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Coronavirus
Acompañar la vejez, caminar sin miedos
Hace doce años que cuida de personas dependientes en sus domicilios. Un trabajo que le ha ayudado a reconciliarse con la idea de envejecer. En plena crisis sanitaria, María Ángeles Millán (Barakaldo, 1958) trabaja de auxiliar geriátrica y acompaña a las mayores que atiende para superar juntas el miedo a la pandemia, un colectivo que muchas veces vive en soledad y cuya única ventana al exterior es la televisión.
María Ángeles Millán trabaja en en el Servicio de Ayuda Domiciliaria. Cuida a personas mayores con distintos grados de dependencia en sus propias casas, en la zona del Txoriherri y Mungia-Fika, en Bizkaia. Estudió un grado para auxiliar geriátrica cuando atravesaba un momento difícil. En realidad, nunca pensó en dedicarse a ello y su gran ilusión era aprender algo sobre ordenadores. Después de doce años, ahora, está encantada con su trabajo. Atiende en el ámbito urbano y rural, aunque prefiere este último porque le hacen sentir como “una visita más”. “La sencillez y la cercanía se dan más en lo rural”, comenta.
La suya es una actividad esencial. “Nosotras no hemos parado en ningún momento”, señala, y remarca ese “nosotras”. Todas las trabajadoras en su empresa son mujeres. Y también la mayoría de las personas que atienden. A María Ángeles le da la impresión de que su trabajo no ha cambiado demasiado durante esta crisis sanitaria. “La mayoría de estas personas no salen mucho a la calle, ni antes ni ahora”, explica.
“Durante el confinamiento, algunas personas se han dado de baja temporal del servicio porque los familiares están en casa”, explica la auxiliar geriátrica. Su trabajo está vinculado a la capacidad de los familiares para conciliar su vida laboral con la atención a las personas dependientes. Aunque los servicios de atención han sido externalizados, las instituciones públicas determinan el grado de dependencia y si los familiares son capaces de hacerse cargo de la persona dependiente o no. Es decir, si tienen derecho al servicio o no.
“Muchas personas dependientes viven solas y solo ven lo que les llega por la tele. Están más miedosas, más indefensas."
Otras personas, las menos, se han dado de baja del servicio por miedo a que les contagien. “Muchas están solas y solo ven lo que les llega por la tele. Están más miedosas, más indefensas. A mí me dicen que tenga cuidado, que no vaya por la calle”. Ella trata de confortarlas, tranquilizarlas y quitarles el miedo a la calle, a lo de fuera. “Intento que se sientan arropadas, acompañadas, y creo que ahora agradecen más nuestro trabajo. El que vayas les hace más bien que antes, y ellas mismas te lo dicen”, relata Millán.
El calor y la compañía de las personas a las que atiende también han arropado a esta cuidadora profesional. María Ángeles se ha reconciliado, a través de su trabajo, con la idea de envejecer, de ser dependiente en la etapa final de la vida. La aceptación del paso del tiempo, de la decadencia y el deterioro no siempre es un camino fácil. “En mi familia no había gente mayor, todos murieron jóvenes. Me daba miedo”, confiesa. Incluso cuando estudiaba tenía claro que no quería dedicarse a cuidar de personas mayores. Se resistía a dar esos primeros pasos, a mirar de frente a un camino que a todos nos toca recorrer. “Me doy cuenta de que esto me ha dado otra valoración de la última etapa de la vida, me ha aportado mucha tranquilidad”, resume, tras más de una década acompañando la vejez.
Pese a los tiempos convulsos que vivimos, María Ángeles no esconde su optimismo inquebrantable. Cuando habla con sus compañeras de lo duro del trabajo, los esfuerzos, la temporalidad y las condiciones precarias o, ya más específico de esta nueva crisis, sobre la falta de material de protección como las mascarillas, muchas le tachan de irrealista. “Todo eso es cierto también”, confirma. “Pero también lo bueno, también mis vivencias”, resuelve, positiva, como siempre.
Con todo, no se olvida de sus compañeras de las residencias, donde la situación está siendo “caótica”. “Están muy agobiadas, con mucha gente enferma, ahí sí que lo están sufriendo más”, comenta con preocupación. Para el futuro, desea que la situación de sus compañeras cambie y, una vez más, se muestra confiada y optimista. “Creo que esto puede dar un impulso positivo, mucha gente se está dando cuenta de qué cosas son importantes de verdad”, afirma. Una oportunidad para que la sociedad se reconcilie con la idea de envejecer, de lo necesarios que son los cuidados de las demás. Cuesta encarar el camino, pero es mejor caminarlo acompañadas.
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