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Fascismo
Milei Presidente: El fascismo ya está aquí
Nos encontramos en una situación profundamente desalentadora. La coyuntura histórica a nivel mundial, regional y nacional nos remite a la época del nazismo y el fascismo en Europa durante el período de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial. Aunque la Alemania de Hitler fue derrotada militarmente, las prácticas hitlerianas de asesinato masivo, lideradas por el imperialismo estadounidense, han persistido hasta nuestros días. Los genocidios no han cesado, como evidencian los acontecimientos en Palestina.
Hannah Arendt, durante el juicio de Eichmann, habló de la “banalidad del mal” en relación con los burócratas que ejecutaban órdenes de manera fría y sin empatía a pesar de tratarse de prácticas genocidas contra el pueblo judío y gitano, entre otros. Arendt utilizó el término “banalidad del mal” para describir la actitud de los burócratas que, aunque no tuvieran la intención personal de exterminar a un pueblo, aplicaban las órdenes que recibían de sus superiores sin ningún juicio de valor. En la actualidad, ya no se trata de la banalidad, sino de la “transparencia del mal” y “la maldad hecha espectáculo”. Por ejemplo, en Gaza, Palestina, los líderes del Estado sionista, racista y genocida de Israel, no ocultan sus objetivos, sino que los enuncian claramente. La población de colonos sionistas celebra abiertamente el asesinato de palestinos, incluyendo bebés, niños, mujeres y ancianos. Llaman a su exterminio sin reservas, respaldados por la protección, el financiamiento y la legitimación comunicacional del imperialismo occidental, especialmente de Estados Unidos. Están exterminando a una población civil indefensa, desarmada y sumida en la pobreza estructural. Gaza no es simplemente una prisión a cielo abierto, sino un auténtico campo de exterminio. En una prisión, se cuenta con recursos básicos como electricidad, agua, alimento y servicio de salud, entre otros, mientras que en Gaza, se carece de todos los elementos esenciales para la sobrevivencia. Numerosos palestinos son víctimas de las fuerzas armadas coloniales de Israel y muchos otros mueren a causa de enfermedades curables. Estamos siendo testigos, en tiempo real, de la destrucción flagrante de hospitales, escuelas, mezquitas e iglesias, y lo notable es que el Estado de Israel y sus líderes no ocultan su objetivo: exterminar a la población palestina de Gaza.
Este estilo de hacer política, expresando abiertamente sus intenciones de hacer mal, algo que se observó con Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos, ahora también lo personifica Javier Milei en Argentina. Milei es uno de estos líderes fascistoides que provocan empobrecimiento masivo y destrucción de la vida social de los pueblos. Nuevamente, sus objetivos no se esconden, sino que operan como parte de su campaña y agenda política. Por lo tanto, ya no estamos frente a la “banalidad del mal”, pues no son personas que implementan políticas por órdenes o razones burocráticas, ni trivializan o relativizan el mal. Son personas que conscientemente buscan realizar el mal, es decir, destruir la vida de los pueblos y también de la naturaleza. Se trata, en consecuencia, del despojo masivo de los bienes materiales y culturales de una población. Esto es lo que también representa una persona como Benjamin Netanyahu y muchos de los líderes fascistas europeos que, en la actualidad, están ganando elecciones con discursos explícitos sobre la realización del mal, amenazando con asesinar al adversario y enemigo político. En el caso de Milei, propone destruir todo lo relacionado con la distribución de la riqueza a través del Estado, por mínima que sea. Su plan de gobierno busca poner todo en manos del capital financiero transnacional más voraz y saqueador.
Este tipo de políticos manipulan los sentimientos y afectos de la población de manera demagógica y perversa. Sin embargo, su atractivo electoral encuentra raíces en la derrota política de la izquierda a nivel mundial. Lo que comúnmente se conoce como “izquierda” o “pseudoizquierda” resulta ser, en realidad, una forma diluida de socialdemocracia que, en verdad, es de derecha. Gobiernos socialdemócratas, al ejercer el poder estatal, reproducen las mismas lógicas y políticas de la derecha y la extrema derecha, un patrón que se repite en Europa, donde tras cada gobierno socialdemócrata surge uno fascista o de extrema derecha. América Latina no es ajena a este fenómeno. Ciertos líderes emergen como respuesta al descontento ciudadano ante las falsas promesas de una socialdemocracia de derecha y neoliberal, la cual, irónicamente, reproduce todo aquello contra lo cual supuestamente lucha.
El caso argentino es emblemático. La deuda externa de 57 mil millones de dólares adquirida ilegalmente por el gobierno de Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2018, un préstamo sin precedentes para el organismo y violatorio de sus estatutos internos, revela una estrategia tramada durante la administración Trump para financiar la campaña electoral de Macri en 2019. Sin embargo, en lugar de utilizar estos fondos en la campaña, Macri los “fugó” a paraísos fiscales, dejando al país sin un solo centavo. Ahora, es el pueblo quien debe pagar la deuda, y es aquí donde adquiere sentido la figura de personajes como Milei y sus políticas austericidas. No obstante, es importante recordar que fue el gobierno de Alberto Fernández y su Ministro de Economía, Martín Guzmán, quienes, a espaldas del pueblo argentino, no sólo reconocieron la legitimidad de la deuda con el FMI, sino que también solicitaron otro préstamo por un monto similar para pagar lo recién reconocido. Los consumidores argentinos serán quienes paguen esta deuda a través del pago del IVA en los alimentos, los impuestos de las clases trabajadoras, los recortes presupuestarios en políticas públicas, la inflación y otros mecanismos de empobrecimiento sistemático. Todo esto afecta a aquellos a quienes se les prometió que saldrían de la pobreza. En este contexto, una “pseudoizquierda” al estilo de Alberto Fernández resulta extremadamente peligrosa, ya que tras ella se vislumbra el fascismo y la extrema derecha.
La extrema derecha también está ganando terreno rápidamente en países como Francia. En las últimas dos contiendas electorales, Marine Le Pen estuvo cerca de ganar y su base de votantes sigue creciendo cada vez más. ¿Qué está sucediendo? La denominada “derecha tradicional” ha evolucionado hacia la extrema derecha. Esto se refleja en la estrategia de Emmanuel Macron, que buscó mostrar que también él pertenece a la extrema derecha, adoptando el programa fascista de Marine Le Pen. Esto indica que el capital financiero transnacional, del cual Macron es un cuadro político, ha decidido que para preservar la “Europa del gran capital”, es necesario contener a la extrema derecha nacionalista anti-europea. Para evitar que estos crecientes movimientos fascistas y nacionalistas destruyan la Unión Europea e impongan su proyecto nacionalista y soberanista, Macron adoptó inicialmente políticas de derecha, coqueteando en sus inicios con la centro derecha, sólo para concluir adhiriendo a posiciones de extrema derecha. En este sentido, el capital financiero transnacional ha generado una extrema derecha que, en lugar de ser antieuropeísta o euroescéptica, se muestra pro-europea, neoliberal. Este fenómeno se replica en otras partes del mundo, donde ha emergido una extrema derecha pro-neoliberal que no admite ambigüedades en cuanto al ejercicio de políticas “populistas” de redistribución de la riqueza (según el lenguaje del Consenso de Washington y el FMI).
Jean-Marie Le Pen, padre de la fascista Marine Le Pen, sostenía que no se debe votar a la fotocopia, sino por el original. ¿Qué significa esto? A pesar de que sectores socialdemócratas reproducen las mismas políticas que la derecha y la extrema derecha, serán estos últimos quienes las implanten de manera más efectiva, auténtica, rápida y explícita. Cuando la izquierda adopta una postura tibia frente al capital financiero transnacional y el imperialismo, surgen figuras como Milei en Argentina, Giorgia Meloni en Italia y otros personajes de extrema derecha en diversas partes del mundo. ¿Por qué? Porque cuando los pseudoizquierdas administran el Estado sin llevar a cabo políticas radicales de izquierda, antiimperialistas y de verdadera redistribución de la riqueza, la subjetividad de la población no cambia y sigue anclada en el paradigma de la derecha y extrema derecha. De ahí se deduce que, en las próximas elecciones, la población vote masivamente por la extrema derecha original en lugar de la fotocopia socialdemócrata. Por ello, insistimos: aquellos que apliquen políticas de derecha, aunque se autodenominen de izquierda, fracasarán electoralmente. Este es uno de los desafíos a los que nos enfrentamos.
O se reconstruye una izquierda radical antiimperialista o continuaremos presenciando este tipo de escenarios. Un ejemplo flagrante es el Presidente de Chile, Gabriel Boric, quien ha implementado políticas de derecha camufladas como de izquierda. Nombró a un reconocido neoliberal como Ministro de Economía, reprimió al pueblo mapuche de la misma manera que lo ha hecho la derecha hasta ahora y persiste en militarizar las comunidades. Incluso ha reprimido a los movimientos sociales que lo llevaron a la presidencia. Lo único que hace Boric en los foros internacionales es atacar a países como Cuba, Venezuela y Nicaragua. A contracorriente de toda América Latina, aboga por que nos posicionemos como bloque latinoamericano en la guerra contra Rusia vía el territorio ucraniano. Boric es un político de derecha. En las próximas elecciones, dado que no ha cambiado la subjetividad de los chilenos ni ha implementado políticas de izquierda significativas, la población optará por el original y no por la fotocopia.
El espanto ante el triunfo de Milei es genuino y serio. La frustración y el shock por su victoria electoral deben canalizarse mediante la organización de una resistencia que incluya a todos los sectores sociales. Argentina cuenta con una sólida base popular organizada, sindicatos, movimientos sociales, populares, barriales, múltiples colectivos, organizaciones feministas, y comunidades de todo tipo. Esta resistencia debe entrar en acción ahora para hacer frente al surgimiento del fascismo, que ya está aquí y tiene un rostro neoliberal. En este momento histórico, es crucial palestinizarse, es decir, organizarse y liderar resistencia, tomando el ejemplo de la larga lucha del pueblo palestino. El pueblo argentino posee una capacidad organizativa ejemplar y numerosas relaciones comunitarias en los barrios, lo que facilita la construcción de un movimiento antiimperialista sólido.
Este período histórico no es para lamentarse, sino para aprovechar la oportunidad de organizar algo mejor de lo que ha existido hasta ahora. El próximo movimiento de izquierda que desafíe el poder imperialista y capitalista en Argentina debe arraigarse en el pueblo y tener un programa mucho más radical de lo que se ha visto hasta ahora. Es hora de enfrentar los desafíos que plantea el gobierno fascista de Milei. Debemos lanzar la resistencia a las calles, movilizarnos contra ese gobierno y sus posibles medidas, y emprender una lucha antiimperialista sólida que proporcione una dirección distinta a los anteriores gobiernos de pseudoizquierda en Argentina. Aunque no hay dudas de que los gobiernos kirchneristas (2003-2015) tuvieron momentos muy positivos, antes y después de ellos, surgieron muchos problemas con los nuevos líderes del peronismo y cierta izquierda que no logra comprender los problemas esenciales de nuestros pueblos. Sergio Massa representaba la continuidad de Alberto Fernández, y este último traicionó las expectativas del pueblo argentino desde el momento en que renegoció la deuda con el FMI.
La derrota sufrida en las elecciones del 19 de noviembre de 2023 se origina en la debilidad de la izquierda argentina en este momento histórico y en líderes que no ofrecen una alternativa real a los problemas del actual sistema imperialista mundial. Esperamos que estas reflexiones contribuyan al diálogo y el debate en este momento de oportunidad para construir algo nuevo de cara al siglo XXI.