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Movilidad
Txirringudariak: la alegría entre las piernas
Son las 20.30 de un viernes y una marea rodante pasa por las calles de Iruñea ante el desconcierto de peatones y conductores. Muchos les vitorean y otros tantos se revuelven en el asiento de su vehículo y esperan con talante serio poder llegar cuanto antes a su destino. Al ritmo de “Catalina” (Taiwan Mc y Paloma Pradal) o “Bicicleta” (Viento Norte), que sale de los altavoces, los participantes cantan o bailan desde sus bólidos, sean bicis, skates o patines.
La comparsa la compone gente de todas las edades, desde txikis a personas mayores, y aunque con el uso de la mascarilla sus rostros no sean visibles, durante todo el recorrido de esta nebulosa rodante se adivinan sus sonrisas, la mejor muestra del buen rollo que desprenden. Pablo, Maite y Xabi forman parte de la Masa Crítica de Iruñea, también conocidos como txirringudariak (ciclistas guerreros). “Toda persona que monta en bici se las tiene que ver con la realidad de la ciudad y pelear por moverse en ella, ya que al menos una vez en la vida han sufrido algún momento peligroso circulando por las calles”, comentan, al hilo del nombre.
“Para mí, la Masa es una bomba de buena vibración que transmite la gente. La diversión que he vivido aquí no la he sentido en ninguna otra ocasión, es algo distinto”, asegura Maite Ciganda ‘Zipi’. Y para Pablo Walloschke, la Masa es “el apogeo social de la anarquía. Una marcha pacífica que se basa en el buen rollo, con una crítica obvia y sin depender de solicitar un permiso de reunión”. Por último, Xabi Apestegui ‘Reimy’ —considerado por sus compañeros “la masa madre que ha hecho posible esto”— opina que la Masa es “una gran familia abierta a todas las personas. Otra forma de juntarse para divertirte, socializar y reivindicar los espacios de todo el mundo”.
De San Francisco a Iruñea
Pero, ¿qué es eso de la Masa Crítica que ya es una rutina mensual en Iruñea? Su origen está en San Francisco, cuando en 1992 un grupo de ciclistas protestaron por el tráfico y causaron molestias a los vehículos motorizados. Esa reivindicación se convirtió en algo periódico que poco a poco se fue expandiendo a muchas ciudades del mundo. Su nombre proviene del documental Return to the Scorcher (Ted White), donde se cita a los ciclistas que en China no pueden cruzar las intersecciones debido al intenso tráfico de automóviles y a la ausencia de semáforos. Entonces, se juntan esperando a cruzar la calle y cuando son un número suficiente —una masa crítica— se mueven todos juntos con la suficiente fuerza para parar el tráfico y no ser atropellados.
En Iruñea, la Masa Crítica se reinició en marzo de 2019, y desde entonces se ha sucedido hasta hoy —salvo los meses de confinamiento— de manera ininterrumpida. Uno de los referentes de este movimiento es Reimy, que tras vivir en Madrid y ver cómo funcionaba decidió reactivarla en Iruñea. “Aquí, en Pamplona, ya se realizaban masas hace diez años, después se dejó de hacer y hace unos años el impulso fue creciendo gracias a las bizifestaziones que organizaba un par de veces al año la plataforma 8-80”, señala Reimy, que puntualiza que el caldo de cultivo se fue gestando con “las salidas que hacíamos en bici un grupo de amigos para diferentes eventos de la ciudad”.
Pero los txirringudariak no son solo un grupo de ciclistas ocupando la calzada, sino que también se han relacionado con diferentes movimientos y colectivos de la ciudad, como Alianza por el Clima, el movimiento anti-TAV, la Carta Social, el 8M e incluso fueron invitados a ser parte de la cabalgata de los Reyes Magos de la Txantrea. “Aunque ahora no se puede, antes acabábamos las masas en espacios como centros sociales o gaztetxes. Y también hemos realizado propuestas culturales como conciertos, charlas o proyecciones”, apuntan.
Pese a ser un movimiento mundial, en cada ciudad se articula en función de la particularidad que le otorgan sus integrantes. En Iruñea, predomina la música y el ambiente festivo favorecido por las decenas de bicicletas tuneadas con neones y sound systems integrados. Sin embargo, en Madrid, por ejemplo, es más “punki” y, en Italia tiene un punto más de protesta. “El hecho de que ahora no haya lugares de ocio abiertos ha ayudado a que se anime la gente a venir, ya que es un evento al aire libre y con distancias”, señala Zipi.
Bicicleta
Criticona 2019: ¿cuántas bicis caben en Madrid?
Esta pregunta, que fue el lema de la primera Criticona celebrada en 2009, se repetirá el próximo y muy electoral fin de semana en su undécima edición que, diez años después, vuelve a la capital del reino.
Música sobre ruedas
Entre las dinámicas generadas por la Masa Crítica está la gran cantidad de bicis tuneadas que se pueden ver. Esto ha sido posible gracias a varios talleres de bici tunning organizados por Reimy, tanto en el Museo de Arte Contemporáneo de Huarte como en el festival Ibaiertzean. “Fue muy guay porque fue la primera vez que aprendí cómo funciona una batería. La gente creó sus amplis con unas cajas de madera y altavoces de coches viejos y conectaron luces LED de colores a sus bicis”, explica Zipi. Además, destaca que “en esos espacios generalmente predomina la presencia masculina pero había bastantes mujeres”. Por su parte, Reimy comenta que “con los neones personalizas la bici pero además tiene una parte muy práctica que es el ser visible al tráfico por la noche”.
Respecto a los altavoces incorporados, su función es contagiar la alegría al resto de los txirringudariak a través de Radio Reimy. Tal y como lo expresa su creador, la idea es “sincronizar todas las bicis que se juntan y en vez de que la música la aporte solo un gran sound system, que muchos pequeños altavoces se sumen a esa masa musical a través de una frecuencia en FM”. Para Reimy, la música es una gran parte de su vida, debido a su faceta como DJ, pero también “es una herramienta de transformación social brutal”, ya que “el sacar la música a la calle, poner a la gente a bailar y reivindicar un espacio público en el que se creen entornos de socialización sin estar regidos por el mercado me parece muy importante”. “La música crea comunidad y une a la gente sin ningún tipo de filtro”, añade.
Otro de los fenómenos que se pueden ver en la Masa es el de las tall bikes, bicicletas maqueadas, con un cuadro soldado encima de otro para hacerlas más altas. La primera fue la del propio Reimy, que lió a dos amigos soldadores y “al probarla la gente y ver que les gustaba, en cosa de meses, hicimos varias más, hasta la actualidad, en la que hay nueve tall bikes rodando por Iruñea”. De hecho, fruto de la Masa Crítica ha surgido también Exodus, el proyecto de dos amigos soldadores amantes de la autoconstrucción que han realizado ya varias tall bikes, un par de bicis de carga de tipo Bulit y alguna otra experimental.
El crecimiento que ha tenido la Masa Crítica de Iruñea —unas 300 personas para una ciudad mediana frente a los aproximadamente 500 participantes que aglutina una gran ciudad como Madrid— ha hecho que se replique en otras ciudades del Estado, como Sevilla, a donde una chica que vivió en Iruñea decidió llevarla, o Gasteiz, donde varias personas montaron en abril la primera Masa Crítica tras ver lo que se hacía en la capital navarra. “También nos escribió una chica de Logroño para ver cómo lo hacíamos y mi respuesta fue: lía a la gente, sal a la calle, pon música y contagia el espíritu”, cuenta Reimy.
Bicicleta
Movilidad 3, 2, 1… ¡Iruña Bike Polo!
Pese a que la reacción de la mayoría de la gente es buena e incluso mucha gente en bici se ha sumado al pelotón critico durante el recorrido sin saber qué es lo que era, hay veces que han tenido que lidiar con la impaciencia de muchos conductores y también de la policía, que según Pablo, “ha tenido que entender, a base de estar incordiando, que no estamos haciendo nada ilegal, que solo estamos circulando y ese es otro día más”. Sin embargo, algunas de las personas participantes han sido identificadas e incluso multadas, una de ellas por bloquear el paso a un vehículo de la policía secreta sin identificar y otras dos, gracias a la ley Mordaza, por gritar “Menos forales y más pedales”.
Mucho por recorrer
“Cuando vivía fuera y venía a visitar a mi familia, nos hacía mucha gracia que mis tíos fueran a comprar el pan a dos manzanas en coche”, afirma riéndose Pablo, que critica el uso desmedido del coche en Iruñea. “Los políticos son los que diseñan las ciudades en función de unos intereses y aquí el interés siempre han sido el coche privado y la Volkswagen, que da trabajo a media Navarra”, señala por su parte Reimy. Por su parte, Zipi reconoce: “Hasta que no hice un estudio del espacio urbano no me di cuenta de todo el espacio que se dedica al coche”.
Para estos txirringudariak, los avances en la implantación de carriles bicis en Iruñea no son suficientes y están mal planteados, sin un plan estructural que conecte los barrios con el centro. “A las mañanas veo el doble de personas que van a trabajar en bici que hace unos años”, comenta Pablo, y critica que “los ciclistas sean la víctima más fácil” cuando hace unos años diversos comercios del centro y de la avenida Pio XII protestaron contra el plan de amabilización de la ciudad. “No puedes poner carriles bicis en todos lados, pero sí hacer calles seguras y reducir la velocidad de los coches”, señala Reimy, a lo que añade Zipi que “la gente tiene miedo de ir por la calzada debido al peligro que generan los coches, mientras que muchos vehículos a motor tienen asimilado que ese espacio solo es para ellos”. Por eso, asegura que “todavía hace falta mucha concienciación”, una labor que realiza en su día a día como trabajadora de la cooperativa Iruziklo.
Movilidad sostenible
La cooperativa de movilidad sostenible sin ánimo de lucro Iruziklo trabaja, entre otras cosas, en formar sobre cómo circular en bicicleta en la ciudad, tanto a niños/as como a personas adultas. “La impresión que le puede dar a un txiki que le forme un policía municipal, como nos ha pasado a todos cuando éramos pequeños, o que seamos Pablo o yo es muy diferente”, explica Zipi, que cuenta cómo además de llevarles a circular por la calzada en grupo para que aprendan, también reflexionan en clase sobre las ventajas del uso de la bici frente a otros vehículos y les enseñan a poner a punto sus bicicletas, siempre dándoles las herramientas para que practiquen de forma autónoma.
“Nosotros trabajamos a través del Ayuntamiento, que avala nuestra metodología. Llegamos en bici y traemos las nuestras para que ningún chaval que no tenga se quede sin participar. Con nuestro método y filosofía transmitimos que la bici es una herramienta de empoderamiento, que les da más libertad, pero también conlleva una responsabilidad”, añade Zipi.
Además, este mayo, de la unión de la cooperativa con el taller Segundo Ciclo ha arrancado Ciclolab, un proyecto de más envergadura que pretende convertirse un centro social de la bicicleta en el que a través de socias haya un taller de autoreparación, una tienda-taller profesional y se impartan cursos de mecánica y de cualquier cosa relacionada con la bici. “La idea es que el local poco a poco se vaya abriendo a la participación de más grupos y se genere un espacio a donde pueda acudir el mundo de la bici en Iruñea”, señala Pablo. Para poner en marcha Ciclolab se han inspirado, entre otros, en La Ciclería, de Zaragoza, o Biciclot, de Barcelona.
A Pablo, Zipi y Reimy les gustaría que la Masa Crítica fuera ya un evento reconocido en la ciudad y que se descentralizara por los distintos barrios. De hecho, a partir de este mes de junio, desde la asociación vecinal Arga Txantrea han convocado un sábado al mes la Txancleta (Txantrea en bicicleta) para exigir entornos seguros en los colegios, donde hay mucho riesgo de atropellos, como el que hace tres años causó la muerte del niño Imanol Gila, de cuatro años. Con la Txancleta también demandan la conexión del barrio con el centro a través de la cuesta de Labrit, reivindicaciones que continúan el trabajo de la Plataforma 8-80. Estas sinergias demuestran que la Masa Crítica de Iruñea sigue fermentando y tiene mucho futuro por delante generando comunidad con la movilidad sostenible como punto de partida. Así que, como dice el lema mundial de este movimiento, “Pedalea cada día, ¡celébralo una vez al mes!”.