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Rusia
“El reto para la izquierda es poner fin a la guerra sin que suponga el triunfo de la reacción imperialista”
“¿Hay una izquierda en Rusia?” Por supuesto que la hay, pero nadie lo diría al ver la cobertura en los medios de comunicación generalistas. A lo sumo, hay quien identifica —sobre todo algunos usuarios de las redes sociales— a la izquierda con el esclerótico Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR). La izquierda rusa no sólo existe, no sólo es mucho más amplia, sino que se encuentra en un momento de inflexión.
Tras la muerte de Alekséi Naválni y el intercambio de presos en agosto de este año, la nueva figura destacada de la oposición prooccidental rusa es Iliá Yashin. Yashin pertenece al ala izquierda de la oposición liberal, lo cual confirma el desplazamiento del centro de gravedad de la oposición liberal hacia la izquierda. Esta maniobra ya había sido iniciada por el propio Naválni, que en agosto de 2023 renegaba de la que había sido su cuna política, el yeltsinismo, procuraba desembarazarse de la pesada herencia del neoliberalismo autoritario de los años 90 y reproducía en gran medida lo que la izquierda rusa venía denunciado desde hacía décadas. Ahora Yashin recoge el testigo: su intención explícita es formar una amplia plataforma opositora que abarque desde socialistas hasta cristiano-demócratas. Pero gran parte de la izquierda antibelicista rusa, sin necesidad de confrontar con el resto de las fuerzas democráticas, no está dispuesta a disolverse en otra coalición liderada por liberales y de marcado carácter prooccidental.
En esta búsqueda de una voz propia los días 2 y 3 de noviembre se celebró en Colonia un Foro de la Emigración de Izquierdas, al término del cual una parte de los asistentes suscribieron el manifiesto Paz Desde Abajo. Para entender la situación y los procesos en marcha, El Salto ha hablado con el publicista e historiador ruso Alekséi Sajnín. Sajnín es uno de los fundadores del Frente de Izquierdas, del que fue coordinador entre 2005 y 2022. En 2012 fue procesado por su participación en las protestas de 2011-2012 y se refugió en Suecia hasta el año 2019, en el que regresó a Rusia. El 24 de febrero de 2022 participó en la constitución de la Coalición de Socialistas Contra la Guerra. Actualmente de nuevo se encuentra exiliado, esta vez en Francia, por su militancia antibelicista.
“Rusia es un país bastante de izquierdas”
La guerra ha complicado la tarea de conocer la realidad rusa: el acceso es en general limitado, los centros de poder están interesados en difundir información de parte y una parte nada desdeñable de los periodistas asume un bando y se aparta de toda equidistancia. “El 24 de febrero de 2022 nos encontramos con que toda política es aniquilada de un plumazo, cualquier declaración incompatible con los postulados del Kremlin es criminalizada”, explica a El Salto Sajnín. “Se sabe de casi 1.500 condenas en todo el país pero en realidad son muchas más, todos los medios de comunicación de la oposición han sido prohibidos”.
A la izquierda del PCFR siempre han proliferado numerosos grupos de izquierda extraparlamentaria, a los que “nunca se les permitió participar en la política electoral”, señala Sajnín
Cuando resultó evidente que la intervención militar no iba a durar dos semanas, como estaba previsto en un principio, “el Kremlin se vio obligado a reestructurar con urgencia sus medios de comunicación e implicó masivamente a activistas de la ultraderecha”, hasta entonces marginales. La retórica que éstos desplegaron entonces es la de “un nacionalismo mucho más radical” que el que estamos acostumbrados a oír en Europa en la actualidad, que “se aproxima más a los nacionalismos de la primera mitad del siglo XX”. “Éstos son los únicos espacios en que actualmente se despliega una actividad política permitida”, añade.
No obstante, matiza Sajnín, por paradójico que parezca, “Rusia es un país bastante de izquierdas”. “La gran mayoría de los rusos comparte una especie de consenso socialdemócrata de izquierdas”, como se ha podido observar tanto en estudios sociológicos como en la naturaleza de las protestas que históricamente se han producido.
La izquierda rusa
El PCFR ha sido durante los últimos 30 años la gran fuerza parlamentaria de izquierdas. Se sitúa, a juicio de Sajnín en “posiciones socialdemócratas muy moderadas en cuestiones socioeconómicas y posiciones nacionalistas moderadas en cuestiones culturales”, pero “en términos de corrupción y fusión con la clase dominante, ha superado incluso a los partidos socialdemócratas más desacreditados de Europa”. A la izquierda del PCFR siempre han proliferado numerosos grupos de izquierda extraparlamentaria, a los que “nunca se les permitió participar en la política electoral y la mayoría acababan abocados a hacer algún trato con el PCFR”, cuya permeabilidad en las bases hizo que incluso en 2021 siguiera siendo “una plataforma para la entrada de la izquierda disidente moderada” en la gran política.
El shock al que fue sometida la sociedad rusa a partir del 24 de febrero de 2022 con “una guerra que nadie quería, nadie esperaba y para la que nadie estaba preparado” extendió el miedo. Muchos se acomodaron y no adoptaron una posición abiertamente antibelicista. “El arsenal de argumentos oscilaba entre el pragmático ‘debemos sobrevivir para ayudar a la clase trabajadora’ hasta las tradicionales apelaciones a que la única fuente de imperialismo y de todos los males sociales en general es el imperialismo estadounidense”. Muchos se recluyeron en pequeños proyectos sociales, “ignorando la guerra como si fuera un huracán independiente de la voluntad humana”.
Borís Kagarlítsky, el intelectual marxista más conocido de la Rusia contemporánea, se encuentra encarcelado desde hace más de un año por burdas acusaciones de “justificación del terrorismo”
El problema para las izquierdas que adoptaron posiciones belicistas (incluyendo a la cúpula del PCFR), asegura Sajnín, es que, al hacerlo, “han perdido por completo los restos de entidad propia, autonomía y perspectiva política que les quedaban”. “Pasaron a ser mero apéndice de la administración presidencial”, señala.
En la mayor parte de la izquierda (incluyendo la base militante y el electorado del PCFR) prevalece el sentimiento antibelicista. Pero es completamente invisible porque “cualquier declaración, incluso la más cautelosa, te conduce a la cárcel o al señalamiento con consecuencias personales terribles”, como reconocía hace contadas semanas la militante del Frente Antifascista Estudiantil y miembro de la dirección de las juventudes del PCFR Olga Sérikova.
“Antes la clase media era más opositora pero ahora en las encuestas vemos otro patrón consistente”, que es el de “la lealtad al régimen disminuye a medida que bajamos en la escala de rentas”
Ilustrativo es el caso del sociólogo Borís Kagarlítsky, el intelectual marxista más conocido de la Rusia contemporánea, que se encuentra encarcelado desde hace más de un año por burdas acusaciones de “justificación del terrorismo”. “Y se cuentan por cientos los activistas de izquierdas menos conocidos privados de libertad: podemos mencionar los casos del Círculo Marxista de Ufá o el de los Adolescentes de Kansk”, agrega Sajnín. Pero hay muchos más. “Todo este espacio fue violentamente desmantelado y, aún así, persiste en forma de grupúsculos en régimen semiclandestino”, apunta el activista. Hace un mes incluso asistimos a “la constitución de un partido comunista antibelicista, el Partido Comunista Ruso (Internacionalista) que reúne a personas y grupos de diferentes organizaciones cuyos líderes justifican la guerra o no se pronuncian contra ella”. “Pero por el momento no cabe esperar el surgimiento de una gran fuerza antibelicista de izquierdas”, lamenta Sajnín. “Por dos razones”, continua, “una es la dictadura que arranca todos los brotes de raíz, la segunda es que estas iniciativas están completamente invisibilizadas para el espacio social cuyos intereses tradicionalmente aspira a representar la izquierda”.
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La crisis que vendrá
La situación económica gravita hacia una inevitable crisis social: “El presupuesto ruso para el próximo año es el mayor de la historia de Rusia y el 40% del mismo es para la guerra y las fuerzas de seguridad”, aclara Sajnín. Además, “el mercado laboral está experimentando una escasez catastrófica, la inflación está descontrolada” y “el Banco Central ya ha llevado el tipo de interés al 21%, lo que pone fin a las perspectivas de crecimiento económico”. “Pero si la economía no crece”, sostiene Sajnín, “no se recaudan impuestos, y el crédito está dificultado por las sanciones, por tanto solo queda financiar la guerra de forma inflacionaria imprimiendo dinero”.
“Las enormes contradicciones que el régimen había estado resolviendo durante décadas con incitación a las guerras culturales y mediante procedimientos parlamentarios de democracia burguesa ya no funcionan”, comenta. “Antes la clase media era más opositora pero ahora en las encuestas vemos otro patrón consistente”, que es el de “la lealtad al régimen disminuye a medida que bajamos en la escala de rentas”. Lo que se ha dado en llamar “keynesianismo militar” ha facilitado el pleno empleo y un gran aumento de salarios en el ejército y la industria militar, pero sus beneficiados “siguen siendo una minoría, incluso dentro de la clase trabajadora propiamente industrial”, puesto que “los salarios de todos los demás y los ingresos de los pensionistas crecen por debajo de la inflación”. Además, apostilla Sajnín, la situación en el mercado laboral nos deja abocados en el futuro “a un clásico conflicto de clases por la cuestión salarial”.
“Una nueva movilización es una seria amenaza potencial de la que el régimen es consciente”, alerta Sajnín
En esta situación, los liberales apostaron a la clase dominante. Pero ésta, “en lugar de desintegrarse, se implicó en la dictadura y ahora está enteramente comprometida con la guerra”. “Los cambios desde arriba con el apoyo de Occidente ya no parecen posibles si no es a través de una derrota militar”, defiende Sajnín, “pero para un ruso, incluso de lo más opositor, esta agenda es difícilmente asumible, tanto por la represión como porque choca frontalmente con sus intereses cotidianos”. “También en la izquierda hay quien cree que la mejor salida a esta catástrofe es una victoria militar de la coalición occidental y de Ucrania”, añade, “pero estas personas se encuentran literalmente en la misma situación que los políticos liberales: no tienen un espacio político en Rusia al que apelar”. “Sin duda, debemos desarrollar campañas de solidaridad con los presos políticos junto a los liberales”, defiende Sajnín al subrayar que “nuestra perspectiva política ahora es muy diferente”.
¿Cómo poner fin a la guerra?
Otras izquierdas no abogan por la victoria de Occidente, sino por el fin de la guerra a manos de los propios pueblos ruso y ucraniano, ya que solo así, mantienen, la paz será sostenible. “El problema que enfrenta esta posición es que carece de una fórmula para terminar la guerra”, apunta Sajnín. “La relación entre Rusia y Ucrania es asimétrica y pedir sin más el fin de las entregas de armas occidentales no ofrece como resultado el fin de la guerra, sino un triunfo absoluto del Kremlin”, comenta. De lo que se desprende que “no podemos no preguntarnos por las consecuencias que eso tendría para Rusia, para la parte ocupada de Ucrania, para el resto de Ucrania, y para el resto del mundo”.
Con su rotundo “Ni Putin, ni OTAN” por bandera, Mélenchon, cuando habla, “no se dirige a Putin, Zelensky, Biden o Macron, sino a los pueblos que gobiernan”, considera este activista
Los recursos del Kremlin se van agotando, asegura. “La primera movilización, en septiembre de 2022, ya puso al país al borde del colapso”, relata, “registramos 23 conatos de rebelión, movilizados que detenían convoyes que se dirigían hacia el frente y encerraban a sus oficiales”. “En aquel momento el régimen pudo controlar con una violencia extrema la situación”, indica, pero fue una prueba de estrés que ahora se intenta evitar a toda costa exprimiendo las penitenciarías, pagando cantidades astronómicas a los contratistas o trayendo tropas desde el exterior. “Una nueva movilización es una seria amenaza potencial de la que el régimen es consciente”, alerta Sajnín, quien admite que “el Kremlin ha sido muy hábil a la hora de propagar la idea de que una derrota militar de Rusia supondría no solo la derrota del régimen sino de todo el país”. El desafío, mantiene, “está en separar ambas cosas porque tarde o temprano la demanda de paz predominará entre los rusos”. “Llegados a ese punto, los beneficiarios de esta guerra (en los negocios, en el ejército, en los servicios de inteligencia y el gobierno), el partido de la guerra, no podrán detenerla porque esta es consustancial a sus intereses”, subraya Sajnín. Tendrán que hacerlo los pueblos ruso y ucraniano.
Rusos y ucranianos
El diálogo con las izquierdas ucranianas es exiguo. “La izquierda era todavía más débil que en Rusia y a partir del Maidán fue reprimida por la fuerza”, explica Sajnín al precisar que “incluso organizaciones moderadas y proucranianas o personalidades no pertenecientes a la política organizada, como el periodista Yúry Tkachov, fueron silenciadas,” lo que ha conducido a la práctica extinción de la izquierda en el espacio público. “Solo existe una organización legal de cierta relevancia, el Movimiento Social: sus miembros trabajan principalmente en el ámbito académico y dependen mucho de las subvenciones”, afirma. “Hay diálogo con ellos a nivel particular, pero en general su posición es que cualquier cambio social o político debe esperar a después de la guerra”, prosigue. “En las antípodas encontramos pequeñas organizaciones radicalizadas en la clandestinidad, como el Frente Obrero de Ucrania, a las que el acoso del nacionalismo ucraniano ha llevado al otro extremo: el de defender la derrota de Ucrania como medio de transformación social”, agrega.
“Y luego está el océano de emigrantes ucranianos, entre los cuales hay miles sin experiencia en la política organizada pero con una sensibilidad de izquierdas más o menos consciente”, observa Sajnín. Algunos de ellos se han unido en Alemania a emigrantes rusos en la Unión de Izquierdas Post-soviéticas, uno de los promotores del Foro que se ha celebrado los días 2 y 3 de noviembre en Colonia. Otra experiencia sonada ha sido la huelga desarrollada en Francia por parte de la plantilla ruso-ucraniana de la empresa de guías turísticos Orange Fox Bikes, respaldada por el sindicato CGT y Francia Insumisa.
Guerra en Ucrania
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La izquierda internacional
El propio Sajnín y figuras tales como Andréi Rudoy, Andréi Demídov o Mijaíl Lobánov, entre tantos otros, han desplegado, con diferentes matices, una importante actividad entre las izquierdas occidentales y de los países del Sur global en ese sentido. “Hay contactos con Corbyn, con Die Linke y el partido de Sarah Wagenknecht, aunque me parece que su posición está demasiado inclinada hacia la realpolitik entendida como un negocio sucio”, aclara Sajnín. “También llevábamos un año participando en la preparación de la propuesta de paz chino-brasileña”, continua, “y seguimos volcados en la campaña internacional por la liberación de Borís Kagarlítsky”.
La mano más tendida la han encontrado en la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Con su rotundo “Ni Putin, ni OTAN” por bandera, Mélenchon, cuando habla, “no se dirige a Putin, Zelenski, Biden o Macron, sino a los pueblos que gobiernan”. Para Sajnín, Mélenchon tiene claro que “una tregua solo puede ser sostenible si va acompañada de una propuesta democrática”, tanto para Rusia como para Ucrania.
Sajnín defiende una perspectiva zimmerwaldiana sobre el actual conflicto (en referencia a la Conferencia de Zimmerwald que reunió en 1915 a los socialistas europeos opuestos a la Primera Guerra Mundial en un pequeño municipio de Suiza). “El gran reto para la izquierda, rusa e internacional, es encontrar la manera de poner fin a esta guerra sin que suponga el triunfo de la reacción imperialista, tenga esta acento ruso o acento occidental”, asegura. Para Sajnín, “una tarea muy difícil, pero no imposible”.
Paz Desde Abajo es un primer intento de encontrar esa fórmula democrática que sentaría las bases de una paz sostenible, pero también es un camino que las izquierdas antibelicistas rusas solo podrán recorrer si encuentran interlocución en la izquierda antibelicista de Europa y del mundo.
Paz Desde Abajo
El Foro de Colonia, valorado positivamente por todos los participantes como un buen espacio para tender puentes y establecer contactos, puso de manifiesto algunas diferencias. Sajnín las resume así: “En primer lugar, hubo alguna voz particular que se pronunció por empujar a la gran burguesía rusa a una revolución democrática. Una segunda posición consideraba que solo la victoria de Ucrania podría conducir al derrumbe del régimen ruso y abriría la puerta a sucesivas transformaciones democráticas. Una tercera posición, respaldada sobre todo por compañeros ucranianos, consideraba que la guerra había llegado a un punto muerto y que los cambios solo podían ser implementados desde el interior de nuestros países. Esos cambios solo podrían ser revolucionarios y sus artífices deberían ser los soldados y los trabajadores. No tendrían por qué ser violentos pero sí romper el marco al que nos han confinado las clases dominantes. Y una cuarta posición defendía que de momento no toca anticipar el devenir de los acontecimientos sino esperar a que la crisis alcance su clímax. Y mientras tanto ir formando cuadros y creando infraestructuras para estar preparados para cuando llegue el momento.”
Debido a estas diferencias el Foro no pudo concluir con una declaración consensuada. No obstante, una parte importante de los asistentes sí suscribieron el manifiesto Paz Desde Abajo, que reproducimos al final de este artículo:
Nosotros, las izquierdas de Bielorrusia, Rusia y Ucrania, estamos unidos por una comprensión común de las tareas y desafíos que enfrentan nuestros pueblos.
1. La guerra es cada vez más impopular, cada día mueren o son mutilados cientos de personas. La continuación de esta masacre no puede justificarse por ningún concepto político. El alto el fuego inmediato no es solo un imperativo humanista, sino también el clamor político expreso de millones de personas.
2. Pero las clases dominantes de nuestros países no son capaces de poner fin a la sangrienta guerra desatada por el régimen de Vladímir Putin. Esto se aplica no sólo a la oligarquía del Kremlin. La guerra fue el resultado inevitable de un mundo basado en reglas neoliberales, la desigualdad, la explotación y la política de bloques. Las alusiones a los valores universales y los derechos humanos no servían sino de coartada para intereses imperiales.
3. La paz solo puede lograrse desde abajo, mediante los esfuerzos unidos de millones de personas que desafíen a los gobiernos, las instituciones y los intereses de las clases dominantes. Debe basarse en los principios de la libre determinación de los pueblos a nivel político, social y cultural a ambos lados del frente.
4. Esa paz democrática es inseparable de la democratización social y política fundamental de nuestros países. Solo pueden ser sujeto de esa política los millones de personas que luchan en el frente y trabajan en la retaguardia. Son los únicos que están verdaderamente interesados en la paz, la democracia y la justicia.
Consideramos necesario unirnos en una coalición de izquierdas bielorrusas, rusas y ucranianas, lo que nos permitirá plantear y resolver conjuntamente una serie de tareas inmediatas:
1. Unir a personas de los países del espacio postsoviético de ideas afines, tanto localmente como en el exilio.
2. Formular y presentar conjuntamente un programa para una paz democrática que permita a nuestros pueblos vivir en paz entre sí.
3. Impulsar un movimiento internacional en defensa de una paz democrática con capacidad para influir en las políticas de nuestros países.
4. Organizar campañas de ayuda y solidaridad con las izquierdas de Bielorrusia, Rusia y Ucrania que comparten nuestros principios.