La ropa me pesa y hoy he decidido quitármela.
A los miedos que secuestran mis deseos,
al nudo que llevo en la garganta,
dejo libre mi voz.
A lo lejos, algo me llama; agudizo mis sentidos,
aún así no consigo saber que es lo que percibo...
Y estás loca me digo, eso es lo que dicen;
pero dejo que mis pies caminen,
sé que la libertad está cerca.
Huelo a sangre, y a muerte;
pero también a tierra mojada,
me descalzo, no lo pienso y sigo.
me niego a cerrar los ojos,
no quiero perderme ni un solo detalle del puto camino.
Empiezo despacio, las ramas arañan mis miedos,
y estos salen a flote.
Y huele a sangre, y duele;
pero sigo,
y sigo,
sigo sin mirar atrás,
no sé donde acabaré o si encontraré algún enemigo,
sólo sé que cada vez me siento más libre,
más ligera.
Y oigo voces en mi cabeza:
“Siempre serás mía”, “Te encontraré”, “No eres lo suficientemente buena”
“No me gusta como miras”, “Respiras demasiado fuerte”, “tus alas rompen mis puertas”
“Tu corazón me hace pequeño”...
a ratos comienzo a saltar
como cuando era una niña,
cada vez más alto.
¿Y tú, recuerdas lo qué es saltar?
Comienzo a sonreir y una expresión en mi pecho crece:
Oigo mi corazón.
María Becerra
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