SAT Cerro Liberta
José Luis Vicente Integrante del SAT en Cerro Libertad, poco tiempo después de su ocupación
2 mar 2018 17:25

“Hay mucha gente en las cunetas, ya no tenemos miedo”, sentencia Víctor, integrante del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), mientras conversamos en Cerro Libertá, la finca que el 1 de abril ocupó este sindicato en la periferia de la ciudad de Jaén, aunque ellos prefieren hablar de “recuperación”. “Solo queremos que en Andalucía se pueda vivir dignamente del trabajo en el campo”, dice.

LA GRAN PARADOJA

He quedado con Curro, también miembro del SAT, para visitar la finca. Llega con retraso, más que justificado. An­tes tenía que pasar por la Guardia Civil porque se han ampliado dili­gencias. Durante un fin de semana un grupo de personas acudieron a echar una mano en las labores de rehabilitación de la finca, momen­to en el cual fueron denunciadas por delitos de usurpación y daños. Paradoja de este sistema: la rehabilitación perseguida penalmente como daño. La finca, de unas 75 hectáreas, iba a ser presa del boom inmobiliario, pero la crisis se llevó por delante los planes del propietario constructor y pasó al más absoluto abandono: cosechas sin recoger y manos sin trabajar. Las deudas del constructor provocaron el embargo, siendo BBVA el dueño actual. Y así, la finca continuó abandonada y cada vez más degradada, hasta que 13 miembros del SAT volvieron a darle vida.

CULTIVOS SOSTENIBLES

Pero Cerro Libertá no es solo una finca ocupada —o recupera­da—, por lo menos, no pretende serlo. Aspiran a ale­jarse del “típico monocultivo del olivar que tanto daño ha hecho a Andalucía y especialmente a Jaén”. Ya han comenzado con un huerto y pretenden diversi­ficar los cultivos, plantando pistachos y otros ár­boles que pueden desarrollarse con igual plenitud. Además, plantean emplear técnicas agrícolas soste­nibles alejadas de la utilización de pesticidas y fertilizan­tes químicos. Introducir ganado o apicultura son otros proyectos. Con la ocupa­ción, afirman, pretenden lanzar una llamada de atención, que la población tome conciencia de la grave situación de la agricultura andaluza, con una alta proporción de tie­rras concentradas en muy pocas manos y, parte de ellas, en absoluto abandono.

DEVOLVER LA TIERRA

Tras apenas dos meses impresiona su organización. En la zona habitable, donde antes había ruina ahora hay una gran sala que sirve de comedor y cocina. Las habitaciones también han sido re­habilitadas y cuentan con espa­cios para dormir. Trabajan todos los días y la finca nunca está vacía. Sus caras de cansancio se mezclan con las de la ilusión por construir colectivamente, por “devolver al pueblo algo tan básico como la tierra que nos da de comer”. Solo piensan en el presente, el desalojo ni se les pasa por la cabeza. Como dice María, otra de las manos que trabajan en Cerro Libertá, “estas puertas ya no se cierran”.

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