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Opinión
Empezar con Lenin ciento cincuenta años después
Las lecciones y el legado de una de las figuras más destacadas e influyentes en la historia del movimiento obrero y de la praxis revolucionaria, a pesar del deliberado descrédito, siguen estando vigentes ciento cincuenta años después de su nacimiento, un día como hoy en 1870.
Para estalinistas y liberales, Lenin ha sido útil tanto como mito como chivo expiatorio. Para los primeros, un mito selectivamente citado y distorsionado para justificar el gobierno burocrático y el terror contra el que precisamente Lenin dedicó su último aliento de lucha; para los segundos, un chivo expiatorio sobre el que atribuir la degeneración estalinista de la Unión Soviética y, por tanto, de la práctica marxista.
Sin embargo, las lecciones y el legado de una de las figuras más destacadas e influyentes en la historia del movimiento obrero y de la praxis revolucionaria, a pesar del deliberado descrédito, siguen estando vigentes ciento cincuenta años después de su nacimiento, un día como hoy en 1870.
EL TRIBUNO POPULAR
Tal y como decía Lenin en el opúsculo ¿Qué hacer? de 1902, “el ideal del socialdemócrata no debe ser el secretario de una trade-union, sino el tribuno popular, que sabe reaccionar contra toda manifestación de arbitrariedad y de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea la capa o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todos estos hechos para trazar un cuadro de conjunto de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el menor detalle para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y a cada uno la importancia histórico-mundial de la lucha emancipadora del proletariado”.
La lección de casi un siglo de experiencia revolucionaria se había aprendido: sin nuestras propias organizaciones independientes, la clase trabajadora nunca podría tomar el poder por sí misma
Hoy, la necesidad de este “tribuno popular” es más obvia que nunca: millones de personas están sin trabajo, muchas de ellas sin ningún tipo de ingreso, especialmente jóvenes y mujeres; una burbuja inmobiliaria y especulativa interminable en la que miles de personas no tienen hogar o pagan rentas exorbitantes mientras las inmobiliarias se lucran y los bancos acaparan cientos de miles de viviendas vacías; mujeres hartas de la violencia machista, las desigualdades de género y el trabajo no remunerado; trabajadores y trabajadoras rurales que viven con salarios de miseria y beneficios por debajo del umbral de la pobreza; migrantes y refugiados privados de los derechos más básicos; pensiones quebradas, a pesar de que los y las pensionistas hayan mantenido hasta tres generaciones; las clases trabajadoras empobrecidas y con miedo de perder sus empleos mientras los sindicatos permanecen en silencio; pandemia y crisis ecológica… ¿Dónde está el tribuno del pueblo, de todos los oprimidos?
EL PAPEL DE LAS ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS
Esta fue la tarea central a la que Lenin dedicó su vida, la construcción de una organización que defendiese los intereses de los y las trabajadoras. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, Europa se vio sacudida por los estallidos revolucionarios y las revueltas populares, desde la Revolución Francesa hasta la Comuna de París. Antes del movimiento insurreccional de 1871, las clases populares siempre habían sido el músculo de las revoluciones, pero el liderazgo estaba firmemente en manos de profesionales liberales y de la burguesía de diversos grados. Los pobres urbanos y la clase trabajadora construyeron las barricadas y lucharon y murieron en las calles, pero no ejercieron el poder. Cuando las demandas desde abajo comenzaron a atacar sus privilegios, el liderazgo burgués se puso del lado del antiguo régimen o reprimió directamente a sus antiguos aliados. Hasta que, en aquel histórico alzamiento, después de la derrota del ejército francés y el abandono de París por parte del régimen, las mayorías tomaron el control de la ciudad, gobernando directamente a través de consejos electos. La construcción espontánea de sus propios instrumentos de poder popular se convirtió en una inspiración para los y las revolucionarias socialistas. La Comuna no se extendió más allá de París y fue aplastada, sin embargo, la lección de casi un siglo de experiencia revolucionaria se había aprendido: sin nuestras propias organizaciones independientes, la clase trabajadora nunca podría tomar el poder por sí misma.
El movimiento obrero creció exponencialmente desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. Los sindicatos y los partidos socialdemócratas crecieron a un ritmo asombroso en Europa y en todo el mundo. La situación variaba de un país a otro, algunas tendencias políticas eran más fuertes en algunos países, los sindicatos variaban en su implantación y tácticas, pero todos sentían que pertenecían a un movimiento de trabajadores. Como resultado, el período estaba lleno de discusiones y debates que buscaban la mejor manera para que la clase trabajadora ganara el poder. Esto significaba construir el socialismo.
EL HORIZONTE SOCIALISTA
El socialismo se basa en el reconocimiento de que, bajo el capitalismo, es el capital quien tiene el poder. La única forma de terminar con la guerra, la pobreza, las desigualdades y la destrucción ecológica es arrebatar el poder al capital para que sea administrado por las clases trabajadoras.
Socialismo va más allá de la redistribución de unas pocas migajas para proporcionar un alivio desesperadamente necesario
Socialismo significa que el poder está en manos de aquellos que trabajan en lugar de los que poseen. Esto significa mucho más que la nacionalización y la propiedad estatal de unos pocos sectores clave, o incluso industrias enteras; socialismo va más allá de la redistribución de unas pocas migajas para proporcionar un alivio desesperadamente necesario.
Socialismo significa propiedad colectiva, control democrático y planificación de la economía, todo ello articulado por un estado radicalmente transformador y administrado por la gente; unas instituciones formadas por delegados elegidos de todos los lugares de trabajo y vecindarios, con el sueldo de cualquier trabajador/a y con la posibilidad de revocarlos democráticamente en lugar de los políticos profesionalizados del capitalismo; liderazgo colectivo y comisiones de trabajo en lugar de presidentes, ministros y otros salvadores autodenominados del pueblo; la abolición del Ejército, los servicios de seguridad y la Policía, reemplazados por la milicia popular de autodefensa y los comités de ciudadanos, elegidos y también revocables.
Los y las militantes sindicales y socialdemócratas que construyeron las primeras organizaciones de trabajadores entendieron esto, pero no estaban de acuerdo en cómo se podría lograr y, por lo tanto, en qué tipo de organización se necesitaba. Bajo el Zar, todas las organizaciones políticas eran ilegales, por lo que los socialdemócratas se organizaron en pequeños círculos y se conectaron a través de una red clandestina, pero carecían de un partido de toda Rusia. Lenin fue uno de los fundadores y constructores del nuevo Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, que unió a la clandestinidad radical. Sus discusiones sobre la construcción de una organización socialista deben entenderse en este contexto.
EL PARTIDO
Lenin abogó por un partido de la clase trabajadora, ya que era la única clase con la capacidad organizativa para enfrentarse al régimen, sin embargo, esto no se podía hacer solo. Tuvieron que unir a todas las clases populares y grupos oprimidos en esta lucha contra el enemigo común. Lenin también argumentó que esta organización debía ser completamente democrática pero unida en acción, centralista democrática. Esta no fue una idea inventada por Lenin, sino que estaba recogida de las prácticas que había experimentado junto a los revolucionarios de base, activistas clandestinos que luchaban contra el Zar y sus brazos armados. Discusión democrática para llegar a una decisión que es probada en la práctica por toda la organización. Una organización capaz de derrocar al régimen necesitaba ser organizada por “revolucionarios profesionales” en lugar de la poca confiabilidad del amateurismo: los activistas del partido debían tomar sus tareas en serio y el partido debía operar profesionalmente. En ningún sentido abogaba por intelectuales funcionarios del partido como algunos han reclamado.
Para cualquiera que reconozca la necesidad de una transformación radical, la respuesta a la pregunta ¿dónde empezamos? tiene una respuesta clara: con Lenin
La organización debía implantarse en todo el territorio del Imperio Ruso y entre todos los grupos oprimidos, no solo la clase trabajadora. Esto significa respetar el derecho a la autodeterminación de todas las naciones dentro del Imperio Ruso, luchar por los derechos nacionales, los derechos de las mujeres, defender a los soldados de los abusos de los oficiales y los campesinos del propietario: unir a todos contra el enemigo común. Esto requiere una organización que reúna a activistas líderes en todas estas luchas que por sí solas pueden, en el mejor de los casos, obtener reformas o protección, pero no pueden derribar la raíz, el régimen, y construir el poder popular.
Por lo tanto, para cualquiera que reconozca la necesidad de una transformación radical, la respuesta a la pregunta ¿dónde empezamos? tiene una respuesta clara: con Lenin.
¿Dónde está hoy la organización vanguardia de la clase trabajadora construyendo bases en barrios y lugares de trabajo de las mayorías sociales? ¿Dónde se encuentran los y las activistas sindicales? ¿Y la educación de las bases de la organización a través de talleres y debates democráticos para llevar la lucha a todos los rincones del país? ¿Y la lucha para unir todas las reivindicaciones (feminismo, antirracismo, ecologismo, derechos LGTBI, trans, el derecho a la autodeterminación) contra el régimen? ¿Para luchar por un proceso constitucional para construir repúblicas basadas en el poder popular? ¿Para luchar por la transformación ecosocialista, una economía que beneficia a todos y no sólo al 1%? ¿Una organización que una a decenas de miles de militantes que luchan por un mundo nuevo?
No existe. Tenemos que construirla, y el tiempo apremia. Hoy, ciento cincuenta años después del nacimiento de Lenin, la crisis sanitaria y la efervescencia de los movimientos ultraderechistas, al calor de la frustración colectiva y a través del aprovechamiento demagógico del miedo, hace de las lecciones de Lenin un asidero incuestionable para reorientar nuestra estrategia y conseguir, a tiempo, que aquella utopía convertida en ciencia vuelva a dignificar la vida de los parias de la tierra.