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Racismo
De la incertidumbre a la esperanza antirracista
Cada vez más personas relatan públicamente sus experiencias racistas. Hay un movimiento joven, con fuerza, organizado, cada vez más internacional, y cada vez más plural que está llevando sus demandas políticas y sociales, con las diferentes herramientas que tienen, a los debates públicos.
Si hay un concepto que ha definido los últimos meses a todo el mundo es el de la incertidumbre. De repente nos internamos en una situación que resonaba a relatos de ficción. Encerrados, sin saber hasta cuándo, en lo físico y en lo emocional, pero también en lo económico —aunque algunas personas más que otras, como siempre—. Con la expectativa de una vacuna, que no sabemos cuándo llegará ni en qué condiciones, y cuyo mercado global ya se ha puesto a funcionar para que llegue antes a unos que a otros (de nuevo, como siempre).
Pero en los tiempos de incertidumbres, dentro de ese no saber, de sentir que se pierde el control de todo, de la inseguridad, también hay espacio para la esperanza. La incertidumbre está atada al futuro desconocido. Porque lo queramos o no siempre nos lleva ahí. Y lo que tenemos que conseguir no es que el futuro sea una continuación sino una transformación en positivo. Y en esas está el movimiento antirracista, sobre todo ahora bajo el marco del Black Lives Matter.
Y es bajo este contexto en el que ha tenido lugar el estallido —tan inesperado para unas como esperable para otras— más fuerte contra el racismo que se recuerda en Estados Unidos desde el asesinato de Martín Luther King, posiblemente el más amplio a nivel internacional en la historia moderna.
Hace casi dos meses de que viéramos aquella rodilla ahogar hasta la muerte a George Floyd mientras decía en más de veinte ocasiones que no podía respirar. Desde entonces, pese que mucha gente pensaba que las protestas se apagarían pronto una vez más, sigue habiendo movilizaciones en Estados Unidos como en otros lugares del mundo. Tal es así que Black Lives Matter puede considerarse el movimiento político de mayor duración en la historia de Estados Unidos en función del número de protestas y la cantidad de personas que han participado según afirma el New York Times en su artículo “Black Lives Matter May Be the Largest Movement in U.S. History”.
En estos tiempos del covid-19, el estallido antirracista también nos deja con la incertidumbre de saber hasta dónde llevará. Pero sobre todo nos plantea algunas preguntas, ¿Cuándo parará? ¿Cuándo debe parar? ¿A partir de qué momento toca volver a sentarse para construir las bases del siguiente levantamiento?
El primer éxito es que el racismo llegue a debates públicos. Que se hable de racismo por las demandas de las poblaciones que lo sufren y no simplemente desde las organizaciones que históricamente las han tutelado
Si bien existe la incertidumbre de a qué llevará, se tiene la certeza de que es difícil que lleve a un escenario peor del que había previamente. Y eso hace que el empuje sea más fuerte. Hay cosas que no se pueden seguir posponiendo. En todo lo político es imprescindible existir, ser reconocido como un actor válido con capacidad de enunciación. Para ello hay un primer paso y es que en el debate público se hable de tí, de ello para llegar al debate político. Creo que este podría considerarse el primer triunfo, quizás el más importante a la espera de confirmar que se asiente. El primer éxito es que el racismo llegue a debates públicos. Que se hable de racismo por las demandas de las poblaciones que lo sufren y no simplemente desde las organizaciones que históricamente las han tutelado. Que se pida otorgar la residencia a las personas inmigrantes porque estas lo reclaman, y desde sus propias voces y motivaciones, y no simplemente, porque Cear lo diga. Es decir, que el sujeto de enunciación principal a ser escuchado sean las víctimas reconociendo su agencia.
Lo que está claro es que, si no se habla de algo, esto no entra en agenda, y si no entra en agenda entonces es imposible cambiarlo. Y no me refiero solo a las agendas políticas de partidos, sino en las agendas de los movimientos sociales, de los medios de comunicación y de las distintas administraciones.
Que las demandas sean visibilizadas es lo trascendental. Estos días mucha gente está cuanto menos sorprendida y llevándose las manos a la cabeza por este tipo de cosas. Lo que no entienden, desconocen y/o les ha dado siempre igual y simplemente lo han aceptado, es que nuestra sociedad se ha construido desde el racismo. Lo que consumimos, el arte creado, las leyes, lo que se estudia en colegios y universidades, las simbologías nacionales, las simbologías que adornan los espacios urbanos, las instituciones, la política, la medicina, el cine, la música, el ocio en general, la industria, la moda, la tecnología, la distribución de la riqueza, la distribución del trabajo, el acceso a la vivienda, a la educación, a la salud, la gastronomía, nuestras relaciones sociales, incluso nuestras relaciones amorosas, nuestras propias identidades... Nos ha dado igual convivir con eso. Hemos asumido y aceptado toda esa violencia que se reproduce en infinidad de formas (simbólicas, visuales, físicas, legales, etc). Por eso, lo que viene nos va a escocer, nos va a irritar y puede que no lo entendamos...pero sanará. El picor siempre trae consigo un gustito especial.
Racismo
Colón en llamas
Una acción de colectivos antirracistas asalta la estatua de Colón de Madrid y tiñe su fuente de “sangre” con el fin de señalar y pedir el retiro definitivo de todos los monumentos y estatuas que enaltecen la colonización.
Decenas de marcas de diferentes productos han decidido cambiar su logos, imágenes y/o eslóganes como respuesta a la presión social por un lado y por intereses económicos por otro, pues cada vez más empresas se dan cuenta que las poblaciones racializadas también consumen sus productos. Algunas de estas marcas son Aunt Jemima, Uncle Ben’s, Cola-Cao, el Beso de negra y ‘Blanquita’ de Nestlé o Clorox, los dulces “Red Skins” y “Chicos” en Australia, Colgate-Palmolive con sus dentífricos Darlie en Asia, y, por el contrario, otras aun se resisten como Conguitos en España.
Hay equipos deportivos que han decidido cambiar sus nombres como el caso de los “Redskins” de futbol americano. Incluso competiciones deportivas como la NBA han estado en el aire por presión de algunos de los jugadores negros de la competición y se han resuelto con medidas de carácter simbólico y económico. Un ejemplo de ello es que las jugadoras de la WNBA (liga nacional de baloncesto profesional femenina) llevarán en sus camisetas los nombres de mujeres negras asesinadas por la policía.
Se ha podido señalar y visibilizar contenido racista cinematográfico siendo el caso más relevante con la película “Lo que el viento se llevó” (señalada como racista desde su creación). Más de 300 actores y actrices negros escribieron una carta acusando a Hollywood de criminalizar a las poblaciones negras. Hollywood se ha comprometido a tomar medidas y plataformas como Netflix están incorporando más cine africano. Paramount Network tomó la decisión de cancelar “Cops”, uno de los programas televisivos que más ha criminalizado a las personas afrodescendientes en las últimas décadas.
Más de 300 actores y actrices negros escribieron una carta acusando a Hollywood de criminalizar a las poblaciones negras. Hollywood se ha comprometido a tomar medidas y plataformas como Netflix están incorporando más cine africano
Por otro lado, L'Oréal ha decidido eliminar términos como “blanqueador” de sus productos y la compañía Johnson & Johnson retirará las cremas blanqueadoras de piel. El blanqueamiento de piel ha sido considerado un problema de salud pública en varios países africanos. En Ghana y Costa de Marfil se han terminado prohibiendo productos para despigmentar la piel como los que vende esta compañía.
Hemos llegado a escuchar estos días al arzobispo de Canterbury decir que el retrato de Jesús como blanco debería ser reconsiderado. Y al rey de Bélgica lamentar por primera vez los abusos coloniales de su país en el Congo. Algo que no se espera en España sobre Guinea Ecuatorial.
Mas allá del debate sobre el derribo de estatuas por manifestantes, son varias las administraciones de diferentes lugares que han decidido quitarlas y remplazarlas, como el caso de Bruselas con las estatuas del Rey Leopoldo II responsable del genocidio congoleño; el Museo de Historia Natural de Nueva York con la estatua de Theodore Roosevelt; los demócratas de California con la decisión de retirar la estatua de Colón y de Isabel la Católica del Capitolio; o la presidenta de la Cámara Baja de Estados Unidos, Nancy Pelosi, cuando exigió que se retirasen del Capitolio once estatuas de confederados que se oponían al fin de la esclavitud. Estos son solo algunos de los múltiples casos que han tenido lugar en diferentes países. En España, mucho más reacios a enfrentar el relato racista y colonial, algunas políticas se han posicionado al respecto pidiendo quitar las estatuas de Colón como es el caso de las Cup en Cataluña y Teresa Rodríguez en Andalucía entre otros.
Las simbologías de las banderas tampoco han quedado al margen. La Marina de Estados Unidos ha prohibido el uso de la bandera confederada, y el Tribunal Supremo la prohibió en las matrículas de los coches. Por su parte, la NASCAR (competición de carreras de coches emblemática del país) también decidió prohibir la bandera confederada en sus carreras.
Tras todas estas consecuencias de las luchas sociales y políticas, las futuras generaciones crecerán y se socializarán entre menos imágenes racistas de las que configuraron nuestros imaginarios. Y eso, es un éxito.
Es muy importante hablar de las imágenes que han servido para construir históricamente el racismo, de las simbologías que han dado forma nuestros espacios público
Por eso, está muy bien y es muy importante hablar de las imágenes que han servido para construir históricamente el racismo, de las simbologías que han dado forma nuestros espacios públicos. Es importante que se problematice los relatos hegemónicos construidos desde todos los ámbitos, educativos y no educativos. Porque estas imágenes, simbologías y performances son esenciales para todo lo demás. Sin lo simbólico es más complicado que se sostenga lo político. Y ahí está el siguiente paso, hacer que se hable de la legalidad del racismo, de lo institucional y político.
En este caso encontramos la revisión de los protocolos de la policía. Levantar el debate sobre el uso de la violencia, la proporcionalidad y la impunidad. Es necesario recordar que toda institución debe estar sometida a la crítica y a la revisión, incluidas, por mucho que existan infinidad de resistencias, las fuerzas de seguridad del estado. Más aún estas, por su gran poder, su potencial letalidad y por haberse demostrado, a partir de múltiples estudios y experiencias de vida, que históricamente han hecho abuso sistemático de su fuerza sobre colectivos concretos implicando muchas veces la muerte de personas.
Así, hemos visto cómo se ha producido una revisión de algunos de los protocolos de la policía en Estados Unidos, Francia o Alemania entre otros países. Vimos cómo el ministro del Interior francés, Christophe Castaner prohibía la técnica de estrangulamiento para inmovilizar a detenidos. Alemania ponía bajo lupa a su policía y a su ejército con un plan para sacar a los neonazis de sus fuerzas armadas. Pero en Estados Unidos se ha ido más allá. Se ha derogado una ley que impedía que se conociera el historial disciplinario de policías, en Minneapolis se votó por el desmantelamiento de la policía y su reconstrucción e incluso Donald Trump firmó una reforma del sistema policial que incluía la prohibición de técnicas de estrangulamiento excepto en circunstancias extremas.
En España uno de los principales focos del movimiento antiracista está en qué se hable de las leyes de extranjería y qué consecuencias tienen sobre las poblaciones inmigrantes, y que eso lleve a su erradicación. La revisión de los protocolos policiales, la denuncia de las redadas ilegales con perfil racial, el cierre de los Cíes, la visibilización de las trabas burocráticas para conseguir residencia, la reforma de los centros de menores y, sobre todo, abolir el modelo de frontera securitaria actual están entre sus principales demandas.
Racismo
Un estallido antirracista en medio de la pandemia
Concretamente, estos días estamos viendo cómo se suceden manifestaciones en distintas ciudades que exigen la regularización de las 600 mil personas en condición irregular en el país, muchas de ellas en trabajos considerados esenciales durante la pandemia, y que han puesto el cuerpo, para cuidar, limpiar y alimentar al resto del país. Así mismo, se demanda la necesidad de generar y producir datos que permitan elaborar diagnósticos completos sobre la situación de estas poblaciones.
A su vez, todo esto termina por evidenciar que al final quienes tiene la capacidad de tomar las decisiones finales, es decir, quienes están en las posiciones de poder para cambiar las cosas, siguen siendo los de siempre. Personas blancas, que sin el empuje social no llegarían a tomar esas decisiones por comodidad, por no entender su relevancia, por economía, por no “mojarse”, por nunca incluirlas en las agendas prioritarias, o simplemente, por no querer hacerlo en función de su ideología y su mero racismo.
Pero crece la esperanza. Este contexto está empujando y facilitando que más personas relaten públicamente sus experiencias racistas. La esperanza de ver cómo hay un movimiento joven, con fuerza, organizado, cada vez más internacional, y cada vez más plural que está llevando las demandas políticas y sociales, con las diferentes herramientas que tienen, a los debates públicos. Entender que la extensión de los derechos políticos, sociales, económicos y culturales a todas las poblaciones es algo que beneficia a la sociedad en su conjunto. Por ello debemos apoyar a las organizaciones locales antirracistas de nuestros entornos.
Cada vez es más difícil que una persona cualquiera niegue el racismo y todo esto es posible por la presión y denuncia de los movimientos antirracistas. Por eso, en tiempos de incertidumbre, nos agarramos a la esperanza.