Opinión
La tragedia de lo privado o el día que se contradijo a Lavoisier

La conocida parábola inglesa de la tragedia de lo común sugiere que cuando un recurso es “de todos” acaba siendo esquilmado, pero el día del apagón se pudo ver que fueron los intereses privados cortoplacistas los que nos llevaron al colapso eléctrico.
Apagón 28A - 16
Un grupo de personas mira su móvil en el centro de Madrid con la esperanza de conseguir algo de cobertura durante el apagón del 28A. Álvaro Minguito

Doctor en Ciencias Ambientales.

31 may 2025 04:33

Una prudencia informada nos sugiere que cuando los efectos de una catástrofe son sistémicos no puede nunca apuntarse a una única causa. En toda tormenta perfecta actúan diversos elementos. Y, en el caso del colapso de nuestro sistema eléctrico, podemos afirmar que así ha sido. 

El pasado lunes 28 de abril de 2025, el flujo eléctrico se volvió inestable tras los dos periodos de oscilaciones, peninsulares y europeas, seguidos de una pérdida concatenada de generación en tres subestaciones del sur. Se produce la desestabilización severa de la generación respecto a la demanda y la activación de emergencia de los mecanismos de desconexión para proteger la red, de forma que en tan solo 5 segundos se esfumaron del sistema eléctrico español 15 gigavatios —un millón de vatios— y el sistema ibérico se desacopló de Europa. Después, el apagón, el “corte a cero” que todos vivimos. Dejando numerosos interrogantes sobre un sistema que hasta ese momento se creía robusto.

Antonio Turiel, científico del CSIC especializado en energía y Física Teórica, apunta a la falta de adaptación y estabilizadores en el sistema. Sin embargo, como apuntamos antes, han sido varias las causas y condicionantes previos.

El mercado privado no ha querido responsabilizarse de las necesarias inversiones para proporcionar seguridad al sistema eléctrico

El primero de ellos señala al hecho de que el mercado privado no ha querido responsabilizarse de las necesarias inversiones para proporcionar seguridad al sistema eléctrico. El especialista en energía Alonso Romero afirma en La Jornada que la privatización de Red Eléctrica Española (REE, con un 80% de capital privado) conduce a una situación en la que nadie quiere hacerse cargo de los sobrecostes que conllevan las necesarias inversiones en estabilizadores que permiten que la volatilidad con la que entra la fotovoltaica en el sistema pueda verse compensada. De hecho, en un informe de 2019, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia reconoce la necesidad de cambiar una “normativa reguladora obsoleta” con el fin de introducir elementos estabilizadores en la red. Sin embargo, solo se realizó un proyecto piloto que alertó del “fuerte impacto económico que ello conllevaba [al sector]”.

“La tragedia de lo común” es una parábola famosa en el mundo anglosajón que afirma que aquello que es de todos acaba siendo devorado y saqueado por cada uno. Como decimos por estos lares, “lo que es de todos no es de nadie”. Pero está claro que cuando lo común es privado puede tener consecuencias catastróficas para todos. De hecho, por no haber sido capaz el sector de tomar las medidas de precaución, no es este el único principio al que se le dio la vuelta el famoso lunes. Lavoisier lo dijo muy claramente: “en un sistema, la cantidad de energía ni se crea ni se destruye, tan solo se transforma”. Al desvanecerse 15 gigavatios del sistema se habrán visto dañadas infraestructuras de alta tensión que ahora tendremos que reparar.

La segunda causa que nos condujo a esta situación fue la codicia. El propio presidente Sánchez apuntó en una dirección clara: los operadores privados. Es necesario esperar los resultados de las tres investigaciones en curso, pero cabe pensar que los intereses del sector eléctrico nos han conducido a esta situación. El día del apagón, las compañías generadoras podrían presuntamente haber actuado en cártel por intereses cortoplacistas al no haber activado las centrales de ciclo combinado. El Gobierno otorga subvenciones por el funcionamiento de estas centrales, pero  los operadores podrían haber estimado que no ganaban lo suficiente y, por lo tanto, haberlas desconectado de la red, a pesar de que hubieran permitido absorber parcialmente los desequilibrios observados. Esto contribuyó, al menos en parte, a la debacle, que se saldó en general bien, gracias a la gran respuesta ciudadana, aunque no pudieron evitarse la pérdida de al menos 5 vidas humanas por causas relacionadas con la falta de electricidad y de la actividad profesional de muchas empresas. El posible letargo de las centrales de gas por motivos de rentabilidad económica (dejando de lado la estabilidad del sistema) puede que sea una prueba más de que, cuando un grupo de empresas controlan un sector de forma oligopolística, no son capaces de ver más allá de su propio beneficio. Aun a riesgo de dejar caer el sistema.

El sistema eléctrico español tiene elementos que dependen de la estabilidad que aportan a la red fuentes de energía basadas en la rotación de turbinas, como la hidroeléctrica o las centrales de ciclo combinado. Sin embargo, estas energías tienen un cierto retraso a la hora de ajustar continuamente y casi que al milisegundo la demanda y la oferta. De hecho, a nuestro sistema le cuesta parar la producción cuando hay mucha. Además, la desconexión peninsular hizo que REE no pudiera exportar electricidad a Francia, produciéndose un desfase mayor de la tensión y la frecuencia. Este “efecto isla” exacerbó aún más el problema. Ahora hemos tenido relativa suerte; las lluvias de marzo y abril nos permiten respirar con tranquilidad, pues las reservas hídricas del invierno eran bajas en gran parte de España y han sido las hidroeléctricas las que empezaron a sacarnos del corte cero energético y las que se están encargando de aportar flexibilidad al mix durante estas semanas. 

Hay que responder a quién en un sector como el energético invertirá dinero y qué rol tendrán entes públicos y privados en la adaptación del sistema

Corresponderá a los expertos analizar la situación para extraer todas las lecciones posibles, así como evaluar la viabilidad técnica de las posibles soluciones. Por otro lado, se precisa también la valentía de los organismos y administraciones responsables para acometer los cambios necesarios. Se generan una serie de interrogantes que corresponde resolver: todo esto cuesta dinero y quién en un sector tan competitivo lo va a invertir y qué rol mantendrían los entes públicos y privados en la adaptación del sistema.

Es hora de adaptar nuestro sistema. Somos un país privilegiado frente al sol; podemos generar electricidad en unidades de autoconsumo situadas tanto en comunidades de vecinos o casas particulares como en edificios de entes públicos o privados. De hecho, tan solo se necesita el 0,4% de la superficie de un país cubierta de renovables para abastecerlo. De esta forma, podemos evitar la expansión de huertos solares en múltiples áreas de España que actualmente impactan en la flora y fauna, apunta un estudio recogido en la Revista Quercus. Además, nuestro mix energético nunca debe renunciar a la diversidad de fuentes, aunque sí debería ser, en la medida de lo posible, lo menos dañino posible, en caso de accidente, para la salud humana y la de los ecosistemas, además de sostenible en cuanto a los recursos naturales que precisan para su funcionamiento.  

Enfatizamos que el reciente apagón nos permite esclarecer una cadena de decisiones pasadas que han contribuido al colapso del sistema. La primera, la privatización de este sector, que acarrea un mayor costo para los consumidores/as, una falta de transparencia y un impacto ambiental significativo; la segunda, la implementación a gran escala de grandes centrales eléctricas (el modelo de Edison) en lugar de combinarlo junto con redes conectadas de autoconsumo (el de Nikola Tesla) que generen la electricidad lo más cerca posible de donde se consume. 

Esta crisis ha dejado de manifiesto que el sector público también se ha movido por intereses cortoplacistas al no haber cumplido su función regulatoria

Finalmente, es importante reseñar un aspecto que no es menor: es cierto que la búsqueda de beneficios en el menor plazo posible es algo típico del sector privado, por lo que es comprensible (aunque no justificable) que no haya habido una estrategia a largo plazo. Sin embargo, esta crisis ha dejado de manifiesto que el sector público también se ha movido por intereses cortoplacistas al no haber cumplido su función regulatoria.

Con todo, lo que queda claro es que las decisiones de gran calibre no vienen solo de esta legislatura, sino de décadas pasadas, hundiendo algunas de ellas sus raíces en el modelo energético de capitalismo salvaje por el que Thomas Edison se impuso a Nikola Tesla. Pero ese es otro debate.

Es el momento de cambiar. ¡La crisis invita a ello!

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