Migración
Hein de Haas: “Hay que hablar menos de inmigración y más de los problemas socioeconómicos”

El libro 'Los mitos sobre la inmigración' (Península), de Hein de Haas, pretende los prejuicios que asfixian el debate e impiden emprender políticas migratorias coherentes y humanas.
Hein de Haas
Hein de Haas es un sociólogo y geógrafo holandés especializado en migraciones. Autoría: Marijn Smulders.
9 jun 2024 00:00

No es habitual que un académico se lance a la arena política a poner orden. Pero el asunto lo merece. Pues pocas cuestiones resultan tan espinosas en la actualidad como la inmigración, donde miedos, prejuicios y desgracias se conjugan, y que tiene la capacidad tanto de hacer caer Gobiernos como de aupar a líderes populistas hacia lo más alto. Hein de Haas, uno de los expertos mundiales en la materia, director del Instituto Internacional de Migraciones de la Universidad de Oxford y catedrático de Sociología en la Universidad de Ámsterdam, se ha cansado de contemplar desde la barrera.

En su libro Los mitos sobre la inmigración (Península), que tras cosechar un gran éxito internacional llega ahora a las librerías en su edición española, De Haas recoge las conclusiones de más de 30 años de investigación para así desmontar los prejuicios que asfixian el debate e impiden emprender políticas migratorias coherentes y humanas.

A partir de 22 mitos, De Haas desmiente a diestro y siniestro, desactivando el arma arrojadiza que tanto la derecha como la izquierda han hecho de la inmigración. Políticas erróneas, como que los controles fronterizos frenan la inmigración (en realidad la favorece porque la gente ya no puede volver a sus países), imágenes obstinadas, como que la mayoría de los africanos viaja a Europa en patera (9 de cada 10 lo hace en avión) o temores infundados, como que el cambio climático causa migraciones masivas (la mayoría de la gente se adapta en sus territorios y si emigra lo hace a nivel regional). El geógrafo y sociólogo aboga por un nuevo marco que nos permita hablar serenamente sobre uno de los grandes temas de nuestro tiempo. Hein de Haas nos recibe un mediodía soleado en su casa en Ámsterdam.

De cara a las elecciones europeas, pero también en Reino Unido y Estados Unidos, la inmigración es el gran tema del momento. ¿Por qué se habla tanto de ello?
Principalmente, porque es el tema ideal para desviar la atención. Hay una gran insatisfacción con el trabajo, la vivienda, el precio de las cosas y los inmigrantes son el chivo expiatorio por excelencia. Si se le echa la culpa a otros dejamos de hablar de las reformas que nos permitan acceso a vivienda, mejores empleos, mejor calidad de vida.

Pero, además, este tema permite a los políticos presentarse como líderes fuertes. Es una fórmula bien conocida: si temes perder unas elecciones, la mejor manera de ganarlas es empezar una guerra. O crear un enemigo externo y fingir una invasión. El beneficio por lo tanto es doble: los Gobiernos dan la imagen de firmeza y evitan que se hable de lo que realmente importa.

Pero entonces, ¿no hay motivos para preocuparse?
Por supuesto que los hay, pero lo grave es que los políticos que se llenan la boca con la inmigración no hacen nada por solucionarlos. La gente que muere en las fronteras, por ejemplo. O la explotación de personas sin papeles, sé que en España eso es un gran problema. Y todo esto crea segregación, barrios donde se acumulan las dificultades sociales derivadas de la exclusión. Algo que a la gente naturalmente le preocupa.

Pero la ilusión que crean los políticos de poder cerrar las fronteras es falsa. La economía, y desde luego la española, requiere trabajadores extranjeros. La demanda de trabajadores poco cualificados es lo que impulsa principalmente a la gente a emigrar. Y eso se tolera enormemente, tanto por la derecha como la izquierda, porque los empresarios piden esa mano de obra barata. Por eso me gusta decir en broma: si realmente quieres frenar la inmigración, la mejor medida es hundir la economía. Entonces ya nadie vendrá a tu país. Pero evidentemente, nadie quiere eso.

¿Vivimos en un tiempo de grandes flujos migratorios?
A nivel mundial no, el porcentaje de gente que emigra permanece estable desde los años 1950 alrededor del 3%. En cambio, desde la perspectiva europea sí que ha habido un gran cambio. Europa ha pasado de ser un continente emisor a ser uno receptor. Hasta la primera mitad del siglo pasado los europeos partían masivamente hacia América o Australia. España fue hasta los años 1980 un país de salida y con el crecimiento económico se fue convirtiendo en un país de llegada. El porcentaje de migrantes en el mundo apenas ha variado, pero la dirección geográfica se ha invertido. Europa ha pasado de ser el continente de colonizadores, misioneros y emigrantes a ser uno de los principales destinos.

En la Universidad de Oxford hemos analizado miles de medidas migratorias y el resultado es que en la práctica no hay diferencias significantes entre las políticas de los Gobiernos de derechas e izquierdas

¿Y puede Europa soportar esta presión migratoria?
Sí, no es inaudito lo que vivimos. Muchos países europeos tuvieron en el pasado muchos inmigrantes, aunque la mayoría venían de otros países de Europa, principalmente del Sur hacia Norte. Lo que ha cambiado es el lugar de origen de muchas personas, ahora vienen a menudo desde más lejos. Pero esa idea de que toda África marcha hacia Europa no es en absoluto real, no se ve reflejada en las cifras.

Durante la presentación del nuevo pacto migratorio, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señalaba a los traficantes por poner en peligro la vida de los migrantes y amenazar la seguridad de las fronteras. ¿Cuál es según usted el papel de los traficantes?
El tráfico es una reacción a los controles fronterizos, esto está claramente demostrado. El ejemplo de España y Marruecos es paradigmático. Hasta 1991 los marroquíes podían viajar a España sin visado. Y muchos lo hacían para, por ejemplo, trabajar en el campo, recoger tomates en Andalucía, ganar algo de dinero y después de la temporada volvían a su país. También venían muchos de vacaciones. En 1991, con la introducción del visado nacieron la inmigración ilegal y las pateras. Este es un problema que antes no existía. España tolera el empleo de personas sin papeles en el campo, pero al mismo tiempo impone visados y condena a la gente a buscar vías alternativas. Así recurren a los llamados traficantes que, en realidad, lo que hacen es simplemente ofrecer un servicio de transporte.


Antes se oía aquello de 'vienen a quitarnos nuestros trabajos'. Hoy en día, en cambio, los argumentos anti-inmigración son más del estilo 'no se adaptan a nuestra cultura' o 'mira cómo tratan a sus mujeres'. ¿Ha cambiado la manera en la que hablamos sobre los inmigrantes?
Sí, y en Europa esto es principalmente la influencia de la extrema derecha que trata de presentar a los musulmanes como una amenaza existencial. Pero el problema de fondo es el de la integración, lo cual es consecuencia de no aceptar que los inmigrantes sean parte de tu país. Esta narrativa tiene su origen en Francia, Países Bajos y Alemania donde en los años 1960 y 1970 se trajo a una generación de trabajadores extranjeros, de países como Turquía y Marruecos, para emplear en la industria y la minería. La intención era que después de sus años laborales esa gente se marchara de vuelta a sus países de origen. Pero muchos se quedaron. Hasta los años 1990 estos países se negaron a aceptar que estas personas y sus familias fueran sus ciudadanos, segregándolos y creando problemas de integración. Ahora se está cometiendo el mismo error con las personas sin papeles. Claro que los inmigrantes se tienen que esforzar en aprender el idioma y las costumbres de su nuevo país, pero la inmensa mayoría lo hace de buena gana. Condenarlos a la exclusión, la explotación laboral o la ilegalidad, eso es lo que crea los problemas de integración.

El año pasado nos enteramos de que el Gobierno italiano de Giorgia Meloni, a pesar de su duro lenguaje anti-inmigración, facilitaba la llegada de personas africanas para cubrir la demanda de trabajadores. ¿Cómo se explica esta paradoja?
Eso es lo que llamamos la brecha discursiva. En la Universidad de Oxford hemos analizado miles de medidas migratorias y el resultado es que en la práctica no hay diferencias significantes entre las políticas de los Gobiernos de derechas e izquierdas. Algunos líderes tratan de hacerse los duros pero todos ellos, como Meloni, están bajo la presión de los empresarios que demandan mano de obra. Lo cierto es que estos líderes no hacen nada por solucionar los problemas asociados a la inmigración, solo utilizan el tema como vehículo para sus intereses políticos. Espero que mi libro ayude a desenmascarar estas mentiras. Pero también es esencial el papel de los periodistas, que no deben simplemente reproducir lo que dicen los políticos. Hay que hacerles preguntas críticas y desmontar sus discursos.

Si realmente quieres menos inmigración, bien, hablemos de cómo reformamos nuestra economía, de desliberalizar el mercado laboral

¿Pero por qué es tan difícil establecer la relación entre trabajo e inmigración, por qué ningún político habla de esto?
Por oportunismo y por miedo. Porque da votos crear un enemigo externo y por miedo a parecer blandos. Ahora lo que pasa es que el centro político ha virado hacia la anti-inmigración y la izquierda está en modo defensivo. Necesitamos una generación nueva de políticos que cuenten la verdad. El marco actual de 'a favor' o 'en contra' de la inmigración es absurdo. Mi tesis no es a favor de más inmigración sino que abogo por ser realistas. Hay que hablar de la subclase de trabajadores mal pagadas o sin papeles que desempeñan los oficios más duros en nuestras sociedades. ¿Queremos una sociedad así, con una clase de sirvientes racializados? ¿Qué hacemos con el problema del envejecimiento? ¿Quién quiere trabajar en la sanidad y cuidar de los mayores? Esas son las cuestiones de las que hay que hablar y la inmigración es solo una parte de la historia.

También hay voces en la izquierda que proyectan sus intereses en la inmigración como la derecha proyecta sus miedos.
Sí, por ejemplo con la idea de que el cambio climático conllevará migraciones masivas. Eso no es cierto, lo explico en el libro. Igual que la derecha tiene su retórica apocalíptica con la teoría del gran reemplazo la izquierda también tiene sus mitos. Hay quienes defienden que con la inmigración se solucionará el problema del envejecimiento o que la sociedad entera sale ganando. No es cierto. Tanto las narrativas a favor como en contra exageran la relevancia de la inmigración. Ni es el origen de todos los males ni la solución para toda clase de problemas.

El caso de España es un tanto particular porque mientras en Europa la inmigración se convertía en la obsesión de la política, en España el conflicto catalán colmaba la atención mediática. Ahora que el tirón del separatismo catalán empieza a agotarse vemos que el odio al inmigrante empieza a asomar con fuerza. ¿Tiene alguna enseñanza sobre cómo lidiar con ello?
Desmontando el discurso, mostrando la hipocresía evidente de que los políticos que se presentan como los más duros contra los inmigrantes son en realidad los más sensibles a las demandas de los empresarios. Si realmente quieres menos inmigración, bien, hablemos de cómo reformamos nuestra economía, de desliberalizar el mercado laboral. Y persigue a los empresarios que explotan a las personas sin papeles. Hay que desmentir los mitos que asolan esta discusión. Por ejemplo, la imagen de que la mayoría de los africanos llegan a Europa en pateras. En realidad, nueve de cada diez africanos lo hacen en avión. Y en lo que respecta a la inmigración ilegal, la gente inventa montones de maneras para viajar, falsifican papeles, o cambian el pasaporte con alguien. Pero la manera principal, como lo hace la gran mayoría de la gente, es viajando con un visado y quedándose después de que éste se agote. Y eso no hay valla, drones o patrulla que lo puedan frenar. Es un secreto a voces. Todos los políticos lo saben pero aun así venden el mito de que las fronteras se pueden cerrar a cal y canto. Debemos hablar de cómo funciona la inmigración en realidad. Ese es el objetivo de mi libro. Los partidos conservadores no deben asumir las mentiras de la extrema derecha. Y la izquierda no debe tener miedo a decir que la inmigración también acarrea problemas. Si la izquierda se presenta simplemente a favor de la inmigración, se deja ridiculizar muy fácilmente por la derecha. Hay segregación, hay explotación, hablemos de cómo solucionarlo. Y aunque parezca mentira que lo diga yo que me dedico a esto, por favor, hay que hablar menos de inmigración y más de los problemas socioeconómicos generales.

¿Le ha sorprendido el éxito de su libro?
Me alegra mucho que se lea tanto en la derecha como en la izquierda, porque todos ellos recurren constantemente a mitos para hablar de la inmigración. Pero sobre todo me interesa que lo lean los conservadores de centro, para convencerlos de que no deben unir su destino al de la extrema derecha. Quiero poner los hechos sobre la mesa y que se pueda discutir serenamente sobre qué sociedad queremos. Y cuál debe ser el papel de la inmigración en ella. Pero, lo dicho, hay que tratar los problemas estructurales y dejar de hacer de la inmigración el principal foco de la atención. Hablemos de lo realmente urgente.

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