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Música
Denuncian nuevas agresiones de los vigilantes de seguridad en el Extremúsika de este año
Un año después de los acontecimientos de 2023, que terminaron con 15 personas en el hospital de Cáceres tras la actuación de los vigilantes de la empresa de seguridad del festival (Sehivipro), el festival Extremúsika no ha dado explicaciones públicas sobre estos hechos, pero sí ha censurado los comentarios relativos a los mismos en sus redes sociales. Las víctimas de aquellos hechos interpusieron denuncias y hay un procedimiento judicial abierto. Durante este tiempo, el festival y la promotora han sido preguntados al respecto, negándose a dar explicaciones o minimizando los hechos. Tampoco se han manifestado sobre si la empresa de seguridad contratada para esta nueva edición era la misma que cometió estos actos o alguna filial suya. Varios grupos de música participantes en el festival se pronunciaron el año pasado para denunciar lo sucedido.
La edición de 2024 ha estado marcada por ese silencio de la empresa y las instituciones que apoyan el festival. De nuevo se registraron incidentes. Según la narración a El Salto Extremadura de una joven que no quiere ser identificada, cuando estaba saliendo con sus amigos, fueron increpados por los vigilantes, “en plan matones”, apostilla. La joven relata cómo acudió otro vigilante que la empujó: “Le digo que no hace falta que me empuje y mi novio le dice que no tiene por qué tocarme, entonces el tipo se olvida de mí y va a por mi novio. Viene el que parece jefe de seguridad, que es un hombre más mayor, canoso, me empujan y caigo al suelo, me doy un golpe en la cabeza y me hago un ‘bollo’. En ese momento aparecen seis más de seguridad, tiran a mi novio al suelo y se lían a patadas con él. Al verlo, mis amigos vienen a sacarle de allí y empiezan a pegarles a ellos con las porras, les inmovilizan y les pegan puñetazos en la cara”, indica. Este medio se ha puesto en contacto con la organización del festival para recoger su versión, pero esta no ha contestado.
“Tiran a mi novio al suelo y se lían a patadas con él. Al verlo, mis amigos vienen a sacarle de allí, y empiezan a pegarles a ellos con las porras, les inmovilizan y les pegan puñetazos en la cara”
Agresiones en la anterior edición del festival
En la edición del Extremúsika del pasado año, según denunciaron los afectados y reflejan los vídeos tomados, los vigilantes de seguridad (SEHIVIPRO) agredieron al público de manera desproporcionada en repetidas ocasiones, amenazando a quienes protestaron por ello. Los altercados acabaron en la entrada de los antidisturbios, que irrumpieron en el recinto cargando contra el público con las porras y provocando una estampida general. Entre el público había también menores de edad.
Toni, uno de los jóvenes con los que habló El Salto Extremadura, explicó que fue golpeado durante unos minutos que se le “hicieron interminables”: “Lo mismo suena duro decirlo así, pero lo viví como un auténtico espacio de tortura, solo veía puñetazos y patadas que se me venían encima, mucho dolor... Se me iban pasando unos a otros para golpearme. No entiendo qué objetivo tenían... No nos hablan en ningún momento, parece que solo quieren golpearnos”. Durante la paliza, explica que recibió un golpe en la cabeza con la porra que lo arrojó al suelo, donde quedó postrado. Despertó en el puesto de Cruz Roja, con dos dientes partidos, heridas por todo el cuerpo y sufriendo un ataque de ansiedad y temblores.
Los vigilantes de SEHIVIPRO habrían repetido esta operación varias veces, según narran los testigos entrevistados: “entraban tres de ellos al festival a coger a alguien y se lo llevaban lejos de las miradas, tras la valla, donde esperaban los demás para pegarle”. Antes de Toni hubo otros agredidos por el mismo procedimiento. Los vigilantes, coinciden varios testimonios, “salían de cacería y cualquier excusa les servía”. Cuando acababan “simplemente les dejaban allí tirados”. Asimismo, personas que protestaron por lo sucedido cuentan que fueron expulsadas del festival y se les cortó la pulsera de acceso. Las víctimas de las agresiones denuncian que “las instituciones públicas que colaboran con en el festival como la Junta conocen y encubren las palizas recibidas”. El Salto Extremadura publicó un reportaje que desvelaba lo ocurrido y en el que las víctimas de las agresiones contaron lo vivido.
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Otras críticas al festival
Otro de las aspectos criticados tiene que ver precisamente con esto último. El sistema de pago en barra elegido por el festival ha sido cashless. El pago se realizaba obligatoriamente mediante un chip en la pulsera del festival, en vez de mediante tickets como era habitual anteriormente, siendo esta una de las cuestiones más polémica entre el público.
Se trata de un modelo utilizado en otros festivales y que genera un fuerte rechazo entre la asistencia. Recuperar el dinero cargado en la pulsera que no se ha gastado tiene un coste de dos euros por “gastos de gestión”, cuando en realidad esta la realizan los propios asistentes al festival por internet. Así, el festival se habría embolsado 10.000 euros extra, “que ha sido muy criticada por las organizaciones de consumidores porque, entre otras cosas, “permite un enriquecimiento injusto del promotor”.
Recuperar el dinero cargado en la pulsera tiene un coste de dos euros por “gastos de gestión”, que en realidad realizan los propios asistentes. Aquí el festival se habría embolsado 10.000 euros extra
Además, había que abonar dos euros por los vasos (incluso los de caña), que eran de plástico fino, cuando la fabricación de estos modelos no cuesta más de cinco céntimos por unidad. Esto también ha sido motivo de críticas por parte de la asistencia porque, a diferencia de la mayoría de festivales, no se devolvía el dinero al entregarlo. Se supone que la medida del vaso único se ha implementado para reducir el uso de plástico, sin embargo no permitían llevar un vaso propio con la medida estándar.
Asimismo, los trabajadores de barra, según explicaban ellos mismos, tenían prohibido limpiar los vasos a quienes se lo pedían, cuando a menudo durante los conciertos se caían al suelo, llenándose de tierra y obligando a adquirir otroo mismo). Los precios de barra también han sido objeto de quejas: el precio de una caña de cerveza era de 3,50 y una “maceta” costaba 9 euros.
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Por otra parte, el festival cobraba 11,50 euros por cambiar el nombre del asistente en la entrada, a pesar de que luego no existía comprobación acerca de si la persona que acudía era la que constaba en la entrada. Hay que señalar que se produjeron múltiples robos en la zona de acampada, ya que era fácil colarse en el camping por la débil infraestructura, una simple brida que unía las vallas.
En 2022, Facua denunció al Extremúsika por afirmar en sus normas que quedaba “terminantemente prohibida la entrada al recinto del festival de cualquier tipo de comida o bebida, pudiendo los asistentes ser registrados, el incumplimiento de este punto supone la expulsión inmediata del recinto”. La asociación de defensa de los consumidores entiende que la actividad principal de este festival no es la hostelería, sino el desarrollo de un espectáculo musical, por lo que la prohibición de consumir comida y bebidas adquiridas fuera del recinto “no es necesaria para la correcta realización del festival”. Según Facua, tampoco puede prohibirse la entrada de comida y bebida alegando motivos de seguridad, ya que se venden en el interior. El Estatuto de los consumidores de Extremadura tipifica como infracción grave introducir en los contratos cláusulas abusivas. Por ello, FACUA Extremadura denunció a Mejor con Música, empresa promotora del festival, ante el Instituto de Consumo de Extremadura, y pidió que iniciara un expediente sancionador.
Solapamiento con el Festival Internacional de blues
También ha sido objeto de críticas que el Extremúsika 2024 se celebrara el mismo fin de semana que el Festival Internacional de blues de Cáceres, evento emblemático que se realiza en las calles del centro de la ciudad desde hace 15 años, resultando llamativo que el Ayuntamiento haya programado a la vez dos de los principales eventos musicales de Cáceres del año. Establecimientos del centro afirman que el Extremúsika ha quitado protagonismo y afluencia al Festival de blues y ha perjudicado económicamente al comercio y la hostelería local, que esperaba beneficiarse de una mayor asistencia al Festival de blues, que se realiza en el casco viejo. A diferencia de lo que ocurre en el centro, toda la bebida despachada en el festival es vendida por la propia organización.