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Leynar Gómez es de esos actores que no te dejan indiferente. Desde que entras en el teatro sabes que su energía y su fuerza interpretativa van a manejar la situación. Quizá sea una cara nueva para el gran público desde su aparición en la serie Narcos, con el personaje de Limón (por cierto, lo mejor de la segunda temporada de la serie), pero Leynar es de los que no se confunde. Ni los proyectos que le empiezan a llover con los "gringos" en Los Ángeles, ni las películas en Europa o Latinoamérica, le hacen olvidar que esto es un oficio de largo recorrido, que las raíces y el compromiso no son negociables.
Compartimos una cena y un vino, y compartimos conversación después de la función que hace durante todo este mes, viernes y sábados, en el Teatro de las Culturas de Lavapiés, Madrid. Una genial reflexión sobre los presos en las cárceles de Costa Rica, o de cualquier país.
¿Son los presos animales?
Definitivamente no lo son. Uno de los personajes de mi monólogo reflexiona sobre eso. Porque a veces quieren que te sientas como tal. Cuando se violan los derechos fundamentales y los privados de libertad carecen de las condiciones esenciales –como servicio de salud, atención especializada de médicos, de trabajadores sociales o de psicología– ahí es cuando se empieza a distanciar el factor “humano”. Visitando las cárceles logré entender que una persona se puede acostumbrar a cualquier situación, como un medio hacinado y carente de espacios personales, donde la propia supervivencia es la clave. Desde que entras debes arrimarte a una banda o a otra para conseguir protección, y convertirte en "soldado".
¿La reinserción es una entelequia?
No siempre, pero a veces las situaciones que se dan en un centro penal no logran ser pertinentes. Cuando se produce la despersonalización del Estado o de los funcionarios, se pierde la razón. El preso no solo tiene dentro la culpabilidad del acto cometido y sus sensaciones adyacentes, sino también un fuerte grado de aislamiento que dificulta a la persona volver a socializar.
Habéis llevado Qué varas, mae a varias cárceles, ¿crees que la función ha hecho reflexionar al público y a las autoridades?
Qué varas, mae es un monólogo que ha sido presentado en diferentes espacios carcelarios en Latinoamérica. Saber de manera cuantitativa o cualitativa si ha logrado tener un impacto es difícil. Pero sí ha servido para la población carcelaria, ha puesto sobre la mesa varios de sus problemas y han discutido sobre ellos de una manera abierta. Ha visibilizado sus problemas, que muchas veces se quedan solo dentro de las celdas.
Los privados de libertad han tenido la oportunidad de ver mis presentaciones de cine y de teatro y el feedback ha sido muy positivo, me comentaron muchas cosas, incluso me plantearon nuevos problemas que no se trataban en la obra para que pudiera incluirlos, el cómo viven la realidad diaria.
¿La obra teatral tiene que ver con la película Presos, que también se puede ver en Netflix?
Sí, claro, llevan temas similares a pesar de que la obra fue escrita por Danilo Montoya, mi mentor, mucho antes de la película Presos de Esteban Ramírez. Sin duda alguna, ambos trabajos parten de la misma motivación. En Costa Rica, tanto el monólogo como la película fueron presentadas en la cárcel de mayor seguridad y en ambas funciones estuvo presente la ministra de justicia de Costa Rica. Posteriormente esto dio pie a conversatorios entre las autoridades y los privados de libertad. Y algunos de los temas que se discutieron han servido para decisiones posteriores por parte de las autoridades.
El caso de la película Presos es muy particular, porque la película fue hecha en una prisión activa y además participaron privados de libertad. Esto también provocó un acercamiento muy positivo de todas las partes de la comunidad carcelaria.
Cuando sales de la función tienes la sensación de no haber visto un monólogo. ¿Cómo se puede ser ocho o nueve personas a la vez y que el público los identifique a la perfección?
Cuando salgo de escena, cuando termino de actuar, tengo la sensación de no haber hecho una obra, es como si entrara en un estado de trance donde suceden cosas que no llego a controlar del todo. Eso tiene ensayar tanto [risas]. Es como si creara una atmósfera, un ambiente lleno de emociones entre el público y mis personajes.
¿Qué hay de real en ellos?
Por desgracia son muy reales. Hay muchos casos, mucho estudio detrás... Pero en el momento de actuar, tanto en cine como teatro, intento ser pura intuición. Actúo de acuerdo a lo que siento en el momento. Yo creo que la actuación es un ente vivo e inmediato. Y yo parto con mis interpretaciones de lo que siento e intuyo. Improviso, vivo, respiro la energía que se forma con el público.
¿Hay vida después de Narcos?
Narcos ha sido una plataforma de gran importancia para mí. Porque me ha permitido llegar a nuevos lugares. Sin embargo, soy consciente que el tema del narcotráfico no es bueno para la sociedad y, personalmente, estoy en total desacuerdo con todo lo que hizo Pablo Escobar. Quizá en Hollywood se deja de lado esa crítica, a veces.
Los artistas debemos tener siempre un sentido crítico. La industria termina haciendo producto todo lo que toca, hay que ser frío y mantener los principios, ser consecuente con lo que uno lleva dentro, con tu propia sensibilidad. Pero sería tonto si no aprovecho las oportunidades que se me están presentando. Con tranquilidad y eligiendo bien. Hay que aprovechar los buenos momentos, las buenas rachas como esta, eso hacemos todos los que trabajamos en una u otra cosa, ¿no es así?
Estamos en contra de la lacra de las drogas, claro, pero... ¿el teatro qué es, entonces?
[Risas] El teatro es una droga que no se puede dejar. Yo creo que tengo una necesidad de actuar que me va a durar por siempre. En los periodos en los que he estado un tiempo sin actuar he sentido que algo me daba el toque de alarma desde las entrañas, el ruido de las tablas que me llamaba de nuevo. Creo que en el teatro encuentro el refugio de todo y es, cuando estoy ahí, cuando me siento capaz como artista y veo claras mis reflexiones, o simplemente ser un niño... es magia pura.
La fama es efímera pero, ¿qué le debes a Limón?
Sin duda la fama es efímera. Narcos, mi trabajo en la serie, con tan grandes compañeros y profesionales con los que he aprendido tanto, me han puesto en una palestra internacional increíble. Yo creo que uno como artista debe saber que la fama es un “pingüino” que camina de la mano de nosotros y que en cualquier momento no estará más.
Antes de que pidamos la segunda botella y dejemos que la noche traiga lo que quiera... ¿qué le pedimos al futuro?
Teatro, cine, viajes, conocer... Obras de sabor local, de Costa Rica, y lo que venga internacional. Tengo el proyecto de abrir mi propia escuela de interpretación, mi propia academia en mi país. Es un sueño que tengo desde hace años, traer gente de todas partes del mundo. A ti también. El futuro lo veo lleno de ganas, de ilusión y de trabajo... Esto no lo pongas, pero siempre he tenido miedo de la incertidumbre, de no saber qué deparará el futuro. Pero esa es la vida que he elegido: Un viaje en la montaña rusa arriba y abajo... pero siempre en movimiento, aunque no sepamos hacia dónde.
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