Opinión
Lavando la cara del genocidio. Ficciones de control

La masacre humana y sobre la biodiversidad que el pueblo palestino nos envía diariamente a las pantallas de nuestros teléfonos hace palidecer cualquier ficción soñada en las pesadillas del horror.
Bandera gigante Palestina - 6
Homenaje a Palestina en Madrid. Álvaro Minguito

Red Universitaria por Palestina - RUxP. Universidad de Valencia

Red Universitaria por Palestina - RUxP Universidad de Sevilla

30 ago 2024 05:40

El genocidio en curso en Gaza, la solución final etnonacionalista y neoliberal de Israel y Estados Unidos (EEUU) para Palestina y su población, aparece como proceso clave en la metamorfosis de la macropolítica global. La masacre al pueblo palestino se alarga con esta fase de terror acumulado y perpetrado por el decadente poder hegemónico. Una fase de extrema violencia que también se proyecta contra todos los pueblos desfavorecidos, precarizados y cruelmente desechados por la economía-política occidental, que en Gaza espanta a la población mundial porque “sentimos que algo fundamental se está rompiendo y con consecuencias funestas”.

Esta fase de terror radicalizado puede perfectamente alinearse con las directrices de lo que el escritor y ex-ministro de Finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, identifica como un naciente sistema tecnofeudalista. Un sistema guiado por los señores nubelistas del feudo digital y la innovación necropolítica. Incapaz de seguir estirando el espejismo de la democracia liberal, la metamorfosis conducida por la tecnociencia se exhibe como poder genocida sin disfraz. El filósofo Eduard Aibar, en su reciente análisis sobre la ideología de la innovación, nos alerta: “en ese futuro tecnodeterminado ya no habrá lugar para todos”.

La masacre humana y sobre la biodiversidad que el pueblo palestino nos envía diariamente a las pantallas de nuestros teléfonos, impregnando nuestras retinas y memorias en busca de conciencia y reacción, hace palidecer cualquier ficción soñada en las pesadillas del horror. Así lo señalan Laura Restrepo y Pedro Saboulard: “Ni siquiera el Bosco, en su más delirante pintura del infierno, llegó a imaginar lo que a diario aparece hoy en pantalla”.

Todos hemos podido observar en las redes sociales los vídeos enviados por los palestinos que nos muestran padres sosteniendo a niños decapitados por la acción genocida del ejercito del Estado sionista

La ficción y la imaginación, pese a sus importantes capacidades críticas y su función para desvelar conocimiento y verdad, también tienen destacados usos prácticos como medios de control y sumisión de las realidades. El pasado octubre se propagó la noticia falsa de la decapitación de 40 bebés de un kibutz israelí. El mismo presidente de EEUU, Joe Biden, afirmó haber visto las imágenes que supuestamente reportaban este crimen, aunque ningún medio tuvo acceso a las mismas. La afirmación fue desmentida por su equipo de trabajo poco más tarde. Sin embargo, todos hemos podido observar en las redes sociales los vídeos enviados por los palestinos que nos muestran padres sosteniendo a niños decapitados por la acción genocida del ejercito del Estado sionista. Una realidad que, sin embargo, no se difunde en los medios occidentales mayoritarios. La ficción, como mentira, confrontada contra la realidad en la disputa por la correlación de fuerzas.

Sin embargo, la realidad también puede convertirse en una lejana ficción. Las imágenes del terror humano en Gaza enviadas por las víctimas del genocidio, pero también por los propios verdugos (indolentes de cualquier mínimo atisbo de remordimiento moral), pueden producir un efecto de saturación. Al fin y al cabo, son una imagen más entre miles que llegan “inoportunas” entre los selfies estivales. Pero, como apunta Irene Ortiz Gala, explicando el pensamiento de Susan Sontag, “la exhibición del sufrimiento puro […], si no va acompañada de un intento de movilizar la conciencia, se transforma en un tipo de anestésico”. Esta pérdida de la capacidad por horrorizarnos ante el terror que inunda nuestras retinas solo significa un vacío: la ausencia de la conciencia occidental ante las imágenes de un genocidio.

El escritor y periodista Antony Loewenstein en su libro El laboratorio Palestino recoge las declaraciones del abogado Eitay Mack en su lucha contra la industria militar israelí, en las que afirma que Israel utiliza el reclamo del “antisemitismo” como estrategia de lavado de imagen; sin embargo “Israel ha blanqueado regímenes fascistas y antisemitas siempre y cuando esos países hayan aceptado el trato que da Israel a los palestinos”.


Este proceso de blanqueamiento puede ejecutarse sencillamente seleccionando con precisión los títulos y palabras en acciones o relatos. Por ejemplo, el “Fondo Europeo de Apoyo a la Paz” creado en el año 2020, usa un título mucho más digerible para la población general que si se denominase “Fondo Europeo de Apoyo a la Guerra”, que es lo que realmente es. Además, como demuestra el trabajo de investigación de la Red Universitaria por Palestina, la ejecución de estos fondos financieros va más allá de consolidar una alternativa defensiva europea. Israel se beneficia de estos presupuestos para invertirlos directamente en “defensa” (otro eufemismo que esconde la verdadera naturaleza atacante del ejército). Participan “diez universidades españolas que colaboran directamente con la compañía estatal de armamento Israel Aerospace Industries”. Son, por tanto, colaboraciones que vinculan directamente este instrumento financiero europeo, incluyendo a la industria militar española, con las actuaciones genocidas del Estado sionista.

Desde la Nakba en 1948 Israel utilizó la reforestación y un modelo ecológico “verde” para ocultar, enterrar y dejar sin pruebas el aniquilamiento de cientos de aldeas palestinas

Sostener estos procesos revela los dobles raseros de la modernidad, que implican mantener unos desequilibrios que chocan con la lógica más básica y los consensos de justicia más elementales. Sucede que, en el momento de sancionar y condenar la invasión de Rusia, se le expulsa de todo tipo de actividades culturales o deportivas, como hemos observado recientemente en el festival de Eurovisión y en los pasados Juegos Olímpicos de París. Mientras tanto, el Estado sionista y su sistema de apartheid es blanqueado a través del apoyo y la visibilidad en los mismos eventos, también por el Estado español con la promoción y la invitación al equipo ciclista Israel-Premier Tech por la organización de la Vuelta a España 2024.

Para poder mantener estos desequilibrios y dobles raseros, el sistema occidental colonial activa todos estos procesos de blanqueamiento, que actúan cómo ficciones de control de la realidad. La ficción aparece como acto fantasmagórico de aparente responsabilidad y toma de conciencia frente un problema dado, pero abordado únicamente mediante aspectos superficiales o secundarios, inofensivos para atajar la base estructural del problema en cuestión. De esta forma, la acción se completa como tapadera que oculta segundas intenciones, o que pretende desviar la atención del problema de origen.

Greenwashing

En la década de los 80, el activista y estudiante universitario Jay Westerveld acuñó por primera ver el término lavado verde (greenwashing) para denunciar una práctica hotelera que, promoviendo la reutilización de toallas proyectaba una imagen ecologista. La medida, sin embargo, operaba como estrategia de ahorro de costes comerciales a la vez que ayudaba a ocultar el gran impacto medioambiental del sector.

Sin embargo, el estado de Israel se anticipó a la propia aparición del término. Desde la Nakba en 1948 Israel utilizó la reforestación y un modelo ecológico “verde” para ocultar, enterrar y dejar sin pruebas el aniquilamiento de cientos de aldeas palestinas. Hoy, sigue usando el greenwashing como proceso para ocultar el apartheid de Israel y el genocidio en Gaza. El Estado israelí instala campos de energía renovable en los territorios ocupados palestinos, mediante el apoyo financiero de bancos españoles como el Santander o el BBVA. Esta industria, a través de la etiqueta verde y bajo el discurso de la producción de energía limpia, consolida el expolio y la expulsión del pueblo palestino, vulnerando todo el derecho internacional. Es así como el greenwashing, como ficción de control, es usado para blanquear el colonialismo de asentamiento en los territorios ocupados de Palestina, como ha sido reportado extensamente en blogs como Decolonize Palestine.

Pinkwashing

El uso del término lavado rosa (pinkwashing) se ha extendido para denunciar aquellos procesos de blanqueamiento que operan sobre la diversidad y las diferencias de género y sexo. El origen del término puede situarse en los movimientos como BCAction. En su campaña de concienciación sobre el cáncer de mama del año 2002 incluyeron el lema “Think before you pink” (piensa antes de que “rosees”), etiquetando con pinkwashing la crítica a la proliferación de productos de consumo que incluían un lazo rosa como estrategia de márquetin comercial. Es decir, utilizar los derechos de la diversidad de genero para un uso interesado, lejos de los objetivos de los movimientos originarios.

Hemeroteca Diagonal
La violencia de la cultura rosa

Este texto analiza cómo, de formas sutiles y no tan sutiles, la ‘cultura del lazo rosa’ y las campañas que se realizan en nombre de la concienciación sobre el cáncer de mama infantilizan a las mujeres, sexualizan sus cuerpos, trivializan la enfermedad y aportan una información sesgada.


Antony Loewenstein relata como el pinkwashing ha sido usado por el ejército israelí al difundir en las redes sociales mensajes progais y profeministas junto a su iconografía militar, con la intención de lavar la imagen de su ejército a través de consignas por la diversidad sexual. De la misma manera, observamos como la condena a las violaciones sexuales y torturas no se producen con la misma intensidad cuando se ejecutan como arma de guerra sistemática por el ejército israelí contra las mujeres palestinas, lo que supone un doble rasero inaceptable de pinkwashing.

El pinkwashing también se usa como estrategia para consolidar la política exterior de EE UU; por ejemplo, Kamala Harris (candidata demócrata) se publicita por ser la primera mujer racializada candidata a la presidencia de EEUU. En caso de ganar las elecciones presidenciales del próximo noviembre se consagraría como la primera persona que accede a la presidencia de EE UU siendo doblemente racializada (negra e indígena) y mujer. Sin embargo, como estrategia de pinkwashing enmarcada directamente en una política homonormativa, permite ocultar y desviar la atención sobre el apoyo de Kamala Harris al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y, en consecuencia, a las acciones genocidas del Estado sionista.

Slowwashing

El uso del término lavado lento (slowwashing) es más reciente. El periodista Carl Honoré, autor del bestseller Elogio de la lentitud, lo aplicó en un streaming de 2021 en el que se analizaba la alta velocidad con la que actualmente afrontamos todos los aspectos de nuestra vida. Una cultura de la velocidad que da lugar a actividades paradójicas como el “speed yoga”, o servicios tan inquietantes como el “Drive Through Funeral”, una oferta de los tanatorios para asistir a un funeral desde tu coche, porque es más íntimo y también más rápido.

Mientras este proceso de negociación y reconocimiento evoluciona a ese ritmo slow, la política veloz de hechos consumados continúa en Gaza

Como ejemplos destacados de las críticas al sistema expansivo y acelerado que coloniza todos los tiempos y espacios, Remedios Zafra analiza las actuales vidas-trabajo en las profesiones creativas; Hartmut Rosa estudia la pérdida de un vínculo resonante y el aumento ilimitado de la indisponibilidad; o Isabelle Stengers, en el contexto de la ciencia y la producción de conocimiento, disecciona el enfrentamiento entre modelos de ciencia rápida y ciencia lenta. En todas ellas se hace obvio que “el mundo ya no resiste más prisa ni engaño bellamente envuelto” (El informe, Remedios Zafra). Sin embargo, el movimiento slow, encabezado por gurús mediáticos como Carl Honoré, difícilmente podríamos vincularlo con estas corrientes de análisis.

Con el término slowwashing se denuncia la venta de la lentitud como producto capitalista de un mercado intrínsecamente acelerado. El slowwashing, por ejemplo, puede manifestarse mediante una estrategia burocrática. La lucha por la ralentización, o el combate contra la expansión productivista, puede defenderse a través de medidas que solo actúan sobre el papel, pero que, a la vez, no interfieren sobre la irrupción tecnológica que guía la aceleración del sistema.

En el contexto del genocidio en Gaza, el reconocimiento del Estado palestino por parte del Gobierno de España, vendido como proceso de negociación a ritmo slow, asociado a la garantía de “bien hecho” y sin prisas, al no venir acompañado por un bloqueo y suspensión de la compra-venta de armamento con el Estado sionista, se convierte en un acto de slowwashing burocrático. Mientras este proceso de negociación y reconocimiento evoluciona a ese ritmo slow, la política veloz de hechos consumados continúa en Gaza, donde toneladas y toneladas de bombas siguen cayendo diariamente contra civiles.

La estrategia de reconocer a un estado que de facto no posee territorio ni capacidades institucionales, mientras a la vez se alimenta la capacidad militar del Estado ocupante de Israel, vendiendo y comprando armamento y permitiendo su transporte sobre el territorio estatal, constituye un acto de complicidad e hipocresía que, más que avanzar hacia ninguna solución de justicia, oculta su connivencia efectiva.

También hemos de cuestionar la propia esencia de lo lento como valor positivo por sí mismo, especialmente cuando somos observadores pasivos de los 76 años de genocidio lento sometiendo a la expulsión del pueblo palestino de su territorio, la usurpación de las tierras, de sus recursos históricos, naturales y de su cultura, así como la destrucción de su patrimonio histórico y finalmente de su propia vida. Un genocidio que, sin embargo, se comete por rápidas acciones, con bombas de hasta una tonelada que en segundos acaban con todo un vecindario, y toda la vida humana y no humana con la que impactan. La ocupación y la violencia extendida en el tiempo ofrece innumerables recursos al Estado sionista, que ha hecho de su ejército, su industria militar y su tecnología de vigilancia la razón principal de su economía. En palabras de Julian Assange al denunciar la guerra de Afganistán como modo de blanqueamiento de capitales: “El objetivo es una guerra sin fin, no una guerra exitosa“.

Finalmente, hemos de cuestionar el acceso general de este movimiento slow. No todo el mundo tiene la misma facilidad para reducir su velocidad y productividad. Poder frenar el ritmo de vida en el seno de un sistema económico extractivo y explotador es un privilegio que solo unos pocos pueden ejercer por sí mismos. La ralentización en un mundo violento y opresivo debe considerarse una aspiración colectiva, no una decisión individual. La respuesta individualista sobre los efectos perniciosos del aumento de velocidad es un claro ejemplo de slowwashing. Si a ello le sumamos la evidencia de que “Europa ya no es blanca”, la crítica ha de ser consecuente y hacer frente a un aceleracionismo indudablemente racializado, desde acciones descentralizadas.

En el caso de Gaza, el sistema productivista acelerado y tecnológico puede combatirse con la consolidación de un internacionalismo con origen fuera de Europa, clave en el momento de hacer frente al genocidio y exigir que se cumpla el derecho al retorno del pueblo palestino, reconocido por la resolución 194 (III) de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Todos estos procesos de lavado de imagen tienen en común su gran impacto e influencia en toda nuestra vida privada. Son vectores de entrada para condicionar y construir nuestros deseos personales, como nicho de negocio o ficción de control en la batalla cultural, pero cuyo efecto inmediato supone la paralización del frente de resistencia. En el genocidio al pueblo palestino se activan toda una serie de efectos que, junto al greenwashing, el pinkwashing y el slowwashing, entre muchos otros, forman toda una constelación de procesos de este tipo (Rainbow Washing). Reconocer y hacer frente a estas estrategias de blanqueamiento es una tarea crucial en el momento de consolidar soluciones de justicia, resistencia y transformación social. 

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La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas expone que más de 345.000 personas en Gaza se encuentran en la fase 5 de hambruna, que supone la inanición total.
guillermo.munoz
31/8/2024 6:04

Un enlace para completar información sobre la construcción de las fantasias y ficciones de control nada inocentes con las que EU colabora y financia las ficciones/mentiras de Israel y su posición genocida.

https://electronicintifada.net/blogs/david-cronin/group-which-spread-lies-about-7-october-seeks-eu-funding

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gabrielfdpb
31/8/2024 3:49

Buenísimo, gracias. Y, por favor, tomen nota demás articulistas de la cantidad y variedad de enlaces de referencia. Salud.

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