Opinión
Bienvenido, Mr. Fink

España se vuelve a plegar ante BlackRock y autoriza que se haga con una de las empresas más estratégicas para el bolsillo del ciudadano, la energética Naturgy.
Pedro Sánchez Larry Fink BlackRock
Pedro Sánchez reunido con Larry Fink, CEO del fondo de inversión Black Rock.
Yago Álvarez Barba

@EconoCabreado

Coordinador de la sección de economía

18 sep 2024 16:15

El Gobierno de España da luz verde a la adquisición del 20% de la energética Naturgy al fondo de inversión BlackRock mediante la compra del fondo GIP. No han activado el escudo antiopas que sí que han utilizado para que una empresa húngara no se hiciera con la empresa fabricante de trenes Talgo. No han decidido entrar en el accionariado con capital público para hacer contrapeso, como sí se hizo en el caso de Telefónica ante la entrada de un fondo Catarí. Que un fondo se haga con el 20% de una empresa tan estratégica para el bolsillo de la ciudadanía y para la transición ecológica como Naturgy no ha levantado las mismas ampollas ni ha hecho saltar las mismas alarmas.

Si fuera la única empresa donde el fondo que dirige Larry Fink tiene poder, se podría entender. Pero no es sólo en Naturgy donde BlackRock tiene presencia. El fondo tiene acciones significativas (término usado cuando se posee más de un 3% y tiene obligación de hacerlo público) en 20 de las 35 empresas del Ibex. Con la entrada en la antigua Gas Natural Fenosa, el fondo capitaneado por Fink suma una posición dominante en ella que suma al 5,5% que tiene en Repsol, un 5,4% de las acciones de Iberdrola, otro 5,4% en Enagás o el 5% que posee de Redeia, la antigua Red Eléctrica de España (REE). BlacRock tiene una posición en las energéticas que le otorga un poder inmenso sobre un sector tan estratégico como el que afecta a nuestras facturas de la luz.

BlackRock tiene presencia en cuatro de los seis bancos del Ibex (Santander, BBVA, CaixaBank y Sabadell), que a su vez, algunos de ellos, son accionistas y/o acreedores de las energéticas y el resto de empresas del Ibex

Pero, además, BlackRock tiene presencia en cuatro de los seis bancos del Ibex (Santander, BBVA, CaixaBank y Sabadell), que a su vez, algunos de ellos, son accionistas y/o acreedores de las energéticas y el resto de empresas del Ibex, lo que le concede a Larry Fink una posición de amo y señor de las grandes empresas españolas.

Cada vez que BlackRock entra en una gran empresa, salta la misma pregunta: ¿No deberíamos considerar peligroso para un país que un mismo fondo tenga presencia en la junta de accionistas de diversas empresas dominantes de uno o varios sectores o mercados estratégicos? ¿No pone en peligro la libre competencia y la defensa de los consumidores el que un sólo fondo tenga presencia en dos de los sectores más estratégicos para un país y para la buena marcha de su economía? Yo tengo las respuestas bien claras, pero Pedro Sánchez parece que no.

Pero como se ha comentado al inicio, la cosa va mucho más lejos. En las últimas semanas hemos visto un nuevo episodio de “defensa de los intereses nacionales” y uso del llamado escudo antiopas con el caso del intento de OPA de una empresa húngara sobre la fabricante de trenes Talgo. También presenciamos cómo el Estado hacía lo contrario a lo que ha estado haciendo desde que Felipe González abriera la veda privatizadora: se sacó el talonario para entrar en el accionariado de Telefónica ante la “amenaza” estratégica de que entrara el fondo soberano catarí.

Que conste que no rechazo el uso del escudo ante la entrada de capitales de Oriente Medio, asiáticos o de empresas que, según el CNI, tienen lazos con Putin. Menos todavía que el Estado tenga voz y voto en una empresa que nunca debió dejar de ser pública y que es tan necesaria y estratégica como Telefónica. Lo que señalo es la enorme hipocresía y el pliegue a los poderes norteamericanos que significa la alfombra roja que se le coloca a Larry Fink y el fondo BlackRock por el hecho de ser capitales del lado del globo que, supuestamente, sí que son nuestros amigos y, por lo tanto, parece que su control es menos control, el peligro es menos peligro o que no van a dañar a la competencia y, por lo tanto, a los consumidores.

El tema se reduce a globalización y libertad de movimiento de capitales, siempre y cuando esos capitales sean “occidentales”.  El dinero de quiénes ponen en riesgo la hegemonía estadounidense no son bien recibidos

¿De verdad debemos considerar más estratégica una empresa que fabrica trenes como Talgo que una energética clave para la transición ecológica y para el bolsillo de los consumidores como Naturgy? ¿En serio nos pretenden hacer creer que hay un grave problema en que los trenes los fabrique alguna de las otras empresas españolas que se dedica a ello o una empresa húngara pero que no lo hay en que un fondo tenga presencia en cinco de las pocas compañías que acaban marcando el precio de nuestra factura de la luz? Y si la respuesta a la pregunta sobre Talgo o la entrada del fondo catarí es que sí que puede provocar problemas y, por lo tanto, la acción del Gobierno está justificada, ¿es menos peligrosa la influencia de BlackRock con su presencia en 20 de las 35 empresas del selectivo español?

El tema se reduce a lo de siempre: globalización y libertad de movimiento de capitales, siempre y cuando esos capitales sean “occidentales”. El dinero de aquellos países que ponen en riesgo la hegemonía estadounidense no son tan bien recibidos. La apertura de los mercados a capitales extranjeros era una exigencia para los países del Sur, pero ¡ay, amigo! la cosa cambia cuando son esos capitales de empresarios con pieles de distinto color a la nuestra. Ese dinero ya no gusta tanto, porque ese dinero muestra poder y no pleitesía a Estados Unidos y su perrito guardián, la Unión Europea.

Muchos de esos países fueron nuestros patios traseros. Lugares en los que las grandes multinacionales occidentales, muchas de ellas antiguas empresas públicas que crecieron gracias al proteccionismo del que gozaron antes de ser mal vendidas, han hecho estragos saqueando sus recursos. Esas grandes empresas y fondos aprovecharon la “apertura al mercado externo” y los procesos de privatización de empresas públicas al que se veían forzados los países del sur global si querían entrar en los circuitos financieros y que el FMI les acariciara el lomo.

Igual que ese dinero del Plan Marshall pretendía que no miráramos hacia la Rusia comunista, ahora los gobiernos europeos ponen la alfombra roja a los fondos norteamericanos a cambio de proteger también a los capitales yankees

Los capitales del sur y los asiáticos les venían muy bien a las empresas occidentales cuando eran ellas las que se apoderaban de los sectores estratégicos de esos países, pero ahora corren a papi Estado para les proteja en caso de que uno de esos capitales tenga el capital suficiente para apoderarse de alguna de las empresas de aquí a base de talonario. Papi Estado, por muy progresista que se crea, sale al rescate y a la protección del cortijo de sus grandes empresarios. Pura hipocresía del colonialismo financiero que nos vendieron como globalización.

Igual que tras la II Guerra Mundial, España pone rodilla en suelo cada vez que el Mr. Marshall de la época nos promete migajas. De la misma forma que Estados Unidos financió y apoyó la recuperación de países como el nuestro, sin importar que fueran dictaduras fascistas como la de Franco, a cambio de que compráramos sus productos y no cayéramos en manos comunistas, ahora fondos como BlackRock prometen inversiones en el Foro de Davos que Pedro Sánchez muestra con orgullo emulando a esas imágenes de los pobre ignorantes de la película de Berlanga recibiendo a la Comisión Marshall. Igual que ese dinero del Plan Marshall pretendía que no miráramos hacia la Rusia comunista, ahora los gobiernos europeos ponen la alfombra roja a los fondos norteamericanos a cambio de proteger también a los capitales yankees completamente instaurados en el Ibex.

Talgo no es más estratégico que Naturgy. Que un fondo catarí o una empresa húngara entre en una empresa no es más peligroso que el hecho de que un solo fondo controle gran parte del Ibex 35. O sea que al escudo antiopas le podrían llamar “escudo anticapitales que no sean occidentales” y ahorrarnos el teatrillo y el bochorno que el supuesto Gobierno progresista nos provoca a algunos plegandose a Mr. Fink.

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