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Sáhara Occidental
La guerra silenciada: 24 horas con los combatientes saharauis en el frente
La semana de nuestra presencia en los campamentos de refugiados saharauis, del 12 al 19 de noviembre de 2021, coincidió con la intensificación de los ataques con drones de combate contra civiles saharauis por parte de Marruecos, en las zonas liberadas del Sáhara Occidental, territorio en el que se desarrolla la guerra entre ambos ejércitos.
Unas semanas antes, dos grupos de periodistas internacionales se trasladaron al lugar para acompañar al ejército saharaui, con el objetivo de cubrir el conflicto armado, iniciado el 13 de noviembre de 2020. Quedó claro entonces que velar por la seguridad de los extranjeros en los campos de batalla es una tarea extraordinariamente compleja; quizás por esto no resultó fácil que las autoridades saharauis organizaran nuestro viaje al frente de combate.
Desde la salida de los campamentos, podíamos esperar que, en cualquier momento, apareciese ante nuestros ojos la luz del misil de un dron dirigiéndose hacia nosotros
Tras días de gestiones y contactos de todo tipo, el martes 16 de noviembre recibimos una llamada de confirmación para poder acompañar a los combatientes de la sexta región militar del Ejército de Liberación Popular Saharaui. En un Toyota Land Cruiser llegamos al punto de encuentro acordado, siguiendo las directrices del Frente Polisario, donde vinieron a buscarnos. La preparación de nuestro viaje se ha gestionado en absoluto secreto. A las 18:00 horas, abandonamos los campamentos de refugiados saharauis, donde viven unas 200.000 personas, cerca de la ciudad argelina de Tinduf. Ya es de noche. Una vez que atravesamos el último control de seguridad y van desapareciendo, poco a poco, las carreteras asfaltadas, el conductor, Bouchraya Mohamed Fadel, de 35 años, apaga las luces del vehículo. Estamos ya en campo de batalla y esa es la primera señal. ¿Es posible cruzar el desierto totalmente a oscuras? Esa pregunta queda sin respuesta hasta que llegamos al lugar elegido para pasar la noche, situado a 16 kilómetros del muro marroquí, según nos explica Beidela Ali Boumrah, un veterano militar que participó también en la anterior guerra (1975 – 1991). Ambos conocen su tierra como las palmas de sus manos.
Son ya casi las 22:00 horas cuando, de repente, aparecen más combatientes y vehículos saharauis. Formamos un grupo de casi 20 personas, de las que 12 se quedan a cenar con nosotros. Desde la salida de los campamentos, podíamos esperar que, en cualquier momento, apareciese ante nuestros ojos la luz del misil de un dron dirigiéndose hacia nosotros: una escena que, quien escribe esto, imaginó durante todo el viaje, puesto que Marruecos posee ese tipo de armas sofisticadas, difícilmente detectables; las mismas que utilizó justo esa semana en diferentes lugares para acabar con la vida de más de una docena de civiles saharauis.
Para nuestra seguridad, los militares nos sugieren dormir en lugares separados, camuflados bajo los ramajes de las acacias
Tras la cena, primero se sirve té y después kandra, una mezcla de té con leche para combatir el frío. Algunos de los militares que están con nosotros se van retirando, hasta que solo quedan tres de ellos. A pesar del peligro que nos acecha, éstos sacan tiempo para gastar bromas, contar las experiencias de la guerra anterior y discurrir sobre otros asuntos más banales. Es la noche más fría de toda nuestra estancia. Para nuestra seguridad, y para evitar el posible ataque de un dron de combate marroquí, los militares nos sugieren dormir en lugares separados, camuflados bajo los ramajes de las acacias.
No resulta nada fácil lograr conciliar el sueño cuando uno se encuentra tan cerca del muro militar más largo y peligroso que existe actualmente en el mundo. Veo pasar la película mental compuesta por los fotogramas de algunos recuerdos, con las caras de familiares y amigos del que, pensé, podría haber sido el último sueño de mi vida. Tras una larga noche de frío y miedo, por fin amanece. El pánico provocado por los recientes ataques de los drones continúa a flor de piel, pero al menos ya nos ilumina la luz del sol.
En el horizonte, vemos cómo el proyectil alcanza el objetivo y cae en la base militar marroquí
El plan, según nos explican, es dirigirse hacia la zona de la contienda en un convoy de cinco coches. Los militares, que se disponen a atacar con misiles de artillería, se instalan a cuatro kilómetros de la base militar marroquí, mientras que a nosotros nos conducen hacia la distancia más próxima posible del objetivo: a tan solo dos kilómetros de la misma. Tras el desayuno y la preparación, arrancamos a las 11.00 horas en cinco Toyotas, tres de los cuales transportan armamento pesado. Circulamos durante dos horas, a plena luz de día. En el camino, Mahfud Mohamed Fadel, el veterano conductor de nuestro coche, gracias a las indicaciones de uno de los soldados que hace a veces de copiloto, va surcando el desierto, subiendo y bajando cuestas y sorteando caminos rocosos, sin rumbo, al menos así nos parece a nosotros: “A la izquierda, para no ser detectado por el radar 17. Ahora, a la derecha, para evitar el radar 19”, le dice el soldado. Permanecemos así durante dos horas, hasta que por fin llegar al lugar convenido. Subimos hacia el punto más alto, hasta que alcanzamos una trinchera, desde donde se vislumbra la base militar marroquí. Con prismáticos, observamos a los soldados ejecutando sus tareas rutinarias. El reloj marca la una del mediodía. Quedan 15 minutos para el inicio del ataque.
De repente, se rompe el silencio del desierto. Los combatientes saharauis lanzan su primer misil. En el horizonte, vemos cómo el proyectil alcanza el objetivo y cae en la base militar marroquí. Suena un estruendo ensordecedor y se levanta una humareda negra hacia el cielo. Resguardado en la trinchera, mientras vigila la posición marroquí, el médico y combatiente Mahmud Salama Eydud, explica que “la primera táctica de los saharauis es la voluntad. Quieren morir defendiendo su territorio. No nos asustan ni los drones ni nada de lo que tenga Marruecos. La balanza militar siempre ha estado a su favor, pero eso nunca les ha dado la victoria”.
Sáhara Occidental
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Los saharauis disparan más misiles, que caen en la base militar marroquí y en otros lugares cercanos. Tras siete minutos, los marroquíes responden con artillería pesada. Los soldados saharauis nos piden que permanezcamos inmóviles en nuestros puestos para no ser detectados. El ataque dura aproximadamente unos 20 minutos. Poco después, abandonamos la zona, siguiendo la misma ruta que a la ida, mientras los marroquíes siguen lanzando cohetes aleatoriamente. Como los saharauis ya han atacado, los marroquíes lo tienen mucho más fácil para seguir su rastro, ya sea por satélite, radar o drones de combate. Mientras circulamos entre la arena y las zonas escarpadas del desierto, Buchraya nos comenta que asocia el éxito de la misión al “sentido de grupo que ha surgido entre nosotros. Además, conocemos nuestra tierra a la perfección, por eso nos movemos con total libertad”, explica el joven militar.
Es el día a día de una guerra que comenzó hace algo más de un año. El despliegue militar por parte del ejército saharaui había sido previsto para garantizar nuestra seguridad, pero también para que pudiéramos documentar, con vídeos y fotografías, lo que está ocurriendo en el terreno, a tan solo dos kilómetros del muro marroquí. El equipo de El Salto Andalucía ha sido testigo de un ataque a las posiciones marroquíes, efectuado con artillería pesada; una operación que se repite, según afirma Beidela, a cualquier hora, todos los días, contra cualquier zona del muro. De hecho, desde que se inició la guerra el 13 de noviembre de 2020, el Ministerio de Defensa saharaui ha publicado cerca de 400 partes de guerra. En ese mismo lugar, en Mahbes, según el informe del secretario general de la ONU, António Guterres, elevado al Consejo de Seguridad, el ejército saharaui realizó el 83% de sus ataques entre el 14 de noviembre de 2020 y el 31 de agosto de 2021. Dicho documento señala que Marruecos ha informado de 1.099 ataques, 724 vuelos de reconocimiento y 22 intentos de penetración en el muro por parte del ejercito saharaui.
“Si los marroquíes detectan nuestros movimientos, entonces significa que no somos hijos de esta tierra, no merecemos ser sus hijos”, afirma el soldado Buchraya
Muchos periodistas y analistas no pueden permitirse visitar las zonas de conflicto, pero para comprender en profundidad lo que allí está ocurriendo es necesario bajar al terreno para contemplar y vivir lo que no se ve en los informes, estudios, análisis o en otras fuentes. Se puede pensar que los satélites, drones de reconocimiento y combate, modernos radares y sistemas de vigilancia y detección hacen imposible el acercamiento a escasos kilómetros de una base militar de Marruecos sin ser descubierto. Sin embargo, esto es algo que se repite cada vez que los combatientes saharauis lo planean, según nos confirman y hemos podido comprobar. ¿Cómo es posible pasar la noche a tan solo 16 kilómetros del muro, circular durante dos horas en cinco vehículos a plena luz del día, cargados de armamento pesado hasta llegar a dos kilómetros de una base marroquí sin ser detectados? Los soldados saharauis lo consiguen a diario, según ellos mismos afirman.
Si la supremacía militar garantizase la victoria, en otros momentos de la historia la hubieran conseguido otras potencias con clara ventaja armamentística, como ocurrió con Estados Unidos en el Vietnam de 1975, la Unión Soviética en Afganistán en 1989, Arabia Saudí, Emiratos Árabes y su coalición formada por los ejércitos más avanzados del mundo árabe, que desde 2015 están atrapados en el fango yemení. Los saharauis, también, parecen estar muy lejos de querer tirar la toalla. Buchraya lo tiene claro: “Si los marroquíes detectan nuestros movimientos, entonces significa que no somos hijos de esta tierra, no merecemos ser sus hijos. Somos valientes, creemos en la justicia de nuestra causa. Al igual que sacrificamos nuestras vidas y no permitimos que otros hagan daño a nuestra amada, tampoco lo permitiremos con nuestra tierra. El Sáhara es nuestra amada”, concluye el combatiente.
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Valiosísima e interesantísima información sobre las estrategias y la inteligencia de lucha del pueblo saharaui frente a la ocupación marroquí. La tecnología militar que tiene Marruecos (cedida por las corporaciones europeas, Israel, dictaduras árabes y EE.UU) es importante, pero la moral y tácticas saharauis derriban cualquier muro de ocupación.
Muchas gracias a Él Salto por esta magnífica información, frente al silencio cómplice de los medios corporativos que no cuentan nada no llamar los intereses de sus empresas en territorio ocupado