La vida y ya
Cinco chimpancés

Les dijo que cuando se caza a una cría en su entorno natural, de media se mata a diez chimpancés de su grupo.
Chimpancé.
Chimpancé en el zoo de Lisboa. Foto: pablomarcosms (flickr).
30 mar 2025 05:58

Habían venido a dar una charla a la clase de 3°ESO y escuchaban con la máxima atención posible teniendo en cuenta que era viernes y que ya habían tenido cinco clases antes. 

Ya sabían algunas cosas sobre Jane Goodall, sobre los chimpancés y sobre lo que hacemos los humanos para hacer difícil su existencia. A varios, se notaba en su postura corporal, con los brazos sujetando la cabeza que parecía incapaz de sostenerse sola, les parecía poco interesante. La formadora se dio cuenta y les dijo que les iba a contar la historia de cómo aprendió que los chimpancés tienen emociones como los humanos, algo que había visto ella en primera persona cuando trabajaba en un centro de recuperación de grandes simios. Se incorporaron ligeramente. A los adolescentes (a los humanos en general podríamos decir) les gusta escuchar historias.

“Trajeron al centro de rescate cinco chimpancés que habían estado viviendo en una jaula toda su vida. Los tenían en un circo y solo salían para hacer el espectáculo en el que eran las estrellas. Después, de nuevo a la jaula, así un día y otro ¿os imagináis una vida así?” Les hizo la pregunta señalando con sus brazos el tamaño de la jaula e invitándoles a ponerse cinco personas ocupando ese espacio que, en la realidad, estaba rodeado de barrotes.

Ese gesto me recordó otra charla-taller que vinieron a dar personas que habían estado en la cárcel. En ese caso dibujaban en el suelo con cinta roja el tamaño de una celda. También les invitaban a meterse dentro, moverse en ese espacio y describir cómo se sentían.

Después, continuó su relato diciéndoles que solo una de las chimpancés, la más anciana, había crecido en libertad. La habían cazado cuando era pequeña y luego la vendieron a ese circo. Les dijo que cuando se caza a una cría en su entorno natural, de media se mata a diez chimpancés de su grupo. Todas se unen para evitar la agresión. Les contó que, como esa chimpancé era muy mayor ya no servía para el espectáculo, así que había pasado el último tiempo sin salir de la jaula y tenía las piernas y los brazos bastante atrofiados.

“Cuando las rescatamos y las llevamos al centro de recuperación estábamos expectantes observando qué harían en sus primeros momentos de libertad en un lugar con árboles y sin rejas. Cuatro, las que solo habían conocido la vida enjauladas, se quedaron quietas, sin saber muy bien qué hacer, pero la chimpancé mayor, la que había nacido en la selva, sin pensárselo un momento se subió a un árbol, recuperando una agilidad que todo el mundo creía ya extinta en ella”. 

Creo que, en ese momento, todas las cabezas (las que seguían apoyadas pesadamente en los brazos y las que se sostenían solas) estaban imaginando a la chimpancé allí subida.

“El problema fue que, cuando le entró hambre e intentó bajar, se dio cuenta de que no podía. Sus manos y sus piernas no lograban sostenerla lo suficiente, y se puso a llorar”. Se hizo un silencio. “¿Y qué creéis que ocurrió?”

Surgieron muchas voces desordenadas expresando, de distinta forma, que creían que lo que sucedió fue que las otras chimpancés le subieron la comida. “Así fue”, les dijo, “¿Y creéis que le subieron la comida mejor, la más suculenta, o la que ellas no querían?”.

“Yo creo que le subieron la mejor, profe”, dijo un alumna. El resto asintió. “Eso fue lo que ocurrió”, les contó ella, “son más parecidos a nosotros de lo que parece”

“Pero nosotros no haríamos eso, los humanos no somos así de altruistas, somos egoístas por naturaleza”, respondió un alumno. El resto, no todos y todas pero sí la mayoría, también asintió.

No sé de dónde saldrá esa idea de que crean más capaces a los chimpancés de tener comportamientos altruistas que a los miembros de su propia especie. Lo que está claro es que si eso hubiera sido así, si el egoísmo fuera el motor de nuestras relaciones, nos habríamos extinguido hace tiempo.

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Paco Caro
1/4/2025 23:06

Que los seres humanos somos malos por naturaleza, es una idea judeocristiana. Como mucho, tiene 10.000 años, una minucia, comparado con la edad de nuestra especie. Esta idea judeocristiana, es compartida hasta por los más ateos. Porque el judeocristianismo no es una religión, es una cultura, a la que pertenecemos todos los occidentales, y con la que hemos sido educados. Sin embargo, es una idea falsa. ¿Qué sentido adaptativo habría tenido que la Naturaleza crease una especie "mala"? Ninguno. Lo que ha permitido al Homo Sapiens sobrevivir durante casi 300.000 años, ha sido la cooperación y el afecto. Los miembros del clan se querían, y esa vida afectiva era lo más importante para todos, y lo que garantizaba su supervivencia. El ecosistema del pez es el agua, el ecosistema del ser humano es la gente. El judeocristianismo dice que el ser humano nace malo, y que sólo mediante el terror aplicado durante la infancia, puede hacerse bueno; la biología dice lo contario: el ser humano nace bueno, y sólo mediante el terror aplicado durante la infancia, puede hacerse malo.

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Garibaldi
30/3/2025 14:15

Y tanto que sí. Recuerdo cómo mataron hace veinte años impunemente en València a un orangután que pudiendo escapar sólo de la jaula del Zoo donde estaba, lo quiso hacer llevándose a toda su familia, pareja y crías. La policía lo acribilló. Impunemente como digo, adujeron que no disponían de munición anestesiante.

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