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Neoliberalismo
Libertad, individualismo y justicia social. Thomas Robert Malthus en Madrid
La utopía neoliberal se ha convertido en un proyecto político, económico y social y la ley de hierro de la valorización financiera del capital está produciendo una verdadera devastación en términos de desigualdad. El movimiento comenzó a tomar fuerza a partir de la orgía especulativa, iniciada con la explosión del capital financiero no regulado tras el final del sistema de Bretton Woods, y con las medidas de adaptación de las economías al nuevo marco competitivo, que incluían el recorte del Estado del Bienestar. El triunfo de Reagan y Thatcher abrió una nueva etapa, que convertiría en hegemónicos los principios de la “revolución conservadora” e implantaría una nueva retórica.
A principios de la década de 1990, Albert O. Hirschman tildó el inicio de esta etapa de “tercer momento reaccionario” y diseccionó los argumentos políticos utilizados por los conservadores para impugnar los avances políticos y sociales. A tal fin, los identificó con tres tesis: la de la perversidad, que aludía a que toda acción deliberada para mejorar algún rasgo del orden político, social o económico solo exacerbaría el problema que se pretendía solucionar; la de la futilidad, que hacía referencia a la inanidad de los intentos de transformación social, y la del riesgo, que apelaba a los costes que provocaría el cambio. Para Hirschman, el discurso de la “revolución conservadora” se podía relacionar con la tesis del riesgo, defendida por apóstoles del libre mercado, como Friedrich Von Hayek. Según éstos, la creciente intervención gubernamental cercenaría la libertad individual y pondría en peligro los fundamentos de la democracia.
La respuesta de algunos dirigentes políticos españoles ante los problemas generados por la pobreza va más allá del liberalismo decimonónico
España no ha sido ajena ni a los cambios políticos y económicos ni a las retóricas que los acompañan; pero la respuesta de algunos dirigentes políticos ante los problemas generados por la pobreza va más allá del neoliberalismo de corte hayekiano e incluso del liberalismo decimonónico. Recuerda más a las acciones implementadas por algunas sociedades para remediar el infortunio de algunos de sus miembros de épocas preindustriales, sustentadas en la caridad individual y en la beneficencia.
Esperanza Aguirre mostró su sintonía con Javier Milei al afirmar que la justicia social significaba “quitarle a los que trabajan, para dárselo a otros que decido yo“
A mediados del pasado agosto, en su intervención en un conocido programa televisivo, la expresidenta de la Comunidad madrileña, la “Juana de Arco liberal” (Vargas Llosa, dixit), Esperanza Aguirre, mostró su total sintonía con el “anarcocapitalista”, Javier Milei, al afirmar que la “aberrante expresión” justicia social significaba “quitarle a los que trabajan, para dárselo a otros que decido yo”. El exabrupto de la política conservadora es reconocible en el pensamiento de Juan Ramón Rallo, el economista de cabecera del neoliberalismo español, quién se refirió a la renta básica como la imposición a los ciudadanos productivos de “la obligación incondicional de sostener los gastos de aquellas otras personas que incluso se niegan a intentar hacer algo útil por la sociedad”.
Ayuso tildó la justicia social de invento de la izquierda para promover el rencor y la lucha de clases
A lo largo del programa se había identificado la opinión del político argentino con las palabras pronunciadas acerca de la misma expresión por la actual presidenta de la Comunidad Isabel Díaz Ayuso. En efecto, en un acto político celebrado en Collado Villalba, el 6 de mayo de 2023, la presidenta había tildado la justicia social de invento de la izquierda para promover el rencor y la lucha de clases, y con un deslavazado discurso había declarado: “el que a alguien le vaya bien es culpable de que a mí no me vaya bien, hay que expropiarlo... No. Repartir se supone, yo creo, que las oportunidades. Ellos promueven la cultura de la envidia, del rencor y de buscar falsos culpables".
Ninguno de los dos mensajes es novedoso y en ambos se advierten ecos del pensamiento español más reaccionario, entendiendo, con el poeta Benjamín Prado, que esta palabra es más adecuada que el término conservador cuando se aplica a evitar el progreso, a hacer retroceder el reloj de la Historia. Baste leer el discurso de recepción en la Academia de Ciencias Morales en 1914 sobre “La justicia social” de Eduardo Dato, a la sazón Presidente del Gobierno en el reinado de Alfonso XIII. En él apostaba por una acción asistencial sustentada prioritariamente en la caridad privada, la filantropía y la función benéfica de la Iglesia.
Para Cánovas, la miseria cumplía una función espiritual: posibilitar la práctica de la caridad y la santificación del rico
Por su parte, Antonio Cánovas del Castillo, representante del pensamiento más inmovilista en materia social, partidario del “individualismo acérrimo” y contrario a toda intervención estatal que pretendiera la igualdad social, defendía una suerte de “economía de la salvación”, un “pacto social” teológico entre pobres y ricos, de reminiscencias feudales. A su juicio, la miseria cumplía una función espiritual: posibilitar la práctica de la caridad y la santificación del rico. Para Cánovas, como para gran parte del pensamiento reaccionario español, la “cuestión social” era un asunto de orden público y la miseria podía paliarse con la limosna, como sostendría en su discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid, el 26 de noviembre de 1872. La caridad cristiana era, en su opinión, el instrumento idóneo para mediar entre ricos y pobres, y suavizar “los choques asperísimos que por fuerza tiende a ocasionar entre capitalistas y trabajadores el régimen de la libre concurrencia”. En su intervención en las Cortes el 3 de noviembre de 1871, llegó a afirmar que la miseria era un mal de la naturaleza humana, como la enfermedad, como las pasiones y otras causas, y que si éstas no tenían remedio, tampoco lo tenía aquella. Partiendo de la idea de que las desigualdades eran naturales y procedían de Dios, argumentó que la política social y el intervencionismo eran la respuesta al avance de la “inmensa conspiración” que era el socialismo revolucionario, que atentaba contra la propiedad.
No se tienen noticias de que Thomas Robert Malthus viajara a España, pero sus diatribas contra las “Leyes de Pobres” gozaron de cierta influencia desde que algunos extractos del Ensayo sobre el Principio de la Población aparecieran en La Gaceta de Madrid entre el 21 de junio y el 6 de agosto de 1808. También es evidente la vigencia de sus ideas en la actualidad, a tenor de los discursos de las dos políticas madrileñas. Ambas comparten con Malthus la idea de que el origen de las desigualdades sociales no se encuentra en el modo de organización de la sociedad sino en la propia Naturaleza. Esperanza Aguirre coincide con Malthus en que el mantenimiento de los pobres se hace en detrimento de los trabajadores productivos. Dos siglos atrás, el “primer economista de Cambridge” sostenía que socorrer a los pobres era otorgar un derecho sobre la producción a una parte de la sociedad –“que, en general, no puede considerarse como la más valiosa”–, en detrimento de los “habitantes más industriosos y más útiles”.
Malthus plantearía que había que incidir en el fomento de la actividad y el individualismo como guías de toda política
Asumiendo la tesis de la perversidad, Isabel Díaz Ayuso coincide con Malthus en la idea de que toda ayuda exacerba el mal que pretende conjurar, de ahí que subraye que la desigualdad es el resultado de “las políticas intervencionistas liberticidas”, que fomentan la pobreza masiva donde son implementadas. En este sentido, y avanzando la terminología de la cultura del esfuerzo, tan cara al pensamiento ayusiano, Malthus plantearía que había que incidir en el fomento de la actividad y el individualismo como guías de toda política: “El estímulo de bastarse a sí mismo parece ser absolutamente necesario para fomentar la felicidad de la gran masa de la humanidad y toda tentativa de carácter general que se haga para debilitar este estímulo por muy benévolas que sean sus intenciones, frustrará siempre sus propios fines”.
En definitiva, si se observan atentamente los mensajes emitidos por las próceres madrileñas y se retiene la imagen del portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Enrique Ossorio, buscando pobres debajo de la mesa y su desprecio del Informe de Cáritas sobre la pobreza, se puede inferir el futuro que les espera a los que nacieron en un mundo en el que la propiedad está ya repartida. Por decirlo con las palabras con las que Thomas Robert Malthus cierra su famoso Ensayo sobre la Población de 1798: “Resulta, pues, que en virtud de las ineludibles leyes de nuestra naturaleza, algunos seres humanos deben necesariamente sufrir escasez. Estos son los desgraciados que en la gran lotería de la vida han sacado un billete en blanco”.
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Son estos que niegan la evolución por selección natural y sexual los que luego, al no aplicar ninguna medida de ayuda social, fomentan la selección natural y sexual a máxima potencia. Y son los que más tienen a Dios en la boca. Y son los primeros en salvar de la pobreza a sus amigos ricos cuando viene la crisis financiera a quebrar sus bancos y negocios. Son los hipócritas, los Tartufos y Don Juanes de los que se reía (con amargura) Molière, que tenía mucho de su Misántropo. Porque viendo cómo está el patio, quién no se asquea, se revuelve y vomita su hartazgo con tanto asesino y explotador hipócrita? Reproducirse es continuar el juego macabro. Pero estos fomentan la natalidad, porque entonces, a quién explotar y quién trabajará su tierra, sus bares, sus burdeles, sus negocios? No importa: si no hay natalidad nacional, se importa. Y eso es lo que hace el capital. Fomentar el aumento de población. Ya somos 8 mil millones de Homo sapiens. El globo lo pincha el Cambio Climático actual. Ya lo estamos viendo en forma de migraciones masivas y guerras. Se va a poner peor. Planeta tierra: ese manicomio del ADN.