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Opinión
Impulsar la unidad anarcosindicalista es una tarea estratégica imprescindible

En dos artículos recientes en El Salto, compañeros de indudable valía sindical y capacidad intelectual sobrada han escrito sobre la hipótesis de la unidad anarcosindicalista desde una perspectiva crítica. Tanto Miguel G. Gómez, desde CNT, como Óscar Murciano, desde CGT, comparten la visión de dicha unidad como un objetivo impracticable en este momento y, desde posiciones dispares, aunque ven deseable avanzar en esa dirección consideran que hay un largo camino que recorrer antes de que veamos un sindicalismo libertario unido en la realidad. En este texto, trataré de apuntar brevemente lo que pienso al respecto.
Tanto Miguel como Óscar pierden un tiempo precioso, dado el contexto social cada vez más perentorio que no rodea, justificando el modelo sindical de sus respectivas organizaciones. Detenernos a divagar, una vez más, sobre las elecciones sindicales o sobre el número de delegados o de secciones de cada organización resulta un ejercicio cada vez más cansino de autojustificación innecesaria. El trabajo de todas las organizaciones sindicales combativas (no sólo las anarcosindicalistas) es enormemente meritorio e imprescindible en las circunstancias de atonía y desarticulación de la clase obrera en que nos encontramos. Reiterar, una vez más, las líneas de conversación polémica que hemos reiterado en los últimos cuarenta años, no nos aporta ya nada y sólo contribuye a soslayar el debate estratégico fundamental que debería ocuparnos.
Las movilizaciones unitarias del anarcosindicalismo y el sindicalismo combativo, articuladas con los movimientos sociales de base, están desbordando bloqueos de décadas
Y ese debate fundamental es simple: ¿es necesaria, es más, es imprescindible la unidad del anarcosindicalismo para la construcción de un movimiento obrero combativo, de masas, capaz de derrotar al capital a gran escala en nuestro país? ¿Qué aportaría la unidad anarcosindicalista a la rearticulación de una izquierda transformadora y de clase, con posibilidades reales de imponer medidas esenciales y revolucionarias a la patronal y a los grandes fondos de inversión que hoy dirigen nuestro sistema productivo?
Nuestra tesis es clara y rotunda: la unidad del anarcosindicalismo es necesaria, sino abiertamente imprescindible, para la construcción de una alternativa sindical de masas que pueda desbordar y trascender el sindicalismo de concertación practicado por los sindicatos oficialistas en las últimas décadas. Es el proyecto estratégico básico que puede operar como llave de una transformación radical del escenario laboral. Lo estamos viendo reiteradamente en los últimos meses: las movilizaciones unitarias del anarcosindicalismo y el sindicalismo combativo, articuladas con los movimientos sociales de base, están desbordando bloqueos de décadas en sectores y circunstancias concretas, como demuestran las movilizaciones en la enseñanza pública madrileña o la jornada de lucha y huelga general por Palestina convocada el 27 de septiembre de 2024.
Represión
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Ese es el camino que hay que profundizar, tomando la iniciativa y ampliando los mecanismos de coordinación, debate y federalización de nuestras estructuras. Cincuenta años después, carece de sentido mantenerse en la sempiterna estrategia de los avances incrementales (que se frustran tras cada nueva oleada de conflictos internos) de modelos sindicales aislados y meritorios, pero que hemos visto que son insuficientes para quebrar el brazo de la patronal a escala masiva y para determinar las políticas sociales del Estado. Los hechos hablan por sí solos, más allá del “patriotismo de organización” de cada cual o de la memoria (ya, para gran parte de la militancia, memoria heredada pero no vivida) de un tiempo turbulento de heridas lacerantes que nunca llegaron a cerrarse.
No basta con un limitado crecimiento de la afiliación que se frustra cuando una nueva tormenta interna genera nuevas escisiones
Tenemos que tomarnos en serio a nosotros mismos. Creernos nuestros discursos y nuestros objetivos declarados. Si no, la clase trabajadora nunca terminará de tenernos realmente en cuenta. Si asumimos que nuestra meta real es crear Un Gran Sindicato (one big union, como decían en su día los wobblies norteamericanos) capaz de derrotar a los grandes capitalistas que nos explotan y oprimen, el camino es evidente: pasa por la articulación y la federalización de las iniciativas obreras de lucha realmente existentes, por la conformación de un gran movimiento coordinado y capaz de golpear fuerte y conjuntamente.
No basta con otros cuarenta años de pequeños avances incrementales desde el ombliguismo y la reiteración rutinaria de nuestros modelos tradicionales (sean cuales sean). No basta con un limitado crecimiento de la afiliación que se frustra cuando una nueva tormenta interna genera nuevas escisiones. Repetir lo de siempre, aún mejorado por la experiencia, sin una visión estratégica que empuje a avances cualitativos, no es un proyecto a la altura de los tiempos turbulentos y caóticos que estamos empezando a vivir.
La unidad del anarcosindicalismo es un proyecto necesario, irrenunciable e imprescindible. Es la principal tarea histórica que va a tener ante sí la militancia de nuestro movimiento en las próximas décadas. Es el trabajo que se impone a estas generaciones.
Y lo es porque, además, es el paso básico previo para avanzar en la ulterior unidad del sindicalismo combativo. Una unidad de todas las organizaciones y plataformas de la clase trabajadora que estén dispuestas a desbordar al sindicalismo de concertación y a desbaratar la paz social, desde el respeto a los principios de la democracia directa y el federalismo.
El anarcosindicalismo es la única familia sindical que puede tomar la iniciativa e impulsar esa amplia unidad de acción de la clase trabajadora organizada. Un anarcosindicalismo unido provocaría un terremoto en los equilibrios del mundo sindical de nuestro país. Desde una posición fuerte, podría ser un actor relevante y con iniciativa en un proceso de confluencia del sindicalismo combativo que llevase a desbordar completamente al sindicalismo oficialista a escala peninsular.
Para hacer frente a un capital cada vez más brutal y radicalizado tendremos que actuar como lo que decimos que somos: revolucionarias y revolucionarios
Y lo mismo puede decirse respecto del papel de la unidad anarcosindicalista a la hora de alimentar la articulación de las luchas laborales con el resto de las luchas de los movimientos sociales. La unidad de nuestros sindicatos construiría la infraestructura material e ideológica que permitiría edificar amplias plataformas territoriales para acompañar las reivindicaciones de los barrios, de las mujeres o de cualquier otro grupo organizado de nuestra clase.
Nuestra sociedad ha traspasado ya el umbral que marca el inicio de una gran conmoción. Tenemos ante nuestros ojos nuevas realidades perentorias: el avance de la ultraderecha, la militarización de Europa, la regresión al tradicionalismo patriarcal, la utilización de las nuevas tecnologías para un control ubicuo y un asilamiento brutal de los seres humanos, el absoluto desplome de la alternativa progresista de gestión del capital…
Para hacer frente a un capital cada vez más brutal y radicalizado tendremos que actuar como lo que decimos que somos: revolucionarias y revolucionarios. Tendremos que revolucionar, también, nuestra acción sindical dotándola de un pensamiento estratégico a la altura de las circunstancias y de una masividad potente capaz de doblar el brazo a los poderosos.
La unidad del anarcosindicalismo sería la partera de un futuro distinto. Un futuro desde donde se podrían plantear avances cada más claros hacia los objetivos que decimos defender. No es haciendo lo de siempre como se consiguen resultados diferentes. Las revoluciones se hacen en medio del peligro. Incluso del peligro de desbordar nuestras viejas identidades.