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Música
Elio Toffana: “En la aparente desventaja mediática está nuestra fortaleza como artistas”
En uno de los capítulos del ya clásico La clase obrera no va al paraíso. Crónica de una desaparición forzada (Akal, 2016), Ricardo Romero y Arantxa Tirado reflexionan acerca de la disonancia existente entre la música que quiere escuchar el público y aquella que se le trata de imponer por parte del establishment mediático. Una apuesta deliberada por esa radiofórmula que perpetúa el estereotipo del triunfito. Y si canta en inglés, mejor.
Ocurre, a veces, que la popularidad de algunos en la subcultura periférica se impone de tal manera que atolondrados periodistas no tienen más remedio que coger el metro hacia las afueras. Pero en la mayoría de las ocasiones ni eso: ¿por qué ningún medio generalista cubrió el concierto de Los Chikos del Maíz en el Wizink Center este año y sí lo hicieron con el de Sergio Dalma el día anterior, a pesar de haber congregado a la mitad de público? ¿Por qué sabemos hasta el último retazo de las vidas de Dani Martín o Aitana y es más que probable que usted, en el mejor de los casos, conozca de pasada a intérpretes como Natos y Waor, Morad o Bad Gyal a pesar de liderar las listas de escuchas en plataformas digitales?
La respuesta es evidente: la industria musical funciona [también] como un potente aparato reproductor de ideologías e intereses anclado en un consenso esnobista por idolatrar lo inocuo donde, sencillamente, no puede haber cabida para quienes proponen algo más que el recreo armonioso con sus canciones. Una batalla por la hegemonía artística que, a juzgar por las lógicas Mediaset-Atresmedia y compañía, pareciera estar perdida desde antes de empezar. Nada más lejos de la realidad: la contienda se lleva librando desde la contracultura intermedial bastante tiempo, aunque, como profetizó el poeta Scott-Heron, esta revolución jamás sea televisada.
Y en este camino aparece Elio Sagües, conocido como Elio Toffana (Madrid, 1985). Elio es un orgulloso hijo de la clase trabajadora que lleva más de 15 años inspirando a la escena underground del rap en la capital desde sus inicios con el colectivo Ziontifik. Además, ha protagonizado varios trabajos cinematográficos como la galardonada con tres premios Goya El truco del manco (Santiago Zannou, 2008), Alacrán enamorado (Santiago Zannou, 2013), o hace unas semanas la serie El inmortal (David Ulloa y Rafa Montesinos, 2022), inspirada en la banda de Los Miami que llegó a controlar gran parte de la droga que se movía en Madrid durante la década de los 90. Elio, a través de videollamada, atiende a El Salto ataviado con un chándal multicolor Lacoste. Pura esencia del sur de Madriz.
Se sabe que empezaste en el rap por prescripción de una psicóloga del instituto, pero ¿qué lleva a un rapero de Aluche a decidirse a estudiar Arte dramático?
En mí siempre habitó esa vocación performativa, pero era difícil en el entorno encontrar vías para canalizarla. En el instituto siempre me apuntaba a teatro y ya había participado en algunos cortos de amigos cuando me enteré de que estaban haciendo la audición para la peli de El truco del manco y buscaban a raperos. Tuve la suerte de que me seleccionaron a mí. Vivimos de todo en el rodaje y después ganamos tres Goyas. Fue una pasada. Ahí entendí que había un camino por recorrer y empecé a estudiar en la Escuela de Juan Carlos Corazza.
La historia del casting de esa película tiene su miga.
Fue bastante curiosa, sí (risas). La única pauta que me dieron para hacer la prueba con Juanma [El Langui, protagonista de la cinta] era que, aunque él me provocara, yo no lo podía tocar. En un momento de la escena teníamos que discutir, y de repente me pegó un bofetón. Yo contesté empujándole y lo tiré al suelo. Te puedes imaginar la que se formó… me cayó una bronca tremenda y me echaron de allí. Me sentí súper avergonzado y pensé que no me llamarían jamás para ninguna otra audición. Sin embargo, al llegar a mi casa recibo una llamada de Santiago y me dice que me han seleccionado a mí entre los 400 que éramos. ¿Pero si me habéis echado de la prueba cómo me vais a coger? Había sido el único capaz de responder de forma auténtica y el hecho de que rompiera con lo que estaba previsto parece que les gustó.
Alguien de clase alta sí puede interpretarnos sin problemas pero nosotros no podemos hacer de pijos. Creo que es un prejuicio más de lo que ocurre en este oficio clasista donde solo hay hueco para algunos privilegiados
En Estados Unidos la mayoría de los raperos de éxito son también actores o productores y las fronteras entre ambas disciplinas están muy diluidas. ¿A qué se debe que haya tan pocos raperos y raperas haciendo cine hoy en España?
Yo creo que por dos factores. El primero es que hay un espacio abismal entre el mundo actoral y los barrios. Es complicado encontrar gente en Aluche que acuda regularmente al teatro, tal vez porque las propuestas ni les llegan ni les interesan. El segundo es que no hay demasiada confianza por parte de la industria hacia los que provenimos de ahí. Alguien de clase alta sí puede interpretarnos sin problemas pero nosotros no podemos hacer de pijos. Creo que es un prejuicio más de lo que ocurre en este oficio clasista donde solo hay hueco para algunos privilegiados.
Y en las ocasiones que sí os dan determinados papeles, ¿por qué siempre os ofrecen unos mismos perfiles actorales tan estancados en el macarra, el ladrón o el barriobajero de segunda fila?
Por lo mismo que tampoco vemos a gente latina en escena si no es encasillada en los roles de siempre, o si a una chica negra la seleccionan para un proyecto es a menudo para hacer de prostituta. Estos clichés tan establecidos para nada responden a la pluralidad de nuestra sociedad. Yo creo que las directoras de casting y desde algunas plataformas sí que se está haciendo una labor muy positiva intentando romper con estas tendencias. El problema reside en los grandes productores y ejecutivos y su desconexión con la realidad. Son ricachones conservadores que quieren mantener sus privilegios y les conviene que se propague el mensaje de siempre. Lo bueno es que estamos encontrando cada vez más espacios donde expresarnos. Por ejemplo, celebro que cada vez hay más presencia del colectivo LGTBI, pero todavía siguen existiendo muchos techos de cristal por derribar.
El medio británico The Guardian recogía el otro día un estudio en el que se afirmaba que el porcentaje de actores, músicos y escritores de clase obrera había caído hasta la mitad desde los años 70.
Sería inocente pensar que ese descenso ocurre solo en el arte y que este dato no es reflejo de la sociedad al completo. Se nos ha inculcado que ser de clase trabajadora es poco menos que una deshonra para tu ego y algo de lo que avergonzarse. Esto hace que el complejo de clase aflore y nadie, por mucho que al final todos los seamos, quiere reconocerse en valores negativos. Esto es una trampa enorme, porque los que sí que tienen conciencia de clase son los ricos, y esos siempre votan. Recuperar esta batalla ideológica sobre la conciencia de clase debe ser una de las prioridades de la izquierda.
Por tu nuevo disco desfilan referencias bastante críticas hacia Joaquín Prat o Ana Rosa Quintana. ¿Cómo te has sentido dentro de los medios generalistas y cómo interpretas la función que ejercen en la sociedad?
Yo diría que ni a mí ni a la mayoría que conformamos esta movida nunca nos han hecho ni puto caso (risas). Sabemos de dónde proceden las familias que conforman los grandes grupos del poder mediático. Siempre van a querer moldear la sociedad a su antojo.
Que toda su atención se centre en artistas de otros géneros se debe a que su mensaje político es neutro y no molesta a nadie. A mí me parece ridículo que unos artistas de la relevancia de Natos y Waor apenas hayan recibido cobertura mediática y hayan tenido que ganárselo todo ellos mismos. Su éxito se debe exclusivamente a la acogida del público. Al final, en esta aparente desventaja está nuestra fortaleza como artistas. No es solo entretener, bailar y desconectar, que está muy bien, sino también crear conciencia en torno a un movimiento social en la calle y en los barrios que dé esperanzas y herramientas a la gente para prosperar. Chuck D decía que el rap era la CNN de los barrios… tenemos que contar nosotros nuestra realidad porque si esperamos a que otros lo hagan estamos jodidos.
La extrema derecha se está apropiando de lo políticamente incorrecto y parece ahora que los punkis son ellos. Nos quieren hacer ver que ahora nosotros somos los buenistas y los catedráticos y ellos la insurgencia
Un columnista de El Confidencial llegó a escribir no hace mucho que “el rap en español lleva 30 años dando trabajo a gente que, si no a lo mejor le estaba robando la casa. Los raperos no son políticamente incorrectos. Son de Aluche”. El clásico dilema: ¿merece la pena confrontar estas provocaciones o es mejor ignorarlas?
Uno de los grandes ataques que estamos sufriendo los artistas hoy en día es hacia nuestra propia libertad de expresión. Parece que hay una censura sobrevolándonos que, aunque no aparezca la figura del censor como en la dictadura, la sentimos y nos cortamos en vez de expresarnos con firmeza. El problema de esto es que la extrema derecha se está apropiando de lo políticamente incorrecto y parece ahora que los punkis son ellos. Nos quieren hacer ver que ahora nosotros somos los buenistas y los catedráticos y ellos la insurgencia. Hay que afrontarlos, estar en las calles, ser de verdad y arriesgarte a decir las cosas como son.
Lo de este señor es básicamente aporofobia. Es como si se pensara “los ricos podemos expresarnos como queramos, pero si lo hacéis vosotros sois una panda de vulgares”. Nuestra visión es tan válida como la vuestra y nuestros intereses son compartidos por más gente que los vuestros. Cuando algún artista burgués se apropia de los ritmos de la calle es venerado por la crítica. Pero si lo hace alguien que verdaderamente proviene de ahí, jamás lo van a ver con los mismos ojos. Esta es la lucha constante.
¿Y qué hacemos con el auge de los raperos fachas? Venden una imagen antisistema y lo cierto es que están apoyando a los que llevan en el poder durante décadas.
Así es. A mí me parece absurdo, es que no los considero ni raperos porque son todo lo contrario al rap. Se valen de sus métodos pero no tienen nada que ver con la cultura hip hop porque defienden valores antagónicos. Simplemente se aprovechan de ese miedo que generan para propagar su odio.
En noviembre más de medio millón de manifestantes colmaron las calles de Madrid en defensa de la sanidad pública y contra las medidas privatizadoras de Díaz Ayuso. En estos días, también se ha sumado la rebelión desde los médicos de la Atención Primaria por la escasez de recursos destinados. Al final pagan los de siempre, ¿no?
Yo lo veo como una estrategia enfocada a que cada vez más ciudadanos tengan seguros privados para que estos dirigentes y sus colegas ganen más con sus empresas a costa de que las clases populares no tengan cómo cuidarse ni médicos que los traten con dignidad a no ser que pases por su aro. Es una vergüenza pero me quedo con esa gran respuesta popular. Parece que lo vamos pillando y que no se lo vamos a poner tan fácil ni a dejarnos manipular.
Parece también que, por lo que sea, no era la mejor idea votar a una presidenta con un folio en blanco como programa y que te abre los bares como ideología en vez de establecer planes de rescate para los sectores a los que siempre golpean más las crisis.
Pues sí. Ahora todos los que la votaron que se vayan al bar a buscar medicamentos.
A través de la cultura, el cine, la música o el teatro lo que estamos intentando es hacer que la sociedad mejore mientras generamos belleza y riqueza de forma indolora
Cuando se anunció el tracklist de tu disco, Felinna Vallejo de Las Ninyas del Corro escribió en Twitter: “Todas esas colabos en el disco del Elio son solo una demostración de cuán respetada es su figura para todos los que formamos parte de la movida. Gracias por contar con nosotras. TKM”. ¿Cómo dirías que has conseguido esa unanimidad hacia tu figura?
Pues no lo sé, supongo que trabajando de forma humilde y tratando a los que me rodean de igual forma con esa misma empatía, cariño y admiración. El talento es secundario si descuidamos el factor humano. Al final, a través de la cultura, el cine, la música o el teatro lo que estamos intentando es hacer que la sociedad mejore mientras generamos belleza y riqueza de forma indolora.