Opinión
El acuerdo comercial UE-EEUU: ¿un TTIP por la puerta trasera?

Hay diferentes interpretaciones de la Casa Blanca y la Comisión Europea sobre el acuerdo performativo entre Trump y Von der Leyen sellado con un apretón de manos en un campo de golf del magnate ultraderechista. Pero ¿debe la izquierda defender ahora la globalización y el comercio neoliberal?
1. El escenario
El lugar de la negociación no podría haber sido más inusual. Un campo de golf privado de Donald Trump en Turnberry, Escocia, un país que busca recuperar su independencia del Reino Unido, que a su vez brexitó de la UE.
Ursula von der Leyen y otros altos cargos, como el Comisario de Comercio y Seguridad Económica, Maroš Šefčovic, y la Directora General de Comercio, Sabine Weyand (al menos el 50% de la delegación era alemana), viajaron hasta allí como si fueran autoridades de un Estado vasallo para ofrecerle tributo a un emperador.
El lenguaje corporal en Turnberry dijo todo: matonismo, racismo, supremacismo de Trump. Sumisión, humillación y claudicación de von der Leyen.
Todo lo contrario a lo que ocurrió unos días antes en Pekín, cuando la presidenta de la Comisión Europea participó en la cumbre UE-China. Ella acusó al gobierno de Xi de “militarizar” su posición de liderazgo en la producción y refinado de materias primas críticas y arremetió contra la sobreproducción industrial china, las restricciones a la exportación y su apoyo a la guerra de Rusia contra Ucrania. No se la ha escuchado reprobar la complicidad de Trump con genocidio en Gaza.
2. Un “acuerdo” asimétrico
Aunque por el momento no existe un texto formal —sólo una declaración política de intenciones y dos interpretaciones sin fundamentos jurídicos (más información a continuación)—, los términos de este “acuerdo político” serían los siguientes:
• EEUU aplicaría un arancel del 15 % al 70 % de las exportaciones de la UE (incluyendo automóviles, medicamentos y semiconductores) con algunas excepciones (aeronaves y partes, equipos de semiconductores, determinados productos químicos, medicamentos genéricos o recursos naturales). Lo que significa que la autoridad aduanera (Customs and Border Protection) cobrará a los importadores este porcentaje al ingresar las mercancías. El costo puede trasladarse total o parcialmente al consumidor estadounidense en forma de precios más altos, aunque a veces lo asume parcialmente el importador o el exportador indirectamente (cuando las empresas negocian términos como DDP —Delivered Duty Paid—, lo que incluye los aranceles en su precio). Puede que los ingresos de exportación de ciertas empresas europeas bajen y ello deprima aún más la economía de los 27. Un claro caso que indica que la adicción de la UE a la globalización (el PIB depende del 22% de importaciones y el 23% exportaciones) tiene un altísimo coste. Se podrían perder, por ejemplo, hasta 70.000 puestos de trabajo entre las empresas automovilísticas europeas y sus proveedores si los fabricantes trasladan la producción a Estados Unidos para eludir el arancel del 15%.
Las exportaciones de energía de EEUU a todos los compradores del mundo en 2024 ascendieron a 278.000 millones de dólares: no hay tanto petróleo para tantos “acuerdos comerciales”
• EEUU mantendría el arancel del 50 % sobre acero, aluminio y cobre. Aunque Von der Leyen quiso interpretar que ambos habían acordado un sistema de cuotas que mantendría los aranceles más bajos para algunas exportaciones europeas de metales.
• La UE mejoraría el acceso al mercado para las empresas estadounidenses (incluidos productos agrícolas, industriales y pesqueros). Euronews reportó que la UE reduciría sus aranceles sobre los automóviles importados de EE.UU. del 10% al 2,5%, pero está sin confirmar.
• La UE comprará microprocesadores para Inteligencia Artificial a las grandes empresas tecnológicas de EEUU (Big Tech). “Los chips estadounidenses de IA ayudarán a impulsar nuestras gigafactorías de IA y a Estados Unidos a mantener su ventaja tecnológica”, afirmó von der Leyen.
• La UE se compromete invertir hasta 2029 unos 550.000 millones de euros en EEUU, adicionales a los 2,4 billones de euros de inversión existentes. El calendario para ello está sin definirse y no se sabe cómo se materializará al proceder las inversiones exclusivamente del sector privado. Parece que la cifra está basada en conversaciones el ejecutivo comunitario con distintas asociaciones empresariales y sus previsiones ya están en marcha (en parte para deslocalizar la producción de la UE a los EEUU con la consecuente pérdida de empleos europeos). En Alemania, casi el 30% de las empresas que inicialmente querían invertir en Estados Unidos han pospuesto sus planes. El 15% incluso los ha cancelado por completo, advierte el instituto de investigación económica Ifo.
• Además, la UE se propone adquirir gas fósil licuado, petróleo y productos energéticos nucleares estadounidenses por un valor previsto de 700.000 millones de euros en los próximos tres años (hasta el fin del mandato de Trump). Parece poco realista. Alcanzar ese objetivo exigiría a la UE triplicar sus importaciones de energía fósil de EEUU, desde donde se importaron en 2024 un total de 66.000 millones de euros de petróleo, GNL y combustibles sólidos estadounidenses como el carbón, según Reuters, al tiempo que obligaría a las compañías estadounidenses que desviasen sus exportaciones energéticos hacia el bloque cuando otros Estados, como Japón y Corea del Sur, hicieron concesiones similares en el ámbito energético. Las exportaciones totales de energía de EEUU a todos los compradores del mundo en 2024 ascendieron a 278.000 millones de dólares. Por comparar, las ventas totales de energía de Rusia a la UE ascendieron a 23.000 millones de euros en 2024. Dicho de otra forma: no hay tanto petróleo para tantos “acuerdos comerciales”. Todo ello con una previsión de que la producción estadounidense disminuya en la década de 2030. Además, cuesta creer que Bruselas obligue a las empresas realizar estas importaciones.
3. Las diferencias
Empezando por el nombre —la Casa Blanca lo llama “Acuerdo de Cooperación sobre Comercio Recíproco, Justo y Equilibrado” y la Comisión Europea “Acuerdo sobre Aranceles y Comercio”— hay interpretaciones muy diferentes sobre lo que ambas partes han resuelto en el campo de golf.
Según la Comisión Europea, “el límite máximo del 15 % también se aplicará a cualquier posible arancel futuro sobre productos farmacéuticos y semiconductores”, pero después de que finalice la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962 que permite al gobierno de los EEUU investigar si ciertas importaciones representan una “amenaza para la seguridad nacional”. Si se determina que existe tal amenaza, el presidente puede imponer restricciones a esas importaciones.
Šefčovič afirmó que el acuerdo “no sólo tiene que ver con el comercio”, sino que también “tiene que ver con Ucrania”
Reconoce que habrá excepciones, cuando el arancel NMF (nación más favorecida) de los Estados Unidos supera el 15 %, en cuyo caso se aplica ese arancel. Es una regla de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que dice que si un país baja los aranceles o da ventajas a otro, debe ofrecer lo mismo a todos los países de la OMC. Supuestamente se pretendía evitar el trato desigual, pero en realidad ha favorecido el imperialismo de libre comercio de Occidente.
Para Bruselas, el acero y el aluminio estarán sujetos a cuotas: “Juntos (…) establecerán contingentes arancelarios para las exportaciones de la UE a niveles históricos, reduciendo los aranceles actuales del 50 %”.
No se mencionan las barreras comerciales digitales.
Por otra parte, la promesa de compra de energía e inversiones (1,25 billones de euros) sería una expresión de “interés” y no vinculante. “Esto contribuirá a sustituir el gas y el petróleo rusos”, justifica la Comisión.
Cuando Gran Bretaña acordó un arancel de referencia del 10% con Estados Unidos en mayo pasado, los funcionarios de la UE presumieron en que podían hacerlo mejor
Trump presumió de la compra por parte de la UE de “importantes cantidades de material militar estadounidense”, pero las adquisiciones de armas no están mencionados en el documento comunitario ni cuantificadas dentro del paquete de inversiones. Pero Šefčovič afirmó que el acuerdo “no sólo tiene que ver con el comercio”, sino que también “tiene que ver con Ucrania”, admitiendo de que el pacto con Washington está relacionado con reforzar la adquisición de maquinaría bélica estadounidense por parte de los estados miembros de la UE. “No puedo entrar en [todos los] detalles [sobre] lo que se discutió, pero puedo asegurarles que no se trató solo de comercio”, dijo a la prensa.
4. La letra pequeña
Cuando Gran Bretaña acordó un arancel de referencia del 10% con Estados Unidos en mayo pasado, los funcionarios de la UE presumieron en que podían hacerlo mejor y —convencidos de que el bloque tenía el peso económico para hacer frente a Trump— plantearon un pacto arancelario de “cero por cero”, en el que ambas partes eliminan completamente los aranceles. Algo que ya surgió en las negociaciones del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP), a partir de 2013.
En la rueda de prensa posterior a la negociación en Escocia, Von der Leyen mencionó el arreglo “cero por cero”, pero ahora la Comisión Europea aclara: “A partir del 1 de agosto de 2025, los aranceles sobre aeronaves y partes de aeronaves de la UE, determinados productos químicos, medicamentos genéricos o recursos naturales volverán a los niveles anteriores a enero”. Sin aportar cifras.
A pesar del chantaje tarifario de Trump, la UE eliminaría los aranceles sobre los bienes industriales de los Estados Unidos. La industria europea orientada a la exportación debe haber presionado fuerte para cerrar un acuerdo que hasta la CEOE calificó de desigual y perjudicial. La Comisión Europea insiste que estos gravámenes son “generalmente bajos” pero falta a la verdad cuando afirma que “liberalizar cierto comercio es de interés mutuo” porque la eliminación de aranceles para los importadores (sean de la UE o los EEUU) no reduce automáticamente el precio para consumidores de la UE pero podría agravar el desempleo, debilitar el tejido industrial europeo y reducir la demanda interna. Es posible que algunos fabricantes europeos, como BMW, Mercedes-Benz, Volvo, podrían elevar su producción allí. No se trata de una medida neutral o beneficiosa per se, sino de una opción política que favorece a las grandes corporaciones exportadoras a costa de personas trabajadoras, pequeñas empresas y comunidades locales.
Otro asunto sensible es la apertura adicional del mercado europeo a productos pesqueros estadounidenses lo que afectará a la pesca y marisqueo en Europa y particularmente la pesca artesanal, que es más vulnerable a la competencia de productos más baratos. EEUU exporta con altos volúmenes y precios más bajos que los europeos, debido a su pesca industrializada y subsidiada que faena (muchas veces de forma ilegal) en aguas internacionales. España tiene una de las flotas artesanales más grandes de la UE (especialmente en Galicia, Andalucía y Canarias). Los efectos son una menor cuota de mercado para el pescado fresco y local, frente al congelado importado, perjuicio a las lonjas y mercados locales, donde se comercializa el pescado y marisco de flota artesanal, el aumento de la dependencia de las grandes superficies que priorizan productos más estandarizados y baratos, procedentes del exterior, así como la pérdida de empleos y abandono de la actividad en comunidades pesqueras que no pueden competir.
La Comisión Europea propone asimismo incrementar la entrada de exportaciones agrícolas estadounidenses por valor de 7.500 millones de euros, como el aceite de soja, la plantación de semillas, granos y frutos secos, ketchup y galletas. Ello supondría más competencia desleal para el sector agrario, asunto señalado en las protestas de 2024, y otro revés para la soberanía alimentaria.
5. Ecos del TTIP
Incluso el FMI y los think tanks más neoliberales (Brookings o Peterson Institute) sostienen que los aranceles de Trump no son para reducir el déficit comercial. Lo que encañonan es a las “barreras no arancelarias”. La Administración norteamericana exige explícitamente a la UE que rebaje sus normas para apaciguar a Bezos, Musk y compañía. Los EEUU demandan exenciones de gran alcance, por ejemplo en los sectores alimentario y digital, para que los productos que no cumplan con las leyes de la UE entren más fácilmente en el mercado único.
Lo que Von der Leyen vende como “mejor acuerdo” que sirve a los “intereses económicos fundamentales de la UE”, resulta ser una nueva arremetida contra regulaciones ambientales, de salud y seguridad alimentaria y digitales que las empresas estadounidenses consideran obstáculos al comercio.
El anuncio fue elogiado por los lobbies de las petroleras, aerolíneas, la agroindustria, fabricantes y legisladores
Un documento publicado por la Casa Blanca revela concesiones masivas a corporaciones estadounidenses durante las negociaciones de los últimos meses. La UE y EEUU colaborarían para reducir las barreras que dificultan las exportaciones industriales (coches) y agrícolas estadounidenses, especialmente eliminando burocracia y simplificando requisitos sanitarios para productos como carne de cerdo y lácteos. Igualmente, se prevé la supresión de las barreras comerciales digitales y las tasas digitales.
El anuncio fue elogiado por los lobbies de las petroleras, aerolíneas, la agroindustria, fabricantes y legisladores. El presidente de la Federación de Exportación de Carne de Estados Unidos, Dan Halstrom, agradeció que se aborden “las barreras no arancelarias que inhiben el comercio agrícola”.
Si bien la Comisión Europea ve el acuerdo de forma diferente, propone igualmente “reducir las barreras no arancelarias, mediante la cooperación en materia de normas aplicables a los coches y medidas sanitarias y fitosanitarias (MSF), y facilitando el reconocimiento mutuo”.
La jerga despierta los temores al tratado transatlántico de comercio e inversiones (TTIP), negociado entre 2013 y 2018, que acabó fracasando por la resistencia de la sociedad. Ahora se tratan de formalizar decisiones de alcance similar en un campo de golf y prácticamente con un apretón de manos.
6. Vuelve la “Cooperación Reguladora” (o nunca se había ido)
No es la primera vez que la Comisión Europea negocia con Trump asuntos espinosos. Como advertíamos en El Salto, en 2018 y bajo el primer mandato del gobernante supremacista, el ejecutivo de Jean-Claude Juncker buscó un acuerdo para eliminar los aranceles en bienes industriales y avanzar en la «Cooperación Reguladora», un nombre engañoso que disfraza un mecanismo que reduce la capacidad normativa de los Estados y otorga poderes a las grandes empresas para influir en la gestión de nuevas leyes.
En aquellos años turbulentos y esperanzadores de la campaña Stop TTIP se denunciaba la «Cooperación Reguladora» porque transforma el proceso legislativo en una barrera no arancelaria en lugar de en una salvaguarda, lo que supone amplios riesgos para las protecciones socioambientales, sanitarias, y laborales.
¿Cómo funciona? Se estructura el proceso legislativo en torno a la compatibilidad comercial, o sea los intereses corporativos, en lugar del bienestar e interés general. A los grupos de presión empresariales se les permite una influencia temprana e institucionalizada sobre la elaboración de normas, a menudo antes de que los representantes electos vean las propuestas. Muchas veces el poder ejecutivo bloquea preventivamente una norma que pudiera afectar al poder económico y financiero, incluso antes de llegar al control legislativo.
Para más inri, el sistema de grupos de expertos o consultivos favorece a los poderosos lobbies en detrimento de las organizaciones feministas, sindicales, ecologistas, agrarias o sociales, lo que agrava la influencia y la corrupción empresarial.
7. Intereses compartidos: deshacerse de leyes molestas
¿Cuáles son los principales ámbitos reglamentarios en el punto mira de la segunda presidencia de Trump?
- Seguridad alimentaria: Estados Unidos insiste en que la UE acepte el pollo lavado en agua clorada y la carne de vacuno y cerdo tratada con hormonas, rechazados previamente en las negociaciones del TTIP por motivos de salud pública.
- Químicos peligrosos: Las prohibiciones propuestas de las “sustancias químicas eternas” (PFAS) y los gases fluorados perjudiciales para el clima se consideran obstáculos al comercio. Al comienzo de 2025, ONG y periodistas de investigación apuntan a una actuación concertada entre la industria y la Comisión Europea para limitar las restricciones sobre las PFAS.
La Comisión Europea ha abandonado recientemente sus planes de gravar con un impuesto a las empresas digitales, una medida que dio una victoria a Trump y a los gigantes tecnológicos
- Normas sobre grandes tecnologías: el Reglamento de Mercados Digitales (DMA, por sus siglas en inglés) y el Reglamento de Servicios Digitales (DSA, por sus siglas en inglés), diseñadas para frenar las prácticas monopolísticas y la incitación al odio de las Big Tech, se enfrentan al ataque de EEUU por estar supuestamente dirigidas contra “sus” empresas. Los tecnofeudalistas instaron a Trump a impedir que la UE les multe y él firmó una orden ejecutiva con la intención de utilizar aranceles para castigar a los gobiernos extranjeros que impongan impuestos y otras restricciones “injustas” a los servicios digitales de EEUU El grupo de presión tecnológico Computer & Communications Industry Association (CCIA) ha publicado un estudio que critica el coste y la pérdida de ingresos por las normativas digitales.
- Políticas medioambientales: Las objeciones estadounidenses se extienden de los límites de residuos de pesticidas a la prohibición del cultivo de organismos modificados genéticamente (OMG) pasando por los criterios de biocombustibles. Otros blancos son los límites a las emisiones de metano o la Directiva de diligencia debida de las empresas en materia de sostenibilidad presentadas como cargas innecesarias para los exportadores estadounidenses, asociando los costes de cumplimiento con la pérdida de competitividad.
En todas estas embestidas, Trump coincide con la Comisión Europea y el Partido Popular Europeo, que, alineado con los lobbies de la industria, patronales y sector financiero como la Mesa Redonda Europeos de los Industriales, ERT, BusinessEurope o CEFIC, han impulsado recortes en las normativas ambientales y sociales de la UE y cuentan con los votos de la extrema derecha, los liberales y la socialdemocracia.
8. La UE elimina el impuesto digital
Es muy probable que la UE ceda en más de una de las exigencias de la Casa Blanca. De hecho, la Comisión Europea ha abandonado recientemente sus planes de gravar con un impuesto a las empresas digitales, una medida que dio una victoria a Trump y a los gigantes tecnológicos estadounidenses como Amazon, Alphabet y Meta incluso antes de sentarse a negociar en Turnberry.
Bruselas eliminó el tributo digital de su lista de impuestos propuestos para obtener ingresos durante su próximo marco financiero plurianual de siete años, de acuerdo con una información de Politico.
9. Sin mandato
“El acuerdo político de 27 de julio de 2025 no es jurídicamente vinculante“, dice la Comisión Europea en el párrafo final de su hoja explicativa del acuerdo comercial. Aunque puede ser un guiño para calmar el descontento en diferentes capitales europeos, evidencia el ADN antidemocrático de la UE.
El “acuerdo” no es más que un anuncio verbal, sin texto legal ni base jurídica. Peor aún, la Comisión Europea carece de mandato formal para negociar en nombre de los 27 Estados miembros como obliga el artículo 207 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE). Inclusive, el acuerdo con EEUU viola claramente los principios de la OMC que la UE enarboló tantas veces traicionando el Sur global y el derecho internacional de los derechos humanos.
Es gravísimo que el gobierno de coalición PSOE-Sumar haya permitido esta negociación sin un mandato del Consejo de la UE ni control parlamentario.
10. Una victoria política para la extrema derecha
La clase dominante de la UE actúa como si el Trumpismo fuera solo una tormenta pasajera a la espera de que vuelva la “normalidad” con las próximas elecciones presidenciales en 2028.
Pero cuando toda la cortina de humo de la “autonomía estratégica” se rompa en pedazos, cuando el régimen de guerra y la sumisión de la OTAN y los planes estadounidenses para confrontar con China agraven el desempleo, las desigualdades sociales o incrementen los recortes en gastos sociales, entonces, es probable que las fuerzas reaccionarias saldrán beneficiados del malestar.
Salvar la cuota de mercado de unas pocas multinacionales, como pretende Von der Leyen, —en lugar de poner en marcha una política económica y comercial alternativa— allana el camino para que los partidos de extrema derecha se presenten como únicos opositores a la “oligarquía europea” y el ”protectorado al servicio del globalismo" así como defensores de la “soberanía” frente a “los burócratas de Bruselas” aclamando al Trumpismo como modelo.
11. El Trumpismo, producto neoliberal
Desde su primer mandato en 2018, el multimillonario ha utilizado los aranceles y la política comercial para defender los intereses geo-estratégicos de la clase dominante de los Estados Unidos en su rivalidad con China así como blindar los beneficios de una parte del poder económico y financiero estadounidense (especialmente, la más afín al proyecto MAGA y el Partido Republicano).
Su guion consiste en criticar las políticas que hicieron poderosas a las corporaciones estadounidenses (sobre todo a partir de la década de 1970) y utilizar los poderes del Estado para protegerlas de la competencia internacional (“Haz que las empresas estadounidenses vuelvan a ser grandes otra vez”). Trump y la mafia corporativa han sabido aprovecharse del sufrimiento de buena parte de la población “perdedora” del sistema neoliberal, prometiendo que el aumento de los aranceles animará a muchas más empresas a reindustrializar Estados Unidos y creará puestos de trabajo en fábricas, aunque esta misma gente luego se lleve la peor parte.
Con la segunda presidencia, Trump ha dado otra vuelta de tuerca al orden comercial mundial que persistió desde 1944 y que causó crisis económicas, sociopolíticas y ambientales cada vez más severas las que han caracterizan el “nuevo desorden mundial”. Los desequilibrios financieros, comerciales y de costes crecieron. Se suprimieron millones de empleos manufactureros en unos países y se deslocalizó la producción a otros con menores salarios y condiciones laborales de explotación o esclavitud. Aproximadamente entre 300 y 400 millones de personas han sido desplazadas forzosamente entre 1980 y 2024 como resultado directo o indirecto de la globalización (expulsiones, reconversiones agrarias, robos de tierra, especulación urbana, etc.).
En el despliegue del comercio mundial y las cadenas de suministro, basados en el modelo urbano-agro-industrial-fósil con sus minas y mega-infraestructuras, los estados y las multinacionales aceleraron el agotamiento de recursos no renovables, la contaminación y la devastación de los ecosistemas causando el colapso ambiental (crisis climática, pérdida de biodiversidad).
Al mismo tiempo, la concentración de riqueza ha aumentado drásticamente, canalizando una porción masiva de los activos financieros globales y de poder político a un grupo reducido de ultra ricos. De hecho, el 1% más rico del mundo aumentó su fortuna en 30 billones de euros entre 2015 y 2025. Sólo los multimillonarios —unas 3.000 personas en todo el mundo, la inmensa mayoría hombres— han ganado 5,25 billones de euros y sus fortunas crecieron tres veces más rápidos en 2024 que el año anterior. Los 10 barones ladrones (robber barons) más ricos tenían un patrimonio combinado superior al de los 3.100 millones de personas más despojadas. Mientras tanto, el presidente Trump ha recortado los impuestos de los ultrarricos y las megacorporaciones, avivando los niveles de desigualdad ya brutales en Estados Unidos.
El “Consenso de Washington” benefició a las grandes empresas en detrimento de las personas trabajadoras de todo el mundo. Las normas comerciales, redactadas por despachos de abogados corporativos y las clases más poderosas para garantizar que sus corporaciones reciban las condiciones más ventajosas, redujeron los salarios, socavaron los servicios públicos y bloquearon las opciones de una industrialización más justa y sostenible. Todo ello ha profundizado la colonización y las desigualdades Norte–Sur.
Además, el Estado fue el actor central de la globalización capitalista y ha logrado que, por un lado, las normas comerciales limiten la capacidad —sea cual sea el color del gobierno— para regular a las empresas transnacionales mientras estas violen sistemáticamente los derechos humanos. Y, por el otro, debilitar el tejido social y las estructuras de gobernanza locales, al imponerse mecanismos de coerción y represión para contener los desórdenes (paro, migraciones forzadas, protestas).
Los fracasos del sistema neoliberal se han apreciado a través de los numerosos fallos del mercado, desde la emergencia climática que causa estragos en el abastecimiento de alimentos y la salud, pasando por las crisis financieras mundiales que destruyeron los ahorros de las clases medias y desahuciaron a millones de familias, hasta el coronavirus que provocó una crisis sanitaria sin precedentes.
El auge del autoritarismo reaccionario y los partidos de extrema derecha en muchos países del mundo es una de las consecuencias estos fracasos. Trump es un producto de este sistema en el que las corporaciones transnacionales dictaron las normas y financiaron dictaduras y golpes militares contra gobiernos como el congoleño de Patrice Lumumba o el chileno de Salvador Allende. Por eso resulta tan terriblemente ofensivo que una parte de la clase dominante (incluyendo la socialdemocracia, liberales y parte de la izquierda y partidos verdes) abogue por volver al neoliberalismo de los años 1980 y 1990 como respuesta a Trump, Milei u Orbán.
12. Dinámica competitiva del modo imperial
Aunque la globalización capitalista y sus instituciones (BM, FMI, OMC) fueron impulsadas por y para las empresas transnacionales de los Estados Unidos, la Administración Trump y buena parte de las élites estadounidenses han dejado claro que estas normas ya sirven para retrasar el fin de su ciclo hegemónico iniciado en 1945. China lidera las inversiones en tecnología financiera fintech (superando a EEUU y Alemania combinados), inteligencia artificial y vehículos autónomos.
Las proyecciones para 2030 indican que el producto interno bruto de China (que acaparará el 28 % del PIB mundial) y su mercado bursátil superarán los índices estadounidenses. Asia concentrará más del 40 % del PIB global, desplazando a Occidente. Además, China impulsa bloques como los BRICS y la Iniciativa de la Franja y la Ruta, reduciendo la influencia de instituciones occidentales.
No obstante, la expansión capitalista de China intensifica la competencia por unos recursos mundiales cada vez más escasos (por ejemplo, minerales, combustibles fósiles, sumideros de carbono), lo que alimenta directamente los conflictos interimperialistas entre Estados Unidos y China. A medida que crece su economía, China —igual que otros miembros de los BRICS— exige acceso exclusivo a recursos históricamente explotados por Estados Unidos, la UE y Japón. Esto erosiona el monopolio de Occidente sobre la externalización de los costes ecológicos, intensificando los enfrentamientos militares y económicos.
Tanto en Estados Unidos como en China se estabilizan las desigualdades internas mediante un crecimiento intensivo en recursos. Estados Unidos mantiene su “modo de vida imperial automovilístico”, mientras que China lo reproduce mediante la urbanización masiva, la digitalización, las mega-infraestructuras y el consumismo. Esta expansión paralela agudiza las fricciones en torno a recursos como las tierras raras y la energía.
Los planes de Trump por redibujar el mapa geopolítico y económico aún no han concluido. Los socios comerciales que representan la mayor parte de las importaciones estadounidenses —incluidos Canadá, México, China, Brasil e India— aún no han firmado acuerdos preliminares.
13. Los dueños del capital siguen ganando
Los resultados de las negociaciones con diferentes estados parecen haber dado la razón a Trump en cuanto a que sus amenazas arancelarias e intimidaciones son una poderosa herramienta. Y la discreta reacción de los mercados financieros especulativos a la imposición de aranceles del 15% a Japón, la Unión Europea y Corea del Sur sugiere que el “pánico en los mercados”, que muchos anunciaban tras el “Día de la Liberación”, podría no materializarse del todo. De hecho, los tres índices bursátiles más relevantes de Estados Unidos se recuperaron rápido y con fuerza refutando titulares tales como “Jueves negro en las Bolsas mundiales” (Cinco Días), “Temor a una recesión mundial” (Huffington Post) o “La bomba arancelaria destruye 9,2 billones de euros de valor en Bolsa”, la mitad de todo el PIB de la UE” (El País).
El histórico del Dow Jones muestra que ha crecido de 168 (mayo, 1945) a 44.461 puntos (julio, 2025). El Nasdaq escaló de 101 (1971) a 21.098 puntos (julio 2025). Y el S&P 500 de 15 (mayo, 1945) a 6362 puntos (julio, 2025).
El 7 de abril de 2025, se informó que los tecnomagnates —como Mark Zuckerberg (Meta), Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai (Google) y Elon Musk (Tesla)— que acompañaron a Trump en la investidura, perdieron una capitalización bursátil 3,68 billones de euros por el anuncio de los aranceles. Pero la capitalización bursátil de las empresas tecnológicas más grandes (Apple, Microsoft, Meta, Amazon, Alphabet y Nvidia) aumentó desde enero a junio en 3,53 billones de euros (con excepción de Tesla que perdió en el primer semestre un 28 %, aunque ganó un 42 % en los últimos 12 meses).
14. Alternativas
Desde hace meses, los gobiernos de los Estados miembros de la UE podrían haber actuado contra la coacción de Trump lo que habría permitido intervenir, por ejemplo, el comercio de servicios, en el que Estados Unidos tuvo un superávit frente a la UE de unos 75.000 millones de dólares en 2024, con impuestos firmes a las grandes tecnológicas, la prohibición de concurrir a contrataciones públicas y otras restricciones.
La alternativa principal a los aranceles de importación es el control de capitales. Los Estados podrían limitar la inversión extranjera directa, el acceso a los mercados de capitales, los servicios financieros y las transacciones o, incluso, congelar activos (como sí se ha hecho con las empresas rusas).
Otras medidas defensivas serían: suspender concesiones comerciales (todo lo contrario a lo que está haciendo Bruselas), restringir la importación y exportación de bienes o servicios (inmovilizando, por ejemplo las ventas de Amazon y Apple o plataformas como Uber y Netflix), así como revocar la propiedad intelectual (anulando los patentes a Microsoft).
Si hubiese voluntad política, cabría la intervención pública de sectores estratégicos (como se realizó en la pandemia de la covid-19), el desmantelamiento del sistema de propiedad intelectual y la realización de la tan esperada justicia fiscal para financiar adecuadamente los servicios públicos, la dependencia, la adaptación al cambio climático o la renta básica.
A la par, se habrían financiado la puesta en marcha de empresas públicas para ofrecer servicios de emisión de cine (y acabar con la posición dominante de Netflix), almacenamiento en la nube y programas de código abierto (y que las administraciones públicas dejen de pagar a Microsoft, Google o Amazon) o redes sociales alternativas a X, Facebook, Instagram o Tik Tok, así como haber aprobado protecciones contundentes del taxi para revertir el incremento de vehículos Uber y Cabify.
Durante décadas, la izquierda política y los movimiento sociales se han movilizado para abolir la Organización Mundial del Comercio, los acuerdos comerciales y el régimen neoliberal. Empezando por el levantamiento en Chiapas, México, de la organización indígena, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), contra la entrada en en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA o TLCAN).
Aunque gobiernos autoritarios y multibillonarios, como Trump, se presenten ahora como vencedores del libre comercio y se expanden como un cáncer, las críticas a la globalización, que se dirigían entonces contra la política de comercio de “Occidente” por su imperialismo, racismo, extractivismo y desposesión, son más actuales que nunca.
En la historia, las guerras comerciales han sido precursoras de guerras militares, como nos enseñaron Rosa Luxemburgo, Karl Polanyi o Giovanni Arrighi, entre otras fuentes. Por eso, derrotar al Trumpismo en sus múltiples expresiones requiere un nuevo orden económico mundial capaz de conseguir la paz, desmantelar el dominio de las corporaciones y garantizar una vida digna a toda la humanidad.
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