República del Sudán
Suzannah Mirghani: “No podemos separar lo que sucede ahora con la historia del colonialismo”
Suzannah Mirghani (Sudán, 1978) es una cineasta ruso-sudanesa a la que conviene no perder de vista. A punto de consagrarse en la escena cinematográfica mundial, su primer largometraje, Cotton Queen, que se acaba de alzar con el premio Golden Alexander en el 66 Festival de Cine de Tesalónica, en Grecia y que cosechó muy buenas críticas en el Festival de Cine de Venecia, es una buena muestra de por qué no hay que perderle la pista.
Su corto Al-Sit, lanzado en 2020 y de la misma temática que Cotton Queen, se proyectó en más de 160 festivales de cine internacionales y se llevó casi una cincuentena de premios. Mirghani, que ha vivido durante 30 años en Sudán, ahora reside en Catar, y lamenta haber crecido en un país sin arte. En 1989, cuando al-Bashir perpetró el golpe de Estado en el país, las salas de cine fueron clausuradas. En 2019, con la caída del régimen, Sudán vivió un tiempo de transición, pero fue breve; en 2021 otro golpe de Estado truncó los planes de democracia y apertura del país.
La vuelta de los enfrentamientos en el país obligaron a Mirghani a rodar en Egipto, algo que no estaba previsto y que la entristece profundamente. La situación en el país es de extrema gravedad. En la actualidad, los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido, junto a las represalias contra la población civil, están causando la muerte de miles de personas. Se calcula que 13 millones de personas viven internamente desplazadas a causa de la violencia.
En Cotton Queen, Suzannah Mirghani aborda la historia de Nafisa, una adolescente que vive en una aldea sudanesa a orillas del Nilo. Nafisa es la nieta de la llamada “Reina del Algodón”, una anciana conocida en el territorio por haber plantado cara a los británicos y por sus dotes de visionaria. La joven trabaja en los campos propiedad de su abuela recogiendo algodón, pero su vida de adolescente se trunca cuando sus padres empiezan a planear su boda y cuando aparece por allí un empresario londinense interesado en el algodón de la zona.
Crítica a Occidente y al colonialismo, el largometraje, considerado uno de los mejores debuts cinematográficos de 2025, recuerda, en algunos pasajes, al realismo mágico de Gabriel García Márquez.
Has hecho una película con muchísimas capas yuxtapuestas, tiene infinitas lecturas. Hay tradición, colonialismo, feminismo, el sentido de la comunidad…
Todo comienza con el algodón, un recurso que para algunos es un producto de cultivo, de comercio; pero que para otros es una forma de vida. Esta materia es el hilo conductor de todo, porque el algodón necesita a alguien que lo coseche o lo cultive. Esa persona está conectada a un cuerpo, ¿y quién es ese cuerpo? Esta es la primera pregunta que me hice. La primera cuestión política del algodón es quién lo cultiva y lo recolecta: generalmente son mujeres y niños. ¿Por qué mujeres y niños? Porque, supuestamente, tienen las manos más delicadas y no dañan la materia. La segunda pregunta que me hice fue: ¿quién les ordena hacerlo? Esto añade ya otra capa. Por supuesto, quien les ordena cosechar es quien tiene más poder, dentro de la industria.
Se conoce poco la historia del algodón de Sudán.
Sudán contaba con algodón de cultivo natural para el sustento de las comunidades. Luego llegaron los colonizadores británicos y decidieron que se trataba de un recurso muy, muy lucrativo. Así que decidieron acabar con las pequeñas explotaciones y construir el proyecto de irrigación más grande del mundo. Eso se hizo en 1925 y para llevarlo a cabo se desviaron las aguas del Nilo hacia una zona llamada Al-Jazira, que se hizo mundialmente famosa. Al-Jazira significa literalmente isla. Se trataba de una isla entre los dos Nilos y era la zona más fértil de todo Sudán. Los británicos la ocuparon por completo y comenzaron a exportar algodón. Cultivaban algodón y lo exportaban a todas partes, sobre todo a Manchester, Lancashire, Bradford y otros lugares donde estaban las fábricas. Empezaron a fabricar el hilo y la tela de algodón.
La primera cuestión política del algodón es quién lo cultiva y lo recolecta
Fue en esas fábricas donde se decidió organizar un concurso de belleza: “la Reina del Algodón”. Era un concurso de belleza real que se celebraba anualmente. Cada año elegían a la chica más guapa que trabajaba en la industria del algodón para promocionar el producto a través del concurso. Ponían a una chica guapa como la cara bonita de una industria horrible para promocionar el producto. La idea de la película surge precisamente de aquí; una información que me encontré casualmente en una nota a pie de página en un artículo que estaba leyendo sobre el algodón. Fue instantáneo, pensé: “Ese es el título de mi película“. Así que empecé a investigar sobre esos concursos de belleza, una invención profundamente patriarcal. Por eso decidí situar a mi protagonista, una joven hermosa, en medio de una tormenta. Es ella quien tiene que encontrar la manera de atravesarla y salir de ella.
¿Cómo se conecta todo lo que sucedió hace un siglo con lo que sucede ahora en Sudán?
No podemos separar lo que sucede ahora con la historia del colonialismo y con la política del “divide y vencerás“. Sudán era el país más grande de África, pero quedó dividido en 2011. Los británicos, por supuesto, aplicaron la estrategia de “divide y vencerás”, y se aseguraron de que todas las partes estuvieran en conflicto constante; porque, si todos están en conflicto, nadie lucha contra ti. Esto es precisamente lo que sucede ahora; y no solo en Darfur, sino también en el este del país. Todas las regiones quieren, por supuesto, gestionar su propio territorio. Actualmente todo el país está destruido, también el proyecto Al-Jazira, donde se encontraba la tierra más fértil de toda la región.
¿De aquel macroproyecto para cultivar algodón no queda nada?
Nada. Las cosechas se fueron perdiendo, porque si no hay nadie que recoja el algodón, todo se pierde. El caso es que Sudán es un país extremadamente rico en recursos en todos los sentidos: agricultura, oro, minas... Y este es el problema: cuanto más recursos tienes, peor vive la gente, que es explotada por agentes externos. Esta es la situación actual: otros países intentan explotar a Sudán para su propio beneficio.
Los británicos, por supuesto, aplicaron la estrategia de “divide y vencerás”, y se aseguraron de que todas las partes estuvieran en conflicto constante
La película se hubiese tenido que filmar en Sudán, pero por la situación en la que está el país se tuvo que grabar en Egipto. De hecho, los actores y actrices del reparto han tenido que irse del país y se encuentran refugiados en Egipto.
Así es. Existe un corto anterior a esta película [Al-Sit] con la misma temática y que grabé hace cinco años. Quería usar la misma localización. Tenía pensado ayudar a las chicas en su actuación [muchas de ellas no son actrices profesionales] y volver al lugar, con la misma gente. También me hubiera gustado proyectar la película en Sudán y poder reinvertir en esta región [en el ámbito cinematográfico]. En Sudán apenas tenemos industria cinematográfica; y la gente consigue hacer cosas a través del esfuerzo individual. Mi idea era poder volver a trabajar con las comunidades, en las aldeas. Nada de eso sucedió. Las aldeas algodoneras en Sudán han sido destruidas y sus habitantes han tenido que irse a los países del Golfo. Para Al-Sit filmamos en una aldea a las afueras de Jartum, pero para Cotton Queen construimos el set de rodaje en Egipto, y fue muy triste, porque lo construimos todo de manera que realmente parecía que estuviésemos en Sudán. La gente se olvidó de que estaba fuera de su hogar; se divertía en el set de rodaje, pero luego cuando terminaba la jornada… Estaba en otro país que no era el suyo.
Los y las refugiadas sudanesas están sufriendo mucho racismo en Egipto.
Se trata de un racismo histórico, no solo de ahora. Ahora ha aumentado porque hay una afluencia de refugiados que enfada a mucha gente, pero se trata de algo histórico. El color de piel es una razón; y luego está el hecho de que los británicos pusieron a los egipcios al mando en Sudán. Ha sido un rodaje muy difícil y [los actores y actrices] han sufrido mucho. Había días en los que teníamos que retrasar el rodaje porque [habían estado llorando] teníamos que esperar a que les mejorara el rostro.
En Sudán apenas tenemos industria cinematográfica; y la gente consigue hacer cosas a través del esfuerzo individual
La gran mayoría de las actrices no son profesionales.
Algunos de los actores y actrices habían actuado en mi cortometraje; para otros esa fue su primera experiencia. Las personas mayores, como la madre y la abuela, se dedican al teatro, pero no al cine, con lo cual se trata de un tipo de actuación completamente diferente. Lo bueno es que algunas de las niñas que aparecen en la película, a raíz de esto quieren dedicarse a la actuación. El problema es que no existe, hoy por hoy, un punto de partida para ellas.
Aparte de la logística, ¿cuál ha sido el mayor reto de grabar esta película?
Pues ahora el reto está en mostrar esta película al público árabe, ya que no han visto muchas películas sudanesas. Me crea curiosidad cómo van a reaccionar a nuestro idioma, a nuestra forma de hablar, porque no todo el mundo lo entiende. En Egipto, por ejemplo, la población sudanesa tiende a adaptar su idioma o dialecto para que los egipcios lo entiendan. Eso ya es una desventaja, porque en una conversación ya pierdes. Así que, mostrar el dialecto sudanés en la pantalla para que lo vea un público egipcio que normalmente se ríe de los sudaneses, lo consideraría una victoria. Como digo el mayor reto para mí ahora es la proyección: tenía planes de viajar a Sudán para proyectarla, pero en el país no queda ni un cine en pie. Los destruyeron todos; eso fue antes de la guerra. Desde 1989 y hasta 2019, durante 30 años, los cines estuvieron completamente cerrados. Así que el reto ahora es mostrar la película al público sudanés.
Ahora el reto está en mostrar esta película al público árabe, ya que no han visto muchas películas sudanesas
¿Y si no se puede?
Netflix es una opción; así como otras plataformas de streaming; aunque soy consciente de que son para un público determinado. Mucha gente no tiene acceso a estas plataformas. También estoy valorando la proyección en sitios públicos, pero aún no lo sé, porque aún estamos en conversaciones con los distribuidores. De momento, la estamos presentando en festivales de cine.
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