Opinión
Primarias, ¿para qué?
Del 9 al 17 del mes de junio, se vienen celebrando nuevas primarias para renovar el Consejo Ciudadano Autonómico y la persona al frente de la coordinación de Podemos en Extremadura.

Hubo un tiempo en que los procesos internos de la formación morada atraían las miradas de propias y extraños, todos y todas conscientes de que lo que ahí dentro pasaba iba a tener efectos sobre el conjunto de la realidad política del país, de cada comunidad autónoma e incluso de cada ayuntamiento. El paso de los años, el modo de construcción del partido y su integración en el sistema político como un actor más, todavía potente pero subalterno, ha acabado por neutralizar la principal baza con la que contaba Podemos desde su surgimiento: su capacidad para trasladar a la esfera pública de discusión sus debates internos. Esta capacidad representó en su momento una herramienta inmejorable para construir el campo de lo político y colocarse, así, en una posición privilegiada.
Hoy la vida interna de las distintas marcas territoriales que conforman Podemos se ha vuelto anodina, autorreferencial, burocrática. Nada interesa de puertas hacia afuera, poco moviliza de puertas hacia dentro. Lejos quedan, incluso, esos días marcados por enfrentamientos cainitas entre el oficialismo pablista y el no menos oficialista errejonismo, rizomáticamente extendido hasta el último rincón de la organización confederal. No es que fuera enriquecedor aquel espectáculo, pero al menos permitía visualizar claramente dos proyectos políticos diferenciados. Tras la salida de la disidencia interna (ya fueran Anticapitalistas, independientes críticos o amigos de ayer convertidos en enemigos existenciales), todo lo que queda de lo que fue no es más que la urgencia de los cargos electos por mantener el control de una organización incesantemente menguante. Fuertemente Unidas (o no)... a casi nadie.
Se empieza, sin embargo, por el tejado, olvidada ya aquella certeza quincemayista que instaba a supeditar el quién al para qué
Del 9 al 17 del mes de junio, se vienen celebrando nuevas primarias para renovar el Consejo Ciudadano Autonómico y la persona al frente de la coordinación de Podemos en Extremadura. El proceso interno pretende poner las bases para afrontar el nuevo ciclo político tras el fracaso electoral del pasado año. Se empieza, sin embargo, por el tejado, olvidada ya aquella certeza quincemayista que instaba a supeditar el quién al para qué. No hay constancia (no digo que no haya ocurrido, solo que no hay constancia) de una evaluación crítica de los resultados electorales, poco o nada de rendición de cuentas y asunción de responsabilidades de una dirección que ha dilapidado, por acción u omisión, el capital político de una organización que llegó a representar una amenaza a la sólida hegemonía socialista en Extremadura. Puede que eso explique la falta de renovación (cabría decir el continuismo) en la lista que encabeza la favorita Irene de Miguel.
Es por eso que uno se pregunta para qué sirven unas primarias ahora mismo. Pues, visto desde fuera, parece que lo razonable sería centrar los esfuerzos en este momento, tan lejos de las próximas elecciones y con un papel inoperante en las instituciones, en reconstruir de abajo arriba un proyecto, más allá de la organización, si es necesario, que consiga reenganchar todo lo bueno que en este tiempo se ha quedado por el camino e incorporar las nuevas realidades surgidas en los últimos años. Esta tarea, indispensable, no es prerrogativa exclusiva de la dirección autonómica (aunque qué duda cabe que habría de tomar la iniciativa), sino un asunto pendiente que debe ser abordado por todos los sectores sociales y militantes que un día se sintieron participes de algo común.
Es costumbre, en organizaciones políticas esclerotizadas y no sobradas de ideas, sustituir el debate y la reflexión colectiva abiertos por formas plebiscitarias
Pero en medio de un ambiente marcado por la desafección y el desencanto de unos y la burocratización y falta de ambición de otras, las primarias se presentan como una pesada losa a modo de primera piedra de un nuevo ciclo que empieza echando el cierre a la posibilidad de que algo sea diferente a partir de ahora. Es costumbre, en organizaciones políticas esclerotizadas y no sobradas de ideas, sustituir el debate y la reflexión colectiva abiertos por formas plebiscitarias que buscan legitimar liderazgos por medio de la adhesión inquebrantable de los cuadros internos.
El partido, se decía en 2015, no puede ser nunca un fin en sí mismo, sino una herramienta para alcanzar unos objetivos encaminados a la necesaria transformación de la sociedad extremeña y española. ¿Cómo no pensar que la herramienta se ha convertido en un lastre?
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