We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Redes sociales
Es más fácil imaginar un meme de Mark Fisher que el fin del capitalismo de plataformas
La semana pasada se viralizó en Twitter un meme compuesto por la foto del vestido de Alexandria Ocasio-Cortez para la Met Gala, en el que se podía leer ‘TAX THE RICH’, y un texto de Wikipedia sobre Mark Fisher que decía que, bajo la lógica del realismo capitalista, las expresiones anticapitalistas no eran una antítesis del sistema sino una forma de reforzar sus dinámicas. La imagen se situó en el centro de un encendido debate sobre si el gesto de la congresista estadounidense era revolucionario o hipócrita, es decir, si servía para crear conciencia de clase y luchar contra la desigualdad o si bien era el último aspaviento de una izquierda identitaria que pensaba en likes y no en los problemas materiales de las personas.
Sin embargo, a las pocas horas, el meme ya había mutado: alguien había sobreimpresionado la plantilla del meme Two Soyjaks pointing, en el que se ven a dos hombres sobreexitados señalando la imagen, para ridiculizar así la superioridad moral e intelectual de quienes utilizaban las palabras de Mark Fisher para criticar a Alexandria Ocasio-Cortez. Y como acostumbra a pasar en las redes, la cosa no acabó aquí. Este ciclo de memeización fue acompañado de una discusión entre periodistas, artistas y críticos culturales sobre qué le habría parecido a Mark Fisher el traje de “TAX THE RICH”.
El escritor Owen Hatherley fue de los primeros en intervenir y afirmar que le habría entusiasmado, llegando a imaginar incluso el título del artículo que Fisher habría escrito en su blog: “Ultra-libidinal socdem glam kontinuum”. Matt Colquhoun, escritor y fotógrafo que ha trabajado y editado parte de la obra de Fisher, tuiteó como respuesta la foto de una bufanda en la que se podía leer “A Mark Fisher le habría encantado Cardi B”, dando a entender así que los debates sobre las opiniones póstumas de Fisher vienen siendo habituales.
Por lo tanto, no es casualidad que gran parte del debate se produjese a través de memes de Mark Fisher. Aunque aparentemente absurda y barroca, se trata de una polémica que apunta a algunas de las tensiones fundamentales de la izquierda en internet. Y de hecho, esta misma semana el escritor y crítico de arte Mike Watson ha publicado The memeing of Mark Fisher, un ensayo en el que defiende que la cultura popular —memes incluidos— puede servir como dique de contención a los efectos depresivos del neoliberalismo, ayudando a romper con la idea desmovilizadora de que “no hay alternativa” y abriendo fisuras para la imaginación política: “El malestar causado por el capitalismo puede ser necesario o útil para la curación. Nuestra negativa deprimida a soportar la perversidad del capitalismo podría alejarnos de él”.
Pensamiento
Mark Fisher y los espectros que pronosticaron la cancelación del mañana
Watson recurre al paradójico hecho de que Mark Fisher y su libro Realismo capitalista (Caja Negra, 2017) se hayan convertido en un meme en sí mismos, dado que esto puede ser visto como la confirmación última de sus tesis sobre la dificultad de imaginar una sociedad postcapitalista. Basta con teclear “Mark Fisher” en el buscador de Instagram para descubrir la cantidad de páginas de memes dedicadas exclusivamente a su figura. Hay imágenes de todo tipo: desde puro shitposting, como la foto de un edredón con la portada de Realismo capitalista, hasta elaborados posts con citas de los libros de Fisher, pasando por fotomontajes de personalidades públicas sosteniendo los libros de Fisher.
Quizá los memes más significativos, en cuanto a su circulación masiva, son aquellos que utilizan la figura del “doomer”, el retrato de un joven nihilista que debe hacer frente a una crisis política, económica y climática. En uno de los memes más virales vemos a este joven respirando de una bombona de oxígeno con la cubierta de Realismo capitalista estampada.
“Los memes de Mark Fisher cooptan el mensaje anticapitalista de Fisher, lo que lo lleva a alimentar los algoritmos capitalistas, generando dinero para los gigantes de internet, y debilitando asimismo su mensaje”, dice Mike Watson
“Los memes van cada vez más rápido”, explica Mike Watson a El Salto, “y en The memeing of Mark Fisher describo cómo esta velocidad nos dificulta discernir algún sentido en estos memes. Es una gran ironía, porque en última instancia los memes de Mark Fisher cooptan el mensaje anticapitalista de Fisher, lo que lo lleva a alimentar los algoritmos capitalistas, generando dinero para los gigantes de internet, y debilitando asimismo su mensaje”.
Para Watson, esta velocidad es indisociable de la estructura de las plataformas, que están diseñadas para favorecer los antagonismos y la polarización ideológica. Defiende que la infraestructura digital es por definición reaccionaria y que por ello los memes de ultraderecha han predominado y siguen predominando las redes, definiendo los marcos de todo debate posible. “Dado que Fisher identificó la tendencia de los elementos de la izquierda a hacer el trabajo del capitalismo —sigue Watson—, la manera en que los memes de Fisher a menudo distorsionan o tergiversan su teoría es a la vez irónica y preocupante, además de divertida. Sin embargo, también hay otro aspecto, que es más positivo. Los memes de Fisher claramente animan a la gente a explorar la teoría de Fisher. Tenemos este problema en el que internet ofrece un enorme potencial en términos de difundir la conciencia de clase, pero también para bloquearla”.
De ahí que Watson quiera aferrarse a este aspecto positivo, como ya había hecho en su anterior libro titulado Can the left learn to meme?, para pensar la posibilidad de un movimiento de “slow memes” que se aproveche y se reapropie de las herramientas que ofrece internet para desafíar el capitalismo de plataformas, creando comunidades que también puedan funcionar fuera de la red. Para él, en términos materiales, los memes son un tipo de producción cultural como cualquier otro, y recurre a las teorías de Adorno y Benjamin sobre el arte para defender que los memes también pueden oponerse a las lógicas mercantilistas del presente, del mismo modo que en su momento lo hicieron el arte modernista y los movimientos vanguardistas. “Creo que una sensación de abstracción creada colectivamente a través de memes puede desestabilizar las cosas y permitir que un rayo de luz se abra paso en una existencia capitalista que de otro modo sería lúgubre”.
Para conseguirlo, cree Watson que no basta con romper con los ritmos acelerados de las plataformas y rechazar la tendencia hacia la monetización, sino que la producción memética tiene que ser inapropiable y disruptiva. Siguiendo a los pensadores de la Escuela de Frankfurt, en The Memeing of Mark Fisher apunta que “solo las producciones artísticas más opacas, oscuras e insondables pueden escapar a esas fuerzas”. Para Watson es importante que estos memes sirvan para canalizar el malestar social hacia un descontento organizado y no hacia estallidos de rabia y frustración. “Podemos utilizar la infraestructura de internet para intentar ralentizar nuestro consumo, creando obras reflexivas. En el libro me refiero al uso que hace Benjamin del flaneurismo y de la posibilidad de hacer constelaciones de memes y de otros objetos digitales con la esperanza de comprender mejor lo que hay debajo de ellos. De esta forma, podríamos vislumbrar la estructura económica y de clase subyacente que nos ha llevado a la cultura digital actual”.
El hecho de ver los memes —y, en particular, los memes de Mark Fisher— como parte de un trabajo colectivo de teorización sobre las propias condiciones materiales de los sujetos digitales es especialmente interesante en la medida que nos invita a derribar ciertos prejuicios académicos sobre la función política de la teoría y la crítica cultural
El hecho de ver los memes —y, en particular, los memes de Mark Fisher— como parte de un trabajo colectivo de teorización sobre las propias condiciones materiales de los sujetos digitales es especialmente interesante en la medida que nos invita a derribar ciertos prejuicios académicos sobre la función política de la teoría y la crítica cultural. Por ejemplo, el debate sobre el vestido y el meme de Alexandria Ocasio-Cortez debe entenderse también desde esta perspectiva: frente a la viralidad de la imagen del vestido, y a la transgresión que suponía llevarlo en la Met Gala, se blandían las palabras de Fisher como una forma de saber situado más allá de toda práctica. Sin embargo, usar Realismo capitalista como un flagelo nihilista y desmovilizador no solo va contra las ideas del libro, sino que además contribuye a hacer de Mark Fisher el trampolín académico desde el que juzgar la supuesta hipocresía de cualquier forma de acción política que no culmine con la supresión total y radical del capitalismo.
De hecho, esta utilización autoritaria del pensamiento de Mark Fisher en forma de regañina moralista es hoy una posibilidad porque en los últimos años la recepción masiva de su obra ha hecho de él “un cadáver editorial”: lejos de percibirlo como exmiembro del CCRU (la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética), que apostaba por el anonimato y la independencia institucional, o como un trabajador que fue desterrado de la academia para acabar publicando en su blog, hoy vemos a Fisher bajo el aura de la figura del Autor y consumimos su obra como marca registrada. Y lo que es todavía peor: como ha señalado Pepe Tesoro, esta aproximación fetichista ha acabado haciendo de Fisher algo así como el último profeta del anticapitalismo, una figura mítica a la que recurrir con añoranza e impotencia.
A Fisher no solo no le disgustaban los memes, sino que en 2015 se sumó a la campaña memética “Summer is coming” en apoyo a Corbyn, e incluso llegó a crear una página de Facebook en la que recogía imágenes de la banalidad del capitalismo tardío, con especial predilección por las máquinas de vending rotas
Con un poco de suerte, la memeización de su figura puede servir para romper con esta veneración nostálgica que le acaba convirtiendo en el Francis Fukuyama de los doomers. Y de hecho, el anuncio de la publicación de The memeing of Mark Fisher —cuya cubierta es un meme en el que salen Adorno y el propio Fisher— al principio fue recibido y confundido con un meme, para luego ser objeto de duras críticas por estar banalizando su figura y degradando sus ideas. Pero como nos recuerda Watson, a Fisher no solo no le disgustaban los memes, sino que en 2015 se sumó a la campaña memética “Summer is coming” en apoyo a Corbyn, e incluso llegó a crear una página de Facebook —que borró cuando empezó a tener éxito— llamada Boring Dystopia, en la que recogía imágenes de la banalidad del capitalismo tardío, con especial predilección por las máquinas de vending rotas.
Así, si bien “la memeización del propio Mark Fisher señala la tendencia del capitalismo a neutralizar toda oposición”, resulta interesante explorar esta contradicción y tratar de imaginar nuevos usos de la infraestructura digital y de la producción cultural en internet. Lo que nos sugiere The memeing of Mark Fisher es que ante la imposibilidad de imaginar el fin del capitalismo, quizá hacer memes de Mark Fisher no sea la peor opción. Al menos si los abordamos como un intento de crear, tanto dentro como fuera de las redes, comunidades politizadas que combatan la resignación, la nostalgia y la frustración. Como concluye Watson: “Si no hay nada fuera de la oscura locura del capitalismo, los doomers tendremos que convertir nuestro malestar en un movimiento de protesta creíble”.