Cineasta y docente centrada en lo real, su representación y su rastro en el mundo que habitamos.
15 ago 2025 12:27

En su ensayo La Banalidad del Mal, Hannah Arendt explica que un aparato estatal y militar que comete crímenes de lesa humanidad, no sólo está compuesto por personas despiadadas -de la manera en que solemos entender la palabra despiadada- sino también por personas obedientes que reciben órdenes. ¿Pero cómo se explica que haya tanta gente alrededor que justifique el horror?

En 1945, cineastas que registraban el estado de los campos de concentración y daban cuenta de ese infierno, entraron en los territorios liberados junto a las tropas de los aliados. Alfred Hitchcock, que había aceptado hacer una película documental que diera cuenta de eso, visionó una ingente cantidad de un material dantesco. En medio de todo ese espanto, lo que más le impresionó fueron las imágenes de postal de las granjas alemanas perfectamente apacibles y cuidadas, con las familias pastoreando y las vacas pastando. En torno a eso escribió el guion: al ser humano y su inmensa capacidad de tolerar, invisibilizar, negar, acostumbrarse al horror. Lo entregó a las autoridades militares británicas, que lo desecharon.

Acabo de ver el impresionante documental Riefenstahl, recién estrenado en la plataforma Filmin. Con un material de archivo invaluable, esta película hace un retrato de la cineasta amiga de Hitler y financiada por el Tercer Reich Leni Riefenstahl. Ella explica hasta la extenuación que todo el impulso para su creación –y para obtener los recursos que necesitaba para hacerlo– es el arte y la belleza. Esta mujer no se hizo muchas preguntas porque no le eran relevantes para su elevado fin. La belleza y el arte.

En este documental se incluye archivo de la televisión en la Alemania de las décadas posteriores, en el que la increpan: es culpable o es inocente. Es nazi o no lo es. Conocía los horrores que estaban sucediendo o no. Esta película pone en el centro de su narrativa la pregunta ¿Leni era inocente o no? Tal vez se nos está pasando por alto un amplio registro de la conciencia humana, que no se expresa en esa dualidad. 

La dualidad inocente vs. culpable es propia y privativa de la justicia. No es suficiente para explicar porqué hacemos lo que hacemos 

La dualidad inocente/culpable es propia y privativa de la justicia. No es suficiente para explicar porqué hacemos lo que hacemos, ni siquiera respecto a la participación y tolerancia del horror. Los relatos que nos contamos y los marcos teóricos que justifican esos relatos, conforman la mirada, la perspectiva, el punto de vista de todas las personas. Hacen que seamos ciegas y olvidadizas a unas cosas y abiertas a otras. Todo en el mundo es relato y el que incorporamos nos conforma. Leni decía que sólo le importaba la belleza, y esas fueron las orejeras de burro por las que se permitió no ver.  

Al final de la segunda guerra mundial, las partes eligieron superar ese colapsado momento cambiando el relato. Convirtieron al complejo proceso social europeo y puritano que aupó al nacional socialismo, la naturaleza gélida de las decisiones de la política internacional y el inmenso apoyo de la población alemana; en un simple cuento que cercaba al mal dentro de la figura de Hitler. Y Goebbels, a lo más.

Hitchcock quería hablar de todo aquello que la humanidad es capaz de hacer y por eso lo sacaron del gran proyecto de difusión audiovisual militar 

Las autoridades militares de Francia, USA, la URSS y Reino Unido, acordaron una versión. Pensaron que las personas éramos criaturas infantiles que no soportaríamos la verdad. Por lo menos así lo justificaron para inventar un relato que les permitiera reconstruir el mundo de la manera en que querían hacerlo. Y lo hicieron. El mal acotado a dos seres como si fuesen entes demoníacos sobrenaturales: Hitler y Goebbels. Hitchcock quería hablar de todo aquello que la humanidad es capaz de hacer y por eso lo sacaron del gran proyecto de difusión audiovisual militar cuya versión, aún hoy, es la Historia.

Crear las herramientas para recordar el presente

¿Cómo puede el mundo seguir después de este horror? nos solemos preguntar. Pues así. A través del relato que nos cuente, ya no Israel -que al igual que Alemania, posiblemente en el futuro se mirará avergonzado- sino Europa, la Liga Árabe y el futuro presidente de USA. Primero para no pringarse, pero aún más importante, para reinventar a su medida el mundo del futuro.

Crear las herramientas para recordar el presente. Registrarlo. Identificar lo real y separarlo de la propaganda. Señalar a los asesinos y reconocer las víctimas. La cantidad de víctimas. Quién estuvo ahí y quién no. Ver lo concreto y registrarlo. Los números. Los países. Las cosas que dijeron e hicieron. Esas cosas no harán mucho por las víctimas del pasado ni para parar la masacre, pero tal vez nos ayude a que nadie imponga un relato para reinventar la Historia. Tal vez ayude para que no nos impongan un relato que justifique otro nuevo Orden Mundial que dé paso, una vez más, a un genocidio. Pero esta vez para las personas del futuro. Necesitamos registrar lo necesario para que no puedan manipular el tiempo que nos tocó vivir.

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