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Opinión
Carta a una amiga sionista progresista

Desde el 7 de octubre de 2023 una pequeña brecha se abrió entre las dos, ambas hemos sido conscientes de ello, hemos procesado cada cual nuestro dolor a nuestro lado de la brecha. Desde entonces solo nos hemos visto un día soleado de invierno, nos abrazamos por encima de la brecha, nos unía la impotencia ante lo que no podíamos cambiar y una amistad de dos décadas. A veces veo lo que pones en las redes y encuentro puentes, otras veces siento frío, supongo que a ti también te pasa. Esta semana vi que compartías un artículo que me hizo pensar. Atribuido al director de la revista Charlie Hebdo, decía que el ataque de Hamás del 7 de octubre había sido un shock absoluto. “Por su amplitud, por su crueldad, porque reveló un proyecto asumido: no el fin de la ocupación sino el fin de Israel”, luego enumeraba los efectos de aquel ataque: “Los civiles masacrados, los niños tomados como rehenes, las familias destruidas”, para concluir: “Aquel día es la misma idea de coexistencia la que fue asesinada”.
Leí con atención el artículo, amiga, porque quiero entenderte. También lo leí con enfado, no exactamente hacia ti, sino hacia la persistencia de una miopía elegida. Vivo muy enfadada, porque estoy presenciando un genocidio con un nivel de detalle pornográfico y no estamos a la altura. Porque estar a la altura es confrontar a las cercanas, recordarles que la idea de la coexistencia no fue asesinada el 7 de octubre; que los civiles masacrados, los niños secuestrados, y las familias destruidas componen la historia cotidiana de la población palestina desde hace décadas, que componen la génesis de la creación del mismo estado de Israel a través de la Nakba. Intentar argumentar sin que te espantes que el Israel que conocemos, ese Estado colonial que se sostiene sobre el apartheid, debe desaparecer porque (como todos los Estados coloniales) solo entiende una forma de coexistencia: la opresión del otro. Y cuando el oprimido se rebela, solo queda su aniquilación: eso es lo que estamos presenciando.
Palestina
Genocidio Carta abierta de una judía en respuesta a la acusación de antisemitismo contra los rectores
Yo entiendo, querida amiga, que el 7 de octubre fue traumático, pues es traumático ver a la gente sufrir, a las personas llorar a los suyos, la desesperación y la impotencia de no saber qué será de ellos. No quiero ahora entrar a debatir si es sostenible realizar festivales de música al lado de una cárcel a cielo abierto, o que sigan contabilizándose como víctimas de las milicias palestinas quienes murieron bajo fuego amigo. Admiro a quienes en Israel perseveran y gritan “no en mi nombre”, quienes se niegan a sumarse al ejército aun cuando esto les supone la cárcel. Me enfada lo limitado de esto, me enfada que el enfado general, del que se habla en el artículo, sea porque el gobierno no es lo suficientemente democrático, porque no cumple con los israelíes, o porque no trae de vuelta a los prisioneros, y no porque el gobierno sea insoportablemente asesino.
El artículo que compartes defiende que los israelíes han acabado en una guerra sin quererlo, pues el enemigo ansía su desaparición absoluta, así que la respuesta no es con entusiasmo, pero la alternativa a la guerra es el fin de Israel. Primero pienso, amiga, que nunca se puede confiar en quien dice que no hay alternativa. Para qué sirven la política, la conciencia humana, la valentía o la dignidad si la única opción disponible es responder al mandato de la muerte. En segundo lugar, la desaparición que estamos presenciando, la que venimos presenciando desde hace demasiado tiempo, es la del futuro de Palestina, es la del presente de Gaza. Mientras se dice “quieren borrar a Israel de la faz de la tierra”, quienes están siendo borrados de la faz de la tierra son las familias gazatíes. Generaciones enteras de palestinos han vivido la desaparición progresiva de sus tierras, sus pertenencias, su derecho a circular o a proyectar un futuro, como una enfermedad crónica.
Israel no es como cualquier otro Estado, es una colonia a destiempo, un apartheid sofisticado, una economía próspera que se nutre del sufrimiento de otros
Leo en el artículo que compartes, y en las letras del sentido común occidental, que la sociedad israelí merece no vivir con miedo, sin sirenas, sin amenazas, como cualquier otro Estado. Pero es que Israel no es como cualquier otro Estado, es una colonia a destiempo, un apartheid sofisticado, una economía próspera que se nutre del sufrimiento de otros, el paradigma de Estado desposeedor. Solo hay una forma de conjurar el miedo cuando se vive rodeado de personas a las que has despojado de todo, a quienes has convertido en parias: oprimirles, aniquilarles, meterles en reservas o expulsarles. Es el abc del colonialismo. No es patrimonio del sionismo.
Yo sé que todo esto te va a resultar muy fuerte, inconcebible, insoportable. A mí misma y a tantas nos ha costado mucho llegar hasta aquí. Nos ha costado afirmar que el Israel que conocemos ha de desaparecer, y que esta enunciación no implica que quienes allí han nacido o residen deban irse. Lo que implica es mirar de frente la memoria histórica, hacer justicia, reparar. Lo que implica es que es imposible sostener la ficción de que pueda existir una sociedad democrática y próspera basada en la exclusión racista de una gran parte de la población. A mí, propalestina, europea de origen árabe, me ha costado verlo: el año que nos conocimos te escuché discutir con un profesor palestino. Tú defendías apasionadamente el derecho de Israel a existir, y yo pensaba “claro, ¿cómo no va a tener derecho a existir un Estado que ya está ahí? Necesitamos que se reconozca por fin un Estado palestino, que convivan esos dos Estados”. Pero ya he aprendido que los Estados no son las poblaciones, he aprendido que toda esa cultura de paz en la que nos educaron en los años 90 y los 2000 era una paz insostenible, porque partía de una injusticia histórica.
Heridas históricas como la tuya, la que recibiste de tu familia, perseguida por la Alemania nazi, superviviente del holocausto. Si es difícil para tanta gente que no viene de donde tú vienes entender que un pueblo aplastado durante décadas se resista, que la paz que se le pide es perder la dignidad, y que la única paz posible es que se deshaga el entramado colonial, los bantustanes y el régimen del terror en el que viven los palestinos, cómo va a resultar fácil para ti asumir que los palestinos tienen derecho a la resistencia violenta. Y sin embargo, necesitáis entenderlo. Necesitáis exorcizaros de la cantinela de que Hamás es una fuerza terrorista independiente de la población civil palestina: guste o no guste, es el movimiento político que gobierna Gaza, votada en su momento por los gazatíes. Hamás son los hijos, y las primas, y los abuelos, de quienes llevan décadas viviendo humillados. La única forma de acabar con la resistencia palestina es acabar con esa humillación. O eso o la aniquilación. Yo sé que esa no es la paz que buscas, querida amiga.
Ponerse al servicio de la confusión entre antisionismo y antisemitismo es el último recurso para prolongar la miopía como forma de supervivencia
Hay algo que me enfada mucho, también me enfada contigo: en el artículo que compartes se agita otro lugar común, se afirma que quienes defienden a los palestinos en realidad lo que quieren es atacar a Israel, y por extensión al pueblo judío. Me revuelve las tripas ese supremacismo victimista del sionismo. Me revuelve que el autor explique que, cuando usamos la palabra “genocidio” lo hacemos más por odio a Israel que por ansia de justicia hacia el pueblo palestino. Me repugna que con tal de no afrontar lo que está pasando, de no asumir que se ha apoyado una ideología, la sionista, que ha justificado esta deriva, se ondee de nuevo la bandera del antisemitismo. Ponerse al servicio de la confusión entre antisionismo y antisemitismo es el último recurso para prolongar la miopía como forma de supervivencia. Leer estos argumentos en tus redes sociales me ha hecho, querida amiga, escribirte esta carta. Quienes gritamos genocidio y nos decimos antisionistas no vamos a tolerar más que se inventen una agenda que no es la nuestra, ni un racismo antijudío que no nos pertenece.
Yo sé que tú sufres cuando ves a los miles de niños y niñas palestinas muertas; que, como yo, llevas todos estos meses dolorida por lo que ves en las noticias. Sé que se libra una guerra dentro de ti, tu humanidad se agitó el 7 de octubre, y junto a tu comunidad, tus familiares en Israel, la gente cercana en la ciudad europea donde vives, llorasteis a quienes consideráis los vuestros, os estremecistéis con los relatos de violencia de aquel día. Pero tu humanidad también se agita cada día que las bombas destruyen la vida en Gaza, y los colonos y soldados siembran la muerte en Cisjordania. Tu humanidad sabe que lo que estamos viviendo es un genocidio, tu humanidad no cabe ya en el corsé ideológico sionista en el que te socializaron.
Porque el problema, amiga, no son los niños asesinados, ellos son solo la muestra cotidiana de hasta dónde puede llegar el sionismo. Las niñas desmembradas son las hijas de un pueblo que no tendrá paz hasta que Israel, como es actualmente, deje de existir. El sueño de prosperidad y democracia sobre la tierra de otros se acabó, amiga. El sueño de modernidad e igualdad, mientras del otro lado del checkpoint, del muro, del Mediterráneo, o del Río Grande, la gente sufre sin futuro, ya no se sostiene. Israel es solo la vanguardia de un privilegio que ya solo se puede defender con fascismo. Un fascismo que también se va a volver contra nosotras. Así que, amiga, ven a este lado, ven a donde perteneces, allá donde la humanidad es lo primero, donde no cabe el sionismo.
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Gracias Sarah por compartirlo. Efectivamente confrontar con personas queridas, ya sean amigas o familia, es duro, a todas los ha pasado. Pero sabemos que más duro es sufrir el apartheid y un genocidio, somos conscientes y por eso sacamos fuerzas para hacerlo.
Muchas gracias!