Opinión
¿Qué hay de lo nuestro?

Somos las que votamos con miedo y sin esperanza, buscando como mucho el alivio. Las que pedimos el voto sabiendo demasiado bien para quién lo pedimos.
Elecciones  Generales 23J - 1
Un anciano descansando en un colegio electoral el 23J Elvira Megías
30 jul 2023 05:17

El 16 de abril de 2004, mes y medio después de unas elecciones que fueron totalmente diferentes y, sin embargo, ligeramente parecidas a las que acaban de ocurrir; después de una victoria del PSOE empujada por el miedo y la vergüenza ante lo que podríamos seguir viviendo, más que por la esperanza ante lo que podríamos llegar a vivir, nos juntamos ante el Congreso de los Diputados. Era el día de la investidura de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno. Nosotras, como siempre medio acogotadas por un despliegue policial que nos cercaba en la plaza de enfrente del Congreso, nos desgañitábamos diciendo: “¡Zapatero, las tropas lo primero!”

Pedíamos un gesto, no más. Un gesto justo y necesario, pero un gesto. Que no acabaría con la guerra en Iraq ni dejaría de comprar petróleo con sangre, pero que desharía la alianza que había firmado Aznar en las Azores y afirmaría en cambio la postura mayoritaria expresada en las urnas y, sobre todo, en las calles. El 18 de abril, dos días después, Zapatero anunció la salida de las tropas, ante el previsible escándalo mediático y político, acusaciones de irresponsabilidad, de precipitación, de venderse al buenismo, al islam… En fin, de todo lo que nos podamos imaginar. El 21 de mayo se completaba la retirada.

Ahora asistimos, una vez más, al espectáculo de la política institucional regateando, presumiendo, banalizando lo que hemos conseguido, recordándonos por qué nos cuesta tanto votarles

No traigo hoy esta historia para reivindicar la potencia de nuestra acción ni tampoco, líbrenme las diosas, para poner otro grano de arena en la canonización de Zapatero. De hecho, mi hipótesis, entonces y ahora, es que el Gobierno habría retirado las tropas sin necesidad de recordárselo y que lo habría hecho con la misma celeridad aunque no le hubiéramos dado la lata con ello, a pesar de todas las voces expertas en geopolítica que se lo reprochaban. Llamadme frívola, pero siempre creí (y la fecha del 21 de mayo me lo confirmaba) que la retirada exprés fue el regalo de boda del gobierno (o de Zapatero) a Felipe y Letizia, que se casaban a todo trapo por las calles de Madrid el 22 de mayo.

Pienso mucho estos días en aquel gesto. No en el de retirar las tropas, sino en nuestro gesto, en aquella concentración delante del Congreso, en la necesidad de estar de alguna manera presentes en el momento de la investidura recordándoles, sí, pero sobre todo recordándonos, lo que habíamos hecho un mes antes. Nosotras, las de entonces, aún somos las mismas. Somos las que votamos con miedo y sin esperanza, buscando como mucho el alivio. Las que pedimos el voto sabiendo demasiado bien para quién lo pedimos. Las que atravesamos una maraña de sentimientos contradictorios que no sabemos muy bien cómo resolver, con dolor, vergüenza y rabia. Lo hemos hecho, una vez más. Hemos detenido el peligro apuntalando la inseguridad, hemos parado el odio sabiendo que, en cierto modo, consolidábamos la indiferencia. Y ahora asistimos, una vez más, al espectáculo de la política institucional regateando, presumiendo, banalizando lo que hemos conseguido, recordándonos por qué nos cuesta tanto votarles.

Escucho voces amigas que, con toda la razón del mundo, reprochan a las fuerzas políticas de izquierda que no hayan reconocido la contribución de las personas migrantes a una victoria que nada les asegura. Escucho también, con cierto pavor, los “agradecimientos” oficiales al feminismo y a las disidencias sexuales, con unas palabras que me suenan más a un hasta aquí hemos llegado que a cualquier promesa de futuro. Y me digo que todo eso es parte de esa resaca agridulce que experimentamos y que tenemos que resolver de alguna manera. Resolverla entre nosotras, en el espacio que reconocemos como nuestro.

Aquel gesto delante del Congreso sirvió para eso, para reconocernos, para recordarnos nuestras prioridades, para marcar la continuidad de las luchas. Sueño estos días con repetirlo. Sueño que nos juntamos todas y todes, con nuestras banderas rojas, negras, moradas, marrones, multicolores, con nuestra diversidad cómplice y nuestras esperanzas comunes y exigimos a gritos un gesto que es la prolongación de una lucha de muchas colectivas y personas: la tramitación y aprobación inmediata de la ILP para la regularización extraordinaria de las personas migrantes en el Reino de España. Verano y todo, nos queda casi un mes para prepararlo. Y la mayor dificultad debería ser cómo demonios se rima “Sánchez” con “¡Regularización ya!”.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Opinión
Opinión Sin ceder en la potencia
No es solo que nos resulte más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo; también nos cuesta menos imaginarnos el fin del mundo que una sociedad sencillamente mejor.
Educación
Opinión Voces desde el aula: la huelga asturiana como grito por la educación pública
Hace una semana se desconvocó la huelga de Educación en Asturias y el silencio volvió. Nos callaron con un caramelo que se deshace en la boca, con palabras bonitas y promesas de un futuro mejor
Opinión
Opinión Diez alternativas a la seguridad militarizada
Con motivo de la cumbre de la OTAN del 24 y 25 de junio, organizaciones sociales, ecologistas, sindicales y políticas de distintos territorios del Estado español convocan viernes y sábado en Madrid la Conferencia por la Paz y contra el Rearme.
Agus
30/7/2023 8:13

Aquí unas cuantas rimas para recitar y cantar el futuro que queremos:
-Sanchismo contra el racismo.
-Socialismo contra el racismo.
-Socialista y obrero: Regularización lo primero.
-Sánchez, España es más grande.
-Regularización ya para una democracia de verdad.

4
1
burdinbeltza
30/7/2023 12:41

Sin Anarkia, que vote tu tía!

1
0
Medio rural
Medio rural A esperanza da xestión colectiva fronte ao espolio: os comuneiros de Tameiga contra o Celta
Mentres varios proxectos industriais tentan privatizar e destruír os ecosistemas galegos, algúns grupos de veciños e veciñas organizadas fan oposición social construíndo alternativas comunitarias. Ás veces, tamén gañan ao xigante.
Ourense
Ourense Ourense organízase para loitar contra patrullas de extrema dereita nos barrios máis empobrecidos da cidade
A veciñanza e os movementos sociais responden ao discurso do medo promovido por Frente Obrero e sinalan a súa estratexia de criminalizar a pobreza e sementar odio en contextos de exclusión e abandono institucional.
O Salto medra contigo
Crowdfunding O Salto Galiza abre un crowdfunding para empapelar Altri
Queremos investigar os responsables políticos e empresarias do que podería ser o maior atentado ambiental da historia recente de Galiza.
Medio ambiente
Medio ambiente Iberdrola proxecta un parque eólico que pon en risco un dos maiores xacementos fortificados de Galiza
A Xunta vén de declarar a utilidade pública para o parque eólico Castro Valente, a pesar de que a súa construción está suspendida cautelarmente polo Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.

Últimas

O Teleclube
O Teleclube 'O Teleclube' alucina no deserto con Óliver Laxe e 'Sirat'
Laxe leva o seu cuarto premio de Cannes, esta vez en competitición, polo seu novo filme que explosiona na gran pantalla.
A Catapulta
A Catapulta O tempo, o espazo e a poesía de Estíbaliz Espinosa
A poeta visita A Catapulta para conversar sobre o seu traballo e a súa traxectoria literaria

Recomendadas

Culturas
Erika Lust y Sara Torres “El deseo tiene una potencia inagotable para transformar la realidad si lo liberamos de las normas”
Sexo, deseo o ética del placer son algunos de los temas que hilan la escritora Sara Torres y la productora de cine porno Erika Lust en ‘La abundancia del deseo’.
Filosofía
Brais Arribas, filósofo “Non se trata de empoderar senón de disolver o poder”
Durante a conversa, o profesor reflexiona sobre a saúde da filosofía galega, o poshumanismo, as novas masculinidades ou a experiencia da pandemia.