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La vida y ya
Cambiar números por nombres
La tumba no tiene inscripción ni nombre. Sólo un número, el 163. En el informe pone más cosas: mujer, etnia subsahariana, edad 25 años.
Hay muchas más tumbas con más números. También hay tumbas donde no pone nada. La que vio Ayham en medio del desierto era de estas últimas. Cuando el fotógrafo que estaba relatando en imágenes lo que pasa en la ruta migratoria de los Balcanes le preguntó, él dijo: más que miedo a morir tengo miedo a acabar en una tumba así, en medio de un lugar donde no hay nada, sin que mi madre ni mi padre lo sepan.
¿Cuáles son los miedos de las niñas y niños migrantes? ¿Piensan en la muerte? ¿Les preocupa que sus familiares no los encuentren nunca?
Ayham es un niño. Llevaba viajando solo muchos meses para tratar de llegar a un lugar seguro. La tumba que vio era de una persona que nació en el mismo país que él.
Es difícil saber qué pasa por la cabeza de los niños y niñas que atraviesan las fronteras. Su voz está escondida. Guardada detrás de otro relato. Oculta detrás de las siglas MENA (Menores Extranjeros No Acompañados). Cuatro letras que son como el número puesto en la tumba. Las personas no nos denominamos con números, ni con siglas, tenemos nombres que nos hacen reconocernos como seres humanos. Pero en las fronteras se borran los nombres. Desaparecen las voces que narran su vida y su viaje y sus ganas de futuro. Detrás de un número se oculta a una persona cuya vida vale igual que la de cualquier otro ser humano.
¿Cuáles son los miedos de las niñas y niños migrantes? ¿Piensan en la muerte? ¿Les preocupa que sus familiares no los encuentren nunca? ¿Qué pasa con los cuerpos muertos que se quedan en los bordes de las fronteras? ¿Van a algún lugar? ¿De quién es la responsabilidad de estas muertes? ¿Es de los traficantes, de las madres que no cuidan a sus hijos, de los niños que se van? ¿Es de los habitantes de este lado de las fronteras? ¿De los países que hablan de derechos humanos? ¿Nuestra?
Las personas que no han vuelto a saber nada de un familiar, de un ser querido, después de que saliera para tratar de cruzar fronteras hacia otro país, dicen que no se puede cerrar el duelo sin haber encontrado el cuerpo. Quizás Ayham sabía esto y por eso le preocupaba que su cuerpo quedase abandonado en medio de una frontera. Quizás por eso hay personas que buscan detrás de los números que están sobre las tumbas algo más que lo que pone en un informe archivado.
Cualquier cosa que provoca dolor y es evitable implica una responsabilidad. Por eso cabe preguntarse, al menos, ¿se podían haber evitado las muertes?, ¿y las que quedan por llegar?, ¿qué podemos hacer para cambiar los números por nombres?
Es difícil saber qué pasa por la cabeza de los niños y niñas que atraviesan las fronteras. Su voz está escondida. Guardada detrás de otro relato.