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En los últimos meses, la descripción de Isabel Díaz Ayuso por parte de las izquierdas, se ha basado en algunos tópicos un tanto simplistas. Centrados en la irracionalidad, la locura o las “tonterías” de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la izquierda ha dado por hecho que existía un amplio sentido común que hundiría al Partido Popular por su gestión de la pandemia.
Por el contrario, como si Madrid viviese en dos sociedades paralelas, las encuestas de la prensa afín al ayusismo llevaban meses anunciando un crecimiento electoral importante para el PP. Al final, aquellas encuestas de la derecha, empujadas por el descalabro de la moción de censura en la Región de Murcia, les llevaron a obtener unos resultados históricos.
Ayuso aparecía en campaña resucitando la chulería de Esperanza Aguirre, mientras Pío García Escudero anunciaba que “el ejército de 90.000 afiliados del PP madrileño” había vuelto y era imparable
Los datos ya los conocemos y son demoledores. A pesar del aumento de la participación de un 12%, algo que se supone iba a favorecer a la izquierda, el PP ha superado los 1,6 millones de votos. Se trata de datos muy similares a los de las mayorías absolutas que obtuvo Esperanza Aguirre en los años 2007 y 2012, aunque con la gran diferencia de que en aquellos momentos no existía Vox, que en estas elecciones ha sumado otros 330.660 votos.
A partir de aquí, debemos hacernos algunas preguntas ¿podemos tener una imagen un poco más fría y desapasionada del proyecto de Ayuso? ¿Se puede mirar de frente a su propuesta política y entender las razones que mueven a sus 1,6 millones de votantes?
Hemeroteca Diagonal
Qué son los neocon y cómo han crecido en España
Beatriz García, Almudena Sánchez y Pablo Carmona han publicado un ensayo sobre el auge de los neocon españoles.
El ejército del PP de Madrid
Hace dos años parecía imposible que el Partido Popular madrileño en su versión aznarista-neoconservadora levantase el vuelo. Todas sus figuras y “clanes” de poder habían sido desarticulados y expulsados de la primera línea política por las operaciones anticorrupción.
Por otro lado, una parte importante de los think tanks, fundaciones y organizaciones que dieron aliento a las movilizaciones contra el gobierno Zapatero y que capitanearon una buena parte de la tendencia neocon madrileña y española: Fundación Denaes, Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) o la Red Floridablanca eran ahora el núcleo de Vox. Mientras la derecha del partido se iba hacia Vox el flanco liberal del PP estaba siendo atacado y descompuesto por Ciudadanos.
Ante la crisis, al PP aznarista solo le quedó tirar de la tercera generación de jóvenes criados en el neoconservadurismo. Su apuesta estatal, en principio la ganadora, se centró en Pablo Casado, el que fuera pupilo de Aznar como presidente de las Nuevas Generaciones. Pero Pablo, que había sido llamado a superar el legado del “moderado” Mariano Rajoy, tampoco cumplió las expectativas. Su ruptura con la línea aznarista acabó con una sonada batalla interna que llevó a la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del PP en el Congreso de los Diputados.
Ahora, el proyecto neoconservador quedaba reducido a unas pocas apariciones en medios del musculoso expresidente y a los raquíticos resultados electorales de Madrid en 2019 con sus escasos 720.000 votos.
Con el futuro del partido en manos de Isabel Díaz Ayuso, conocida por haber sido la Community Manager de Esperanza Aguirre y de su perrito, muchos dieron por perdido el feudo madrileño y con ello, las posiciones del PP como partido nacional.
Sin embargo, tan solo dos años después, el bloque neoconservador de los populares ha resurgido de sus cenizas. Ayuso aparecía en campaña resucitando la chulería y los gestos de Esperanza Aguirre, mientras Pío García Escudero, compañero de Aznar desde sus gobiernos en Castilla-León y hombre clave de la formación en Madrid, cerraba la campaña anunciando que “el ejército de 90.000 afiliados del PP madrileño” había vuelto y era imparable. Junto a ellos, Miguel Ángel Rodríguez, el que fuera portavoz del gobierno de Aznar y ahora jefe de gabinete de Ayuso, había lanzado una línea de gobierno arriesgada pero exitosa que a priori era difícil de entender
Algunas incógnitas sin resolver
Nadie sabe explicar muy bien las razones de esta victoria del PP. Lo más lejos que se ha llegado es a señalar la apertura de la hostelería durante la pandemia como signo de distinción de Ayusismo. Según esta idea, su apelación al hedonismo y a la irresponsabilidad colectiva le habrían dado supuestamente la victoria. Más allá de la tesis de “las cañitas y las tapitas” que tanto ha circulado por Madrid, de nuevo una banalización que no termina de explicar lo sucedido, es importante hacernos algunas preguntas más de fondo.
Como punto de partida, no se puede olvidar que el Partido Popular ha sido artífice de buena parte de los modelos de reproducción urbanos, económicos y sociales de la región madrileña. Desde el urbanismo hasta los servicios públicos, todo está diseñado dentro de un complejo engranaje donde lo público ha sido subordinado a los intereses de los sectores privados.
El nacionalismo español y Madrid han sido presentados como víctimas de la moda nacionalista catalana, de los fanatismos y de las izquierdas radicales
En un profundo sistema de segregación de clase, sexista y racista, las clases medias y altas madrileñas, también buena parte de las que votan a la izquierda, han usado la “libertad de elección” que propone el PP para llenar los colegios concertados, contratar seguros de salud privados, depositar sus ahorros en fondos de pensiones o sacar al mercado del alquiler convencional y turístico sus segundas y terceras propiedades inmobiliarias. El modo de vida neoliberal y la democracia de propietarios operan con enorme transversalidad.
Sin este modelo político y económico de más de cuarto de siglo, no podríamos entender nada de lo sucedido en las pasadas elecciones. Pero sin duda, sobre esa realidad han descansado otros muchos elementos que están asociados a la aceleración política que ha traído la pandemia. Y de hecho la gestión de la pandemia y el choque de trenes que Ayuso provocó contra el mandato del gobierno central han estado en el centro de la campaña. Pero, muy lejos de lo que podría parecer a priori, Ayuso ha ganado la batalla.
De manera astuta, el PP ha entendido que la campaña no se ganaba en la superficie ruidosa de la confrontación fascismo-antifascismo. A partir de ahí el PP, buen conocedor de la sociedad madrileña, sabía que quienes ocuparan las posiciones más al margen de la tensión serían premiados en las urnas. Y es que las cuestiones de fondo de estas elecciones se jugaban más en los términos de una democracia liberal del siglo XXI que en la Europa de los años 30. Desde ahí, Ayuso extrajo de esta batalla los dos ejes centrales de su campaña: el nacionalismo español y la idea de libertad.
El primero lo lanzó sin recurrir a imágenes nostálgicas del pasado, sin las referencias a los tercios españoles ni a las “glorias” del siglo XVII. Muy al contrario, en un juego de sombras turbio pero efectista, España ha aparecido en campaña como sinónimo de Madrid. Y a su vez el nacionalismo español y Madrid han sido presentados como víctimas de la moda nacionalista catalana, de los fanatismos y de las izquierdas radicales.
La singularidad madrileña: abierta, alegre, liberal estaba siendo atacada y debía ser defendida. Madrid aparecía en su discurso como espacio de libertad de elegir educación y sanidad pública, privada o concertada, como una región diversa e incluso “gayfriendly”, teniendo presentes en muchos mítines las banderas arcoiris.
Es a partir de ahí desde donde se ha producido el contexto que explicaba la medida central de Ayuso: la gestión y el discurso alternativo en torno a la pandemia. A pesar de los muertos provocados por las privatizaciones sanitarias y de las residencias, Ayuso apostó por atacar al inconsciente de la pandemia. De un lado, las ganas de buscar alternativas a los cierres, los confinamientos y las medidas de excepción, del otro, el miedo a sufrir las consecuencias de la crisis económica asociadas a la parálisis pandémica.
Lo cierto es que el Partido Popular conecta con las clases medias y altas madrileñas porque cuando gobierna garantiza que los mecanismos de acumulación y reproducción de clase tengan prioridad absoluta y funcionen como una maquinaria perfectamente engrasada. Mientras las medidas del gobierno progresista no han garantizado los recursos y los derechos más básicos a las personas que se veían cara a cara con la crisis, las salidas neoliberales ofrecidas por Ayuso, aquellas que vinculaban el mantenimiento de la actividad económica con la conservación del empleo y por tanto de un salario a futuro, han ganado en efectividad. Algo que debe llevar a la izquierda a una profunda reflexión.
Por el momento, todo indica que este terremoto derechista es difícil que se extienda con estas características más allá de la singularidad madrileña, pero la reconstrucción del PP de Madrid en tan solo dos años no es buena señal para nadie. Tenemos la obligación de pensar sobre lo sucedido al margen de los lemas y las estrategias de marketing de la campaña, sin olvidar el avance de la extrema derecha pero centrándonos en desmontar la realidad material y política mayoritaria de Madrid, que es la que permite que el poder de las élites permanezca casi intacto década tras década.
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Felicitar a los miles de currantes en Madrid que han votado neoliberal.
Espero que no tengan la caradura de echar mierda al resto cuando se queden sin sanidad, cuando por no tener un seguro privado se ahoguen en sus casas o residencias, cuando el nivel educativo de sus hijos sea una mierda por no poder pagar a la concertada etc... Y yo, no le echo la culpa a ese partido. Llevan mas de 20 años gobernando. A la gente le mola. Pues venga... A beber ....
El votante, ese ente no sujeto a la crítica, tan irresponsable como el monarca, y que cuando habla su palabra no se cuestiona... Esto último, sólo es cierto cuando gana la derecha. En caso contrario, se impugna día sí y día también la legitimidad de los resultados electorales.
Si suponemos que el votante es un ser humano con ciertas dosis de ideología (no demasiadas para que nadie se ofenda) y que además siempre escoge aquella opción política que resulta más de su interés (porque veo y supongo que nadie se va a atrever a señalar cuando no lo es), siendo rigurosos podemos afirmar que es profundamente egoísta dado que escoge aquellas opciones políticas en las que el bien individual está por encima del colectivo. Y no creo que decir que las derechas protegen más esos bienes individuales y las izquierdas los colectivos, sea algo que genere mucho desacuerdo, ¿verdad? Y que esto haya sucedido en unos tiempos en que, teóricamente, debiéramos ser más solidarios los unos con los otros, sobre todo con los más vulnerables, ¿no significaría para cierto espectro del voto que algunos (muchos) votantes han creído que era mejor salvarse a sí mismos aunque eso conllevara pisar las vidas, los derechos y las necesidades de los más desprotegidos? Vamos, que hay un cierto tufillo aporafóbico en el votante madrileño, y que pisar al de más abajo tampoco es tan horrible si eso significa la propia "salvación".
Si además contrastamos los datos sobre índices de pobreza, parados, inmigración, exclusión social, etc... y los comparamos con los resultados electorales, no creo que el millón y medio largo de votos de las derechas provengan de las clases medias y altas. (Y todo esto, aceptando que exista algo que pueda llamarse clase media). Así que también se podría afirmar que hay votantes cuyo sentido del voto no es del todo coherente con sus intereses y necesidades. Salvo que el índice de alcoholismo sea de tal magnitud, que lo de las cañas les compense sobremanera... Y, ¿por qué iba nadie a votar una opción política que perjudique sus intereses? Se me ocurre que quizás los estados de opinión hablen e incidan en cuestiones que reconduzcan el debate político hacia asuntos que puedan modificar la escala de intereses de esos votantes. ¿Y cómo se consigue? ¿Quizás controlando el debate público? Pues igual, tenga algún sentido señalar la responsabilidad de los medios de comunicación, los periodistas, los opinadores y los todólogos en todo ello.
Así que para concluir, quizás haya que plantearse un grupo de comunicación exclusivamente de izquierdas, que hable de los asuntos que interesa a las izquierdas y únicamente desde su perspectiva (los medios privados ya ha quedado demostrado que no tienen por qué ser plurales y no esconderse ni avergonzarse por ello). Y también, se ha de trabajar en la calle, en todos los movimientos sociales que atiendan las necesidades de los ciudadanos. Eso sí, dejemos de intentar salvar a quien no quiere ser salvado. Todos son bien recibidos y necesarios en la lucha por la justicia y la igualdad pero, en esta era en la que todos se dicen y se declaran libres, que cada cual rompa sus propias cadenas.
Quizás el autor considera que si se adelantaran las elecciones en Andalucía el PP no arrasaria, con la izquierda como esta y el PSOE a por uvas, o en Murcia, o en Castilla y León, igual que ya lo hizo en Galicia, y es que si hay varias cosas en común entre Madrid y gran parte de España: la desaparición de ciudadanos y la extraordinario lastre que es el Gobierno central de coalición, amen por su puesto de unas estrategias nefastas en todas las izquierdas.
Tanto sentido comun me abruma, con consignas vacias poco o nada de hace, mas autocritica y menos complacencia, Podemos le ha hecho la campaña al PP . y para colmo Mas Madrid le ha dado una ostia en el morro a Iglezias
La coalición de gobierno neo-liberal con el grupo terrorista GAL ha hundido al partido de pijipis madrileños.
Nadie sabe ... Llevan gobernando lustros, no es una victoria, es continuar a pesar de haber demostrado ser muy mala, el triunfo de la propaganda sobre los hechos, pero con unos púlpitos; prensa, RTV, y educación concertada, 100% pro NAZIS, más una ayuda del PSOE que no cambia nunca nada para poder comparar que sería una alternativa sino mejor diferente. Lo raro es que aún haya lugares de España donde los NAZIS no sean hegemónicos, cuando mandan hasta en la antiguamente pobre y roja Andalucía.