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Tribuna
Hambre en Madrid
La desproporción es abismal entre lo que es capaz de hacer una gran Institución con más de 25.000 trabajadores y un presupuesto de más de cinco mil millones y un conjunto de voluntarios/as que no tienen más recursos que las donaciones solidarias.
Catedrática de filosofía.
No creo exagerar si digo que el Ayuntamiento de Madrid está totalmente sobrepasado por la pandemia. Durante semanas ha desaparecido. Últimamente está tomando algunas medidas para paliar la situación de urgencia que padecen muchas familias, con retraso en relación a tantas iniciativas autogestionadas por las asociaciones de barrio y por distintos colectivos.
Según los últimos datos conocidos el Ayuntamiento está dando ayudas de alimentación a unas 36.000 familias sin recursos en toda la ciudad. Es posible que cuenten ahí las familias con Renta Mínima además de personas mayores que solían comer en los comedores de los centros de mayores y/o tenían ayudas para comer ahí. También los muchos alumnos y alumnas con becas de comedor, puesto que los contratos a veces especifican que se trata de ayudas de alimentación para personas mayores y/o niños/as.
Por su parte las Asociaciones de Vecinos y las despensas solidarias de los barrios están dando alimentos a un número de entre 6.000 y 10.000 familias. Son esas mismas Asociaciones a las que los actuales ocupantes del Consistorio no paraban de denunciar por ser “chiringuitos” subvencionados por Ahora Madrid. La desproporción es abismal entre lo que es capaz de hacer una gran Institución con más de 25.000 trabajadores y un presupuesto de más de cinco mil millones (5.166.733.447 euros) y un conjunto de voluntarios/as que no tienen más recursos que las donaciones solidarias. ¿No resulta espeluznante?, ¿por qué el Ayuntamiento no pone todos sus recursos para ayudar a personas que ya no tienen con qué sobrevivir?
Como exconcejala conozco la lentitud de la Administración y su dificultad para acudir donde se la necesita, pero aun así echo de menos un mayor esfuerzo. Sólo en un barrio como Tetuán, con un presupuesto para 2020 de más de 32 millones de euros, el crédito dispuesto a mes de marzo, último mes del que hay datos desglosados, es del 50% y las obligaciones reconocidas del 18,30%. Dado que las fiestas no se van a hacer y otras actividades tales como actuaciones culturales o talleres para mayores tampoco, puesto que los centros respectivos están cerrados, y las obras peligran, queda una bolsa de dinero ya presupuestado que podría aprovecharse para atender a la emergencia alimentaria. No sólo del presupuesto general. Se podría autorizar a las Asociaciones a usar el dinero de los PIBAS (planes de barrio) para ese menester, ya que son recursos que se pactan con las Asociaciones respectivas y ¡qué mayor urgencia que la alimentación en estos momentos! Es incomprensible que la Administración se niegue, a no ser que teman que con eso se fortalezca el tejido vecinal y les parezca preferible dejar que la gente siga pasando necesidades. Una actitud sectaria que raya en lo criminal.
En cuanto a los bajos niveles de ejecución del presupuesto, lo dicho para Tetuán puede ampliarse a otros distritos que reflejan cifras similares. En las áreas las hay con una ejecución mucho menor, como Innovación y empleo, con un 15,03% dispuesto o Vivienda con un 21%. Esas cifras parecen indicar que los recursos no son tan escasos y que la ejecución del presupuesto a final de año no va a ser total. ¡Quedará dinero sin gastar!
Si analizamos ahora los contratos que figuran en el portal de transparencia, veremos que los distritos han hecho algún esfuerzo por paliar la situación pero, en mi opinión, muy poco. En Tetuán se ha hecho un único contrato por un importe de 97.071 euros, adjudicado a la empresa “Un inicio para todos, S.L.”, una empresa de catering. Ese importe es incluso inferior al reservado para las fiestas que, como ya he dicho, han sido suspendidas. Por consiguiente, no es dinero lo que falta en nuestro distrito, lo que falta son ganas.
El Ayuntamiento no solo ha invertido poco, sino que además invierte supeditando el gasto y la satisfacción de las necesidades a su inserción en la dinámica empresarial
Si se suman los contratos de los diferentes distritos y los del área de Familias da un total un poco superior a los seis millones (6.290.313€) de los que 1.397.000€, con diferencia la cantidad más alta, corresponden al gasto para acondicionar los pabellones del IFEMA que albergaron a las personas sin techo (¿?). ¿Tal vez una ayuda para la Comunidad de Madrid?, ¿siguen esas personas ahí alojadas? Descontando esa cantidad quedan en algo menos de 5.000.000 euros, que es lo que todo el Ayuntamiento se ha gastado en ayudar a cubrir las necesidades alimentarias de la población madrileña. En los distritos del Sur, entre otros en Latina, Usera o Arganzuela el esfuerzo ha sido mayor con contratos de hasta 400.000 euros pero también son distritos que doblan la población de los del Norte y más precarizados. Siendo los adjudicatarios Carrefour o El Corte inglés da a entender que podría tratarse de cestas y no de alimentos ya preparados, aunque, sobre todo el segundo, no se caracteriza por tener precios muy asequibles.
Por parte de las asociaciones no tengo el cálculo de las cantidades reunidas y gastadas por las despensas solidarias, pero no deben andar muy lejos. ¿Cabe despropósito mayor?, ¿para qué sirve una Institución como ésa incapaz de moverse cuando se la necesita y que, sin embargo, cuenta con recursos?
Madrid
Cómo llegar a más de 20.000 personas sin instituciones
Debo añadir que, a pesar de que sin duda la pandemia lo ha agudizado, el problema de la alimentación data de más antiguo. El Informe sobre Insuficiencia alimentaria que realizó la Comisión de Estudios de la Mesa contra la exclusión de Tetuán en 2017 establecía que teníamos ya unos 10.000 hogares en el distrito en riesgo de pobreza, de los cuales unos 4.000 estaban ya en pobreza severa. Un número de hogares muy superior a los que recibían la renta mínima que en aquel momento rozaba los 1.000, un 25%.
Ese número habrá aumentado necesariamente, dado que muchas personas tenían trabajos informales sin contrato (cuidado de niños, de ancianos, de enfermos, trabajo doméstico, trabajadoras sexuales, etc.). Ya entonces identificamos varios puntos de reparto y pusimos en marcha unas tarjetas de alimentación para alimentos frescos. Aun así, sabíamos que nos quedábamos cortas. Ahora es evidente que en la situación descrita un contrato que no llega a 100.000 eurs no da ni para empezar.
Sin embargo, y con ser importante, no es sólo una cuestión de números, sino también de modelos. Las asociaciones y los colectivos tienen muy claro que las ayudas a las familias deben huir de dos peligros. No deben limitarse a lo asistencial-caritativo sino que dan a estas ayudas una dimensión solidaria y cooperativa y, peligrosísimo, no hay que convertir la satisfacción de esas necesidades en nicho de negocio para empresas de alimentación.
Mientras que las asociaciones se esfuerzan por proteger la dignidad de las familias abasteciéndolas con productos que puedan luego cocinar según sus necesidades y gustos, la lógica empresarial emprendida por el Ayuntamiento privilegia un modelo según el cual las familias reciben diariamente menús ya cocinados y empaquetados que deben consumir sí o sí, les guste o no. Evidentemente ese modelo es mucho más caro ─al gasto en los ingredientes se suma el trabajo de los cocineros/as, el empaquetado y el transporte─, restringe la libertad de las personas receptoras, limita su capacidad para autogestionar su propia alimentación, dispara el coste que tendrá que incluir el beneficio de las empresas y en vez de favorecer la autonomía favorece la dependencia de personas que todos los días tendrán que esperar la llegada del mensajero. Sólo favorece el negocio de las empresas adjudicatarias. Convierte la precariedad en fuente de negocio. Un modelo antitético de la solidaridad vecinal.
Lo que no es aceptable es que desde los propios servicios sociales se derive a las personas a las Asociaciones de Vecinos y a las despensas solidarias, en vez de atender a sus obligaciones
El Ayuntamiento no solo ha invertido poco, sino que además invierte supeditando el gasto y la satisfacción de las necesidades a su inserción en la dinámica empresarial, muy acorde con su criterio según el cual no debe darse ninguna ayuda que no sea mediatizada por alguna empresa, cuanto más grande y de renombre mejor. Un modelo opuesto a aquel que confía en la capacidad de las personas, incluidas personas con pocos recursos, para gestionar su subsistencia, alargando los recursos y gastándolos con mesura, preservando su dignidad.
A todos esos dislates se suma el que, en esas especiales circunstancias, se restrinja la atención en los centros de servicios sociales a los casos de urgencia que se atienden a través de llamadas telefónicas o por vía telemática. ¿Realmente piensan las autoridades municipales que es el momento de restringir la ayuda social? Cierto que hay pocos efectivos, pero tal vez sea el momento de declarar los servicios sociales como servicios esenciales y volcarse en la provisión de los puestos. Lo que no es aceptable es que desde los propios servicios sociales se derive a las personas a las Asociaciones de Vecinos y a las despensas solidarias, en vez de atender a sus obligaciones y cuidar de un bien básico como es la alimentación de los vecinos y vecinas. Es evidente que no podrán hacerles llegar las ayudas si no tienen ni siquiera la ficha inicial y las personas afectadas no pueden contactar con las trabajadoras.
Servicios sociales está en manos del grupo político de Ciudadanos, cuya cabeza es la vicealcaldesa, dña. Begoña Villacís. Todavía recuerdo cuando esta señora se presentó en el barrio a recoger firmas para denunciar el abandono en que, según ella, teníamos a los vecinos de Bellas Vistas ante un problema de convivencia. Aseguraba que nuestro barrio era el Bronx de Madrid. Y ¿ahora?,¿no es capaz de venir a ver las colas que se forman en los repartos de alimentos? No me vale que diga que prefieren llevar la comida a las casas para que las personas no tengan que hacer cola, que es una cosa muy fea, porque como hemos visto ni siquiera se puede saber quién necesita la ayuda al no poder acceder a los servicios. ¿Qué tal si recogiéramos firmas contra su dejadez y la enjuiciáramos?
No sé si para bien o para mal las personas del barrio estamos más preocupadas por atender a las necesidades de nuestros vecinos y vecinas que por enfadarnos con ella. Mejor la dejamos a un lado y nos preocupamos de lo que de verdad importa, aunque para ello tengamos que prescindir de una Institución que cada vez demuestra más su inutilidad. Las infinitas prisas por gobernar y las malas artes de todos esos concejales que ahora que están en el gobierno no saben qué hacer con él. Una experiencia triste para todos/as los/as vecinos/as de Madrid.