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Madrid
¿Quiénes hacen negocio con nuestras vidas en Madrid?
Elizabeth es una trabajadora del Servicio de Atención Domiciliaria del Ayuntamiento de Madrid. Participa, junto con sus compañeras, en una campaña de denuncia y reclamación para conseguir condiciones dignas de trabajo. Ella está contratada por ACS y se ha organizado junto con otras mujeres que trabajan para Sacyr y Asispa. Estas grandes empresas obtuvieron la licitación del Ayuntamiento para realizar el trabajo de cuidados, aseo, cocina, compra y limpieza de las casas de personas mayores y de aquellas con enfermedad o discapacidad. Antes de la crisis sanitaria de la covid-19, las trabajadoras ya se habían movilizado recogiendo más de 3.000 firmas por los abusos que sufrían por parte de las empresas y algunos de los usuarios.
Contratos temporales, jornada parcial con disponibilidad todo el día, horas extras, numerosos desplazamientos que no se consideran como tiempo de trabajo, sueldos que no llegan a 900 euros brutos, trato despectivo y racista… La mayor parte de estas mujeres son migrantes. Según ellas, “nadie sabe que existimos, nadie nos ve, nadie nos tiene en cuenta, pero estamos ahí para todos”. Y llegó la pandemia. La ausencia de protocolos y materiales para la prevención de riesgos laborales y sanitarios multiplicaron los contagios entre las trabajadoras y el riesgo de transmitirlo a sus familiares y a las personas usuarias. A ello se le ha sumado, para terminar de completar un panorama desolador, el que las compañías eliminaran empleo cuando se suspendían las tareas con mayor riesgo, pusieran dificultades para acceder a una baja y, cuando se efectuaban, no las hayan cubierto.
Antonia, junto con su hija y sus nietos, lleva viviendo en la misma casa casi toda la vida. Está situada en el centro de Madrid y hace un año el edificio cambió de propietario, ahora tienen como casero al fondo de inversión Cerberus. Con el cambio vino un incremento del precio del alquiler de un 300%. Los alquileres en el centro de las grandes ciudades han pasado a ser un objeto de lujo y un negocio muy rentable, solo apto para turistas y ejecutivos. En muy poco tiempo el barrio se está transformando, van desapareciendo los pequeños comercios de proximidad, los espacios públicos, los locales de asociaciones; en su lugar, se instalan más viviendas y tiendas para los turistas.
Esta vecina no entiende que se expulse a la población que da vida a los barrios, que se rompan las redes de apoyo mutuo, que les alejen de las relaciones sociales con las que afrontar los problemas cotidianos. Todo para que los propietarios puedan ganar tres veces lo que estaban ganando antes. En la última reunión de vecinas y vecinos, se decidió abordar el problema de forma colectiva y negociar unas condiciones que les permitieran quedarse.
Irene soñaba que el descampado situado al lado de su casa volvería a ser una dehesa de encinas. Era un solar muy grande que estaba rodeado de carreteras, vías de tren, edificios y un centro comercial. Había estudiado la historia del barrio y le gustaba la idea de recuperar el ecosistema que estaba allí antes de la llegada de la ciudad. El barrio necesitaba un espacio libre de hormigón, granito y coches. Podría ser una zona de encuentro vecinal, de disfrute y salud para las personas que vivían cerca. Reduciría los efectos de isla de calor y del cambio climático, lo que a su vez haría bajar el consumo de aires acondicionados.
La asociación de vecinos recogía los sueños de Irene en sus demandas y añadía otros que eran urgentes para el barrio. Porque no hay biblioteca ni centros culturales ni polideportivos y el centro de salud está lejos, especialmente para las personas mayores. Todas estas ideas se vinieron abajo cuando se enteraron del proyecto urbanístico que iban a instalar en el solar, un nuevo barrio de altos edificios de oficinas y viviendas grandes y caras, centros comerciales, parques privados... Con toda la rapidez que pudieron, se organizaron con otros colectivos sociales y ecologistas para saber quién lo estaba promoviendo. Se encontraron con bancos como el BBVA y constructoras como OHL. Parecía que ya estaba todo decidido porque el Ayuntamiento estaba cambiando la legislación y había dado el visto bueno al proyecto empresarial. Había que iniciar la campaña para pararlo lo antes posible.
Estas historias condensan la experiencia de personas que viven la precarización social y laboral de un trabajo imprescindible para la vida como son los cuidados; la expulsión de la población de sus barrios por la especulación inmobiliaria y los macroproyectos urbanísticos que acentúan la desigualdad en la ciudad. Procesos que contrastan con la imagen que las instituciones y las grandes empresas quieren transmitir de Madrid.
Ahora las ciudades también son marcas que compiten en el mercado global para atraer capitales foráneos y turistas internacionales que, según la doctrina económica dominante, generan empleo, crecimiento y bienestar. Pero este paradigma no se cumple para amplios sectores de la población. La ciudad global, vibrante, atractiva para los negocios y el turismo, innovadora y con talento humano de calidad y emprendedor, esa ciudad que se quiere vender se sostiene sobre una precariedad laboral y vital creciente. Las principales beneficiadas de este modelo son un reducido número de grandes corporaciones que hacen negocio con los servicios básicos y los sectores económicos estratégicos para la ciudad.
¿Qué empresas gestionan los servicios públicos? ¿Quién está detrás de la burbuja especulativa de los alquileres de las viviendas? ¿Por qué se suceden las macro-operaciones urbanísticas? ¿Quién tiene el poder económico en Madrid? Porque conocer quiénes son estos agentes y saber cómo han llegado hasta ahí es un primer paso para poder transformar el modelo.
En la Guía sobre el poder económico en Madrid se analizan cinco sectores estratégicos en los que desarrolan sus negocios las grandes corporaciones: primero se realiza el diagnóstico de qué compañías multinacionales los controlan, para después recoger parte de las propuestas, resistencias y procesos en los que desde hace tiempo vienen trabajando las organizaciones sociales, feministas, sindicales, ecologistas, vecinales y culturales de la ciudad para disputarles el poder.