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Memoria histórica
Cuando los emigrantes éramos nosotros, y lo pronto que se nos olvidó
Saludos gente que lee. Aquí estoy de nuevo, esta vez a mitad de mes, pues me voy a Francia y no me va a dar tiempo para colgar nada a finales del mismo. De hecho, como mal menor, en vez de no publicar nada, voy a recuperar uno de los artículos escritos para Diagonal. Así que una vez reparada parte de la culpa, empezamos con la mandanga.
Adelantaros que septiembre y principios de octubre están siendo lo que denomino como "el mes de los locos”, estoy yendo de aquí para allá, entrevistas, charlas, archivos, presentaciones, caras nuevas, etc., pero todo esto, os lo contaré con más calma el mes que viene.
Y mirando entradas de aquellas que escribí hace años, pues al final decidí quedarme con una, un tanto especial para mi. Y es especial debido a que su protagonista, Martín Arnal, era una persona especial. Según llegamos a su casa de Angüés, con intención de entrevistarlo, a los 10 minutos ya nos habían preparado la habitación para que pasásemos allí la noche. Poco después llegaron Miguel Sans y Ann-France, desde Francia, y el proceso fue el mismo.
Allí estaba aquella pareja (Martín y Ángela) con una complicidad envidiable, con humor, amor y respeto, saltando del castellano al francés, con el acento andaluz de ella, y Miguel y yo acompañábamos saltando del castellano al catalán, y luego se volvía a pasar al francés y aquello fue un sin dios divertidísimo y entrañable. Todo salpimentado con historias de guerrilla, del exilio, de las colectividades o de como seguían haciéndose entre Martín y Ángela un pajar, alrededor de los 90 él, y ochentaitantos ella.
Pudimos vernos varias veces, y siempre la eterna sonrisa, y aquella memoria extraordinaria, y siempre dispuesto a lo que hubiera que hacer. Y al final, la temida noticia, el último cruce de frontera de aquel guía y guerrillero. Pero ya sabes que un trocito tuyo quedó en muchas de las personas que tuvimos el placer de compartir momentos contigo. Este es mi humilde homenaje a quien se denominaba a si mismo como refugiado de tercera, pero que a la gente que lo conocimos, no podíamos más que clasificarlo como persona de primera. Va por ti, querido mío.
Durante los últimos años, la televisión nos ha acostumbrado a las terribles imágenes de campos de refugiados, de miles de personas huyendo de desastres naturales, pero sobre todo, huyendo de las guerras. Estas imágenes hace tiempo que parece que dejaron de asombrarnos, y sea por simple repetición, o por la lejanía con que las tratamos, ya no nos afectan.
Si echamos la vista un poco más atrás en la historia, a cuando las imágenes eran en blanco y negro, resulta que si nos paramos a mirar, en una de esas retiradas, en algunos de esos atestados campos de ¿refugiadas y refugiados?, aún podemos distinguir la cara de alguna persona que no nos es desconocida, algún familiar hace tiempo olvidado, porqué resulta, que en los primeros meses de 1939, esa masa de desposeídas, de derrotados, éramos nosotros y nosotras mismas.
Para que no resulte todo muy impersonal, me centraré en un caso particular, hubo algo más de 500.000 casos particulares, pero me quedo con el de Martín, primero por la amistad que nos une, y segundo, porqué desde que tengo la suerte de conocerlo, siempre me ha parecido un ejemplo a seguir.
Martín nace en el pueblecito oscense de Angüés el 12 de noviembre de 1921. Desde muy joven se dedica a las labores del campo y también desde entonces, forma parte de las Juventudes Libertarias y de la CNT. La llegada de la guerra civil lo sorprende sin la edad suficiente como para que pueda participar en los combates. Pero donde si participa, y de forma entusiasta es en la colectivización de las tierras y los bienes, llevada a cabo tanto en su pueblo como en otros tantos, por tierras de Aragón. Por desgracia, todo esto acaba de forma radical entre el 12 y el 13 de agosto de 1937, con la ocupación del pueblo, la detención de varios colectivistas y el asalto y expolio de varios locales libertarios y de la colectividad. Pero... ¿fue el franquismo quien desmontó la colectividad?, ¿cómo dices? ¿no me jodas que fueron los comunistas y no los franquistas, en serio? Pues por desgracia , así fue. Fueron las tropas de Lister las encargadas de acabar con el Consejo de Aragón y las colectividades en dicha región, y los responsables de la de Angüés fueron los soldados de la 134 Brigada Mixta de la 31 División, unidad de reserva al mando de Antonio Escoda Xatruch. Parece ser que eran más peligrosos esos y esas colectivistas, que las cercanas tropas facciosas para los esbirros de Stalin.
A finales de enero del 39, encontramos a Martín cruzando la frontera, rodeado de otra mucha gente, ya lo han perdido casi todo. Saben lo que dejan atrás y que por delante, ahora solo van a haber dudas y dificultades, aún así, mantienen esa ironía tan del terruño mientras cantan “Allez, allez, reculez, allez, allez, reculez, que tienes que andar a pie, desde Cervera a Argèles”.
Tras algunos breves trabajos en el país vecino, acaba en el infame campo de Argelès, y le damos la palabra para que lo explique en primera persona: En Argelès, recibíamos mal trato, mala comida, y como colchón, la arena del mar. Si íbamos a beber al grifo el agua salada nos ocasionaba dolor de vientre, unos cólicos que te arrancaban las tripas. Mayormente los niños sufrían de disentería, lo que les ocasionaba graves enfermedades y muchas pérdidas de vidas. Como servicios había unas letrinas mal protegidas de la intimidad; cuando nos apretaba el mal de vientre se creaba una enorme cola de gente ante las puertas; había que subir unas escaleras de tabla; en lo que a mi me concierne, muchos días cuando subía la escalera ya llegaba tarde.
Tengo que decir, que el escuchar a Martín cuando se pone a contarte sus cosas es una de las experiencias más emotivas de las que te pueden pasar. Cuando hay que repartir, ya sean alabanzas, ya sean insultos, hay para toda aquella persona que se los merezca, en esto no hay ideología. Vuelvo a darle la palabra: Cuando pasamos a Francia, todos éramos refugiados, pero no te creas que éramos iguales, estaban los refugiados de primera, que rápidamente fueron pasando a México, la URSS y otros países, eran esos nombres conocidos de partidos, sindicatos, militares de graduación… Después estaban los de segunda, que aunque se quedaron en Francia, fueron ayudados por sus respectivas organizaciones, fueron acogidos en pisos o casas particulares…y después estábamos los demás, los de tercera, todos los que fuimos a parar a los campos, la gran mayoría…
La guerra mundial cambia los planes para la mayoría de refugiados españoles, desde 1942, Martín forma parte de la resistencia antinazi, primero en un grupo con amigos y conocidos y después en el 11 Grupo FFI en la zona de Gaillac-Salvagnac. Posteriormente pasa ya a la 7ª Brigada de Guerrilleros Españoles. Una vez liberado el sur de Francia de la presencia alemana, la mayoría de los guerrilleros que forman parte de la UNE (de mando comunista pero que aglutinaba también a socialistas, republicanos varios y anarquistas) pone sus ojos en España. Pronto empiezan a mandarse grupos y a prepararse lo que serán las invasiones de octubre de 1944. Martín forma parte de uno de los equipos de guías, el suyo está formado por 3 cenetistas, un comunista y un socialista. Su zona, el Pirineo central, con pasos por Bielsa, Urdiceto o Chistau. Pasó tanto en misiones de reconocimiento, como guiando una de las brigadas que tomaron parte en las invasiones pirenaicas, o pasando informaciones de ida y vuelta por la frontera. El 3 de marzo de 1945, se da de baja de las FFI-GE, no por ello abandonando la lucha antifranquista, pero continuándola ya en la reconstrucción de la organización confederal. Cuando le preguntábamos por la representación libertaria en las unidades de la UNE, él nos contestaba diciendo que al igual que en su grupo de guías, la cantidad de personas de ideología anarquista en las unidades era mucho mayor de lo que siempre se nos ha contado.
Cedemos la palabra de nuevo a nuestro protagonista para cerrar este capítulo: Cuando de nuevo me integré a la vida civil, después de haberlo arriesgado todo, Francia no nos dio ninguna gratitud, mi madre, cuando me vio llegar a casa dijo: “Hijo me devuelves tu vida sin esperarlo, pero no traes ni camisa”.
Fuentes: Memorias de un anarquista de Angüés. (Martín Arnal y Raúl Mateo) y entrevistas personales.