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Medio ambiente
¿Petricor en marzo? Algo está pasando
Ha besado la lluvia al jardín provinciano
dejando emocionantes cadencias en las hojas.
El aroma sereno de la tierra mojada
inunda el corazón de tristeza remota.
Meditación bajo la lluvia, Federico García Lorca (1921).
La palabra petricor viene del inglés petrichor, formada a partir del πέτρος pétros, ‘piedra’ e ἰχώρ ichór, ‘sangre de los dioses homéricos (en la mitología griega se dice que el icor es la esencia que corre por las venas de los dioses en lugar de sangre) y es bastante reciente (1964); de hecho está en estudio por la RAE, ya que no hay palabra equivalente en castellano.
¿Y qué es el petricor? Pues simplemente (y nada menos que) el olor a tierra mojada que sucede cuando llueve tras un período largo de sequedad, algo que cualquiera ha podido sentir, y que es especialmente intenso en zonas boscosas, en las que hay mucha materia orgánica en el suelo.
Según los científicos australianos que lo estudiaron es una mezcla de unas 50 sustancias, por lo que no ha podido ser sintetizado, y una de ellas es un compuesto aceitoso que las propias plantas producirían para evitar que las semillas germinen en tiempos de sequía, porque se agostarían.
¿Estamos llegando al punto de que las plantas están mandando el mensaje a las semillas de que no germinen tampoco en invierno cuando, aunque no llueva, debería haber suficiente humedad en el suelo para permitir la germinación?
Este olor es típico de la primera lluvia de final de verano o principios de otoño e invade nuestro cuerpo al respirarlo, produciendo una sensación de alivio, de bienestar, como un mensaje del medio que dice “se acabó!”.
La comarca de La Vera, en la que vivo, es especialmente seca (como buena parte de la península) en verano, y gracias a la montaña de Gredos, que recoge las aguas atmosféricas que vienen del Atlántico, tenemos humedad el resto del año como para hacer crecer bosques de robles, castaños, fresnos, alisos, madroños y un gran número de arbustos. Con esa combinación el olor de tierra mojada en esos días del final de la canícula (de infierno, últimamente) es especialmente intenso.
Si siempre habíamos contado con algunos días de temperaturas muy agradables incluso en el invierno, los últimos años estamos notando periodos muy largos sin agua en el invierno, hasta el punto de que ya no son infrecuentes los incendios forestales en esta época del año.
Pero lo que nunca había sentido es ese olor, tan agradable pero tan significativo, en pleno mes de marzo. ¿Estamos llegando al punto de que las plantas están mandando el mensaje a las semillas de que no germinen tampoco en invierno cuando, aunque no llueva, debería haber suficiente humedad en el suelo para permitir la germinación?
Afortunadamente ha llovido. Afortunadamente este invierno no ha habido ningún incendio como el que el año pasado recorrió 2.000 hectáreas. Afortunadamente aún tenemos recursos como para afrontar los cambios que hemos provocado. No podemos seguir contando con la fortuna, porque se nos va a acabar.