores recursos y en situaciones más vulnerables vive en zonas que sufren las peores temperaturas, como la zona sur. La gente con mejores recursos vive en zonas climáticas mejores, como Aravaca, el noroeste o en torno al Retiro”.Aunque hay matices. Tal como dice la investigadora, “en el barrio de Salamanca –con mayor renta– también sufren temperaturas altas; sin embargo, pueden pagar aires acondicionados”.
El proyecto Modifica trabaja además con los investigadores del Instituto de Salud Carlos III que evalúan los impactos sobre la salud de la exposición a temperaturas extremas. “Ellos trabajan sobre olas de frío y de calor, y estamos intentando ver desde diferentes áreas de conocimiento cómo trabajar con este tema, porque ellos evalúan cuál es el impacto que tienen sobre la mortalidad las altas temperaturas y nosotros qué temperaturas sufre la gente en sus viviendas”.
El proyecto de la UPM, que hasta ahora funcionaba con fondos estatales del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, se ha quedado sin fondos y sus responsables buscan ahora cómo seguir ampliando el conocimiento sobre las islas de calor. Sánchez-Guevara remarca que el Ayuntamiento de Madrid está planteando crear una red de estaciones meteorológicas para conseguir estos datos, algo que considera la piedra de toda futura investigación.
Además del estudio que acaban de publicar, ABIO ha creado lo que la investigadora señala como “una red de investigadores para pensar de manera colectiva y transversal sobre el microclima, la habitabilidad y la salud urbana”.
A la espera de fondos para investigación, y si la ciudad se sigue expandiendo, la gran isla de calor de Madrid seguirá aumentando. Los efectos en todo su esplendor, el próximo verano.
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