Opinión
Todo el poder para lo público

Si en lugar de dopar a la economía financiera se hubiese apostado por hacer inversión publica y reforzar nuesros servicios públicos, seguramente nuestro músculo para afrontar esta crisis sería más poderoso.
20 mar 2020 05:26
Las situaciones excepcionales suelen sacar lo peor y lo mejor de nosotras. Y desde luego revelan las debilidades de los sistemas. La crisis del coronavirus es una de estas situaciones excepcionales en nuestro país, pero también en Europa, que repentinamente nos instala en la distopía del aislamiento, de la distancia social. Cada una en su hogar o en su casa, sin piel, sin contacto. Los países parados, la economía en un letargo primaveral, la vida reducida a los ciclos de reproducción de lo básico, que de forma imprevista se ha convertido en lo importante.

Y así discurren nuestros días de rutinas reducidas a distancias cortas y a pensamientos profundos. Porque una cosa que nos ha traído el aislamiento es la recuperación de las unidades del tiempo como eran antes. Parece, incluso, que los primeros afectados por esta crisis son los Hombres Grises de Momo (Michael Ende, 1973). Es como si de pronto nos hubieran devuelto nuestro tiempo robado y encontráramos momentos para lo pequeño y para lo importante. Y con esa quietud florecen los pensamientos y las reflexiones, no solo en abstracto, no solo filosóficas, sino reales. Casi podemos tocarlas con las manos.
Años de políticas orientadas solo a beneficiar a unos pocos, a rescatar bancos recortando servicios públicos, a priorizar el beneficio en lugar de la vida, el bienestar y seguridad de nuestros pueblos, están poniendo en riesgo nuestro futuro y nuestro presente

Mi primera reflexión: el centro de todo son los cuidados, no el mercado, no las bolsas. Mantenernos vivas y con un nivel aceptable de confort y felicidad es la mas grande de todas las tareas, requiere un esfuerzo constante y exigente. Vertebra nuestra sociedad, nuestro mundo, y es algo profundamente político. Las mujeres, hartas de soportar esta carga en soledad, llevamos tiempo exigiendo justicia y reparto. Cuidar es desagradable muy a menudo, y nosotras llevamos esa carga y una deuda histórica sobre nuestras espaldas. Quizá ahora tengamos la oportunidad de repensar las cosas.

Mi segunda reflexión: el capitalismo es un fiasco. Sí, ¡ya se!! Las comunistas siempre igual. Pero en este caso se constata que años de políticas orientadas solo a beneficiar a unos pocos, a rescatar bancos recortando servicios públicos, a priorizar el beneficio en lugar de la vida, el bienestar y seguridad de nuestros pueblos, están poniendo en riesgo nuestro futuro y nuestro presente. Es inevitable pensar qué sucedería si en lugar de dopar a la economía financiera se hubiese apostado por hacer inversión publica y reforzar nuestros servicios públicos. Seguramente nuestro músculo para afrontar esta crisis sería más poderoso.

Mi tercera reflexión: el mundo ya no volverá a ser igual después de esto. Seguro que esta crisis, el aislamiento y la necesidad de tener certezas y seguridad nos ponen, como comunidad, en otro lugar. Y sin duda hay dos formas de salir de esto: por la vía autoritaria, o por la vía de la solidaridad y el apoyo mutuo.

La primera salida ya nos ha dejado alguna muestra. Trump, Johnson y la propia Unión Europea, son buenos ejemplos de ello. Cierre unilateral de fronteras, la economía por encima de las personas, intento de control de las fórmulas de las vacunas para hacer negocio, incapacidad de coordinar mecanismos comunes, etcétera.

Necesitamos lo público para que nadie se quede atrás, y la riqueza y la fortaleza de un pueblo se construyen con las manos de su gente trabajadora
Ejemplos de lo segundo los tenemos a diario en nuestras vecinas y vecinos quedándose en casa y cumpliendo las recomendaciones. En las medidas de nuestro Gobierno, que libera recursos públicos de forma extraordinaria para reforzar lo publico y garantizar que nadie se queda atrás, en las imágenes de esos aviones cargados de equipos sanitarios y médicos cubanos y chinos que vienen a prestar la ayuda que la UE ha sido incapaz de coordinar entre sus países y, por supuesto, en cada sanitaria, cada cajera, cada transportista y cada trabajador que sostiene nuestro mundo en estos momentos.


La pandemia nos ha puesto a prueba. Como seres humanos y como países. Sabemos que las medidas nos exigen esfuerzos individuales, personales, pero sabemos también que, aunque parezca contradictorio, es una acción común. Estrecha nuestros vínculos comunitarios.

Este fenómeno seguramente se deriva de dos hechos que siempre estuvieron ahí presentes ante los ojos de todo el mundo. Tan evidentes que pasaban desapercibidos: necesitamos lo público para que nadie se quede atrás, y la riqueza y la fortaleza de un pueblo se construyen con las manos de su gente trabajadora.

Nos toca seguir tejiendo red desde nuestro aislamiento para impedir que vuelvan los tiempos de los recortes sociales y de derechos

De forma inevitable, esta bella revelación comienza a tejer un sentido común que avanza a cada hora de aislamiento, con cada aplauso desde nuestros balcones, terrazas o ventanas. Y aunque hay oportunistas que hasta hace unos días defendían la privatización de la sanidad pública y el adelgazamiento del Estado y que ahora corren a abrazar nuestros servicios públicos para seguir saliendo en la foto, también es cierto que no dudarán en saltar en el momento adecuado para llevarnos de nuevo hacia su sentido común de competitividad, recortes y autoritarismo.

Así que nos toca seguir tejiendo red desde nuestro aislamiento para impedir que vuelvan los tiempos de los recortes sociales y de derechos. Seguir defendiendo que la inversión pública es lo prioritario, lo central. Queremos todo el poder para lo público.

Seguir defendiendo que el trabajo decente y bien remunerado es clave, porque quienes nos están sosteniendo en este momento de incertidumbre son los trabajadores y trabajadoras más precarias, con peores contratos y salarios. Y que ya no es momento de reglas de gasto, ni de control del déficit. Tampoco es momento de esperar a una Unión Europea impotente e incapaz de impulsar mecanismos de cooperación solidarios.

Estamos en el tiempo de alimentar el clamor popular que exige salir de esto juntas, unidas. Sin dejar a nadie atrás.

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