We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Pista de aterrizaje
Marisol Larrión: “Quiero la paz, pero no la de los tontos”
A Marisol Larrión la llaman la Pasionaria de Lizarra. Empezó a militar con 36 años siendo ya madre, aunque siempre había sido rebelde. De las paredes del salón cuelgan cuadros de encaje de bolillos hechos por ella. También tejió jerséis para los presos durante los quince años que formó parte de Gestoras Pro Amnistía.
Marisol Larrión Azcona fuma un cigarro en su sofá y cuenta que nació en el 38, “con la paz y el mismo día que la Reina”. “Me hicieron en Carrión de los Condes”. Allí trabajaba su padre, anarquista, de chófer de un general. Los años de posguerra están marcados por las pérdidas. Un hermano de su madre fue fusilado por sindicalista, el otro estaba en la cárcel. En casa no se hablaba de política. Cuando empezó a militar tenía ya 36 años y era madre, pero era rebelde desde pequeña. Estudiaba en las monjas de Santa Ana: “Iba con uniforme, en plan rico. Mi padre trabajaba en el Ayuntamiento. El día 6 cobraba y tenía hablado que les pagaba las 25 pesetas. Y todos los meses me llamaban las monjas: ‘Sole, dile a tu madre que no ha pagado la mensualidad’. Y todas decían: ‘mira la pobre’. Luego salía a la calle y me daba de hostias con todas. ¿Soy la revolución? Pues eso”. De las paredes del salón cuelgan cuadros de encaje de bolillos hechos por ella, técnica que aprendió en Galicia. Tejía también jerséis para para los presos durante los 15 años que formó parte de Gestoras Pro Amnistía. Con casi 80 años está retirada, pero su militancia ha hecho que la conozcan como la Pasionaria de Lizarra: “Ojalá hubiera sido yo como ella, verías tú qué revolución”.
¿Cuándo empezaste a interesarte por la política?
Vino una amiga: ‘Marisol, nos van a joder porque menuda revolución hay en Portugal’. Fui a enterarme al Ayuntamiento. En casa me llamaban la plenos. Ahí me metí en Gestoras, iba dando mítines por los pueblos con mi Seat Panda, el que me quemó el GAL. Cuando empezó la Korrika llevamos ya 4 años con ese Pandita. Qué emociones. ¿Sabes lo bonito que es ir en dirección contraria por la calle Navarrería de Iruñea, que pone prohibido y tú pasas? He ido también mucho a Iparralde a llevar comida a los refugiados. Me ha pasado de todo.
¿Por ejemplo?
Fuimos a coger espárrago a Andosilla. El amo nos daba un día para recoger para casa y nosotros embotamos para los refugiados. Ponen unos cartoncicos donde escriben los tallos: T, tanto. En clave. Como soy muy ordenada, los tenía todos en el coche listos y había operación filtro de la Guardia Civil. El marido de la mujer con la que iba me había dado un mapa hacía tiempo para ir a Breda (Gerona). Y donde ponía Hipercor había escrito ¡bum! Se volvieron locos. Y la otra tenía un libro en euskera, de política, imagino. También llevábamos una caja de cartones de huevos porque había uno que cada 15 días le mangaba a su padre y nos daba para los refugiados. Miraron los huevos de uno en uno.
El coche me lo quemaron en el portal de casa. Fue de lo poco que reivindicó el GAL
Y lo del coche, ¿cómo fue?
Me lo quemaron en el portal de casa.
¿Por qué sabes que fue el GAL?
Fue de lo poco que reivindicó. Venía en el Diario de Navarra. Fueron dos guardias civiles, secretas. Una vecina tenía el marido enfermo, estaba mucho en la ventana por la respiración. Me dijo: ‘te lo ha quemado el de la camisica rosa’. Fui a la delegación del Gobierno civil de Pamplona y pensaron que era francesa, porque otra cosa no me explico. Les dije que era víctima de un atentado terrorista. No me pidieron ni el carnet, me dieron los papeles y los rellené. Cuando me preguntaron quién había reivindicado el atentado dije que el GAL. Me pegaron una patada en el culo y a la calle.
¿Te confundieron con una francesa?
Por ser rubia con ojos azules. Una vez yendo a Logroño había control de alcoholemia. Yo conducía. Le preguntaron a mi marido: ‘¿su señora entiende castellano?’ Y pensé: ‘qué majo, que me ha dicho extranjera en Logroño’.
¿Nunca lo aprovechaste para hacerte la tonta?
En Lerín. Los de Euskadiko Eskerra habían traído a una del IRA, que era del Sinn Fein, muy revolucionaria. Vieron a una rubia y empezaron a aplaudir. Me decía el copiloto: ‘a callar y saluda con la manica’.
¿Como la reina?
Más natural.
Tiene seis hijos –eran siete pero uno murió-, y seis nietos. “Cinco de ellos euskaldun zaharrak”, dice con orgullo. Desde que nació el primero, cuando tenía 43 años, su familia la llama abuela. “Algunos me decían que no me dejara llamar así. Y yo: ‘¡si he ascendido de categoría, ¿cómo que no?’ Siempre he querido ser mayor”. Marisol pasea por Dicastillo enfundada en su abrigo y con una boina que la protege del frío. Alguien pasa por la calle y grita: “¡Eh, abuela!”. “¿Ves?”, dice sonriendo, “me han salido más nietos”. Otro le saluda con un golpe suave en el brazo al entrar en el bar.
¿Cómo te defines políticamente?
Como una ONG. Eso es lo que les decía a los polis y a los gendarmes.
¿Y cómo te zafabas de ellos?
Un día íbamos a la cárcel a Logroño. Habían prohibido las visitas a los amigos de los presos. Uno se apellidaba Martínez y tenía un hermano guardia civil. Mi marido se apellidaba así y dijo que era primo. El preso era policía foral. Me he recorrido todas las cárceles, menos las de Andalucía. Iba con el marido y de vez en cuando con algún amigo.
¿Cómo te implicabas en aquellos años?
Eran los 70. El cura de San Juan nos dejaba la casa parroquial para hacer asambleas, pancartas. Cuando venían los grises abría la puerta y corríamos para arriba. Salíamos en mi barrio, que entonces era marginal. Estaba a 5 kilómetros de la escuela. Revolucioné a todos, gitanos y no gitanos, con firmas y pancartas y conseguí el transporte escolar. Me impliqué con otros en la guardería municipal. A una concejala de HB y a mí nos cogieron de vocales del consejo escolar y nos mandaron al Ayuntamiento. Ahí me enteré de quiénes mandaban, los que más pagaban. Los Ruiz de Alda o Jacinto Armañanzas, que era un gatillero del 36. A eso se le llamaba la veintena, que ha existido desde el fin de la República, durante el régimen y hasta que lo quitaron, igual en el 70.
¿Te han detenido alguna vez?
Detuvieron a diez, y a la única que le dieron de hostias fue a mí. Tenía una foto en el cuarto en la que ponía amnistía y me la rompieron. Me dijeron que esas cosas eran nocivas. Me detuvieron en mi casa por la noche, como siempre. Luego me llevaron con dos chicas en coche a casa. Yo me tenía que bajar la primera y no querían quedarse solas: “Nos bajamos contigo, que tú tienes huevos y les contestas”. Les obligaron a ir con ellos. No llegamos al juez. Era una operación castigo. Y otra vez en las fiestas de Puente la Reina. Habían quemado la bandera española y fuimos a cortar la Laureada de la Navarra. Nos pescaron los de paisano y nos pidieron el carnet. Yo le respondí: “No sé si es usted guardia civil, deme su credencial”. Me la enseñó y le dije: “A ver señor, esto es una tarjeta de pesca, me quiere pescar”. Nos llevaron a Pamplona esposados por la calle. Fuimos a juicio, pero salimos libres. El que me detuvo me preguntó cuántos hijos tenía. Yo le dije que siete y mi compañera que cuatro. “¿Y cómo se las apaña?”, me dijo, a lo que le respondí: “Una que es organizada”.
“Mira qué collarcico a bolillo. Lo estoy haciendo para una sobrina nieta”. Sujeta una gargantilla morada. Está acostumbrada a trabajar con las manos. Sobrehiló los primeros pantalones que tuvo para que la modista no le cobrara la costura. Fue la primera mujer que llevó pantalones en Estella, con 17 años, siendo soltera y con la excusa de ir en bicicleta. También fue la primera en llevar minifalda. “Hay que abrirse a la vida”. Ahora hace bisutería y bolillo y aunque su principal tarea ha sido ser madre de familia numerosa desde los 21 años, pero no se define como ama de casa. “Fui al registro del carnet y le dije al policía que era artesana. ‘¿Y qué hace?’, preguntó. ‘Pues los huevos fritos los hago…’, le dije. Me puso artesana”, relata a carcajadas. Los segundos pantalones que llevó ya eran de pata de gallo. “Fue en el 60, cuando empecé a fumar”.
¿Qué fumas?
Coburn [un cigarrillo con capa natural, similar a un puro pequeño].
¿Siempre lo mismo?
Ahora éste porque es más barato. ¿No ves que soy jubilada? Tenía que ser como [Esperanza] Aguirre. Cuatro años de cargo y sueldo vitalicio. Mi pensión es de viudedad. 637 euros y pago 450 de casa. Dejé la escuela a los 12 años. Empecé a fregar, barrer y lo que hiciera falta. Somos cinco hermanos y el mayor era hombre y trabajaba fuera.
¿Cuántas horas trabajabas al día?
Todas las que me mandaban. Tenía que limpiar el bar y abrirlo, bajaba mi madre y yo subía a hacer la comida. Iba a comer, volvía mi madre al bar, y a fregar.
¿Cuántas dormías, entonces?
Cuando iba de jarana, menos. He sido muy jaranera. Quería ser artista. Con 13 años vi un cartel en el Cine Teatral que anunciaba un cásting, que entonces se decía que se mandaran fotografías. No tenía ni tetas. Me puse unas guatas con un sujetador de mi tía. Una pechugona parecía. Decíamos las amigas: ‘nos hemos de comprar una granja y criar pollos, patos, etc’. Cosa de críos. Luego quería ser bailarina.
¿Te sigue gustando bailar?
Mucho. Cuando hacíamos la bajadica de ‘el Che’, en fiestas de Estella, mi nieta Maitane venía siempre a bailar la jota con su abuela. Me acuerdo de una vez en Tudela… cuando lo de Gladys del Estal. Estaba comiendo un bocadillo sentada y vino un guardia civil por detrás y le pegó un tiro en el cogote. Era ecologista, estaba en una marcha contra las bases estadounidenses. Y eso lo vi.
Su familia dice que Marisol iba siempre cargada de pegatinas por los presos para vender. “En una mani de Bilbao iba con el saco de pegatinas con el símbolo de Chillida, como este llavero”. Es similar al Peine del Viento. “El diseño lo hizo mi nuera. Tiene también forma de llave, para abrir las puertas de las cárceles”. Lo mueve haciendo el juego de una cerradura y se le iluminan los ojos. Las revistas de El Jueves se apilan en la mesa del salón. Se las da un médico al que le cae bien. “Me trae una vez al mes todas y le digo: ‘¿eres rojillo, eh?’”, dice guiñando el ojo. Las movilizaciones ahora las ve por la tele: “Me canso si estoy mucho tiempo de pie, pero mejor que no vaya. Si yo te contara, ¡las barricadas que hemos hecho!”.
En los Sanfermines de 1978 estábamos en la calle Estafeta. Nos trajeron un líquido para hacer cócteles molotov. ¡Y los tiramos a los de la barricada! ¡No teníamos puntería! Luego nos seguían los nuestros y la Policía
Cuenta.
En los Sanfermines del 78 estábamos en la calle Estafeta. Nos trajeron un líquido para hacer cócteles molotov. No era la primera vez que hacía, ya te lo advierto. Y me dijo una: “¿los tiramos?” ¡Y los tiramos a los nuestros, a los de la barricada! ¡No teníamos puntería! Luego nos seguían los nuestros y la Policía. Para crearnos enemigos, nosotras.
Saca una fotografía en blanco y negro y señala: “Éste era mi marido. Ésta una jatorra y tiene 90 años. Éste tenía una librería que se llamaba Nafarroa. Éste está refugiado desde los 60, cuando lo de Manzano. Éste es de Urbas, íbamos a verle y nos solíamos juntar un montón”.
¿Y lo de Felipe González?
Dio un mitin en Estella antes de ser presidente. Los de encurtidos estaban de huelga y fueron, y el tío iba con desprecio hacia ellos. Y cuando vio que gritábamos “sociolistos”, dijo: “A estos los ha mandado Telesforo Monzón”. La gente no lo admitió, ni los del PNV. Le abuchearon. Salió por la puerta de atrás y una amiga de mi hija le pegó una patada al coche y le rompió el farol. Me echaron la culpa a mí. Yo lo único que hice fue darle un empujón.
¿Te arrepientes de algo?
De no haber hecho más. ¿Qué si me arrepiento de lo que soy? Nunca. Jamás.
¿Qué te gustaría ver ahora?
Paz. Cada uno tiene que ser respetado en sus ideas. El pensamiento es lo único que tenemos libre y también nos lo cortan. Quiero paz, pero no la de los tontos como la de la Guerra Civil. Imagínate a todos los que han matado, en las cunetas, ¡siendo civiles! En Navarra no ha habido guerra y ha habido muchos muertos.