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8 de marzo
Una tela morada para un espacio en libertad
Soy N, el 8 de Marzo del año pasado denuncié mi situación laboral en el podcast 'Carne Cruda'.
Hoy, tras dos años de lucha y cuatro juicios ganados a mis espaldas, quiero compartir con todas vosotras mi victoria y la reconquista de mi puesto de trabajo como jardinera, del cual me echaron al quedarme embarazada.
Este proceso de dos años, 23 meses y 760 días, ha tenido un coste emocional y físico que todavía hoy sigo sanando. No son sólo juicios ganados, también frustración y miedos, alegrías y dudas, fuerza y debilidad; acompañada en cada momento de la incomprensión por parte de la empresa y de los “compañeros”, todos hombres.
Me hace pensar que ese comportamiento incomprensible por parte de la empresa podría ser quizás por desinformación sobre las actuales leyes de familia, por los inexistentes controles hacia las empresas para que cumplan dichas leyes, por intereses, o meramente por falta de valores humanos.
Los “compañeros”, el encargado y varios cargos de la empresa siguen viviendo en su nube de ficción normalizando el hecho de tratarte de forma diferente por ser mujer, madre y persona con voz que defiende sus derechos, al igual que normalizan ser machistas en lenguaje y comportamiento. Aquí, en el día a día del trabajo puedes ver y sentir la realidad de lo lejos que quedan la igualdad, el feminismo y, en definitiva, el respeto, y de cuántos años faltan todavía de camino.
¿Y cómo es que no he muerto en el proceso y sigo manteniendo, en parte, la cordura?
Aquí entran las cuatro herramientas clave que he utilizado para no ahogarme en ese fango de incomprensión, soledad y lucha feminista:
La amistad con mayúsculas y la familia que me sostenía en momentos muy oscuros. Mi psicóloga, parte racional y ayuda indispensable en mi salud mental. La sección sindical de mi centro de trabajo y, sobretodo, el sindicato SAT del que soy militante, el cual ha sido importante en la información legal, en el apoyo logístico y en la asistencia legal con mi abogado. Por último, una asociación que conocí hace poco, “Malas madres”, gracias a su muro “Yo no renuncio”, donde se denuncian mas de 900 casos como el mío, me hicieron sentirme acompañada en mi proceso, viendo por desgracia lo habitual que es entre las madres trabajadoras la discriminación, el rechazo, el acoso, el abandono, la crítica, la precariedad laboral, etc. Así como la cruda realidad de tener que elegir entre renunciar a tu trabajo o a ser madre presente.
“Lo habitual entre las madres trabajadoras es la discriminación, el rechazo, el acoso, el abandono, la crítica, la precariedad laboral. Así como la cruda realidad de tener que elegir entre renunciar a tu trabajo o ser madre presente”, N.
Me siento orgullosa de mi misma, aliviada por el final del proceso y victoriosa a nivel legal y moral. Aunque sin poder evitar sentir un poco de amargura cuando pienso en lo absurdo de todo este proceso y en la pérdida de energía, tiempo, dinero, salud física y mental... si tan sólo hubieran cumplido los mínimos morales y legales que se esperan tan a menudo de esta supuesta sociedad democrática.
No me queda más que animaros a vosotras, que en este momento estáis o estaréis ante tal discriminación, a luchar y darlo todo sabiendo que saldréis heridas, pero no concibo otro camino hacia la igualdad y el derecho que poner cada una un granito, ¡fuerza y coraje!
Soy la amiga de N
Mi amiga N, que sabe que por aquí soy la de las telas, me pide que le busque entre los retales algo violeta.
Me dice que quiere ponerse el viernes algo morado para ir a trabajar y que, con la rigidez del atuendo obligatorio, el espacio de libertad que le queda es la cabeza.
Elijo un trozo de algodón que sirva de bandana. Violeta intenso. Tengo el pedazo delante de mí y le hablo.
Le digo que dé calorcito a mi amiga N, que la cuide.
Que grite por ella la injusticia.
Que cante la tenacidad y la valentía de esa cabeza que va a arropar.
Que seque las lágrimas de la impotencia, si es que asoman.
Que calme la intranquilidad, la inseguridad, la ansiedad.
Que oculte a N de esas miradas que son golpes.
Que devuelva al remitente el menosprecio, las insinuaciones malintencionadas, la incomprensión que duele.
Mi amiga N ha peleado más de dos años contra una injusticia, de juicio en juicio hasta un total de cuatro. Todo empezó cuando se quedó embarazada y fue despedida. A quién no le suena esta historia.
Mi amiga N sacó por fin la cabeza para respirar hace unas semanas, esa cabeza que se vestirá de violeta el día 8, cuando supo que había ganado el último juicio y que volvería a su puesto original de trabajo. Y exultó. Exultamos todas las que sabemos lo que le ha costado en salud, en dinero, en equilibrio ¡Sí se puede!
Hace pocos días se reincorporó por fin a ese puesto, y me la están volviendo a ahogar.
“El delito de N ha sido clamar justicia, defender derechos que existen sobre el papel pero no en las mentes ¡Qué capricho!”, amiga de N.
Nada en un mar de zancadillas veladas, de silencios cómplices o sumisos, de 'omertá', de patriarcado que todo y a todos empapa. El delito de N ha sido clamar justicia, defender derechos que existen sobre el papel pero no en las mentes ¡Qué capricho! Qué manera de turbar la paz. Calla y acata, anda. Firmado: tus compañeros de trabajo.
Sé que podrá también con esto. Porque N puede con todo y más.
Por las que pueden como ella, aun dejándose la piel en el camino, por las que no pueden, por las que se rinden, por las que sucumben, tenemos que contarlo. Es responsabilidad de todas que las N del mundo no se ahoguen.
Este viernes 8 de marzo puede que os crucéis con mi amiga N. La reconoceréis por el amor y el empeño que pone en su trabajo de jardinera, por las manos felices de hundirse de nuevo en la tierra. Por la destreza, la sabiduría y la sensibilidad especiales. Porque siembra y cuida la vida en todas sus formas allá donde está.
Y por el trozo de tela tan violeta como mágico que llevará en la cabeza.