We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Opinión
IA: un proyecto tecnosupremacista

Hace tres años abríamos el primer Reclaim the Tech diciendo que la “IA” sería el nuevo hype de estos años. ¿A qué nos referíamos? Al hecho de que, como ocurre a menudo en torno a cuestiones que agitan esta confusa transición tardocapitalista, se acaban formando tormentas culturales que empaquetan y convierten en marca, bajo un “nuevo” nombre, procesos kársticos ya activos desde hace tiempo.
A mí, más que la técnica, me interesa entender la estrategia cultural: más que tratar la inteligencia artificial como un objeto nuevo y técnicamente definible, me interesa entender cómo y por qué se la presenta como tal. A menudo me he preguntado: ¿cuál es la auténtica novedad de esas siglas, “I-A”?
¿Acaso es una novedad el hecho de que un algoritmo decida por nosotros los resultados de una búsqueda y que haga natural la respuesta, escondiendo sesgos coloniales, ideológicos y culturales? No lo creo: el algoritmo del motor de búsqueda de Google funciona así desde hace más de veinte años. Generaciones al completo han crecido dentro de esa lógica, y la hemos criticado en cientos de congresos. La IA no marca ninguna diferencia.
¿Acaso es una novedad el hecho de que los Modelos Extensos de Lenguaje (LMM, por sus siglas en inglés) imiten cada vez más el comportamiento humano? Hace años que convivimos con Alexa, Siri y Google Translator. También en este caso, hemos analizado y debatido críticamente los efectos y las formas con que se pueden monitorizar esas herramientas.
¿O lo es acaso el hecho de que la IA polarice la sociedad, creando pueblos de idiotas políticamente manipulables? No, esto ocurre desde el nacimiento de las redes sociales: es resultado de un control social de tipo algorítmico, de la economía de las plataformas y la posverdad. También a este respecto existe ya una amplia literatura crítica, de la que Bernard Stiegler (a menudo citado en este debate) es un óptimo representante entre las muchas contribuciones al tema.
Redes sociales
Marta G. Franco “Lo que ocurre con la internet actual es que prácticamente no hay espacios públicos en ella”
¿Es acaso una novedad que la IA nos quitará trabajo y liberará de la explotación? También esta es una narración que ya circulaba abundantemente hace diez años. Fue archivada en su sensacionalismo, aun siendo una cuestión que había que seguir monitorizando en los procesos en desarrollo.
Y podría seguir así, con preguntas que no deconstruyen la IA en sí misma, sino el hype construido ad hoc en torno a ella.
Entonces, ¿por qué? ¿Por qué todo el mundo habla de IA?
La pregunta que me hice hace algunos años fue: ¿Por qué existe un evidente interés en “crear la cuestión de la IA”, cuando las tecnologías y las lógicas que la componen están ya operativas desde hace años? Se nos presentan como temas urgentes cuando, en realidad, no hay nada nuevo bajo el sol.
El debate sobre la IA hay que leerlo a través de ese intento de construcción hegemónica, un proyecto cultural que apunta a capturar a todo el mundo dentro de una narración única
Así, me di una primera respuesta técnica: este tipo de hypes sirven para empujar la potencia de cálculo hacia un salto cualitativo. Procesos ya consolidados técnicamente y analizados políticamente necesitan una nueva narración para explotar y reproducirse. Es el mismo mecanismo de las cryptos y el blockchain: de momento subversivo se han convertido en infraestructuras financieras y, después de aproximadamente diez años, se han relanzando como hype. Como si, tras una fase de consolidación, se necesitara volver a empaquetarlo todo con un nombre mágico y un producto símbolo (ChatGPT, etc.), haciendo que todo ello sea percibido repentinamente como algo revolucionario.
A pesar de todo esto, en los últimos años le he cogido cariño a una lectura más política, menos técnica.
Creo que este “juego de la oca”, donde en cada turno hay que inventarse un nuevo hype para seguir jugando, responde a una lógica ideológica precisa; a un diseño político nacido en el californiano Silicon Valley, desarrollado por figuras influyentes, a través de teorías hegemónicas y movimientos comerciales, con el objetivo de construir hegemonía cultural.
Me estoy refiriendo a un mix ideológico que une: eugenética, tecnosolucionismo, narraciones apocalípticas, singularidades tecnológicas, terraformismo, supremacía blanca y escapismo. En esta visión, la idea de Inteligencia Artificial General (IAG o AGI en inglés) es la de una super-IA en manos de una élite supremacista blanca, encargada de garantizar la seguridad (sobre todo militar), así como la reproducción de las divisiones de clase necesarias para sobrevivir al apocalipsis.
Inteligencia artificial
Militarismo La máquina de los asesinatos en masa: Silicon Valley abraza la guerra
En esta construcción cultural hay un énfasis constante en la dicotomía entre utopía y catástrofe. Por un lado, su solución hipertecnológica; por el otro, la emergencia de la que solo la élite puede salvarse.
Pensemos en el tema del rearme europeo contemporáneo: se trata de una traducción de esa lógica. El esquema es recurrente: frente a amenazas inevitables, se presenta como solución la supremacía tecnológica, con la que solo una comunidad privilegiada (Europa) puede salvarse. La receta es siempre: IA, rearme, cierre de fronteras y políticas fascistas y supremacistas.
El debate sobre la IA hay que leerlo a través de ese intento de construcción hegemónica, un proyecto cultural que apunta a capturar a todo el mundo dentro de una narración única. Una narración que construye un enemigo inevitable contra el que la IA, el racismo, el autoritarismo y la seguridad militar son las soluciones naturales.
Desde mi punto de vista, Palestina es hoy el laboratorio avanzado de ese mix ideológico. Se puede ver claramente en acción en la gestión de las vidas, el territorio y el trabajo, así como en el control de la polarización del debate público occidental. Una vez más, se construye un escenario apocalíptico y un enemigo terrorista, colonizado, el cual hay que extirpar; enfrente, se posiciona un set tecnológico que puede terraformar —a través de un genocidio eugenético— territorios que se convertirán en asentamientos de lujo para una élite en fuga (escapismo).
Mi exhortación es a construir un discurso acerca del papel de la tecnología únicamente si este se enmarca en una operación de contrahegemonía respecto al susodicho proyecto ideológico
Escribo estas cosas porque tengo la clara sensación de que cada vez que alimentamos el debate sobre la IA, en cualquier forma y desde cualquier posición, estamos en realidad jugando un papel —conscientes o no de ello— dentro de un diseño político mucho más amplio. No estamos simplemente analizando un fenómeno técnico o cultural: somo partícipes de su puesta en escena.
¿Significa esto que la inteligencia artificial no es más que una quimera fruto de la propaganda? Absolutamente no.
Bajo el término “IA” se organiza una transformación profunda de las relaciones de poder, a través de la automatización de la producción de conocimiento, los ciclos productivos, la financiarización, la logística, la sanidad, la reproducción y la tecnología bélica —con consecuencias extremadamente concretas y reales.
En ese sentido, el debate mismo forma parte de la infraestructura ideológica en la que se apoya una visión específica del futuro: una visión que produce consenso, que canaliza el imaginario y que prepara el terreno para nuevas formas de control y supremacía.
Por ese motivo, mi exhortación es a construir un discurso acerca del papel de la tecnología únicamente si este se enmarca en una operación de desenmascaramiento y contrahegemonía respecto al susodicho proyecto ideológico. Hablar de tecnología tiene sentido únicamente si lo hacemos con el objetivo de desactivar las narraciones dominantes, fracturar el consenso que la sostiene y abrir espacios de imaginación y acción que no funcionen a favor de esa hegemonía.