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Mira que ha pasado tiempo, pero a mí cuando llega esta época me gusta siempre recordar aquel primer Orgullo de 1977. Porque es verdad que comparar está muy feo, pero más feo está que se acerque el 28 de junio y hasta esas zapaterías de las que un día te echaron por ir de la mano con tu novio pongan el arcoíris en su escaparate, a ver si con la euforia que nos provoca tanta celebración se nos olvidan las costuras de su disfraz de cordero. Pues no, oye, no me da la gana hacerme el tonto, y para ver si también te despierto el ánimo combativo que una vez tuvimos, te voy a contar lo que ocurrió en aquella manifestación, que no se nos puede olvidar.
Lo primero que hay que hacer es acordarse de algo importante: nuestra querida España, esta España mía, esta España nuestra, estaba para cogerla con cuidado. No hacía ni dos años desde que se había muerto en su camita un dictador, y andaba todo el mundo como las locas, oye, de un lado a otro, pensando hacia dónde tirar después de cuatro décadas de represión, que se dice pronto. Y, por si fuera poco, teníamos vigente una Ley bastante asquerosita con un nombre súper llamativo: Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. ¿Para qué servía? Pues muy fácil.
Estaba pensada para que si te veían un poco “especialito” pudieran meterte en una cárcel, que se llamaba “centro de rehabilitación”, porque ya sabes que no hay nada más bonito que un eufemismo pillado al vuelo. Y ya te imaginas en qué consistía aquello de ser “especialito”... Había que ser hetero, ser toda una mujer de tu casa, y obedecer mucho a tus padres y todas esas cosas tan fantásticas que vienen en el catecismo.
Claro que la gente se había hartado ya una miajita. En 1970, justo cuando iba a aprobarse la Ley que te cuento, dos catalanes, Armand de Fluvià y Francesc Francino, dijeron “hasta aquí hemos llegao” y se echaron al monte. Y por “monte” quiero decir que fundaron el “Movimiento Español de Liberación Homosexual”, ni más ni menos. En medio de una dictadura, de la última dictadura fascista de Occidente. No podremos nunca imaginarnos lo valientes que tuvieron que ser. ¡Y encima consiguieron resultados! Al final el tono de la Ley fue un poquitín menos violento, y aprovecharon el subidón para seguir haciendo cosas: muchas reuniones, una revista clandestina... y cuando por fin se murió Franco, ¡zas! ese MELH se convirtió en el Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), que ya solo viendo el nombre te das cuenta de que el cambio fue grande.
La convocatoria fue un exitazo de los que hacen historia: ¡unas 7.000 personas! Seguro que alguna vez has visto alguna foto
Dos años se pasaron pensando cómo organizarse bien, y redactando un manifiesto, que lo lees hoy y te das cuenta de que todavía sigue vigente, así que imagínate si lo hicieron bien. Y entre tanto iban a todas partes: al 8 de marzo, a las manis feministas pidiendo el divorcio, a las del 1 de mayo, a la Diada. No había concentración donde no apareciera el FAGC, porque querían hacer ver a todo el mundo que eran aliados... y que esperaban que la cosa de la solidaridad fuera bidireccional. Cuando pensaban que ya tenían a la gente convencido decidieron que había llegado el momento: organizaron la primera manifestación del Orgullo, y eligieron un domingo: el 26 de junio de 1977.
Yo me imagino que aquel día la gente del Front estaría atacadita de los nervios, que tú piensa que era la primera vez que se hacía un Orgullo y no tenían ni idea de quién iba a ir. ¿Y si luego no iba nadie? Pues ya te digo yo que para nada: la convocatoria fue un exitazo de los que hacen historia: ¡unas 7.000 personas! Seguro que alguna vez has visto alguna foto. La más conocida la hizo Colita, una fotógrafa conocidísima de la época, y en ella se ve un grupo de mujeres trans con el puño en alto, delante de una pancarta que dice, en catalán, “Nosotros no tenemos miedo. Nosotros somos”, que yo creo que es uno de los lemas más bonitos que he leído nunca.
Y hay otras muchas fotos, donde puede verse que aquello de la solidaridad funcionó y que muchísimos colectivos y partidos de izquierdas, como la Liga Comunista Revolucionaria, fueron a apoyar la mani. Si buscas por ahí encontrarás hasta un vídeo que se rescató el año pasado. Lo grabó José Romero, un militante del Front, y hay que verlo con cuidado: se te ponen los pelos de punta viendo aquello.
Hay una cosa muy importante que contar sobre aquella manifestación, porque no tuvo nada que ver con lo que estamos acostumbrados a encontrarnos ahora. Recorrieron casi todas las Ramblas, desde las Atarazanas, pero... Hoy hay policías nacionales que pretenden ir a manifestarse —-o a desfilar, vaya usted a saber— con el uniforme puesto, y no deben saber que aquella vez ya estuvieron con sus uniformes, pero no precisamente para reivindicar la liberación sexual. Cuando los manifestantes habían pasado ya de la mitad del camino se encontraron con la policía y se armó un lío de padre y muy señor mío.
Hemos crecido escuchando las historias de nuestros padres corriendo delante de los grises, que era el color de aquellos uniformes, en muchas manifestaciones de estudiantes, y es verdad que aquella vez también algunas personas salieron huyendo. Un grupito se refugió en la iglesia de Belén, que ya hay que tener necesidad para pensar que en una iglesia vas a estar seguro... Jordi Barceloneta ayudó a toda esa gente a escapar por otra salida y pudieron librarse de los palos. Pero otra gente... otra gente plantó cara a la policía, y empezó una batalla campal que hace sombra al mismísimo Stonewall.
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Las mujeres trans se pusieron en primera línea para parar a los grises, y para proteger al resto de manifestantes. Algunas activistas —que ya sabes que a veces somos muy especialitas— tuvieron que comerse con patatas sus comentarios sobre las trans: empezaron pensando que “daban mala imagen” y todavía hoy siguen diciendo que intentar apartarlas fue un error histórico. Pero la cosa no se quedó allí: el Diario 16 cuenta que alguna otra gente se cabreó muchísimo, porque estaban ya hasta el moño de aguantar a la policía todo el santo día incordiando, y se pusieron a tirar piedras a todo lo que veían. Intentaron calmarlas, y alguien les gritó “¡Locas! ¡Mariconas! ¿Qué hacéis?”, que es un grito que haría falta rescatar hoy para nuestros Orgullos tan festivos... pero con otra intención, claro está.
Aquella primera manifestación dejó varios heridos, y Oriol Martí, el único detenido, pasó 52 días en la cárcel. Tuvo una repercusión internacional: Cleve Jones, que luego sería la mano derecha de Harvey Milk, estaba presente, y fue en nuestra primera manifestación cuando entendió “que formaba parte de un movimiento global que tenía el poder de transformar la sociedad”. Un año después mataron a Harvey en San Francisco, y de nuevo en Barcelona, pero también en Madrid, Sevilla, Bilbao y Galicia, se celebraría el Orgullo. Las locas, las mariconas, estaban haciendo algo importantísimo. Estaban haciendo Historia.