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Migración
Quedarse en Ceuta o ser devuelto a Marruecos, lo que hay detrás de la historia de Zakaria y Ahmed
El lunes, al otro lado del teléfono, Oussama escuchaba la voz de su tío comunicándole la noticia: “Oye, tu hermano ha entrado por mar y no sabemos cómo está”. Su hermano, Zakaria, tiene 16 años y es una de las más de 8.000 personas que han intentado cruzar a Ceuta durante los últimos dos días.
Iban pasando las horas y la preocupación de Oussama, impotente en Tarragona, crecía. No solo por su hermano, también por su madre, porque ya son dos los hijos que han huido de Marruecos en busca de una vida mejor. “Aunque mi madre y mi padre no están bien económicamente, no le querían dejar que se fuera a Ceuta, pero él [Zakaria] se escapó”.
Al final Oussama conseguía confirmar que su hermano estaba a salvo en la ciudad española, atendido por la Cruz Roja. Pese a los más de 1.000 kilómetros que les separan, y pese a no poder hablar con Zakaria directamente, intentó acercarse como pudo, a través de un amigo en Ceuta, pero la respuesta fue negativa: “Me dijo que no le puede ver porque les han metido en el Tarajal”. Se refiere a la nave donde están siendo atendidas las miles de personas que han conseguido cruzar la frontera. “Lo van a pasar muy mal porque Ceuta es una ciudad pequeña y está llena de gente. Encima de que ya hay muchos menores en el centro”, continua Oussama. En concreto, el número de migrantes que han entrado estos últimos días en la ciudad representa casi un 10% de su población total.
Oussama vive en la calle en Tarragona, su hermano Zakaria tiene 16 años y es una de las más de 8.000 personas que han intentado cruzar a Ceuta durante los últimos dos días
Son unas dimensiones que este joven tiene bastante claras. Él es de Castillejos, la localidad marroquí casi pegada a la frontera con Ceuta desde donde han cruzado menores, mayores y familias enteras estos días. Él también entró a España por allí, hace meses, cuando era menor, junto con su amigo Abdo. Los dos se conocen de toda la vida. En Ceuta compartieron durante meses la calle, después entraron en un centro de menores y, al cumplir los 18, a Abdo le trasladaron a Tarragona. Por suerte, unos meses más tarde Oussama siguió la misma trayectoria y volvieron a reunirse. Desde entonces no se han separado, ya sea en pisos tutelados o, como están ahora, en la calle.
El hermano de Abdo, Ahmed, y el de Oussama también son amigos. Y los dos cruzaron el lunes a nado hacia Ceuta, pero solo uno tuvo suerte. “Al hermano de Abdo lo devolvieron a Marruecos. Estaba mezclado con la gente mayor y los policías pensaron que era mayor, aunque tiene 16 años”, cuenta Oussama. Fue uno de las más de 4.000 que las autoridades españolas obligaron a hacer el camino inverso, de vuelta a Marruecos.
Aún así, tanto Oussama como Abdo, los dos sobreviviendo en Tarragona como pueden, aseguran que es mejor arriesgarse a morir llegando a España que quedarse en Castillejos, porque allí no hay ningún futuro.
Las madres y padres de estos dos chicos hacían de porteadores en la frontera, como muchísimos otros, y se quedaron sin trabajo. “Antes en la frontera podían trabajar tres días a la semana y cada día ganaban 10 euros, 20 euros y así. Pasaban ropa y comida entre Ceuta y Castillejos, llevándolo todo encima de la espalda. Pero como lo cerraron… En nuestra ciudad hay gente que está buscando en la basura para comer. Estos días mi barrio se ha ido casi entero, con mujeres, con hombres, con niños, con todo”.
“En nuestra ciudad hay gente que está buscando en la basura para comer. Estos días mi barrio se ha ido casi entero, con mujeres, con hombres, con niños, con todo”
Para entender esas palabras de Oussama, que contienen alguna de las raíces de esta enorme crisis humanitaria, hay que retroceder varios años. Según describen en el informe Porteadoras: La feminización de la pobreza en la Frontera Sur, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), hasta 2018 se permitía el paso de unas 4.000 personas al día cargando mercancías de un país a otro —comercio atípico se le llama oficialmente, por su difuso encaje entre lo legal y lo ilegal—. A partir de esa fecha, el número se redujo a la mitad, y en octubre de 2019 —antes de la pandemia— Marruecos cerró el paso fronterizo del Tarajal y cortó ese flujo comercial de golpe.
Meses después, el covid-19 se encargó de añadir argumentos para que ese cierre se mantuviera y se extendiera, a la vez que agudizaba la crisis económica en aquella zona y todo el país. El informe Ceuta a pie de muro: hacia una aproximación de la frontera hispano-marroquí, de Alicia Fernández, coincide con el de la APDHA en que casi el 50% de los ingresos anuales de Ceuta provenían del trabajo de los porteadores. De ahí la desesperación de muchas de esas personas que se han visto en las imágenes de medios y redes sociales.
Frontera sur
Porteadoras Porteadoras marroquíes: fronteras cerradas, futuro incierto
Una desesperación que ya se había puesto de manifiesto de otras maneras. Sin ir más lejos, en enero de este mismo año, un centenar de personalidades de Castillejos firmaron un manifiesto para pedirle a Marruecos que salve a la población de la “grave crisis económica” provocada por el cierre de la frontera con Ceuta, una de las fronteras más desiguales del mundo. El PIB per cápita de España multiplica por nueve el de Marruecos.
“Estamos buscando trabajo para ayudarles, pero es que no hay”, termina Oussama. Sus historias son solo una pequeña parte de los motivos que han empujado a esos miles de personas a aprovechar como sea esta ventana de dos días de frontera abierta.