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Voces de Extremadura
Teresa Rejas: "Ibarra era el dios absoluto en Extremadura"
Teresa Rejas, diputada de IU durante 15 años y la primera presidenta del Parlamento de Extremadura, ha representado la coherencia en los valores democráticos y de la izquierda.
Pocas personas de las que han pasado por la Asamblea desde su constitución en 1983 cuentan con tanto respeto y aprecio. Teresa Rejas, diputada de IU durante 15 años y la primera presidenta del parlamento de Extremadura, ha representado la coherencia en los valores democráticos y de la izquierda. Imprimió a la política un estilo que combinaba serenidad y firmeza, humildad y dignidad. Ha defendido siempre a los de abajo, sin aspavientos pero sin arrugarse frente al caciquismo de los poderosos, tan cotidiano en Extremadura.
“Quien no es comunista a los 20 años no tiene corazón; quien es comunista a los 40 no tiene cabeza”. Se atribuye a Churchill esta frase de inconfundible tufillo reaccionario. Pero hay personas empeñadas en descalabrar el tópico. Teresa Rejas es una de ellas. Se afilió al Partido Comunista cuando tenía 50 años y cuando ostentaba la presidencia de la Asamblea de Extremadura. Eligió los pedregales justo cuando andaba en los palacios.
“No lo ha tenido fácil Teresa Rejas. Se le ha atacado por ser de Izquierda Unida y, más de una vez, por ser mujer”, escribió en su día Manuela Martín. Recordar su trayectoria y sus ideas es quizás una buena manera de reparar el agravio sistemático que sufrió por quienes han mandado en Extremadura y, al tiempo, una forma de alimentar las esperanzas del presente.
Teresa, háblanos de tu infancia, de tu juventud, de tus años de formación.
Yo nací en el seno de una familia de derechas. De derechas y con mucho miedo a la guerra, porque el único hermano varón que tenía mi padre lo mataron. Se fue como voluntario un viernes y lo mataron el lunes. Pero mi padre jamás nos inoculó el virus del odio o de la represalia.
Siempre digo que mi padre ha sido el mayor demócrata que he conocido. Nos permitió vivir una infancia alejada de los miedos. Él era administrativo, formaba parte como personal civil de la administración militar. Y mi madre trabajó en los silos del trigo hasta que se casó.
En mi casa se ha pasado de todo, menos hambre. La mejor viña y herencia que os podemos dejar es que os podáis valer por vosotros mismos, nos repetían. Y así fue, porque estudiamos los cuatro hermanos, los tres mayores estudiamos en el Brocense e hicimos magisterio, porque era la única carrera que se podía hacer aquí en Cáceres. Aunque al final la única que ha ejercido el magisterio he sido yo.
¿Y qué ambiente se respiraba allí, en el instituto y en aquellas escuelas universitarias?
No digo un ambiente dictatorial, pero casi. Yo estudié en las Escuelas Normales, como se llamaban entonces a las escuelas de magisterio, Santa Teresa de Jesús y Rufino Blanco. Estábamos separados chicos y chicas. Los chicos estaban en la parte de arriba y las chicas en la parte de abajo. Nos obligaban a llevar manga larga, medias y teníamos prohibido usar pantalones. Te hablo de mediados los años sesenta. Me gusta contar una anécdota que simboliza muy bien el momento. Nos daban clase las hermanas Fuerte, María Antonia y Angelines, que las teníamos como ogros, porque eran muy exigentes y responsables. Un día, María Antonia, nos preguntó a las chicas por qué no íbamos con pantalones. Le dijimos que nos lo tenía prohibido el cura que daba religión, Don Daniel Rubio. Y ella nos dijo: a partir de mañana traigo yo pantalones y vosotras decís que si los llevo yo por qué vosotras no podéis hacerlo. Años más tarde, en el primer mitin del PCE, al que asistió Ramón Tamames, allí estaban las dos. Para mí fue como un aval. Cuando llegué a mi casa, mis padres, que ya sabían que yo había ido al mitin y que tenían miedo, me preguntaron nerviosos por qué había asistido. Yo les respondí que también estaban allí las hermanas Fuerte.
Cáceres era –y lo sigue siendo hoy, en gran medida- una ciudad muy clasista, muy cerrada
¿Cómo era el Cáceres de los años sesenta?
Cáceres era –y lo sigue siendo hoy, en gran medida- una ciudad muy clasista, muy cerrada. Como anécdota te diré que había dos paseos en Cánovas, muy diferenciados. Uno que le llamaban “La Cursi”, que era por donde paseaban las chicas y los chicos pijos de Cáceres, los hijos de las familias adineradas, la “Cursilandia”. Y luego estaba el paseo por dónde íbamos la gente corriente, era como “Marmotilandia”, donde caminábamos quienes no teníamos clase social.
Después de terminar magisterio, no había oposiciones, y empecé a trabajar en la joyería de un tío mío. En el curso 72-73 comencé a estudiar por las tardes en el colegio universitario, allí me licencié en Filología. Contrataron a Ricardo Senabre como director, que le llamaban por entonces “El Gallina Blanca”, porque decían que había venido con un millón, con casa y coche. Con el mote se hacía referencia a un anuncio de televisión de aquellas fechas. Ricardo Senabre nos dio la opción de poder estudiar por la tarde. Tengo muy buen recuerdo de Senabre y creo que se portaron muy mal con él. Defendió la dignidad de la universidad en los tiempos más duros. Por ejemplo, no permitió que la policía entrara en el recinto de la facultad, cuando se produjeron los paros como consecuencia del cierre de la Universidad de Valladolid. Por entonces la Universidad de Cáceres fue muy combativa, un foco de libertad que se extendía a la ciudad. Allí se representaban obras de teatro prohibidas como La pancarta, de Jorge Díaz o Ligazón, de Valle Inclán.
Yo participé en uno de los grupos de teatro que se crearon por entonces, “Coturno”. Y también en el cineclub, cuyo primer director fue Fernando Turégano, y a cuya directiva pertenecí durante algunos años. Allí vimos todas las películas de Eisenstein, de Pasolini o de Bergman. En los años setenta e incluso hasta mediados de los ochenta el cineclub marcaba un polo de referencia respecto del Cáceres cerrado y pueblerino. Había debates muy interesantes, abiertos y duros.
¿Cómo recuerdas los años de la Transición, cómo influyeron en tu formación política?
En esos años todavía no estaba muy implicada políticamente, pero sí estaba vinculada a los movimientos sociales religiosos. Íbamos a dar catequesis en Aldea Moret, a enseñar a leer, a trabajar con los jóvenes del barrio. Pero ya en el colegio universitario sí trabé relación con quienes se oponían al franquismo, porque mis amigos estaban en el PCE. Yo no lo sabía, porque aún era clandestino, pero allí militaban Matías Regodón, Santi Lindo o Pedro Barco, con los que yo estudiaba. Aunque yo no estaba afiliada, me invitaban a algunas de las reuniones. Era, como se decía entonces, una compañera de viaje. El soporte de avituallamiento, como les decía yo.
Estuve cuando vino Marcelino Camacho. Y recuerdo especialmente el día que se legalizó el PCE, el 9 de abril de 1977. Bajamos al Temi, un bar a la salida de Cáceres, en la carretera de Trujillo, que llevaban por entonces David y Mariluz, dos asturianos que se habían venido a vivir aquí. Allí se festejó y poco después se abrió la sede de la calle Sergio Sánchez. Yo no militaba todavía en el PCE, aunque colaboraba abiertamente. De aquellos años recuerdo el papel activo de Juan Luis Yagüe, Martín Alfonso Polo, Chano o Juan Ramón Casillas.
Por entonces, participé sobre todo en el Movimiento Democrático de Mujeres, el MDM, que fue el primer movimiento feminista en Extremadura. Allí, con Teresa Oliva, Teresa Mateo, Rosa Alba o Pura Rejas, empezábamos a plantear las cuestiones que estaban por conquistar, el divorcio, el aborto, los anticonceptivos. Aunque también tratábamos de que, por ejemplo, el movimiento calase entre las mujeres de la fábrica de Induyco. Visto con perspectiva, creo que si hubiéramos empezado por el derecho al trabajo o a la salud, quizás habría sido mejor.
Pero pronto comienzas a trabajar como maestra. Háblanos de tu experiencia y de tu visión sobre la educación.
Yo he nacido docente y moriré docente, esa ha sido mi vocación. He dado clases particulares en mi casa, luego tuve una academia mientras me preparaba oposiciones, siempre he estado vinculada a la enseñanza. Cuando empecé a ejercer como maestra, en Hervás, en el año 78, tuve mi primer choque frontal con la realidad. Casi recién llegada, un niño del barrio judío, Roberto, no se me puede olvidar, me dice, “Maestra, yo quiero aprender mucho porque quiero pasar a 1ºA. Y qué más da, Roberto, 1ºA que 1ºB. No, no da igual, porque mi padre me ha dicho que si paso a 1ºA me compra una bicicleta”. Llego y pregunto, y una compañera me abre los ojos: “Aquí hay niños del A y maestros del A y niños y maestros del B”. Los niños estaban segregados dependiendo de las familias, por clases sociales. Teníamos como director a uno de los antiguos alféreces provisionales. Empezamos a organizarnos un grupo de maestros y a plantear que con la nueva Constitución no se podía practicar la segregación. Al año siguiente se consiguió que se empezara a asignar al alumnado por orden alfabético. Llegabas de la universidad, de un sitio combativo, y te encontrabas con la realidad.
Me acuerdo que una consejera se dirigía a mí diciéndome señoría comunista, y te lo arrojaba como si fuera un insulto. Ibarra y los consejeros utilizaban el término comunista con absoluto desprecio
Empecé a reunirme con compañeros que trabajaban las técnicas de Freinet. Un grupo de gente de distintos pueblos, Javier Rosado, Isabel, Trigoso, que nos reuníamos unas veces en Hervás, otras en Navaconcejo, en distintos pueblos. Para educar de un modo alternativo, empezamos a trabajar con textos libres, utilizábamos las “multicopistas de membrillo”, como les llamábamos. Eran los inicios del movimiento de renovación pedagógica y de las Escuelas de Verano. Utilizábamos nuestro tiempo y nuestro dinero para formarnos.
En Hervás estuve dos años. Allí conocí a gente muy interesante como Carlos Fernández, Carlos Sánchez Matas, que formaban parte del grupo de teatro independiente La Alambrera. También participé en ese grupo de teatro, siempre me ha gustado mucho y lo he utilizado en la escuela. Y después de Hervás, he estado de maestra en Vegaviana, Almoharín, Torremocha, Almendralejo, Mérida y Cáceres.
En Almendralejo es donde comienzas a militar más activamente en política. Comienza otro ciclo distinto en tu vida.
Sí, unos miden la vida en ciclos, yo la mido de vuelco en vuelco. Es a partir de 1984, en Almendralejo, cuando me voy a implicar a fondo en la militancia política. En los años anteriores me he ido curtiendo, trabajando con gente que concibe la educación de otra manera. Y en Almendralejo empiezo a intervenir en los claustros y a relacionarme, cosa curiosa, también a través del teatro. Con otra compañera organizamos un grupo y participamos en el certamen local y ganamos el primer premio. Yo trabajaba en el colegio del barrio San José, una barriada obrera. Recuerdo que algunos decían: “Estos gitanos dónde van”. Estaban acostumbrados a que ese tipo de concursos los ganara siempre el Colegio Santa Ana, el exponente por excelencia de la educación privada, mimado por los políticos.
El colegio nuestro, como estaba en un barrio humilde, era desastroso. En mi clase tenía el cuadro de luces de la calle. El día que había tormenta saltaban chispas. No se limpiaba todos los días. Creamos la Escuela de Padres, aunque quienes iban eran solo las madres. Ocho o diez madres, que se convirtieron en madres guerreras. Algunas de ellas, cuando llegaron, no sabían leer ni escribir. Trabajábamos con ellas por las tardes y se hacían debates muy interesantes. Recuerdo que llevamos a todos los partidos a debatir sobre el referéndum de la OTAN en 1986 o sobre la educación pública.
Mis primeros contactos en el ámbito político fueron con Alberto Asuar. Empecé a colaborar estrechamente con IU, con Miguel Cansado, Juan el Curina, Julia Suárez, Antonio Fernández, Silvestre... Muchos de ellos tenían a los hijos en el colegio. En Almendralejo conocí también de primera mano cómo funcionaba la política local, la connivencia de los gobernantes con las corruptelas. Recuerdo cómo desde Izquierda Unida luchamos contra un pelotazo urbanístico que se pretendía dar entonces, el aparcamiento subterráneo. IU fue muy activa en la denuncia del caciquismo. El PSOE tenía comprada muchas voluntades. Por poner un ejemplo, permitiendo alcoholeras sin licencia. Un pueblo que vive de vendimia a vendimia es muy fácil controlarlo.
En el año 1992 entras como diputada en la Asamblea de Extremadura. Has estado quince años en el Parlamento, eres la persona de IU que más tiempo ha permanecido en esa institución y una de las diputadas más activas. Cómo has vivido ese período de tu vida y qué papel crees que ha jugado la Asamblea e IU en la sociedad extremeña.
Cuando entro a la Asamblea de Extremadura, lo primero que me choca es el rechazo sistemático a las propuestas que hacíamos. Yo no entendía cómo era posible que nos echaran para atrás iniciativas que eran de cajón, de sentido común. Era muy desesperante. Cuando hablabas te encontrabas con un muro, contra un rodillo, por el simple hecho de que quienes presentábamos las propuestas éramos nosotros.
Nosotros que, además, éramos un grupo muy activo. Yo no voy a decir que los diputados de IU hayan sido los únicos que han trabajado, pero sí los que más. Quizás porque éramos pocos, porque teníamos conciencia de clase… Porque no era palabrería hueca. Te pateabas los problemas, había una relación permanente con todos los colectivos. Había una frase que utilizábamos entonces que resume bien esa actitud: los problemas nos interpelan, desde un periódico, desde la calle. Cualquier asunto colectivo nos concierne, nos hayan votado o no.
Pero con el tiempo fui apreciando que había cosas que calaban, quizás con un tamiz más gordo del que nos gustaría, pero calaban y eso te desalentaba menos. E incluso entre votantes y militantes del PSOE, que te lo reconocían en privado. Sentías la satisfacción y la desazón al mismo tiempo.
La relación de IU con el PSOE en Extremadura siempre ha sido muy problemática…
Ha sido siempre de machaque. Me acuerdo que una consejera se dirigía a mí diciéndome señoría comunista, y te lo arrojaba como si fuera un insulto. Ibarra y los consejeros utilizaban el término comunista con absoluto desprecio.
¿Y qué opinión te merece Rodríguez Ibarra, su política, su estilo, sus años de mandato?
En una ocasión Ibarra criticaba al PNV con el argumento de que llevaba muchos años gobernando en Euskadi y había tejido una red clientelar. Tuve que recordarle que eso mismo exactamente era lo que pasaba en Extremadura. Ibarra era un político que presumía ser más de izquierdas que nadie, pero que tenía todos los ticks de un dictador. Todos los que no le batieran palmas eran enemigos.
Ibarra era el Dios absoluto, premiaba a los buenos y castigaba a los malos, repartía castigos y bendiciones.
Con lo que más disfrutaba en los debates no era rebatiendo los argumentos del adversario, sino descalificándolo. Y él, además, estaba gustoso de que le tuvieran miedo. La Junta era y es la única gran empresa en Extremadura. Y a los trabajadores que se atrevían a discrepar se les perseguía. Recuerdo a funcionarios como Pepo Ayala, dirigente de CCOO, o a Luz Rueda… Y otro tanto les pasó a personas como a Marino Barbero, Víctor Chamorro o Antonio Rosa. O en el mundo de la música, a grupos como Extremoduro, denostado, o a Bebe en su día. Ibarra era el Dios absoluto, premiaba a los buenos y castigaba a los malos, repartía castigos y bendiciones.
Y luego tenía un comportamiento absolutamente ególatra. Fíjate hasta donde llegaba que le pedía a sus propios diputados y compañeros de partido que le llamaran Presidente. A mí me extrañaba que fuera del debate parlamentario sus diputados y consejeros le llamaran así. “No, es que él dice que para que la gente le llame Presidente tienen que hacerlo también los de dentro”, argumentaban.
Cuando crearon el Estatuto de expresidentes se cogió un rebrinque tremendo. Vio que se terminaba la legislatura y exigió que se hiciera una ley expresamente para ello, argumentando que éramos la única Comunidad que no la tenía. Y a prisa y a la carrera, PSOE y PP se pusieron de acuerdo. Un auténtico atraco a mano armada, un traje a medida, como denunciamos entonces, que incluía el derecho a percibir durante 12 años el 80% de su sueldo como Presidente. Y después durante mucho tiempo ha seguido disfrutando de oficina, secretaria o escolta.
Y la etapa de la Presidencia de la Asamblea, la legislatura decisiva de 1995-1999, ¿cómo la valoras, desde la perspectiva actual?
Las elecciones de 1995 constituyen un hecho histórico. Es la primera vez que el PSOE pierde la mayoría absoluta y el resto de las fuerzas políticas van a llegar a un pacto institucional, PP, Extremadura Unida e Izquierda Unida. Hasta entonces la Asamblea de Extremadura mantenía una completa subordinación respecto de la Junta. Ni la gente en la calle lo diferenciaba siquiera. Dimos la batalla sencillamente por la división de poderes, porque el Parlamento cumpliese sus funciones, de control y legislativo.
Es además, como recordarás, el momento de la primera gran oleada de la corrupción. El PSOE había perdido también la mayoría absoluta en España, habían estallado los casos de Roldán, Mariano Rubio, el GAL y tantos otros. Y en Andalucía se había dado antes una situación parecida a la extremeña. Desde IU lo que hicimos fue defender la independencia respecto del PSOE. No hay que olvidar que en el 94 Felipe González, tras perder la mayoría, va a pactar no con IU sino con Pujol. Ese es el contexto.
Recuerdo el papel denigrante que cumplieron entonces periodistas y columnistas como Martínez Mediero, Ventura Duarte o El Periódico Extremadura, con su director a la cabeza, que era Pepe Higuero
El PSOE va a poner en marcha toda su maquinaria. No solo la de su partido, sino también la de la red de voceros que ha ido creando. Es cuando inician aquello que le llamaron la teoría de la pinza. A pesar de que nosotros habíamos permitido con nuestra abstención la investidura de Ibarra, ellos ponen en marcha una campaña bestial. Pensaban, sencillamente, que la Asamblea y todas las instituciones en Extremadura les pertenecen, que son de su propiedad. “IU ha entrado en la Asamblea por el sistema del butrón”, llegaron a decir. En aquellas fechas se utilizaron todas las malas artes contra IU. Recuerdo el papel denigrante que cumplieron entonces periodistas y columnistas como Martínez Mediero, Ventura Duarte o El Periódico Extremadura, con su director a la cabeza, que era Pepe Higuero. E incluso, los coletazos llegaron más lejos. El diario Hoy entonces no se prestó del mismo modo y durante un tiempo también lo tuvieron en cuarentena y a periodistas como Manuela Martín, que era para ellos poco menos que la bestia negra.
La campaña contra la Asamblea de Extremadura llegó hasta el extremo de que los propios presupuestos del Parlamento regional fueron modificados y vetados por la Junta, como si se tratara de una consejería más. Fue una lucha continua y diaria.
El 25 de septiembre de 1997, Teresa Rejas presenta la dimisión como Presidenta de la Asamblea de Extremadura. Así comienza su intervención en el Pleno de la Asamblea, sorprendiendo a todos los diputados:
“Quiero, ante este Pleno que me eligió, presentar hoy mi dimisión como Presidenta de la Asamblea de Extremadura. Lo hago por dignidad y coherencia. Izquierda Unidad hizo un pacto con las fuerzas parlamentarias de la oposición para democratizar esta institución, no buscábamos sillones ni dinero ni paseos en coches oficiales; pensábamos que al estar el Ejecutivo y el Legislativo representados por personas pertenecientes a distintas fuerzas políticas la división de poderes sería efectiva.
Al día de hoy se ha subvertido la voluntad popular que dio a Izquierda Unida seis diputados. Esto puede traer como consecuencia que tenga mayoría absoluta un partido a quien el pueblo se la quitó en las urnas.”
Visto con la perspectiva de los años, ¿cómo analizas tu dimisión en 1997, Teresa?
El ataque a IU viene de los poderes fácticos, que cogen miedo. Hay que recordar aquel editorial de Luis María Anson, alertando de que si el PSOE se hundía, lo que venía era Anguita y los comunistas. Son los años en los que IU está creciendo y se plantea como alternativa. Hay que dejar respirar al PSOE, es la consigna del poder. Es, si hacemos la traslación, lo que ha pasado ahora, contra Podemos. A los poderes fácticos, a los que no se presentan a las elecciones, no les interesa que una fuerza de izquierdas, de transformación, pueda emerger.
Tú formabas parte de la dirección de IU en la etapa de Julio Anguita. ¿Cómo valoras ese periodo?
Creo que IU tenía que hacer valer su política, ir más allá del posibilismo, del esto es lo que hay, del neoliberalismo. A nosotros nos minaron desde dentro, torpedearon y nos dieron en la línea de flotación comprando voluntades, a todos los niveles, nacional y regional. Basta recordar a Antonio Gutiérrez, Cristina Almeida, o Nicolás Sartorius. Desde Maastricht para acá, creando aquello que se llamó la Nueva Izquierda. Que es, en cierto modo, lo que está pasando ahora con Errejón.
Tanto aquí como a nivel nacional fueron a por sus dirigentes. Fueron a por Julio Anguita, en el acoso más despiadado que yo he visto. Y también aquí a por quienes lideraban IU. Me da mucho coraje que la gente venga diciéndome que echa de menos ahora a Julio Anguita. ¿Y por qué no lo votabais?
Te has destacado siempre por tu compromiso feminista. ¿Qué opinión te merece el movimiento feminista en la actualidad?
Me parece muy importante que haya resurgido con fuerza. Hubo una época en la que las mujeres que empezamos a luchar por la igualdad nos relajamos. Creíamos que las mujeres y los hombres que venían después iban a coger el testigo. Sin embargo, las asociaciones mujeres comenzaron a convertirse en ONGs, y con ello a cambiar, a estar sometidas al poder. Como yo administro las subvenciones yo tengo que ir a la inauguración y yo te digo por dónde tienes que ir. Se subvirtió totalmente el movimiento feminista, pasó a ser un esclavo más de quienes mandaban.
Ahora muchas mujeres –y hombres- han tomado conciencia de que la revolución solo será real si es feminista. Pero esa revolución se hace luchando por la igualdad. Las mujeres no somos una clase social. El machismo golpea a toda la sociedad, pero lo padecen en mayor medida las mujeres de las clases trabajadoras. Si la mujer no tiene independencia económica o no puede hacerse cargo de sus hijos, dependerá más de las instituciones. En esta lucha tenemos que estar todos los hombres y mujeres de la clase trabajadora, que es a la que nos tienen puesto el pie en el cuello.
El feminismo tiene que ir de la mano de la conciencia de clase. Esa es mi lucha feminista, la lucha de clases
La revolución será feminista luchando por la igualdad. Yo no tengo nada que ver con la Preysler, pero sí con las trabajadoras de la limpieza o con las mujeres que sufren la discriminación salarial. La revolución feminista es la revolución de la igualdad. El feminismo tiene que ir de la mano de la conciencia de clase. Esa es mi lucha feminista, la lucha de clases. Mi feminismo es el feminismo de clase, el feminismo de orientación socialista.
Curiosamente te afiliaste al PCE mucho después de tu militancia en IU, algo muy poco habitual.
Yo me afilié al PCE en 1996, 10 años después de la creación de IU, a la que pertenezco desde su nacimiento. A mí se me hacía muy grande la palabra comunista y dar el salto a coger el carné del PCE. Pero llegó un momento, cuando estaba en la presidencia de la Asamblea, en que pensé que afiliarme me iba a dar fuerza para no olvidarme de los valores fundamentales. Era como la forma de ligarte a tu clase, frente al boato del Parlamento, frente a los halagos, frente a los cantos de sirena.
A ser comunista se aprende cada día. Se trata de un compromiso muy importante, contigo misma y con la sociedad. Si no es así, es una adhesión vacía, se trata de un carné más. El comunismo es una manera de ser, de pensar, de existir, de estar en la vida.
Para terminar, Teresa, ¿cómo ves las elecciones que se celebran el próximo domingo 26 de mayo y qué opinión te merecen las distintas opciones que se presentan?
Creo que una de las cuestiones más preocupantes, claro está, es la irrupción de Vox, que estén normalizando esa opción. Y después, también cómo el PSOE está utilizando el miedo y volviendo a apelar al voto útil.
En Extremadura, Vara ha vivido demasiado cómodo los últimos cuatro años. Por la derecha le han molestado poquito y por la izquierda tampoco le han apretado mucho los tornillos. Creo que estando en minoría se podría haber sacado mucho más para la clase trabajadora. Tanto a nivel nacional como regional.
La gente ya no quiere mayorías absolutas. Creo que el PSOE va a ganar pero el PP no va a pegar un gran batacazo como a nivel nacional. Y, sobre todo, pienso que es necesario que haya una fuerza de izquierdas de verdad. Pero que los de Unidas Podemos se pongan las pilas, porque si no muchos ciudadanos y ciudadanas extremeñas de izquierda le van a dar la espalda. Que escuchen, que se pateen más la calle, que se reúnan con los colectivos. Si no perderán la confianza de la gente de izquierdas en Extremadura. Deseo que tengan mucha fuerza para poder tirar del Parlamento hacia la izquierda.
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Sra???DIOS???ibarra?no falte el respeto Ali que sino cristiano-católicos-apostólicos,ya que se la dan de respetuosos y democráticos,por que nombra a Dios nuestro Señor,si son ateos o no creen en la religión católica,que fácil es nombra algo que creen muchos extremeños y no creen ustedes,por que lo dicen ?por política bananera,o que?mas respeto por favor,será tu dios,o como tú quieras llamarlo,pero no el de la mayoría de los extremeños,y no voy a entrar en porque,vale?gracias
Ibarra fue un auténtico cacique. El principal responsable del atraso de Extremadura y de la emigración, que continúa.
Es de justicia reconocer a Teresa Rejas y a quiénes se opusieron y se oponen al cortijeo en Extremadura.
Teresa un ejemplo de dignidad y coherencia. Las nuevas generaciones no debemos olvidar los consejos y enseñanzas de personas como ésta