We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Análisis
Alberto Fernández, violencia de género y mucho ruido ensordecedor
La polémica y la conmoción generada a raíz de la denuncia por violencia de género contra el ex presidente Alberto Fernández, por parte de quien por entonces era su pareja, Fabiola Yañez, no sólo sacudió el tablero de la política argentina, sino que también expuso, sin matices, lo más bajo de la discusión y el debate.
Las repudiables golpizas que, supuestamente, propinaba el ex presidente a su expareja han servido de excusa por parte del gobierno del ultraderechista Javier Milei, para ahondar su cruzada contra los feminismos y contra los progresismos en general. En ese camino, la denuncia contra Fernández le ha servido al gobierno argentino para justificar el cierre del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, el desmantelamiento de casi todas las políticas de género y muchas otras cosas más.
Para el oficialismo y sus acólitos, la denuncia contra Fernández no hace más que demostrar el fracaso de las políticas de género, que fueron impulsadas por el gobierno del peronista (2019-2023), y que este tanto defendió, al menos en el ámbito público.
Fernández creó el Ministerio de Mujeres ni bien asumió el cargo de presidente, promulgó la ley del aborto y, en enero de 2021, en un acto en el que se celebró la sanción de la ley, dio un discurso en el que aseguró haber puesto “fin al patriarcado”. Esa absurda afirmación se viralizó en su momento, y fue objeto de burla ya entonces, pero estos días con la denuncia por violencia de género volvió a viralizarse y adquirió nuevo valor.
Recapitulando: el martes 9 de agosto, dos días después de que el diario Clarín lo anunciará a bombo y platillo, Fabiola Yañez, la expareja de Fernández, presentó una denuncia formal en su contra por violencia de género. Dos días después se viralizaron fotos de Yañez con golpes en la cara y en un brazo. Ella niega haber facilitado las fotografías a los medios y asegura que formaban parte de un expediente en el que se investiga al expresidente en otra causa por supuesto tráfico de influencias. Fernández negó (y niega) las acusaciones en su contra, pero admite que había fuertes discusiones en la pareja.
La denuncia de Yañez, como suele ocurrir en estas ocasiones, aumentó la cantidad de llamadas a la línea 144, pero el recorte gubernamental ha afectado profundamente a este servicio público
Clarín es un diario que históricamente juega en contra de cualquier cosa que huela a kirchnerismo y, sin quitarle valor y peso a lo denunciado, es fácil ver cómo se ha convertido, también, en una operación política. Como siempre en este tipo de situaciones, es difícil saber de dónde parte la operación, pero es bastante fácil detectarla cuando estas bombas caen justo en el momento en el que a Milei le empiezan a dar mal las encuestas —respecto a altos grados de insatisfacción de la población con su gestión de gobierno—, y no alcanza a mostrar ninguna variable económica que muestre mejoras de casi ningún tipo.
Si bien la inflación baja (en julio se situó en el 4%), este es un dato de la economía que, como cualquier otro, no puede ser leído aislado. Después de picos de inflación como el de diciembre (25,5%) y enero (20,6%) pasados, suele haber una disminución brusca, pero además los salarios nunca alcanzaron a recuperarse, y la inflación interanual de julio se situó en 263,4%. Aun así, en un contexto de recesión económica y caída del consumo tras la devaluación, ajuste fiscal, y pérdida del poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, el Gobierno vuelve a insistir con su relato y celebra el dato de la baja de la inflación como un gran triunfo. En su momento, la baja de la inflación fue una de las principales promesas de campaña de Milei, y era una de las mayores preocupaciones de los argentinos. El problema es que, para bajar la inflación, el actual gobierno destruyó casi todas las otras variables de la economía y que, actualmente, la principal preocupación de los argentinos empezó a mutar de la inflación a la pobreza. La pregunta entonces es, ¿cuánto más podrá el gobierno de Milei vivir del relato?
Argentina
Pablo Semán “La popularidad de Milei se mantiene por el espanto que causa la oposición”
Políticas de género
Tanto Milei como la mayoría de sus funcionarios salieron a atacar a Fernández, repudiaron los hechos denunciados por Yañez y convocaron a las mujeres víctimas de violencia de género a comunicarse y denunciar a sus victimarios a la línea telefónica 144. La denuncia de Yañez, como suele ocurrir en estas ocasiones, aumentó la cantidad de llamadas a la línea 144, pero las trabajadoras han advertido de que el fuerte recorte del área que asiste y asesora a mujeres y personas LGBTIQ+ las deja sin poder dar respuesta a los requerimientos.
En declaraciones al diario La Nación, Fernanda Fuentealba, operadora de ese servicio desde el año 2015 y secretaria general de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) por el ministerio ya disuelto, sostuvo: “Éramos 146 personas y ahora somos 82″, y agregó: “es superimportante que la gente sepa que la línea sigue activa, pero hay momentos en que no damos abasto”.
La línea es un servicio nacional que se encontraba bajo la órbita del Ministerio de Mujeres hasta su disolución, y que ahora depende de la Subsecretaría de Protección contra la Violencia de Género que funciona dentro del Ministerio de Justicia. El 28 de junio pasado se despidió al 85% de las personas empleadas de esa subsecretaría, según da cuenta un informe que unas semanas más tarde publicó la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) y el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), que analiza el impacto de esa reducción sobre los diferentes programas del organismo.
Si bien el kirchnerismo duro criticó e hizo lo que pudo para despegarse de la gestión de Fernández, este escándalo ha dejado al conjunto del movimiento hundido en el desconcierto
Por supuesto, de lo antes mencionado casi no se habla, pero se gastan miles de caracteres en pronunciarse a favor o en contra, o simplemente opinando, sobre los vínculos que Fernández sostuvo con otras mujeres mientras estaba en pareja con Yañez. Por varios días, los titulares de los supuestos golpes a Yañez y “las infidelidades” de Fernández, se mezclaron y se superpusieron, poniendo todo al mismo nivel y dejando un fuerte tufo a moralina.
La condena social a Fernández no sólo avala todo tipo de discursos, sino que expone como nada la disputa de sentido de una época que ha puesto en entredicho casi todo. La denuncia de Yañez debería ser leída, a pesar del ruido ensordecedor de los tiempos que corren, en su debido contexto, es decir, en el mismo momento en el que el gobierno de Milei empieza a mostrar desgaste, y las encuestas muestran que la insatisfacción de la población crece. En ese marco, la (incuestionable) denuncia de Yañez evidencia una clara necesidad por desviar el foco de atención de otros (también) graves problemas, como que el hambre ya es una realidad que afecta a casi el 55% de la población argentina y, en particular, a un 63% de niñas y niños.
Progresismos y feminismos
En su denuncia Yañez menciona, y lo dejó por escrito en su declaración ante el juez, que varias personas del entorno de confianza del expresidente estaban al tanto de la situación y no hicieron nada. Y menciona explícitamente una charla que tuvo con la entonces ministra de Mujeres, Ayelén Mazzina, en la que le comunicó que estaba siendo víctima de violencia de género, y que ésta no hizo nada por ayudarla. Mazzina sostuvo que ella nunca tuvo conocimiento de esa situación y ya realizó un descargo ante la justicia. En su cuenta de Twitter, escribió: “Me pondré a disposición de la Justicia, que es quien debe investigar, porque no puedo permitir una falsedad sobre lo que sucedió ni que se banalice la violencia de género”.
Más allá de las derivaciones de la causa y la investigación, es necesario hacerse eco de las complejidades del tema para no abonar un terreno donde lo que abunda es el ruido y la simplificación. Ni los progresismos ni los feminismos son ámbitos que puedan ser reducidos a unas pocas ideas, ni a un pensamiento único, como quieren hacer ver.
Lo otro que el gobierno no quiere que se sepa, y que circula sin demasiada atención, es la visita que varios diputados del oficialismo le hicieron hace algunas semanas a los genocidas presos en la cárcel de Ezeiza, entre quienes se cuenta Alfredo Astiz y otros represores acusados de crímenes de lesa humanidad. La visita esconde el intento de algunos de impulsar un indulto a los genocidas presos, aunque sobre esto pareciera no parece haber consenso ni siquiera en las propias filas de la ultraderecha gobernante. Eso no quita que tanto la política de género como las políticas de derechos humanos sean dos de los blancos predilectos del actual gobierno.
El gobierno de Milei encaró una lucha descarnada contra el feminismo y los progresismos, desde el minuto cero. “En lo único que devino esta agenda del feminismo radical es en mayor intervención del Estado para entorpecer el proceso económico”, sostuvo Milei, en enero pasado, pocos días después de asumir como presidente, en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial de Davos. En ese mismo discurso señaló: “La piedra fundacional de nuestro credo dice que todos los hombres somos creados iguales, que todos tenemos los mismos derechos inalienables otorgados por el creador, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la propiedad”. Pero este no es un fenómeno local, por esos mismos días Luci Cavallero, doctora en Ciencias Sociales e integrante de la asamblea Ni Una Menos, se refirió a esto en unas declaraciones al diario Página 12: “Lo que dice Milei no es un delirio. Señalizar y estigmatizar al movimiento feminista está relacionado a un fenómeno global de articulación entre el neoliberalismo y el conservadurismo o autoritarismo, que elige determinados sectores como enemigos. Quienes defienden un modelo de concentración de la riqueza ven como una amenaza a los feminismos o los movimientos ambientalistas, que se meten en el corazón de las desigualdades”.
Las políticas llevadas adelante por Javier Milei, forman parte de una fuerte avanzada de la ultraderecha a nivel mundial, pero también se asientan en un profundo desgaste de la clase política argentina. El peronismo, y sobre todo su vertiente más progresista, el kirchnerismo, no supo dar respuesta a las más urgentes necesidades de la población e intentó paliar con planes sociales falencias estructurales mientras fue gobierno, hoy se encuentra sin rumbo, y el escándalo de Alberto Fernández lo ha hundido más en el desconcierto. Si bien el kirchnerismo duro criticó e hizo lo que pudo para despegarse de la gestión de Fernández, a ojos de una buena parte de la sociedad no deja de ser un gobierno kirchnerista.
A por todo
Se sabía que Milei venía por todo, pero no se sabía que iba a poder con tanto en tan poco tiempo, ni tampoco que lo iba a poder hacer con este nivel de cinismo y crueldad. En los últimos días, el presidente argentino comparó la “sociedad progre ideal” con una cárcel donde la educación, la salud y la vivienda son gratuitas, y donde hay “mucho sexo gay”, a través de las redes sociales, donde habitualmente suele despacharse sobre los más diversos temas y sin ningún reparo. No sorprende la altisonancia de las declaraciones de Milei, pero sí que todo el ruido que genera pueda tapar la cada vez más asfixiante situación económica de millones de argentinos.
Es prácticamente imposible saber cuál es la gota que finalmente derramará el vaso. Por ahora, ni la falta de provisión de alimentos a los comedores comunitarios, ni la falta de provisión de medicamentos a pacientes con patologías graves, dos de las medidas más impopulares del actual gobierno, han tenido mayores consecuencias. La aprobación de la ley Bases, que habilita al gobierno para llevar adelante un desguace del Estado, y la implementación de políticas que benefician a la misma casta que Milei decía que venía a combatir, tampoco parecen haber hecho mella. Milei domina la agenda, y el resto habla casi exclusivamente de lo que él quiere. Hoy es Alberto Fernández y mañana será otra cosa, hasta que dejen de poder tapar el bosque con las manos, y hasta que se pueda pensar fuera de esta agenda de delirio permanente. O, simplemente, hasta que se pueda pensar.
La sociedad argentina está acostumbrada, históricamente, a dirimir sus conflictos a pie de calle, pero hoy por hoy parece apesadumbrada, casi sin capacidad de reacción. Por mucho menos, en otras épocas, esto se hubiese traducido en innumerables protestas callejeras. Lo que es evidente es que quienes más tienen para perder, paradójicamente, son quienes más paciencia le tienen al actual gobierno. No llegan a fin de mes desde hace años, y hace décadas también que quedaron desamparados del Estado, por lo que paciencia es lo único que tienen. Es más, tanto habían perdido la fe, que creyeron en este nuevo experimento que viene demostrando que de nuevo no tiene nada. Todas las recetas aplicadas por el actual gobierno ya fueron aplicadas y demostraron su fracaso. Mientras tanto, los de siempre, es decir, los sectores más concentrados de poder, aprovechan el momento y sacan tajada. La falta de un norte en la sociedad argentina es preocupante, pero también habla de una necesidad de establecer buenos diagnósticos. En el camino, habrá que inventar nuevas categorías, devanarse los sesos y, sobre todo, reponerse de la incertidumbre y la desilusión.