Opinión
¿Quién quiere bailar con lo real?

Hoy el mundo se ha vuelto impredecible y peligroso. Aupados por sistemas democráticos bien engrasados Trump, Netanyahu, Milei, y otras ultraderechas están definiendo la vida y la muerte de muchísimas personas.
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Jaime Cinca 'Pasolini'
27 sep 2025 08:00

‘En busca de lo real perdido’ es un pequeño libro de Alain Badiou en el que trata de identificar lo ‘real’ y su semblanza en el devenir del presente desde finales del siglo XX (semblanza entendida como máscara, también como entendía Platón a la caverna). En ese orden de la percepción, explica, lo real es el capitalismo y su semblanza -su máscara- el sistema democrático.

Desarrolla que el sistema económico reiteradamente falla para la vida humana: colapsos, crisis, guerras, invasiones, desabastecimiento, pobreza, y un largo etc. Pero algo, contra toda lógica, nos incapacita para descartarlo. Produce una ficción -la máscara- que se hace pasar por lo real. Esta ficción se convierte en un encantamiento paralizante: el sistema democrático que se despliega en nuestras vidas. De tal manera qué, cuando pensamos en meter mano para mejorar la vida de las personas y el ecosistema, lo solemos hacer interviniendo sobre la ficción, no sobre lo ‘real’. El sistema económico no cubre las expectativas de emancipación y a través de una pantalla distractora nos impide pensar otras alternativas. El resultado es que ponemos la energía en mejorar el sistema democrático.

Alain Badiou en ‘En busca de lo real perdido’ desarrolla que el sistema económico reiteradamente falla para la vida humana: colapsos, crisis, guerras, invasiones, desabastecimiento, pobreza, y un largo etc. Pero algo, contra toda lógica, nos incapacita para descartarlo.

Badiou utiliza tres elementos como herramienta didáctica para identificar lo real y su semblanza: una anécdota, una definición y un poema. La anécdota es la de Molière, quien muere mientras está en escena interpretando ‘El enfermo imaginario’. La definición es de Lacan, que dice que ‘lo real es el impasse de la formalización’. Para acercarnos a esa frase pensemos que lo real está en el fuera de campo de la máscara, porque lo real, suele ser lo que esa ficción te oculta. Por ejemplo, si el sionismo es lo que justifica el genocidio, podemos encontrar lo real fuera de las cosas divinas y del espíritu, probablemente en su antagónico, lo material y el dinero. Esta no es una fórmula matemática, es una herramienta para pensar en lo oculto que la ficción esconde. El tercer elemento, el poema de Pasolini ‘Las cenizas de Gramsci’.

En el poema, Pasolini le habla a la tumba de Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano. Este está enterrado en un cementerio donde destinaban los cuerpos de personas no católicas en Roma que linda con una zona de villas burguesas. Pasolini, expulsado del Partido Comunista Italiano por homosexual y seguramente por librepensador, lamenta en este poema el Fin de la Historia, no “porque esta Historia haya colmado los anhelos de los hombres sino, muy por el contrario, porque la impotencia para colmarlos en el orden de lo real ya está instalada”.

A la hora del crepúsculo, en el espacio físico de la muerte -un cementerio para estigmatizados- un Pasolini expulsado le habla con respeto y afecto a un Gramsci muerto. Le habla del fracaso en el intento por construir un mundo emancipado. Mientras tanto, al otro lado del muro, están los vencedores: los patricios de las villas romanas.

Dice Pasolini: “Existe hoy en día una forma de fascismo arqueológico que sirve como pretexto para procurarse una patente de antifascismo real… Creo y lo creo profundamente, que el verdadero fascismo es eso que los sociólogos, con excesiva bondad, han denominado ‘La sociedad de consumo’.

Dice Pasolini: “Existe hoy en día una forma de fascismo arqueológico que sirve como pretexto para procurarse una patente de antifascismo real… Creo y lo creo profundamente, que el verdadero fascismo es eso que los sociólogos, con excesiva bondad, han denominado ‘La sociedad de consumo’. Una definición que parece inocua, puramente indicativa. Pero nada más lejos. Si uno observa bien la realidad y, sobre todo, si uno sabe leer en las cosas que lo rodean, en el paisaje, en el diseño urbano y, sobre todo, en los hombres, ve que los resultados de esta despreocupada sociedad de consumo son los resultados de una dictadura, de un fascismo con todas las letras”. A esto se refiere con el Fin de la Historia.

Con la anécdota, Badiou expresa que lo real siempre se impone sobre su máscara. Siempre se manifiesta. Con la definición da pistas de dónde encontrar lo real. Con el poema de Pasolini aterriza en el devenir histórico que nos envuelve. Aquí es donde me quiero detener, porque es en este punto donde encuentro la herida de mi tiempo y la dificultad de hablar sobre esto.

Hoy el mundo se ha vuelto impredecible y peligroso. Aupados por sistemas democráticos bien engrasados Trump, Netanyahu, Milei, y otras ultraderechas están definiendo la vida y la muerte de muchísimas personas. En este país Vox ha ganado mucho terreno y la posibilidad de que participe en una futura coalición de gobierno es muy real. Eran los albores de Berlusconi cuando Pasolini pensaba que ese era el único fascismo al que nos enfrentaríamos, el del espectáculo, el consumo y el bunga-bunga. Pero atrás venía este otro y sí es real, el que definió como ‘fascismo arqueológico’. Aupados por sistemas democráticos bien engrasados, insisto.

Hoy el mundo se ha vuelto impredecible y peligroso. Aupados por sistemas democráticos bien engrasados Trump, Netanyahu, Milei, y otras ultraderechas están definiendo la vida y la muerte de muchísimas personas.

Para entender lo que está pasando propongo la posibilidad de que lo real se esté manifestando, se esté abriendo paso y esté resquebrajando todo lo que encuentra. La precariedad. La falta de vivienda. La falta de trabajo. la desigualdad. El sistema de subcontratación laboral implantado en todos los rincones de nuestras sociedades. La judicialización de las protestas de trabajadores. La incertidumbre como forma de vida.

Es posible que quien esté mirando lo real de frente sea la ultraderecha, que sí vea la incapacidad que ha tenido el sistema democrático para responder ante las necesidades de las personas, pero no lo mire para transformarlo en un mundo más equitativo y justo. No para construir un sistema que procure una vida digna y emancipada para todas las personas. Más bien para crear una nueva ficción aún más restrictiva, más injusta, dejando de lado la vida de muchas personas, incluso procurando la muerte de muchas otras.

Podemos obviarlo, negarlo, esconder bajo la alfombra a lo real. Discurrir sobre su semblanza, su ficción, su máscara. Abordar lo real como si se tratase de un simple dilema moral que espera nuestro veredicto - bueno o malo - estamos de acuerdo o en desacuerdo con lo que sucede, no hará que deje de existir. Tampoco impedirá que las cosas que perjudican a las personas repercutan e impacten en la sociedad completa.

Los problemas que nos aquejan se escapan de las manos de un sistema de convivencia que es insuficiente y que está determinado por dinámicas externas - ajenas al propio sistema de convivencia – como por ejemplo los fondos buitre. Dejar tiradas a generaciones de jóvenes sin darles espacio para desarrollarse, para vivir, decirles que el problema de la vivienda no tiene solución, pensar incluso que el problema no tiene solución, es como mirar las sombras dentro de la cueva y creer que ese es el mundo. Mientras tanto, tal vez afuera, una manada de mamuts se acerca enfurecida y van a aplastarnos.

Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.

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