Migración
Crónica del encuentro extremeño con mujeres migrantes de Nicaragua, Argentina, Venezuela, Rumanía y mujeres gitanas
El fin de semana pasado las activistas que integran El Sitio de las Mujeres de Mérida, llevaron a cabo un encuentro de organizaciones feministas con mujeres migrantes de Nicaragua, Argentina, Venezuela, Rumanía y mujeres gitanas para poner en común la situación de emergencia social en la que se encuentran. Tanto las que acaban de llegar dejando su vida atrás y como las que llevan años aquí, viviendo de trabajos que rozan el régimen de esclavitud.

El pasado sábado 16 de noviembre, las activistas emeritenses que integran El Sitio de las Mujeres realizaron un encuentro de organizaciones feministas con mujeres migrantes de Nicaragua, Argentina, Venezuela, Rumanía y mujeres gitanas para poner en común la situación de emergencia social en la que se encuentran.
Los distintos discursos allí compartidos alertaban de un fenómeno que poca cabida tiene en los medios de comunicación a pesar de suponer una alarma social de la envergadura que representa. Se está produciendo un éxodo masivo desde Nicaragua hacia Costa Rica o Estados Unidos o Canadá. Pero muchas mujeres nicaragüenses están eligiendo España como país para emigrar y ante la multitud de solicitudes de asilo y la tardanza de tramitación que encuentran en Madrid, buscan otras zonas del país donde regularizar su situación. Huyen de amenazas de muerte en su país por situaciones diversas. Sus casas amanecen pintadas con la palabra "plomo", que les indica cual es el camino a seguir.
Han dejado atrás toda su vida, sufren el desarraigo propio de quienes huyen con sus criaturas. Historias dispares que se entrecruzan y se unen en una misma causa, la violencia ejercida desde un régimen traidor ante la impasibilidad de la mirada internacionalDistintos testimonios que caminan paralelos. Una de las allí presentes es periodista y tiene un medio de comunicación en el que contaba la situación de violencia que sufren los opositores al gobierno de Daniel Ortega. Otra es médica y su delito ha sido curar a quienes se manifiestan en las calles de Nigaragua. Una farmacéutica emigrada en Honduras ha recibido amenazas de muerte por recibir y acoger a personas refugiadas de su país. Han dejado atrás toda su vida, sufren el desarraigo propio de quienes huyen con sus criaturas. Historias dispares que se entrecruzan y se unen en una misma causa, la violencia ejercida desde un régimen traidor ante la impasibilidad de la mirada internacional, quizás porque no tiene petroleo ni gas. Informar, curar, protestar o acoger se puede pagar con la muerte. Desde abril de 2018, Nicaragua vive una crisis sociopolítica que ha dejado, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), 328 muertos, aunque organismos locales elevan la cifra a más de 650 y más de 1000 desaparecidos.
Muchas de ellas trabajan como internas en casas particulares veinticuatro horas al día, en ocasiones sin que puedan recibir visitas ni salir de ellasEl siguiente testimonio del sábado lo protagonizan quienes llevan algo de tiempo en España. Representan la imagen del futuro que les espera a quienes acaban de llegar si no buscamos soluciones ágiles y eficaces. Marginalidad, trabajos que no pueden recibir ni siquiera el nombre de precarios, que rozan el régimen de esclavitud. Un cóctel de gran impacto y difícil solución porque sin el acompañamiento adecuado no pueden denunciar que son el último eslabón de la cadena. Muchas de ellas trabajan como internas en casas particulares veinticuatro horas al día, en ocasiones sin que puedan recibir visitas ni salir de ellas. Con suerte tienen un día libre a la semana mientras cuidan a enfermos de alzheimer que no duermen durante varios días consecutivos o dependientes que necesitan una atención permanente.
El siguiente testimonio del sábado lo protagonizaron quienes llevan algo de tiempo en España. Representan la imagen del futuro que les espera a quienes acaban de llegar si no buscamos soluciones ágiles y eficaces. Marginalidad, trabajos que rozan el régimen de esclavitudUna mujer allí presente nos cuenta que tras tres meses trabajando de interna en una casa comenzó a sufrir violencia machista por uno de los hijos del anciano que cuidaba. Entre lágrimas contiene la rabia y parte del relato, abrumada por la mirada atenta de quienes escuchábamos. Por sus testimonios todas fuimos conscientes de la impunidad en la que se encuentran quienes abusan de su situación irregular, ante la ausencia absoluta de redes de protección.
De eso se trató allí, de crear redes de apoyo, de censos de cuidadoras, de dar voz, espacio a sus discursos para que dejemos de vivir de espaldas a la realidad de las mujeres con las que compartimos comunidad en nuestros pueblos y nuestras ciudades, de cuidar y dar cariño a quienes lo necesitan y de cuestionar las normas de extranjería que las condenan a renunciar a sus derechos, a su cultura y su identidad. Porque escucharlas y difundir su mensaje es imprescindible para luchar contra la desigualdad, es una forma de resistencia.
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