Actualidad árabe (y más)
La violencia israelí augura un año aún más duro para la población palestina

Los soldados israelíes han asesinado nueve personas palestinas -tres de ellas menores de edad- en lo que va de año, mientras Iraq y Arabia Saudí acogen proyectos deportivos para mejorar su imagen y Egipto trata de retener los vestigios de la Historia en mayúsculas.
Soldados israelíes
Soldados durante la demolición de casas y estructuras palestinas, a las afueras de Jerusalén. Fadi Atta

Un padre de familia que trataba de evitar la detención de su hijo es la última víctima de las nueve que en este 2023 han muerto en manos del ejército israelí. El sinfín de asesinatos contra civiles va acompañado de las primeras decisiones del nuevo ejecutivo de Netanyahu junto con sus aliados de extrema derecha, que da una vuelta de tuerca a la represión y prohibe la bandera palestina en el espacio público. Al sur de la frontera del autodenominado estado judío, las autoridades egipcias luchan contra el robo de antigüedades, un tipo de crimen que en Egipto ha vivido repuntes durante la inestabilidad socioeconómica de la última década.

En el año en el que se cumple el vigésimo aniversario de la invasión de Iraq, miles de jóvenes se desplazan esperanzados a la ciudad sureña de Basra, donde el país acoge un destacado torneo de fútbol árabe al que ven como símbolo de progreso y unidad. Cerca, en territorio saudí, el deporte también cobra importancia como factor capaz de mejorar la imagen de un país, aunque esta vez como estrategia de las autoridades en un intento para blanquear su nefasto registro de derechos humanos.

Los soldados israelíes siguen asesinando civiles palestinos en 2023

Cada fin de año llega cargado de deseos, pero hay desgracias permanentes que durante la primera semana del año nos recuerdan que son papel mojado. En lo que va de 2023, los periodistas que informan sobre Oriente Medio han tenido que titular “Un palestino es asesinado por un soldado israelí” en un total de nueve ocasiones, el mismo número de veces que soldados israelíes —en su mayoría extremadamente jóvenes— se han sentido legitimados para disparar munición real contra ciudadanos desarmados. Tres de los muertos eran niños.

La última víctima mortal es Samir Aslan, que el 12 de enero fue disparado en el pecho enfrente de su casa mientras intentaba evitar la detención de su hijo. La mujer del fallecido y madre del detenido cuenta que los soldados irrumpieron en su domicilio: “yo no llevaba el cabello tapado con el velo, así que les pedí que esperaran. Ellos no estuvieron de acuerdo e insistieron en detener a mi hijo”, relata la mujer a la prensa. “Les pedí que no le golpearan, pero lo sacaron de casa y empezaron a apalizarle. Mi marido salió, y oí un puñado de disparos. Cuando salí, estaba sangrando en el suelo”. Testimonios de los hechos aseguran que los mismos soldados impidieron que los vecinos se acercaran a socorrer a la víctima, de 41 años de edad.

El sinfín de asesinatos contra civiles palestinos va acompañado de las primeras decisiones del nuevo ejecutivo de Netanyahu junto con sus aliados de extrema derecha, que da una vuelta de tuerca a la represión y prohibe la bandera palestina en el espacio público

El 2022 fue el año más mortífero para los palestinos de Cisjordania desde la Segunda Intifada, que arrancó en septiembre del 2000. Al menos 167 personas murieron en este territorio ocupado a causa de ataques israelíes, en una cifra que escala hasta 220 personas si se suman el Este de Jerusalén y la franja de Gaza. Ahora, con el nuevo gobierno de Benyamin Netanyahu junto con la extrema derecha en el poder, no parece que las autoridades israelíes vayan a cambiar el tono.

El flamante ministro de Seguridad Nacional de Israel, el supremacista declarado Itamar Ben Gvir, ha ordenado durante sus primeros días de mandato que la policía israelí retire las banderas palestinas del espacio público. Esta decisión se produce después de que en el municipio de Ara, una localidad del norte de Israel de mayoría palestina, se celebrara la puesta en libertad de Karim Younis, el preso palestino que ha estado más tiempo en la cárcel israelí tras cumplir una pena de 40 años entre rejas.

En la bienvenida a Younis, miembro de Fatah acusado de asesinar el soldado israelí Avi Bomberg en 1980, se mostraron banderas palestinas. Y esta es una bandera que Ben Gvir vincula con el terrorismo: “no puede ser que quienes rompen la ley ondeen banderas terroristas e inciten y animen a participar del terrorismo, así que he ordenado la retirada de las banderas que incitan al terrorismo”, justificó el propio Ben Gvir.

Palestina
Al Haq “Lo que está ocurriendo en Palestina no es un conflicto. Es una colonización y un apartheid”
Mariam es representante en Bruselas de Al Haq, la veterana organización de derechos humanos palestina. No usa su nombre real porque el Estado de Israel considera que documentar las violaciones de derechos humanos que perpetra cotidianamente es terrorismo.

Egipto lucha por retener los vestigios de la Historia

Egipto frustró el último intento de saqueo contra su rico patrimonio histórico. Las autoridades de este país árabe y africano anunciaron el martes la detención de tres personas, a quienes se acusa de intentar robar una estatua milenaria. El monumento, de 10 toneladas de peso, homenajea al Faraón Ramsés II, el que fuera uno de los grandes faraones de la Decimonovena Dinastía a cargo de un reinado inusualmente largo de 67 años.

Según la fiscalía egipcia, los detenidos fueron capturados en una cantera ubicada en la ciudad de Aswan. Al parecer, los detenidos poseían un equipo de excavación manual y una grúa, y en sus teléfonos moviles contenían vídeos de maniobras de excavación. La fiscalía egipcia sospecha que los acusados perseguían el levantamiento del monumento para “excavar antigüedades” que se puedan encontrar bajo la estatua, cuya existencia la Autoridad de Antigüedades de Aswan atribuye al propio Ramsés II.

Egipto frustró el último intento de saqueo contra su rico patrimonio histórico con la detención de tres personas, a quienes se acusa de intentar robar una estatua milenaria del Faraón Ramsés II

Intentos de saqueo como este no tienen nada de excepcional en Egipto. Menos aún durante los últimos años, en los que el país ha padecido de inestabilidad tanto en lo político como en lo económico, propiciando las circunstancias para que así fuera. Algunos estudios indican que el saqueo de antigüedades se multiplicó por dos entre 2009 y 2010, cuando la incertidumbre sociopolítica de la región estaba a punto de hacer estallar las primaveras árabes.

Aquello supuso un primer repunte reciente en este tipo de robos. Más tarde, la revolución de 2011 abrió paso a un segundo repunte. Las revueltas expulsaron del poder el dictador Hosni Mubarak, las fuerzas de seguridad sufrieron la deserción de miles de miembros y, según algunos analistas, aquello fue clave para la creación de un vacío de poder sobre el terreno que residentes de varios puntos del extenso país aprovecharon para apropiarse de tierras e incluso para saquear tumbas y perpetrar saqueos.

Al mismo tiempo, las autoridades egipcias continúan trabajando para revertir largos períodos de saqueo internacional y, durante la última década, el país habría logrado el retorno a Egipto de hasta 29.000 antigüedades encontradas en el extranjero.

Iraq se permite una alegría 20 años después

La invasión de Iraq sumió el país en una cadena de pesadillas de la que aún no ha salido. Aquella operación lanzada por George Bush, con la colaboración de Tony Blair y de José María Aznar, desmontó las estructuras de estado y propició la aparición de una guerra civil y de conflictos sectarios, así como el auge de Estado Islámico. La violencia y la inestabilidad han marcado la vida de millones de jóvenes iraquíes, pero muchos de ellos han encontrado un motivo para la alegría en Basra, una ciudad del sur del país con un millón y medio de residentes.

“No hay palabras para expresar lo que siento”, decía a Al Jazeera el joven iraquí Sajad Sabeeh, de 21 años de edad: “estoy feliz al ver iraquíes y personas de distintos países del entorno estando juntos, cantando, bailando y pasándolo bien”, añadía el estudiante. Cantar y bailar es lo que ocurre estos días en las inmediaciones del Estado Internacional de Basra, donde la segunda mayor ciudad iraquí acoge la 25 edición de la Copa del Golfo Arábigo, un destacado torneo de fútbol árabe.

Un ambiente festivo es el que se respira estos días en las inmediaciones del Estado Internacional de Basra, donde la segunda mayor ciudad iraquí acoge la 25 edición de la Copa del Golfo Arábigo, un destacado torneo de fútbol árabe

La cita es un motivo de orgullo para la ciudadanía iraquí: su país no ejercía de anfitrión del campeonato desde 1979. Luego, el aislamiento internacional contra el Iraq de Saddam Hussein y la inestabilidad posterior a la invasión impidieron que tal cosa sucediera de nuevo. Tanto, que la propia selección iraquí jugaba los partidos como local en el extranjero.

Por ese motivo, estos días la alegría es tanta que el fútbol parece lo de menos. Algunos, como Sabeeh, porque esperan que el torneo sea un indicio de que el país va en la buena dirección: “espero poder ver a mi país volver a lo que antes fue, un destino turístico para todos los árabes y extranjeros”. Otros, como Mahmoud al-Daraj, que se desplazó 700 kilómetros desde Samarra, un municipio cercano a Bagdad, por el espectáculo que verían dentro del estadio: “No puedo describir cómo de contento estoy, en el partido de inauguración podremos ver en directo a varios cantantes iraquíes famosos”.

“Como iraquíes, todo lo que queremos es estar contentos, y disfrutarnos a nosotros mismos”, añadía al-Daraj, que reivindicaba el torneo como una buena ocasión para que el mundo cambie su percepción sobre Basra e Iraq. Son muchos quienes desean lo mismo que él: “la mayoría de la gente del Golfo ve Basra e Iraq como lugares inseguros”, decía Fouad Al-Hefi, residente de la misma ciudad de Basra, donde el 40% malvive por debajo del umbral de al pobreza: “pero parece que eso está cambiando… lo estamos viendo en las publicaciones que ponen en sus redes sociales”.

Deportes
El verdadero escándalo de la Supercopa
Se habla más de las corruptelas de un futbolista “emprendedor” que de la sangre derramada por una monarquía asesina.

Riad compra voluntades para mejorar su imagen

La familia de los Saúd sabe que el dinero puede con todo, y ellos de eso tienen hasta aburrir. Al telespectador español le podría sorprender que Arabia Saudí se cuele últimamente con tanta facilidad en las secciones de Deportes de los telediarios. El fichaje de Cristiano Ronaldo o la ubicación sobre suelo saudí de grandes eventos deportivos, como la Supercopa de España o el Rally Dakar, son solo algunos ejemplos de la estrategia que consigue que Occidente mire hacia Riad. Quienes mandan en el estado árabe se han propuesto mejorar la marca del país, y han encontrado el filón de los eventos deportivos para lograrlo.

El oro puede hacer olvidar la más exagerada falta de derechos humanos. Al menos, eso es en lo que confían las autoridades saudíes y lo que parecen confirmar el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luís Rubiales, y los demás peces gordos del mundo del fútbol de elite masculino en España. Juntos, se embolsarán 240 millones de euros en virtud del acuerdo que firmó el propio Rubiales en 2019. A cambio, la Supercopa de España, cuya edición de 2023 se disputa estos días, se jugaría en Arabia Saudí durante seis años consecutivos, hasta 2025.

Represión absoluta contra grupos civiles independientes, encarcelamiento de voces críticas y esclavitud contra millones de trabajadores migrantes son solo algunas de las vergüenzas que bin Salman trata de taparcon la Supercopa de España

Como ganar millones con facilidad es adictivo, el contrato que une a Riad y a la Supercopa de España se renovó en junio de 2021, haciendo que el torneo español se juegue en territorio saudí hasta 2029.

Mohamad bin Salman, príncipe heredero y líder de facto del país, pretende junto con los demás dirigentes del estado que el deporte ofrezca un rostro amable de Arabia Saudí, y que el mundo se olvide del brutal registro de derechos humanos que activistas sobre el terreno y organizaciones como Human Rights Watch denuncian sobre la monarquía del Golfo. Represión absoluta contra grupos civiles independientes, encarcelamiento de voces críticas y esclavitud contra millones de trabajadores migrantes son solo algunas de las vergüenzas que bin Salman trata de tapar, además de una guerra de 8 años de duración contra los hutíes del Yemen, que acarrea la que cada año desde entonces es considerada la peor crisis humanitaria del planeta.

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