Opinión
Pasamos lista
Amanece nublado. La plaza está en el centro de la ciudad. Ligero viento que mueve las banderas palestinas. Carteles con imágenes de niñas y niños. Pintados a mano. Algunas sonríen.
Hay una pancarta. Las letras blancas sobre un fondo verde dicen: “La educación contra el genocidio”.
Hay personas formando un círculo en el centro de la plaza. En una parte hay un atril sobre el que están colocados muchos folios. Es un listado en el que están escritos los nombres de las niñas y los niños que no han podido comenzar el curso escolar. Niñas y niños asesinados en Gaza. Es un acto solemne. La dignidad lo empapa todo.
El silencio. Ese silencio que en otros momentos dan ganas de romper, ahora se mantiene inquebrantable.
Cada persona que se coloca frente al atril, antes de comenzar a hablar, toma aire y, después, dice su nombre. Algunas cuentan que son profesoras y, al empezar, dicen: “Voy a pasar lista”. Otras añaden alguna frase “de los niños y niñas que no podrán comenzar el curso “ o “que han sido asesinados” o “que nunca volverán a su colegio” o “los que no podrán ir a la escuela nunca más”.
Una persona que lee, después de pronunciar más de diez nombres, no puede evitar levantar la cabeza para decir: “Son todos de la misma familia”
Las personas que están en el círculo, después de escuchar cada nombre, dicen “asesinado”, “asesinada”.
Un chico palestino pide que se cambie la palabra. Que la respuesta después de decir en voz alta los nombres sea “presente”.
Algunas personas comienzan y se paran. No pueden continuar leyendo. La lista fue demasiado larga desde el primer asesinato. Hay otras que toman el relevo. Las voces que leen van cambiando. Hay personas que se pelean con el llanto para seguir pronunciando en alto los nombres. Hay muchas voces rotas.
Cuando terminan su turno señalan con el dedo a la siguiente el nombre por el que continuar leyendo.
Llega la policía. Pide los permisos.
Alguien trae un ramo de flores. Son hortensias. Poco a poco el asfalto de la plaza se va llenando de velas, imágenes, banderas, plantas.
El acto comenzó por la mañana. Se leen nombres de manera ininterrumpida. A las dos del mediodía iban por las menores de tres años
Una persona que lee, después de pronunciar más de diez nombres, no puede evitar levantar la cabeza para decir: “Son todos de la misma familia”.
El acto comenzó por la mañana. Se leen nombres de manera ininterrumpida. A las dos del mediodía iban por las menores de tres años. A las nueve de la noche por las niñas y niños de siete. Las velas iluminan la plaza.
En el centro educativo donde trabajo tenemos esa lista colgada de las paredes desde el inicio del curso. Para que no se olviden los nombres. Para saber que cada día hay nombres nuevos que añadir.
Es una manera de recordar que, para que esa lista no siga siendo cada vez más larga, hay que hacer algo. O todo. Hay que volver a llenar esa plaza. Rebosarla. Y muchas más plazas. Y continuar desbordando las calles, los barrios, las ciudades… Hasta llegar a Gaza.
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