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0. ¿Cómo leer el comportamiento electoral del pasado 28M desde las condiciones sistémicas específicas impuestas por la crisis sistémica del capitalismo comprendido como sistema histórico en las que se verifica la práctica política en esta coyuntura y del impacto de aquella sobre los objetos políticos, que los partidos introducen en el campo político para construir sus propuestas electorales, la gramática de su análisis político y sus modelos organizativos respecto a las tendencias de crisis puestas en juego, así como las posibilidades reales que todo ello plantea a la hora de intervenir políticamente sobre su efectos desplegados en la formación social española y a fortiori europea? ¿Qué relación presentan las propuestas políticas, los discursos construidos y las narrativas lanzadas a la esfera pública y al campo político por los diversos campos políticos de la (extrema)derecha, del (extremo)centro y de la izquierda –este último en proceso convulso de creación y estabilización durante las ultimas dos décadas–, que adecuan el primero al actual proyecto impuesto por las clases dominantes globales y regionales hegemónicas como horizonte máximo de lo que puede ser considerado político en este preciso momento histórico y, por consiguiente, introducirse en el campo político para ser objeto de elaboración colectiva en el mejor de los casos democrática? ¿Cómo se relaciona esto con los resultados obtenidos por cada uno de los partidos políticos concurrentes el pasado 28M y con su modo de teorizar lo político y la práctica política y de conceptualizar la coyuntura en la que nos encontramos, factor este último infinitamente más relevante para pensar la lógica política seguida por cada uno de los partidos presentes en esta contienda electoral y para dilucidar eventualmente una política realmente antisistémica y transformadora concebida en el campo de la izquierda, que las propuestas concretas presentadas por unos u otros partidos políticos en la mencionada disputa electoral? ¿Qué relación tienen esa teorización de lo político y esa conceptualización de la práctica política, que se miden en última instancia respecto a la materialidad de las relaciones de poder y de fuerza impuestas por los actores sistémicos, con las opciones políticas y los sujetos políticos en juego en un momento histórico como el actual en el que las situaciones de crisis se muestran intratables sistémicamente en el seno de los sistemas políticos democráticos realmente existentes y que de facto resultan igualmente imposibles de estabilizar por las clases dominantes globales y locales, las cuales han acaparado un enorme poder sistémico prácticamente irrestricto durante últimas tres décadas, lo cual únicamente ha servido para exacerbar exponencialmente las crisis sistémicas que definen la presente coyuntura? ¿Qué relación tiene todo esto con resultados cosechados por el Partido Popular, el PSOE y UP y con el horizonte constitutivo de reproducción social que los distintos partidos y a la postre el sistema de partidos español, incluidas sus pálidas variantes regionales, presentan a los electores y que estos devuelven en forma de patrones de voto concretos más o menos desconcertantes?
1. Los resultados del 28M se sitúan, de acuerdo con un patrón bien establecido en otros innumerables sistemas políticos dichos democráticos, en la coyuntura definida por la crisis sistémica del ciclo sistémico de acumulación de capital estadounidense y por la propia crisis sistémica del capitalismo histórico, cuya reproducción a escala global presenta puntos irreversibles de no retorno en cuanto a la generación de tendencias de crisis social multidimensional, que están provocando desde la últimas tres décadas –y con una intensidad muchísimo mayor durante las dos últimas– situaciones de crisis social, estancamiento económico, hipertrofia militar, atolladeros tecnológicos y colapso ecosistémico muy agudas, que afectan de modo diferencial a las distintas clases sociales y a los grupos discretos que pueden reconocerse en las mismas y cuyos efectos conforman la trama y la urdimbre de los comportamientos y la gestión políticos de los partidos políticos realmente existentes y de sus estrategias de relación con el electorado.
De esta complejidad parten, pues, los universos intelectuales, culturales y políticos que los diversos sistemas de partidos occidentales –por circunscribir el radio analítico, y el caso español es paradigmático a tales efectos– construyen de modo totalmente distorsionado para elaborar sus concepciones de lo político, para concebir la organización del respectivo campo político nacional y su relación con el transnacional, para evaluar, aceptar y homologar a sus contrapartes eventualmente activas en los mismos, y para establecer los patrones de relación con sus electorados y sentar los protocolos de conversación política entre ellos mismos y con la ciudadanía en general. Igualmente, de la (no)lectura de esta complejidad parte la concepción y la elaboración de sus denominados programas políticos y, last but not least, la conceptualización de la relación del conjunto del sistema de partidos y de sus unidades constitutivas con la forma Estado, que en el mejor de los casos vehicula y dota de realidad material a sus programas y propuestas.
1.1. Los sistemas de partidos actuales –el sistema político español del pasado 28M– construyen la realidad de su práctica política con la condición de que la mayor parte de los efectos destructivos de las actuales tendencias sistémicas producto de la crisis del actual ciclo sistémico de acumulación de capital, que afectan de un modo inclemente a los derechos constitucionales fundamentales, a las consecuencias y la intensificación de la crisis ecosistémica en sus múltiples efectos globales y por ende locales cada vez más devastadoras, así como al vaciamiento paulatino de los sistemas políticos de su sustancia democrática, no pueden ser sometidas en ningún caso al campo político nacional respectivo y, por consiguiente, no pueden convertirse en objetos políticos genuinos capaces de desencadenar los efectos políticos y comunicativos correspondientes a partir de la elaboración, construcción y difusión de la genealogía, persistencia y direccionalidad de esos efectos impuestos sobre la formación social que quiere ser representada mediante el sistema político y mediante tal representación legitimar las consecuencias cada vez más duras e intratables de las consecuencias de estos sobre los comportamientos sociales, sobre las opciones de los actores económicos públicos y privados, sobre el conjunto de las clases trabajadoras y pobres –esto es sobre la inmensa mayoría del electorado– así como sobre el funcionamiento y desplazamiento hacia cotas más excluyentes del propio sistema político y de su forma Estado, más allá de los modelos territoriales puestos en juego en las diversas formaciones sociales europeas y, por supuesto, en la española.
Todo ello crea un sistema político en cuyo seno la panoplia de cuestiones susceptibles de ser abordadas por los sistemas de partidos y sus unidades discretas y por ende de convertirse en objetos políticos genuinos se reduce en proporción geométrica al impacto destructivo exponencial de las tendencias inducidas por la crisis sistémica del capitalismo, lo cual redunda tanto en el debilitamiento del constitucionalismo democrático como fuerza motriz del ordenamiento jurídico y de su eficacia político-administrativa, como en el comportamiento que los sistemas de partidos asumen para intentar resolver esta ecuación imposible en términos de funcionamiento democrático de nuestras formaciones sociales.
La fenomenología del comportamiento de los diferentes partidos y la propia victoria del PP derivan de su relación con este conjunto de tensiones sistémicas
Durante estas últimas dos décadas se ha intensificado la matriz –históricamente recurrente en los momentos de crisis sistémica de un determinado ciclo sistémico de acumulación de capital y de debilitamiento de la correspondiente hegemonía mundial organizada por la potencia hegemónica global que lo ha dirigido hasta ese momento, definida por (1) la hiperfinanciarización de la economía (proceso ligado inextricablemente a la inestabilidad financiera y macroeconómica y al crecimiento multidimensional de la desigualdad y la pobreza), por (2) el uso normalizado de la guerra como instrumento de gestión geopolítica de la insostenibilidad de las condiciones de organización macroeconómica, financiera y monetaria y del propio régimen de acumulación global de capital, así como de la insostenibilidad del entrelazamiento de las crisis múltiples activas en todas las subestructuras determinantes de la reproducción social, y por (3) el vaciamiento de la forma democrática como protocolo de organización y funcionamiento de los campos políticos realmente existentes y de expulsión o no acceso a los mismos de otros sujetos políticos dispuestos a cuestionar esta articulación de los efectos de estas tres tendencias sistémicas de comportamiento sobre las clases o poblaciones –por utilizar un términos vago y cuasi inservible pero de curso bien engrasado– de las formaciones sociales nacionales en las que ha de dirimirse, por pura cortedad democrática, su tratamiento político, la gestión de sus impactos y la normalización del deterioro de los derechos constitucionales fundamentales y el debilitamiento de la sustancia democrática de la vida política que ello trae aparejado. Este conjunto de procesos y sus efectos deben ser objeto de legitimación política por parte de los sistemas políticos realmente existentes.
2. Esta es exactamente la matriz que ha operado el pasado 28M en la provincia España. La fenomenología del comportamiento de los diferentes partidos y la propia victoria del PP derivan de su relación con este conjunto de tensiones sistémicas y del modo en que su genealogía y su relación con estos procesos de crisis sistémica del capitalismo y toda la panoplia de sus efectos locales son construidas por las respectivas formas partido para incidir en estos sistemas políticos restringidos por mor de la expulsión de los efectos sistémicos de la crisis sobre los distintos estratos del cuerpo electoral, que es otra forma de decir sobre la estratificación de clase producto a su vez de la acumulación de los efectos multiplicadores de la desigualdad, la precariedad, la inseguridad existencial y la grave amenaza que el actual modelo de reproducción social hacer pesar diferencialmente sobre el conjunto de la población.
2.1. La victoria del PP hay que analizarla, pues, a partir del conjunto de las respuestas del sistema político español, que es un caso prototípico de un modelo ahora generalizado en los sistemas políticos formalmente democráticos y de los diversos partidos que lo conforman, respecto a la imposibilidad de introducir en su seno precisamente los objetos políticos derivados de esta crisis sistémica exponencial del ciclo sistémico de acumulación estadounidense y respecto a la pulverización de la posibilidad de lanzar una vastísima elaboración de sus causas y efectos sobre las sociedades humanas y no humanas actuales susceptible de ser tratada y procesada políticamente de modo democrático mediante un proceso sostenido de discusión, evaluación y dilucidación de sus posibles vías de salida para no agravar ulteriormente sus nefastos efectos sobre las formaciones sociales actuales. Por decirlo metafóricamente, la misma elevadísima inestabilidad que muestra el clima mundial y el conjunto de los ecosistemas y los procesos ecosistémicos primordiales como consecuencia del calentamiento global y la contaminación exponencial del planeta, la muestran los sistemas políticos actuales y sus comportamientos electorales como consecuencia de la desdemocratización global de los mismos producto de la proscripción del campo político de los efectos más dañinos, brutales e irracionales de la crisis sistémica, esto es, del proyecto de clase impuesto unilateralmente por las clases y elites dominantes hegemónicas globales y regionales occidentales. En ambos casos, la intensificación de los parámetros que provocan el agravamiento de sus efectos –el funcionamiento de un ciclo sistémico de acumulación de capital y a fortiori la intangibilidad rígida del funcionamiento del capitalismo como sistema histórico políticamente inmodificable en su poder de clase– elevan exponencialmente los efectos perversos del comportamiento de la totalidad de los subsistemas políticos y sociales –o bien de los ecosistema y de los procesos bioecológicos primordiales– con consecuencias simplemente desastrosas en ambos casos para el conjunto de las instituciones democráticas o para el conjunto de los biomas afectados por los efectos del capitaloceno.
Esta situación de cierre epistémico y político de las actuales condiciones de agravamiento de la crisis despliega efectos igualmente perniciosos en la concepción de lo político y el comportamiento político de la ciudadanía
La imposibilidad de introducir los objetos políticos pertinentes en los sistemas políticos actuales para conceptualizar y procesar políticamente los efectos de esta crisis del ciclo sistémico de acumulación estadounidense y del capitalismo como sistema histórico –que es una variable asintótica de comportamiento no presente en otras crisis de la hegemonía global registradas en la historia plurisecular del capitalismo– crea una inestabilidad permanente en estos sistemas políticos, una volatilización de los discursos políticos que aniquila todo discurso racional sobre las tendencias sociales fundamentales y una lógica política absolutamente funcional tanto para la intensificación de la crisis sistémica, porque no hay sujetos ni procesos políticos que puedan analizarlas, procesarlas, evaluarlas y dotar de viabilidad democrática a sus causas, efectos y vías democráticas e igualitarias de salida, como para el desplazamiento hacia la extrema derecha del conjunto de los sistemas políticos y ello mediante la expansión hipertrófica del extremo centro y la incorporación al mismo de la extrema derecha, proceso que desplaza ulteriormente al conjunto del sistema político y al conjunto del sistema de partidos a la reificación todavía más ciega, irracional y devastadora de las causas sistémicas que están provocando la colosal crisis ecosistémica, bélica, inequitativa y reaccionaria en la que se hallan atrapadas las sociedades humanas actuales o, dicho de otro modo, el sistema-mundo y el sistema-tierra capitalistas, al tiempo que todo ello desdemocratiza todavía más nuestros sistemas políticos, mientras hace aflorar las formas más reaccionarias de gubernamentalidad puesta a punto históricamente por las sociedades de clase, coloniales y patriarcales de la historia del capitalismo y, más concretamente, aquellas ligadas a la modernidad reaccionaria diversamente declinada durante el largo siglo XX.
2.2. Esta situación de cierre epistémico y político de las actuales condiciones de agravamiento de la crisis despliega efectos igualmente perniciosos en los denominados cuerpos electorales o, dicho de otro modo, en la concepción de lo político y el comportamiento político de la ciudadanía. Las poblaciones de las formaciones sociales actuales se hallan presas de la tricotomía destructiva definida (1) por la imposibilidad de eludir las consecuencias de una crisis sistémica que no puede considerarse políticamente, (2) por la coerción de dirimir los efectos de esta ineludiblemente en sistemas políticos, organizados en torno al papel primordial desempeñado por el extremo centro, que afirman tozuda y performativamente que producen la legitimidad del orden de las cosas vigente, de la corrección paulatina de sus efectos y de la direccionalidad de sus procesos sistémicos, pero cuyo comportamiento estático no permite sino el desplazamiento de los efectos entre clases y grupos sociales nacionales e internacionales en un juego cada vez más intenso de suma hipernegativa, y (3) por la creación de un consenso tendencial para intervenir sobre los efectos de todos modos ineludibles de esta crisis sistémica del ciclo sistémico de acumulación en torno a las opciones más rígidas, autoritarias y desprovistas de contenido social alguno de amortiguamiento diferencial y de problematización o criticidad selectivas para abordar aquellos en sus efectos sobre los distintos grupos sociales estratificados actualmente por los consabidos y monótonos criterios de clase. Las clases y elites dominantes hegemónicas globales imponen estas tendencias destructivas vía sistémica y, por consiguiente, absolutamente ademocrática, mientras los conglomerados de las nuevas relaciones sociales autoritarias y rígidas materializadas en el deterioro de los derechos constitucionales fundamentales son introducidas por los sistemas de partidos de extremo centro postulando que su impacto es intangible políticamente y que la política consiste en gestionar sus efectos en función de la conservación de las actuales posiciones de clase de las diversas estratificaciones sociales, presentadas e implementadas como única la garantía de protección y conservación ofrecida ante la enorme diversidad diferencial de las clases y grupos sociales que participan de modo acotado en los actuales sistemas políticos y de partidos.
Los electorados únicamente encuentran un principio de inteligibilidad política en función de las opciones brindadas por el actual sistemas de partidos del extremo centro y de la (extrema)derecha para no deteriorar, blindar o incrementar su posición social y el conjunto de activos que la constituye en términos de acceso al trabajo, la renta, la riqueza y el capital social, cultural, intelectual y profesional.
Para las clases trabajadoras y pobres (los seis deciles inferiores de la pirámide social) este juego de la inseguridad oscila en torno a la no alteración de la posibilidad de acceder a cualquier tipo de trabajo, el mantenimiento de los precarios equilibrios legales, fiscales o reguladores de las diversas fuentes de renta que pueden aportar a la economía de sus hogares y la no intervención en los marcos culturales que afectan a sus modalidades de reproducción afectiva, personal y familiar; para los deciles superiores (los tres deciles superiores y sobre todo el decil superior) se trata de que el poder político garantice su acceso actual a sus fuentes de renta, riqueza y capital social, su utilización del poder político tramite la representación garantizada por los partidos de extremo centro y (extrema)derecha, que gobiernan sustancialmente en esta dirección con una diferenciación clarísima para cada uno de estos tres deciles, oscilando entre la oligarquización de la economía y la política por arriba al tratamiento benigno de las oportunidades brindadas por la privatización de la economía y del Estado del bienestar para el séptimo y octavo decil de la pirámide social por abajo.
Si en este campo político del extremo centro se combina la expulsión de un campo político de los objetos políticos fácticamente posibles creados en torno a las causas y consecuencias de la crisis sistémica actual sobre los electorados realmente existentes y se ofrece este menú de opciones restringido a la congelación de las actuales posiciones de clase diferencialmente gestionadas por el actual sistema de partidos, uno de los resultados más notables es la volatilización absoluta del discurso político, que no tiene anclaje alguno en la creación de coaliciones políticas dotadas de un potencial mandato transformador y que se halla en realidad privado de toda posibilidad real de construir una conversación política genuina sobre el contenido de la práctica política, la cual puede asumir literalmente cualquier línea de fuga absolutamente desligada paradójicamente de las grandes cuestiones que no dejan de conformar la realidad objetiva de la reproducción social como la campaña de las recientes elecciones del 28M ha demostrado ad nauseam.
3. Esta capacidad estructuradora del campo político por el extremo centro opera de modo distinto en el campo político de la derecha y de la izquierda y desencadena el conjunto de procesos que han hecho colapsar el conjunto de los sistemas políticos y la práctica totalidad de sus partidos, incluidos los que se han situado diferencialmente en el campo de la izquierda, en el mencionado centro extremo del campo político, que atrae, pues, a su economía y lógica políticas los vectores más extremos de la reproducción del modelo de poder de clase históricamente puesto a prueba por las clases dominantes globales, regionales y nacionales y específicamente la panoplia autoritaria de la governance neoliberal, todo ello parametrizado al hilo de las especificidades histórico-estructurales definidas por la crisis del ciclo sistémico de acumulación de capital liderado por la potencia hegemónica estadounidense.
En realidad, si analizamos los resultados del 28M de acuerdo con estos parámetros su valencia cambia no desde el punto de vista inmediato, cuyos impactos pueden ser devastadores el 23J y tener consecuencias mayores sobre la constitución material española, sino desde el punto de vista de la lógica de comportamiento del electorado, del cambio de perspectiva necesario para fortalecer el campo político de la izquierda y de las estrategias viables para redemocratizar el campo político tout court en el que se produce la legitimidad de los procesos de reestructuración de la condiciones de reproducción en clave cada vez más autoritaria al mismo tiempo que se destruyen los derechos constitucionales fundamentales y se desarticula lo político para intervenir sobre el funcionamiento de la forma Estado en términos de clase cada vez más rígidos.
Las elecciones del 28M se producen en este contexto estructural de un campo político muy despolitizado, cuyos partidos políticos presentan horizontes de acción política muy restringidos y niveles prácticamente nulos de interacción recíproca con el electorado para evaluar los efectos de la crisis sistémica en curso y para considerar públicamente la expulsión del campo político de toda modificación de los efectos de esta. Ello penaliza por definición a los sujetos políticos que esbozan, aun de modo puramente aproximativo como hace el campo político de la izquierda incluso en su situación debilidad actual, las correlaciones existentes entre el deterioro de los derechos constitucionales fundamentales y las opciones políticas que pretenden simplemente legitimar la ineluctabilidad de los efectos de esta crisis sistémica irresoluble, si se mantienen los actuales protocolos de comportamiento de los sistemas políticos actuales y no se modifican las relaciones de fuerzas entre las clases.
Los electorados, privados de toda referencia política para traducir los efectos de la crisis sistémica en propuestas políticas dotadas de un mínimo contenido transformador de sus efectos más devastadores por los actuales sistemas de partidos –el español y el europeo en nuestro caso–, se repliegan en las soluciones diferenciales creadas con más o menos habilidad por los partidos políticos de la (extrema)derecha (PP, VOX, C’s, etcétera) y el extremo centro (PSOE, PdCAt, PNV, etcétera) a partir de la invisibilización política de las sendas de comportamiento sistémico construidas para un consumo electoral individualizado construido en virtud de las respectivas posiciones de poder, reales o imaginarias, disfrutada por los electores a los que se les brinda como propuesta política la posibilidad de que su comportamiento electoral y a fortiori político no provoque el desencadenamiento de reacciones sistémicas por parte de los poderes fuertes –percibidas como masiva y contundente autoritarias, peligrosas y, por consiguiente, asociadas a posiciones de miedo y temor generalizados– ante cualquier transformación que pueda producirse políticamente procedente del campo político de la izquierda, por débil que pueda resultar esa adscripción en términos de poder de transformación real, como ha quedado demostrado también el pasado 28M por la construcción efectuada del actual gobierno de coalición y de sus logros o del sujeto político Podemos/UP como el sujeto político más innovador surgido en el espacio político español durante el último medio siglo por parte de la (extrema)derecha del PP y de VOX, partidos ellos mismos ligados a las fases más oscuras de la vida política española, y parcialmente del extremo centro del PSOE.
El campo político en el que se han producido los resultados del 28M opera no como un conjunto de dispositivos complejos, accesibles y masivos para cartografiar la peligrosa situación de crisis sistémica y su gestión reaccionaria por las clases y elites dominantes, que afecta masiva y objetivamente a la población española y europea (y no solo obviamente), sino como un mecanismo de congelación enunciativa y política de las propias condiciones de crisis y de sus efectos, convirtiendo en rédito político del campo de la (extrema)derecha y del extremo centro el aseguramiento y la garantía de la repetición exhaustiva de las sendas de comportamiento que han llevado al punto cuasi irreversible de crisis a la cual los sistemas políticos tienen proscrito acercarse como línea de construcción de su contenido y su dinámica políticos, de la guerra de Ucrania y la destrucción de la base imponible fordista a la crisis terminal del Mar Menor y Doñana y al desastre trufado de corrupción de Zaldibar; del incremento de la pobreza y la desigualdad al endurecimiento de las condiciones laborales y de trabajo; de las pésimas políticas de inversión privada y pública para encontrar salidas a la gravísima crisis sistémica actual (de los fondos del NextGenerationEU y de la políticas económicas de las grandes corporaciones multinacionales financieras e industriales para abajo) al deterioro incremental de la calidad del aire y el agua y la destrucción negligente de biomas, ecosistemas y biodiversidad a todas las escalas de la reproducción social; del uso de la violencia bélica como prudential macroeconomic tool a la inversa a la destrucción consciente y monitorizada por satélite de la cuenca amazónica.
El campo de la derecha se constituye precisamente a partir de esta proscripción estructural de lo político respecto de las condiciones de la crisis sistémica actual, lo cual es transmitida a los electorados por innumerables canales fácticos, mediáticos e ideológicos e impuesto a las clases y grupos más objetivamente situados en una situación de vulnerabilidad fáctica como propuesta autoritaria de evitación de un peligro todavía mayor consistente en la transformación de las condiciones de generación de la crisis en tanto que su posible modificación puede a suponer, dadas las condiciones hiperagresivas de reproducción social impuestas por las clases y elites dominantes actuales, una gama de situaciones de peligro, de riesgo, de fragilidad y de vulnerabilidad todavía mayores que las experimentadas en el momento presente.
Hemeroteca Diagonal
Tariq Ali: “Ya nadie se toma en serio a las democracias occidentales”
Escritor, cineasta y miembro del consejo editor de la New Left Review, Tariq Ali estuvo en Madrid para presentar su último libro. Este pensador y cineasta analiza el fenómeno del extremo centro, partidos con mandato neoliberal y sin relación alguna con las personas a quienes dicen representar.
El extremo centro y la (extrema)derecha construyen su hegemonía –y ello se ha inculcado de manera ejemplar desde 2008– a partir del carácter hiperexplotador e hiperdepredador de las condiciones de reproducción social impuestas las clases dominantes hegemónicas globales (tendencialmente occidentales) y del uso totalmente sesgado de acceso de los distintos grupos sociales a los recursos públicos implementado por estas durante últimas tres décadas respecto a las hipotéticas condiciones de posibilidad y factibilidad de una transición ordenada respecto de las bifurcaciones a las que se enfrenta el capitalismo como sistema histórico o, al menos, de la evitación o atemperación razonable de los patrones de comportamiento más destructivos y dañinos cuantitativa y cualitativamente hablando. La enunciación de esta situación se construye en los campos políticos nacionales por los sistemas de partidos del extremo centro y dela (extrema) derecha afirmando de innumerables formas performativas que cualquier transición para reestructurar, modificar o transformar el orden existente será efectuada sin remisión en las mismas condiciones impuestas por la crisis durante las últimas tres décadas, por lo cual se asume que el coste-beneficio político del cambio es casi con toda seguridad un juego de suma negativa para las clases trabajadoras y pobres y por ende para todo aquel que se halle de una posición de clase débil o vulnerable desde la que abordar la propia reproducción social, lo cual afecta centralmente a los seis deciles inferiores de la pirámide social, creando una percepción inversamente proporcional de inseguridad en los dos inmediatamente superiores, todo ello para regocijo del decil superior en el que esta satisfacción de clase crece proporcionalmente a su cuota de poder sistémico y de riqueza acumulada.
El 28M se explica en buena medida por esta transferencia continua de la ideación de todo cambio como un cambio imposible, inequitativo y violento respecto a poblaciones ya muy vulnerables y precarizadas
Al excluirse del campo político la producción de objetos políticos legítimos capaces de introducir en el sistema político y por ende en la esfera pública de la legitimación epistémica, teórica e ideológica la urgencia, el riesgo, la necesidad y la pertinencia de las transformaciones sistémicas necesarias para eludir las catástrofes más perniciosas en ciernes, el campo político del extremo centro y por ende el de la (extrema)derecha coloca todas y cada una de las políticas racionalmente posibles de transformación estructural urgentes y acuciantes en esta coyuntura (por débiles que sean estas) bajo la luz de un horizonte de ajuste desordenado, inequitativo, caótico e insoportablemente precarizante para el conjunto de la población, lo cual produce irremediablemente miedo y temor y ello en proporción inversamente proporcional a su posesión de activos sociales para sobrevivir en tal entorno, lo cual se construye electoralmente presentando cualquier posible cambio en la renta, la riqueza o el capital social poseído por un sujeto social determinado como una amenaza que debe ser conjurada mediante la regresión de los comportamientos políticos racionalmente posibles, lo cual es recreado y utilizado continuamente por los mencionados campos políticos actuales colonizados por el extremo centro para denostar cualquier propuesta de cambio proveniente del campo político del izquierda, cuya consistencia para llevar a cabo esta tarea durante las últimas décadas ha sido baja, pero cuya mera posibilidad de desencadenar masivamente estos procesos con un criterio sofisticado de construcción de hegemonía es percibida con absoluta preocupación por las clases dominantes y los sistemas de partidos realmente existentes.
El 28M se explica en buena medida por esta transferencia continua de la ideación de todo cambio como un cambio imposible, inequitativo y violento respecto a poblaciones ya muy vulnerables y precarizadas, la cual se utiliza como munición ideológica, discursiva y narrativa contra el campo de la izquierda, dado que este es construido a partir de esta premisa reaccionaria como productor de desorden incluso en una coyuntura en la que los efectos de la crisis sistémica actual han sido impuestos a partir de una acumulación de poder sistémico sin parangón por parte de las clases dominantes occidentales respecto a sus propias formaciones sociales y respecto a las formaciones sociales del resto del sistema-mundo capitalista durante las últimas cuatro décadas, lo cual ilustrativamente ha tenido por consecuencia no el enderezamiento de las trayectorias de crisis imputadas a los excesos de la democracia, sino el agravamiento masivo todavía más intenso de los impactos destructivos del diseño global acariciado por estas.
3.1. El campo político de la izquierda y su comportamiento en el 28M –y en realidad en la totalidad del ciclo 15M/Podemos– puede analizarse desde un punto de vista formalmente similar pero inverso en su lógica política y su dinámica constructiva, porque toda aproximación no exhaustiva a las condiciones de la crisis sistémica transmitida al campo político de modo aislado y no concebida en términos de un minucioso proceso de construcción de hegemonía respecto a su construcción como un conjunto de objetos políticos holísticos tiene todas las posibilidades de ser utilizado en su contra, dado el funcionamiento actual de las relaciones de dominación y explotación, por un sistema político paulatinamente colonizado por el extremo centro y desplazado consistentemente hacia la (extrema)derecha, esto es, hacia su vertebración en torno a la reificación absoluta de las tendencias sistémicas de crisis del actual ciclo sistémico de acumulación de capital y de sus condiciones geopolíticas de posibilidad, gestionadas por las clases dominantes hegemónicas globales, esto es, en buena medida occidentales.
Ello es así porque los campos políticos actuales y sus sistemas de partidos funcionan a partir de la imposición creativamente nacional de todas y cada una de las relaciones sociales, económicas, tecnológicas, culturales, financieras y monetarias decididas por las mencionadas clases e impuestas diferencialmente por las clases y elites dominantes locales y sus sistemas de partidos con una imaginación tan profusa como profunda y acrítica es su sumisión a este diseño sistémico de dominación, explotación y degradación política.
El campo político de la izquierda debe pagar inexorablemente la falta de exhaustividad en la construcción no hegemónica de su práctica política y abandono de los procesos de elaboración del conjunto de objetos políticos capaces de ofrecer una imagen coherente de los orígenes y consecuencias de la actual crisis sistémica por las razones indicadas de constitución del campo político del extremo centro y de la (extrema)derecha, porque no solo produce objetos políticos defectuosos respecto a la crisis sistémica actual, sino que también introduce un desorden y un ataque igualmente disolvente y virulento en las condiciones de reproducción social equitativas y democráticas y en las modalidades de hacer política conformadas de acuerdo con la lógica impuesta durante las últimas tres décadas de reestructuración reaccionaria –habitualmente denominada neoliberalismo– que apuntan de manera primordial a interrelacionar la mencionada proscripción del análisis de las condiciones sistémicas presentes y la proyección futura de la salida de los puntos muertos sistémicos actuales con la gestión del deterioro planificado de los derechos constitucionales fundamentales, como demuestran de modo palmario y evidente en el momento presente la eliminación de la construcción política de las implicaciones de la guerra en Ucrania, la imposibilidad literal de gestionar la crisis ecosistémica y la exacerbación absurda y cruel de la desigualdad y la pobreza (procesos cuyo análisis sería apasionante presentar de modo ordenado). Esto hace que la aproximación del campo y los sujetos de la izquierda a la práctica política de acuerdo con los protocolos de la autonomía de lo político, como ha sido el caso desde 2014 en nuestra formación social, construida además específicamente por el desplazamiento reaccionario del campo político descrita, esté condenada por definición a no lograr romper la hegemonía del campo del extremo centro y de la (extrema) derecha sobre el tratamiento político de la crisis sistémica en curso.
Esta incapacidad del campo político de la izquierda activo en la formación social española para operar con criterios constituyentes de producción de hegemonía respecto a la actual crisis sistémica ha sido manifiesta durante los últimos años, más allá del magnífico impacto desencadenado por la irrupción de Podemos y Pablo Iglesias en la situación política de la provincia España desde 2014. Esta incapacidad puede bosquejarse de modo totalmente ilustrativo planeando analíticamente (1) de la falta de coherencia de esta Podemos a la hora de explotar el momento álgido de su irrupción en 2014-2016 en función de la enorme constelación de sujetos sociales que demandaban precisamente esa construcción compleja de procesos políticos de sobredeterminación hegemónica constituyente en la provincia España, (2) a la gestión de las instituciones en las que obtuvo la constelación Podemos gozó de una abultada representación política desde 2015-2016 (sirvan de ejemplos a vuela pluma su pésima gestión de la candidatura, administración y peripecia de Ahora Madrid dejada ciegamente en manos de un sujeto político tan corrosivo y nefasto como Manuela Carmena o la gestión de su presencia en la Comunidad de Madrid a través de figuras políticas de la envergadura, espesor y acumen estratégico de Iñigo Errejón y Ramón Espinar); o (3) de la chapuza infinita de SUMAR acaecida desde 2021 hasta la fecha, cristalizada tristemente en los magros resultados obtenidos por este proyecto durante los larguísimos y cruciales últimos dos años con los cuales hay que intervenir, ¡oh, sorpresa!, en la coyuntura desencadenada por los resultados del 28M y del 23J, (4) a la incapacidad de crear un proyecto hegemónico capaz de leer el ataque a la constitución material de la formación social española por la forma Estado autoritaria de la Unión Europea, a la que la primera pertenece, a cuyo hilo contemplamos, a modo de ejemplo, como las elites políticas autonómicas locales, en todo el brillo de su especificidad territorial, desmantelan con una aplastante idéntica lógica destructiva los sistemas de welfare autonómicos sin que el campo de la izquierda haya sido capaz hasta la fecha de dilucidar y contraponer una estrategia común mínimamente eficaz, lo cual se ha traducido, en el mejor de los casos, en miniciclos de protesta autonómica totalmente inoperativos e ineficaces para comprender qué está sucediendo y cómo podría ser utilizado tal ataque para cambiar la lógica del campo político de la izquierda, susceptible de articularse con procesos literalmente idénticos en marcha en innumerables otras polities europeas de la Lombardía a la Calabria, de Francia a Grecia, de Portugal a Alemania; (5) o de la nula capacidad del campo de la izquierda de producir conocimiento sobre la crisis sistémica en curso, sobre la crisis del ciclo sistémico de acumulación de capital estadounidense y del propio capitalismo como sistema histórico y sobre sus efectos locales sobre la formación social española y sus consecuencias ecosistémicas, (6) a la nula discusión ni teórica ni política de la mutación experimentada por las formas Estado nacionales realmente existentes en la forma Estado primordial de la Unión Europea y su gestión brutal de la crisis, que con la propuesta barajada estos días de que los fondos de la NextGenerationEU se empleen para intensificar la producción de municiones y armas para ser enviadas a Ucrania en el contexto social y macroeconómico actual alcanza un paroxismo grotesco y esperpéntico, que speaks volumes sobre la consistencia de los campos políticos del extremo centro actuales y sobre las estrategias de construcción de hegemonía por los sujetos políticos de la izquierda mediante la reinvención de su campo político en esta coyuntura.
El campo político de la izquierda resulta debilitado y penalizado en estas condiciones de grave crisis sistémica del ciclo sistémico de acumulación de capital y del propio capitalismo histórico
3.2. El campo político de la izquierda se enfrenta, pues, (1) a esta situación estructural del desplazamiento y volatilizacón de los objetos políticos susceptibles de ser construidos a partir de las causas y de los efectos de la crisis sistémica del ciclo sistémico de acumulación de capital actual y del capitalismo concebido como sistema histórico y (2) a la imposibilidad del campo político del extremo centro, en el que han convergido los viejos partidos democristianos y socialdemócratas que han aceptado y absolutizado estas tendencias sistémicas, de considerar estas como altamente problemáticas en sus efectos sobre una reproducción social mínimamente democrática, las cuales, sin embargo, este campo político no tolera que sean objeto de conformación, intervención o regulación producto de los procesos de representación política verificados en las formaciones sociales democráticas mediante los habituales mecanismos de legitimación electoral. A ello se añade (1) el debilitamiento del contenido democrático de las formas Estado por el extremo centro durante las últimas cuatro décadas, (2) la dificultad encontrada por la creación de sujetos políticos dada la debilidad estructural de los procesos de constitución la constitución política de las clases trabajadoras y pobres capaces de convertirse en hegemónicos en los sistemas políticos democráticos, lo cual aportaría una inteligencia política de la carecen las actuales clases y elites dominantes, y (3) la imposición de los efectos del nuevo paquete de relaciones de dominación en los principales ámbitos de la reproducción social traído por el neoliberalismo y dotado de carta de ciudadanía política por ese mismo extremo centro de modo políticamente no controlado en cuanto al tratamiento político de sus efectos sobre la constitución material de los sistemas políticos actuales, todo lo cual ha creado un campo político en el que los efectos de esta crisis sistémica se hallan tan dispersados en sus efectos sobre las posiciones de clase de las clases dominadas y sobre la estratificación social realmente existentes que tal dispersión permite al campo político del extremo centro y de la (extrema)derecha utilizar el posible tratamiento político de estos contra la pretensión débil del campo de la izquierda de racionalizar y organizar políticamente esas consecuencias de inevitabilidad y al mismo tiempo aleatoriedad sobre las diversas posiciones de clase mencionadas de los sujetos sociales afectados por estas políticas de privatización, desregulación, militarización y mercantilización de la vida social.
El campo político de la izquierda resulta debilitado y penalizado en estas condiciones de grave crisis sistémica del ciclo sistémico de acumulación de capital y del propio capitalismo histórico y de gestión autoritaria de las mismas en la formación social correspondiente por los sistemas políticos creados por el extremo centro y la (extrema)derecha durante las últimas tres décadas, si construye políticamente los efectos de esta crisis a partir de los efectos dispersos de la misma y no logra aglutinar la disipación de estos en la lógica constructiva de sus causas estructurales y a partir de ahí en la totalidad tendencial de los efectos puntuales y de medio rango que despliegan localmente y si no hace esto de acuerdo con una metodología escalable inmediatamente a espacios políticos lo más amplios y cohesionados posibles, que se hallan sometidos a idénticos procesos de competencia destructiva y especialización identitaria que el verificado en la microfísica social operativa en el ámbito particular del sujeto individual concebido por la mitología del homo economicus, pero que reciben un tratamiento político estanco e incomunicado por mor del funcionamiento de los sistemas políticos nacionales o, peor todavía, subnacionales.
Esta metodología debe procede de manera homogénea a escala de las forma Estado realmente existentes desestabilizando las coaliciones del bloque histórico de poder recreadas por el sistema político del extremo centro neoliberal, siendo su vocación y su lógica compositiva claramente posnacionales por definición en el espacio político europeo, dado que la única forma Estado existente en estos momentos en el continente contemplada desde un riguroso punto de vista de clase, esto es, de la fuerza más consistente y eficaz a la hora de modificar la constitución material democrática de las polities europeas, es en esta coyuntura histórica la definida por la Unión Europea.
Este planteamiento político constructivo no es obviamente una mera teorización de las modalidades actuales de estructuración social ni obedece a una pura lógica de racionalización de las propuestas políticas, sino que se halla absolutamente ligado a las propuestas organizativas y de intervención en la esfera pública y en el campo político por parte del campo político de la izquierda mediante las cuales se construyen y se hacen circular la realidad y la coherencia de los efectos de la crisis sistémica en curso sobre las distintas clases y grupos sociales, que funcionan luego como electorados, así como la realidad y la coherencia de las políticas que las clases dominantes a todas las escalas de su fenomenología histórico-geográfica despliegan para conseguir tal objetivo, y ello a fin de convertir la complejidad de las causas sistémicas y la dispersión, pero también la tedencialidad, de sus efectos en objetos políticos susceptibles de ser reconocidos tendencialmente en todos y cada uno de los campos políticos realmente existentes en todas y cada una de las escalas de constitución político-administrativo de la forma Estado correspondiente y en todas y cada una de las entidades políticas (polities) europeas en las que se disputa una relación ligada con todo proceso de la reproducción social, ecosistémica, político-administrativa, tecnológica, institucional o territorial impuesta en clave regresiva, autoritaria y reaccionaria por las actuales clases y elites dominantes (hegemónicas globales y locales) activas en esta coyuntura histórica.
3.3. El campo político de la izquierda ha llegado al 28M y llega al 23J sin haber logrado comprender esta complejidad de la reproducción de la estructura social actual tras el impacto de la governance autoritaria neoliberal y las modalidades mediante las cuales el campo del extremo centro y de la (extrema)derecha interviene políticamente sobre la mencionada reproducción ante su absoluta incapacidad de optar por otra construcción política que no consista en la extrapolación lo más ciega y dura posible de las tendencias de crisis sistémica provocada por la crisis del ciclo sistémico de acumulación de capital liderado por la actual potencia hegemónica estadounidense y del propio capitalismo como sistema histórico, lo cual impide el tratamiento diferencial intelectualmente rico de sus efectos sobre una población y un electorado desprovistos de toda capacidad en la esfera pública y en el campo político (1) de convertir las percepciones de la dureza de la reproducción social en propuestas políticas eficaces en términos de diagnóstico de la situación, de explicitación de la lógica a medio plazo de las consecuencias de esta nueva ingeniería de clase sobre el conjunto de las clases trabajadoras y pobres y a la postre sobre el conjunto de la ciudadanía y de anticipación de los efectos políticos de todo ello, así como (2) de articular u optar por las políticas que podrían revertirlos de modo eficaz, todo lo cual es posible si y solo si el campo político de la izquierda se halla en condiciones de bloquear de modo paulatino pero masivo áreas concretas de debilitamiento estructural o de pura destrucción institucional de los derechos constitucionales fundamentales, que constituyen el objetivo prioritario de las clases y elites dominantes actuales y de sus vehículos políticos activos en la provincia España. La envergadura de las crisis sistémicas mencionadas es tal que el campo político del extremo centro y la (extrema)derecha se limita a acompañar sus efectos devastadores sobre toda relación social, ecosistémica o política, porque la actual clase dirigente, por hablar de las actuales clases dominantes, no son capaces ni intelectual, ni moral y políticamente de optar por otro curso de acción a partir de la enorme riqueza analítica producida por la cooperación social del trabajo y por la potencia del general intellect de la actual composición de clase del trabajo vivo, que deben ser políticamente esterilizadas a toda costa. Al mismo tiempo, el terror que estas transformaciones y que estos comportamientos masivamente percibidos causan sobre las clases trabajadoras y pobres hace que únicamente confíen en que el deterioro sea lo suficientemente lento como para absorber sus efectos devastadores desde su vulnerable posición de clase y que efectúen este cálculo de acuerdo con una epistemología completamente irracional de la evaluación de su materialidad, lo cual crea las condiciones de posibilidad de la fabricación de narrativas, discurso y procesos de enunciación susceptibles de ser sometido al régimen vigente de posverdad.
El campo político de la izquierda únicamente puede constituirse, pues, en esta coyuntura –y mediante su impacto desplazar netamente el campo político tout court de las formaciones sociales actuales–, si es capaz de declinar de modo exhaustivo los efectos estructurales de la crisis sistémica actual en todas las escalas de la acción política de una determinada formación social con una homogeneidad tal que la diferencialidad articulada de estos presente una lógica de acción política capaz de atraer la diversidad de las situaciones de vulnerabilidad y/o potencial politización social a un enorme experimento organizativo de producción de hegemonía, que se construye simultáneamente (1) en el registro de la producción de verdad sobre las características del actual régimen de acumulación y la crisis sistémica irreversible del capitalismo histórico –expresado esto al más alto nivel de abstracción– y (2) mediante la critica radical de esta supuesta imposibilidad política de cambiar el estado de las cosas actual construida a partir del no tratamiento de los efectos locales microfísicos de la crisis sistémica al hilo de la crítica exhaustiva de las políticas y soluciones propuestas o implementadas por el campo del extremo centro y la extrema derecha, todo lo cual tiene obviamente una dimensión geopolítica ineludible que no podemos abordar aquí.
Ello exige evidentemente la construcción de organizaciones políticas, sociales y sindicales capaces tanto de intervenir sobre las relaciones sociales en torno a las cuales se articulan estas manifestaciones de la crisis, como de organizarse electoralmente para impactar en el funcionamiento de la forma Estado correspondiente realmente existente. La crisis sistémica actual del ciclo sistémico de acumulación estadounidense y del propio capitalismo como sistema histórico es tan profunda y sus reales y potenciales efectos tan devastadores y destructivos para las clases trabajadoras y pobres, así como para el sistema-tierra creado por el capitalismo, que la innovación política debe ser máxima en términos intelectuales y organizativos en el campo político de la izquierda (todo lo contrario a la situación actual) para que sea posible abrir un proceso de experimentación, racionalización y radicalización democráticas lo suficientemente consistente para construir enormes espacios de consenso social y electoral susceptibles de revolucionar absolutamente la práctica política y el propio concepto de lo político, que vertebran hoy tanto los ritmos de la reproducción social como la sustancia y el comportamiento de las respectivas formas Estado, que en nuestro caso es residualmente la española y preponderantemente la europea, lo cual tiene consecuencias de envergadura desde un punto de vista de clase sofisticado sobre la sempiterna discusión sobre el modelo territorial del Estado y sobre el uso político del paradigma nacional o nacionalista, como lo tiene sobre la dinámica del denominado «proceso de integración europea» y sobre el uso del mismo por parte de las clases y elites dominantes europeas y en general transatlánticas.
Todo ello obliga a pensar este campo político de la izquierda en clave netamente transnacional y posnacional para evitar tanto la dispersión de la identidad nacional como la disipación del individualismo metodológico sobre las que se construye hoy la diferencialidad de la dominación y del poder de clase y por ende el vaciamiento democrático de nuestros sistemas políticos, así como la governance autoritaria de la utopía reaccionaria y brutal en ciernes con la que sueñan las clases y elites dominantes actuales.
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Respuesta.
Fue Karl Marx (salvo que sea otra de esas reflexiones que se le atribuye a alguien sin haberla emitido) quien explicó que: "LA IDEOLOGÍA DOMINANTE ES LA IDEOLOGÍA QUE TIENE LA CLASE DOMINANTE".
En ESPAÑISTÁN todo es tan chusco, chabacano, grosero, zafio, patán, burdo, de brochazo maga-gordo, usurpador, etc. que hasta eso se cumple de modo radical. Vemos cómo auténticos desgraciados materiales, amén de indigentes intelectuales, analfabetos políticos, etc., etc., etc. son más papistas que el Papa del neoliberalismo-megamafia-megacrimen. Pobre seres de esos que chillan "¡¡¡vivan las 'caenas'!!!"; malditos analfabetos masoquistas que piden más medicina de esa que los explota, exprime, reprime, aliena, destruye, endeuda, margina, enferma, etc.